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FIGHTLAND

Rashad Evans y una elegía para una Era

Si nos sentimos tristes por ver a un excampeón a punto de llegar al final, tal vez es porque todos nos estamos acercando al mismo lugar.
Photo by Jeff Bottari/Zuffa LLC

La mirada de Rashad Evans relucía. Su voz llena de emoción. Fue momentos después de que Evans, excampeón de peso semicompleto, perdiera ante Glover Teixeira el pasado fin de semana. Una izquieda de Teixeira lo mandó al suelo, una derecha lo mantuvo ahí y hubo preguntas difíciles de considerar cuando se puso de pie.

"Pelear —antes era tan fácil, tan natural", le dijo Evans a Fox Sports. "Ahora siento que estoy peleando conmigo mismo".

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A pesar de la inherente brutalidad de los nocauts, Evans no tuvo un final especialmente complicado —si ves MMA, has visto variantes de esa finalización cientos de veces. Fue a penas la segunda ocasión que Evans fue noqueado, siete años después de la primera. Mientras tanto, no está peleando por bolsas bajas mientras su barbilla se vuelve de cristal y sus amigos y familia le suplican que pare. Pero la noticia de la última derrota de Evans —parte de una racha de 2-4 en los últimos cuatro años— ha despertado la melancolía y empatía de aquellos dentro de la comunidad del MMA, desde escritores, fans e incluso un oponente.

¿Por qué? Tal vez porque recordamos ver a Evans y a su generación ascendiendo antes de que las cosas dieran un giro en nuestras pantallas de televisión.

Si quieres sentirte viejo, recuerda cuando Rashad Evans debutó en UFC hace más de una década en la segunda temporada de The Ultimate Fighter. En 2005, el programa era una novedad en la televisión de realidad: en lugar de ser jóvenes compartiendo una casa y sólo amenazar con golpearse unos a otros en la cara, TUF requería que lo hicieran. Y aunque las estrellas más grandes de UFC forjaron sus mitos al pelear en Japón o en peleas no transmitidas por cable, TUF le permitió a la audiencia ver a una nueva generación de peleadores escribir su historia semana tras semana, pelea de exhibición tras pelea de exhibición en un gimnasio callado en Las Vegas. Eso significó que el público podría ver a un peleador construyendo su carrera por completo.

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En el caso de Evans, era un luchador de la Universidad de Michigan con cinco peleas profesionales —que llevó a cabo en tres noches— para cuando llegó a TUF. El peso completo de menor tamaño en la casa era el menos probable para ganar, pero derrotó a todos sus oponentes por decisión, incluyendo al gigante Brad Imes para ganar la final. Mejoró en cada pelea después de esa, superando a Sam Hoger y Stephan Bonnar, derrotando a Jason Lambert y Sean Salmon, y aguantando contra Tito Ortiz antes de llegar a su mejor momento como luchador y peleador. Contra Chuck Lidell, Evans presentó el primero (y más brutal) nocaut que mandaron a Lidell al retiro. Contra Forrest Griffin, derrotó a su colega de TUF en el tercer asalto para pelear por el título de peso semicompleto. Fue un reinado que duró poco ya que Lyoto Machida noqueó a Evans un par de meses después, pero Evans continuó con cuatro victorias consecutivas.

Mientras tanto, Evans se convirtió en una figura polarizante sin ninguna razón. Parte de las burlas dedicadas a Evans fueron motivadas por asuntos raciales, y sus detractores aprovechaban momentos como cuando se agarró la entrepierna y le mandó un beso a Griffin en su pelea, usando esas mismas transgresiones como evidencia de que era malo para el deporte. En realidad, Evans era un profesional que calibraba su acercamiento a su papel —analista, vendedor de pagos por evento y peleador— y era un empleado de UFC que no pasaba por crisis. Pero Evans era inteligente y franco. Escucharlo darle una cátedra a Quinton "Rampage" Jackson sobre las dimensiones raciales de su talento antes de su pelea en UFC 114 fue revelador. "Perpetúas la estupidez", dijo Evans. "'No uses esas palabras, no sé lo que significan' Cabrón, no eres estúpido —deja de actuar como estúpido. Deja de actuar como si sólo porque eres negro eres estúpido. No soporto esa actitud'". También fue un pionero: mientras que Jon Jones presentaba una actitud de chico bueno, Evans fue de los primeros en llamarlo falso, y cambió su campamento de entrenamiento en Albuquerque debido a la traición de su antiguo compañero de entrenamiento.

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Cuatro años después de su pelea fallida contra Jones, el final de Evans está más cerca que nunca. A los 36 años de edad, y después de un descanso de dos años debido a lesiones, una derrota por decisión ante Ryan Bader en octubre del año pasado y una derrota ante Teixeira, está lejos de volver a sostener el título. Pero la división no está llena de talento como hace diez años: una o dos victorias significativas, una mala jugada de los tipos que están en el top, que Jon Jones salga de la división y Evans estaría de regreso en la búsqueda del título. Dejando de lado el nocaut ante Teixeira, Evans es un veterano que no ha sufrido mucho daño y su nombre aún tiene peso: acaba de encabezar una cartelera después de seis años después de que su pelea contra Jackson fuera uno de los eventos más vistos. Si deja UFC, tal vez formaría parte de las listas de Bellator. Y si opta por retirarse, podría disfrutar de una carrera como entrenador o analista, trabajando en la periferia del deporte en el que fue campeón.

Ahí es donde entra la melancolía: la historia del MMA de pronto es tan larga que no sólo hemos visto pioneros de una sola disciplina cediendo ante una generación de peleadores completos, sino que esa primera generación ya llegó y se fue. Evans emergió mientras el MMA entraba a la cultura popular y se volvía en una pieza de la televisión moderna, y su progreso pelea tras pelea —un luchador que aprendió y creció hasta convertirse en el segundo competidor de TUF en sostener un cinturón— simbolizó la ascendencia del deporte mismo.

Ahora, ver la caída de su carrera, es un recordatorio de que el tiempo se va de las manos. Se ha vuelto la provincia de la nostalgia. Si peleadores, escritores y fans se sienten mal por ver a Evans colgando los guantes, es porque nos estamos volviendo viejos también, y el final nos espera a todos.

Después de su derrota ante Teixeira, Evans serpresentó en la conferencia de prensa —raro para los que han sufrido nocauts— y recobró la compostura tras el micrófono. No habló sobre seguir peleando o retirarse, pero habló sobre sus pensamientos. "Cuando estás en este punto ahora, tienes que reevaluar todo. No quiero perder las esperanzas. No quiero perder las ganas de pelear porque es lo que me gusta hacer. Pero al final del día, sabes que algo tiene que cambiar. Tengo que hacerlo mejor. Es embarazoso, es triste, pero viene con ser peleador".

La caída está ahí para que todos la veamos. Tal y como alguna vez vimos el ascenso.