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Cultură

El chico que fue violado por una chica

"Amigos, no me lo van a creer..."
T. Kid
por T. Kid

Imagen vía Flickr.

Por razones obvias, mi memoria no es la mejor. El escribir para esta columna a menudo me hace recordar detalles importantes que ya había olvidado. Cada semana, me encuentro a mí mismo reconstruyendo escenarios y recordando cosas de cuando era joven, cosas estúpidas y con frecuencia vergonzosas. Las travesuras que relato en mis artículos son simplemente eso —travesuras, cosas estúpidas que no lastimaron a nadie—. Pero cuando recuerdo esta historia en particular, me doy cuenta de lo inmaduro que éramos mis amigos y yo. No lastimamos directamente a nadie, pero al hacer memoria, una de nuestras reacciones me hace sentir un ser humano muy estúpido.

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Dejar las cosas para el último momento es lo mío, y en la universidad lo perfeccioné a lo largo de cuatro años y medio. No me esforcé por sobresalir en mis estudios hasta mi último semestre, cuando agoté cada onza de valemadrismo que me quedaba y logré pasar todas mis materias. (Todavía estoy muy orgulloso de haber pasado esas clases, porque de verdad que estuvieron bien pinche difíciles. Mercadotecnia parecía ser algo imposible hasta que pasé la materia). En el primer día del último semestre de mercadotecnia, me pusieron con otras cinco personas, y dentro de las primeras tres semanas, el grupo se redujo a sólo dos chicos: yo y un muchacho alto y blanco llamado Charles. Charles era un niño muy agradable y gentil, y el estar juntos en una clase infernal hizo que nuestra amistad se desarrollara con rapidez. Él era muy inteligente, pero tenía un sentido del humor muy tonto, razón por la que no supe si estaba bromeando cuando me dijo que una chica lo había violado.

Ese día, ambos llegamos temprano a clase. Nos sentamos en nuestros pupitres, que estaban juntos, y empezamos a hablar sobre un grupo de jóvenes de una fraternidad que recientemente habían sido arrestados por haber drogado a chicas para violarlas. En medio de nuestros comentarios en los que acordábamos que la cultura de las fraternidades está muy jodida, Charles dijo: "Sí amigo, de hecho a mi una vez me drogaron y una chica me violó". Mi reacción fue una risa incómoda, de la que me arrepentí una vez que me di cuenta que no estaba bromeando. No tenía la típica expresión que te esperarías después de tal confesión, sino más bien lo dijo con tal indiferencia que indicaba que no tenía ningún trauma. El simple hecho de que me lo haya dicho durante clase lo hacía parecer algo trivial, a pesar de la gravedad de su declaración. Antes de que pudiera hacerle cualquier otra pregunta incómoda sobre el asunto, el profesor entró en el salón, y comenzó otra clase intensa. Dio la clase, tomamos notas, pero lo único en lo que pude pensar esos 90 minutos fue en la terrible experiencia de Charles. No fue hasta que salimos de clase que me contó toda la horrible historia.

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Una amiga de Charles le pidió que la acompañara a una fiesta para cuidarla porque uno de los chicos que vivían en la casa de la fiesta la había estado acosando. Aunque Charles no tenía ganas de ir, accedió. Había decidido no tomar esa noche, pero cuando su amiga le ofreció un trago, dijo: "A la mierda, sólo una". Al final resultó que el chico que acosaba a su amiga había puesto algo en la bebida que terminó en las manos de Charles. A la mitad de la bebida, Charles empezó a sentirse mareado y poco después, todo se volvió negro. Otras personas que estaban en la fiesta le dijeron a Charles que cuando comenzó a actuar de manera extraña llamó la atención de una niña a la que todo el mundo le decía el Güey. Charles me dijo que le decían Güey por sus rasgos varoniles; la ridiculizaban diciendo que físicamente era repulsiva. "Lo más grotesco era que tenía un panza que sobresalía mucho más allá de sus pechos", me dijo Charles, haciéndome estremecer. De acuerdo con quienes presenciaron las cosas, el Güey se enamoró de Charles, y como él no estaba del todo consciente, comenzó a acariciarlo. Después, lo llevó a una habitación, desnudó a ambos, y tuvo relaciones sexuales con él sin su conocimiento o consentimiento. Charles me dijo que no está seguro si hubo penetración —o incluso de si podía excitarse en ese estado— pero el Güey insistía en que tuvieron relaciones sexuales y que quería desayunar con él. Charles entró en pánico, le dijo que lo habían drogado y salió corriendo de la casa a la clínica de enfermedades de transmisión sexual más cercana. Dijo que lo más perturbador de todo fue que le examinaran el meato urinario, algo que no le desearía ni a su peor enemigo. Para cuando terminó de contarme esto, Charles me hizo una petición: "Por favor, no le cuentes a nadie".

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Caminé de regreso a casa; mi cerebro estaba explotando con preguntas. ¿Acaso la amiga de Charles sabía que la bebida tenía algo? ¿El Güey sabía que estaba drogado? ¿Hubo penetración? ¿Es posible que un hombre pueda tener relaciones sexuales si está en ese estado? Cuando finalmente llegué a casa, mis amigos pudieron notar que estaba perplejo. Todos dejaron de hablar y se me quedaron viendo. La historia de Charles nublaba cualquier otro pensamiento que pudiera tener. Sin poder hacer nada, rompí la promesa que le había hecho a Charles. "Amigos, no van a creer un carajo de lo que les voy a contar…"

Nunca mencioné el nombre de Charles, pero les conté toda la historia. Mientras les contaba la historia, sus reacciones oscilaban entre caras de shock y risitas incómodas iguales a la que tuve cuando me contó Charles. Fumamos mariguana y discutimos todos los detalles posibles; todos estábamos incrédulos. Después de un rato, nuestra mente vagó a otros lugares y prácticamente olvidamos la historia. No fue sino hasta nuestro proyecto final de mercadotecnia que resurgió de manera inesperada.


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Para nuestro proyecto final, Charles y yo habíamos acordado hacer un comercial de unos tenis. Mi casa estaba cerca del campus y todos los amigos con los que vivía utilizaban tenis negros, así que nos reunimos ahí para grabar el anuncio. Charles se llevaba bien con mis amigos. Pasó la prueba final cuando dijo que se apuntaba para fumar mota. Nos tomamos un descanso de la filmación, nos fumamos un porro y nos sentamos alrededor de la mesa de la sala. Mientras nos pasábamos el porro, el tema de las fraternidades que utilizaban drogas para abusar de las chicas salió a colación porque había ocurrido otro incidente. Durante la plática, mi amigo Paulito dijo: "Sí, amigo, nadie está a salvo. Carajo, este niño se sabe la historia de un chico al que drogaron y lo violó una chica".

Pude sentir como toda mi cara se puso como tomate cuando Charles me volteó a ver con la boca abierta. Nadie más se había dado cuenta hasta que Charles exclamó: "¡Le dijiste a todos sus amigos!" En ese momento, pensé que a pesar de haber abierto la boca, Charles era el único que corroboraba que le había sucedido a él. Todos mis amigos se quedaron en silencio. Todos nos le quedamos viendo a Charles, y él nos volteaba a ver con la boca abierta. No sé quién fue, pero alguien comenzó a reírse. Luego alguien más. La risa se contagió y conforme aumentaba el volumen de las risas, la expresión de Charles empezó a suavizarse y también comenzó a reírse. Con el humo de la mariguana a nuestro alrededor, todos comenzamos a reímos histéricamente ante la incómoda situación. Sin saber qué hacer, o que otra reacción tener, nos reímos de la terrible experiencia de Charles como si sólo fuera una de esas cosas jodidas que ocurren a veces.

Al recordar esa escena me mortifico. Éramos tan inmaduros que tuvimos la misma reacción que cuando alguien se tiraba un pedo muy fuerte. Si la habitación hubiese estado llena de niñas, lo inapropiado que fue nuestro comportamiento habría sido mucho más evidente, pero siendo grupo de chicos no supimos medir la gravedad de la situación. Nunca he escuchado otra historia en la que un hombre sea drogado y violado por una mujer, pero reconozco que probablemente le ha sucedido a otros chicos y que no es algo que cause risa.