Foto tomada de la página de Keith Richards
La historia es bien conocida: en el 2007, en una entrevista para la revista NME, Keith Richards le dijo lo siguiente al reportero Mark Beaumont: “¿Qué es lo más raro que he tratado de inhalar? A mi padre. Inhalé a mi padre. Lo cremaron y no pude resistir unir un poco de sus cenizas con un poco de perico. A mi papá no le hubiera importado, le valía madres. Pasó bastante bien, y sigo vivo.” Con esas palabras, Richards terminó de cimentar su reputación como el loquillo más grande del rock n’ roll, alguien que ha desafiado incontables veces a la muerte y salido avante, pese a todos sus excesos.
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La declaración, por supuesto, le dio la vuelta al mundo segundos después de haberse publicado, y acaparó a los medios por bastantes días, al grado de que la representante de Richards le dijo a Kurt Loder de MTV que “era una broma… No puedo creer que alguien se lo haya tomado en serio.” Incluso Richards publicó un comunicado afirmando que echó las cenizas junto a un roble recién plantado, tratando de calmar la controversia. También declaró que “No inhalaría cocaína en estos momentos de mi vida a menos de que quisiera suicidarme.”
Tres años después, sin embargo, Richards reavivó la controversia cuando publicó su autobiografía Life, en donde declaró: “La verdad de las cosas es que después de tener las cenizas de mi padre en una caja negra por seis años, porque simplemente no podía aventarlas al viento, decidí plantar un roble y echar las cenizas en la tierra alrededor. Cuando le quité la tapa a la caja volaron un poco de sus cenizas sobre la mesa. No podía simplemente tirarlas al piso, así que pasé mi dedo por encima e inhalé los residuos.”
¿Será cierto? Probablemente nunca lo sabremos, pero lo que sí es es una gran historia, una que sólo incrementa la leyenda de Richards y por la que será recordado por décadas.