Insultos, sexo y resacones: así es trabajar en la caravana del Tour
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no solo parís era una fiesta

Insultos, sexo y resacones: así es trabajar en la caravana del Tour

En cada etapa del Tour, a los ciclistas les precede una caravana publicitaria que recorre el país con ellos. La mayoría de sus trabajadores son jóvenes, de modo que nunca faltan historias locas.

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Es el gran día: el momento en que empieza el Tour 2016. Las carreteras de Normandía están cerradas: solo pasa la gran caravana publicitaria previa a la carrera.

Veo a un Škoda cuyos ocupantes lanzan dulces Haribo; el público los busca y los recoge como si no hubiesen comido en semanas. Ahora lanzan otra cosa: no veo qué es hasta que un niño que se ha salvado milagrosamente de morir aplastado por la muchedumbre me muestra un llavero, el trofeo de su riesgo.

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Esta escena se repite cada año y cada vez me parece que roza más la histeria. Muchos de los espectadores llevan horas esperando el paso de la caravana publicitaria y se ponen más contentos con los caramelos que al ver pasar a los acalorados y cansados ciclistas.

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Después de otro vistazo a los coches que integran la llamada la Gran Boucle veo que son pocos los que al final se llevan a casa un regalo lanzado por los aires. Los que no lo consiguen pierden la cabeza: la parte más animal de su ser les conquista el cerebro y se dedican a intentar llamar la atención del último coche de la fila como locos.

Desafortunadamente para ellos, esta vez no cae nada. ¡Mala suerte!

La caravana atrae más la atención del púbico que Valverde y compañía. Foto de G. Demouveaux, ASO

Si no tienen nada para el público, las personas que se encargan de la publicidad y del marketing corren el riesgo de ser atacados. "A menudo les digo a las chicas que el riesgo más probable es que les tiren agua, después cerveza y por último que se les intenten mear encima", explica Sylvain Monneret, que pertenece a la agencia de Medio Ambiente, uno de los siete responsables de la gestión de los vehículos de la caravana.

Esta extraña forma de violencia contenida sigue siendo una cosa minoritaria —por suerte—. "Las gracietas inofensivas son más frecuentes: ¡una vez vimos como unos holandeses nos atacaban en la ascensión del Alpe d'Huez! Nos sorprendió mucho", continúa Monneret.

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"El año pasado la gente pedía bolígrafos pero recibía llaveros", añade Léa Prael, representante de la marca de bolígrafos Bic. "Cuando no están contentos, lo vuelven a tirar hacia el coche". Al paso de la comitiva se oyen tanto peticiones educadas como insultos: "¡Mickey, por favor!", "¡Haribo, tacaño!" o "¡Cochonou, perra!", exigen los aficionados.

Normalmente les dicen de todo: hay gente que se frustra muchísimo si no recibe un regalo. "Imagínate cuántos insultos recibimos en total después de cruzarnos con más de diez millones de personas en 22 o 23 etapas…", dice Monneret haciendo cuentas.

Este espectacular desfile festivo no solo sirve para abrir cada etapa del Tour: también sigue creando, aparte de la atracción del público, muchos lugares de trabajo. La mayoría de los integrantes son jóvenes, pero también encontramos a veteranos que llevan haciéndolo 15 o 16 años. El más 'viejo' tiene 45 años y es el que pone más calma en las agitadas reuniones llenas de hormonas juveniles.

A Léa le encantan estas tres semanas porque puede combinar el trabajo con su pasión por viajar: "El año pasado nos alojamos en un hermoso pueblecito perdido alrededor de Mende. ¡Esto te permite descubrir estos rincones! Me gustan especialmente las veces en que nos encontramos con un pequeño hotel, alejado de todo, en el que te enseñan tradiciones y comida típica del lugar", asegura excitada Prael.

"Cuando cada día te mueves te das cuenta que no conoces la mayor parte de tu propio país. No conocía en absoluto Utrecht, por ejemplo, pero es que tampoco Aveyron, en el sureste de Francia… no sabía ni que tuviéramos este tipo de paisaje aquí", explica Prael. "Cuando te dan de comer un aligot después de un día tan largo te parece una delicia", comenta Léa.

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No todo es tan placentero, sin embargo, porque los integrantes de la comitiva también tienen que soportar la lluvia y las granizadas ocasionales cuando recorren los Alpes o los Pirineos… y también muchas horas de calor extremo debajo del sol. Estos son, sin duda, los problemas de este trabajo de tres semanas que básicamente atrae a jóvenes azafatas: los hombres acostumbran a conducir los coches.

El cliché, no obstante, también obliga a que haya chicos jóvenes agradables y con buen físico. "Es cierto que el día de presentación, antes de la salida, todo el mundo se mira y se compara", ríe Cassandra Charrie, una de los miembros de la comitiva. "El problema es que en realidad todos se ven casi idénticos porque responden a la petición de un modelo concreto".

"El físico, sin embargo, no es lo más importante, sino más bien el equilibrio, el ser capaz de sonreír durante horas y horas", matiza Monneret, que recibe anualmente 700 candidaturas para cubrir los puestos en la caravana.

"El permiso, la experiencia y la motivación también cuentan y son básicas a la hora de hacer la elección. Además, siempre nos aseguramos que quienes fichamos no tengan problemas de salud; también es bueno que hagan deporte. Por último, lo más importante es la personalidad de cada uno, que sepan socializarse porque deberán estar muchas horas juntos y que tengan paciencia y sean fáciles de tratar", completa Monneret.

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Todos los que pertenecen a la caravana comen juntos y comparten habitación en los hoteles: la convivencia es básica… y, por supuesto, deja escenas imperdibles.

La sociabilidad parece obligatoria en esta aventura, que se asemeja notablemente a un campamento de verano. Las posibilidades de pasárselo bien aumentan con cada día que pasa: no es extraño ver a muchos de los jóvenes de la caravana en el jacuzzi de un hotel.

"Cada noche normal puede convertirse rápidamente en… bueno, una divertida fiesta" explica una antigua azafata que desea permanecer en el anonimato.

"La vida en comunidad es una especie de burbuja, una atmósfera aparte: si no estás emparejado, es muy posible que ligues durante las tres semanas. Somos todos extranjeros de diferentes sitios, y los flirteos y cuchicheos de posibles aventuras románticas se suceden a medida que van pasando los días", continua la azafata.

Los habituales reconocen muy rápidamente a los novatos; en general, son ellos quienes organizan fiestas en las noches que duermen en campings o en las ciudades donde hay zona de bares. "El año pasado, en la última noche en París, varios de los trabajadores más jóvenes terminaron todos en una habitación", nos confiesa un veterano.

"Lo que pasa en la caravana se queda en la caravana", aseguran la mayoría de miembros de la expedición… aunque la leyenda urbana cuenta que en esa última noche se formaron multitud de parejas efímeras y una zona determinada de la capital francesa amaneció cubierta de condones usados.

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En cualquier caso, cada año genera sus propias historias, más o menos ruidosas según la ocasión. Lo que pasó la noche del 10 de julio de 2015 probablemente marque esta edición, pero estamos seguros que, como cada verano, las mañanas en los hoteles de la caravana del Tour de este año estarán marcadas por los chismorreos sobre lo ocurrido la noche anterior.

Las copas que hacen los pequeños grupos cada noche ayudan a socializar, pero esto dura poco: solo son tres semanas de libertad de sus anteriores vidas. El ritmo es intenso y cansado, puesto que estar todo el día repartiendo golosinas y pasarse las noches bebiendo y conociendo a gente nueva puede conllevar dormirse durante la jornada laboral… o acabar vomitando las bebidas de la noche anterior —sí, esto ha pasado—. Eso sí, la noche previa a los días de descanso… que se preparen los bares.

La caravana también tiene su propio ejército de seguridad, dedicado a vigilar y a intentar evitar que el público les lance cosas. No todo es positivo, sin embargo: estos policías, que constantemente están en contacto con los jefes de cada marca publicitaria, también pueden hacerles controles de velocidad, alcohol o drogas en cualquier momento.

Aunque más ligera y pequeña, la radiocaravana también es protagonista de buenas anécdotas. La historia de una azafata que paró a mear y fue olvidada por su chófer aún se sigue contando dos años más tarde.

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"Los más peligroso son los niños que te encuentras durante las etapas", apunta Charrie. "El año pasado, en el norte de Francia, un grupo de críos se volvió loco con los regalos. El chófer que conducía el coche en el que yo iba tuvo que hacer eslalon con los niños", recuerda Cassandra.

El grupo de trabajadores de la caravana, sin embargo, no puede olvidar que su objetivo más importante es trabajar: los que ocupan los primeros lugares son la imagen de todos los demás.

"Haribo, por ejemplo, paga 2 000 euros a sus trabajadores, mientras que los otros solo 1 200 porque van detrás. Por eso los del principio teóricamente no pueden salir por las noches, porque tienen que estar frescos y no equivocarse en nada", sigue Cassandra. Los que van detrás tienen un poco más de libertad. El Estado en miniatura que es la caravana tiene su propia jerarquía y obligaciones.

Imagen vía Ideactif8

Lo que más importa a los organizadores del Tour desde hace más de 20 años es la puntualidad horaria y cumplir con el programa presentado. "Tiene que estar todo el mundo siempre a la hora. Si alguien se retrasa o parece no haber dormido… bueno, todos sabemos por qué es", explica Monneret.

"Lo único que no queremos es que los jóvenes cojan los coches por la noche y se vayan lejos para salir de fiesta, porque entonces el día siguiente, a parte que no están en buenas condiciones, los coches pueden no tener gasolina", sigue Monneret. La imagen, la puntualidad y la gestión del tiempo de sueño son las claves de la caravana y se tienen que cumplir a rajatabla… o al menos simularlo.

El consejo que a menudo se da a los recién llegados es que no intenten llegar a todo. Léa ya trabajó en el Tour y la Vuelta a España de 2015 y sabe que las jornadas que empiezan a las 6 o 7 de la mañana y que acaban pasada la medianoche son duras.

"No intentes hacerlo todo cada día, porque no vas a poder acabar. Intenta disfrutarlo todo, pero no lo quemes: vale la pena llegar al final porque todo esto pasa muy rápido", recomienda Prael.

Al autor de este artículo le mola la parte de ir de fiesta cada día, pero esto de currar tantas horas ya le parece menos interesante: @PoussardBruno