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La economía del Apocalipsis

Si quieres sobrevivir al 2012, tendrás que darle todo tu dinero a unos hippies franceses.

¿Qué? ¿Cómo te sientes con lo del 2012? Venga, admítelo, estás un poco nervioso. El fin del  mundo tiene ese efecto sobre la gente, no te avergüences. Bueno, si quieres sobrevivir a la gran profecía maya te voy a decir dónde deberías ir. Bugarach es una pequeño aldea de unas 200 almas situada en el sur de Francia. Pero no estarás solo: unas 10.000 personas planean buscar refugio en el pueblucho. ¿La razón? Que según una bizarra combinación de mitos y coincidencias, se dice que el pico de Bugarach será el único lugar en el planeta que quedará a salvo después de la caída de una enorme, devastadora ráfaga de relámpagos mañana, 21 de diciembre del 2012.

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Como si para demostrar que este planeta esta más que preparado para el Armageddon, si ahora escalas esa montaña encontrarás a muchísima gente sacándole alegremente la pasta a una panda de desgraciados desesperados por salvarse de la destrucción cósmica. Yo, que soy un desgraciado en fase terminal, fui a unirme a ellos.

Después de dos viajes en tren y alquilar un coche llegamos a Bugarach, haciendo alto en un Bed & Breakfast llamado "La Maison de la Nature", la ‘casa de la naturaleza’. En nuestro santuario coincidimos con un chamán de aspecto desagradable llamado Jean-Gilles y su equipo de 8 iluminados. Tope de santo él dentro de su tipi, rumiando sin duda los secretos del universo, se negó a dirigirme la palabra. Los tipos como él son habituales por aquí. Cada año, consultores de teología, practicantes del “mundo que no vemos” y otras luminarias investidas con una misión espiritual se dejan caer por aquí para ofrecer místicas técnicas de supervivencia a los divinos tontorrones. Según nos dijo un funcionario local, estos tipos cobran entre 500 y 2000 euros por semana. Después de todo, salvar almas no es un trabajo sencillo.

Este lugar está enterrado en mitos: la tumba escondida de Maria Magdalena, tesoros enterrados bajo iglesias, reservas secretas de energía, bucles de tiempo, el cadáver de Hitler y miles de avistamientos de OVNIS. Cada mito añade la suficiente credibilidad al siguiente para que una cantidad sorprendente de gente crea en esta industria de las creencias.

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Dentro de este "triángulo mágico" (formado por las aldeas de Bugarach, Renne-les-Bains y Rennes-le-Château) hay tiendas, agencias, campamentos y hoteles, todos ellos suministradores de asistencia espiritual para aquellos con buenos bolsillos. Encontramos dos librerías especializadas en cultos, un hotel que alojaba una conferencia de "Contaminación psíquica y oculta en el siglo XXI", una productora de docu-ficciones moralizantes  y una tienda que vendía cremas hidratantes conteniendo ADN de Maria Magdalena. Las vendían a 150 euros, pero el de la tienda nos las regaló porque estaban caducadas.

Cada semana Jean-Gilles se lleva a sus clientes a la montaña. Un día les seguimos y les vimos haciendo la danza Morris y abrazándose con su chaquetas de Gore-Tex. Más tarde, cerca de la cima, Jean-Gilles anunció que pasarían “la noche arriba del todo, durmiendo en sus tiendas de campaña. Una buena manera para recargar pilas, aquí, con aire fresco. ¡Desde Rusia con amor!” La mayoría de sus seguidores tendrían unos 65 años, sudaban de manera alarmante y llevaban en la cabeza unas cintas de seda de color violeta. Me dieron ganas de recordarles la estúpida expedición de Aleister Crowley al Kangchenjunga.

En Rennes-le-Château conocí a Uranie, un viejo hippy que vive aquí desde los años 70. Al principio formaba parte de una comunidad con unos tipos algo turbios que resultaron ser grandes traficantes de drogas de aquella época en el sur de Francia. Tomó mucho LSD, le metieron en un centro psiquiátrico y ahora vive en una casa decrépita decorada con imágenes místicas y posters de tías en bolas. Debido a la ola de turismo espiritual el pueblo lleva 15 años intentando expropiarle. "El alcalde me amenazó. Querían robar mis tierras y tirarme la casa abajo. Querían construir un complejo de apartamentos para los ricachones escandinavos y americanos. Me pusieron un pleito, aunque ya hace tiempo que no me llaman".

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Las teorías del Armageddon han atraído a una creciente masa extranjeros místicos adinerados. El precio de la vivienda se ha triplicado en 5 años. Los restaurantes son más caros que en París y hay grupos de cooperativas orgánicas vendiendo galletitas con sabor a lavanda por 4 euros la caja. Todo el mundo odia a los hippies, pero si además encarecen con galletas aromáticas el nivel de vida de tu propio pueblo, fijo que les vas a odiar el doble.

"Son una banda de capullos" nos dijo un chaval local sobre los hippies. Sus colegas asintieron. "Les vemos subir al lago con pancartas y luego se bañan en el barro. A veces vemos una furgoneta llena de unos tíos chiflados. En un lado de la furgo habían pintado "COLLECTIVE SUICIDE", pero la poli les prohibió entrar en el pueblo con ese eslogan. Entonces ellos lo cambiaron a "SUI-CI-DE CO-LLEC-TIF".

En Renne-les-Bains le pregunté al dueño de un hotel sobre sus nuevos huéspedes mientras se comía una porción de pizza en la barra de su propio restaurante. "Los veo todos los días y les conozco bien, incluso paso el rato con ellos. No son mala gente, vienen aquí a bañarse en el spa y a hacer movidas con rocas. En el restaurante eligen lo que van a comer poniendo un péndulo sobre el menú". Lo cierto es que esa gente está manteniendo su negocio en pie, pero aun así no podía evitar cachondearse cuando hablaba de ellos.

Antes de abandonar este ridículo lugar nos dimos una vuelta por el bosque mágico entre Bugarach y Rennes-le-Château. Una hermandad chamán (así se hacen llamar) compuesta de alemanes, suizos y austriacos había levantado una carpa y aparcado dentro su Volkswagen. Me dijeron que habían venido aquí a esconderse y a beneficiarse del hierro presente en las montañas cercanas Vienen dos veces al año. Le pregunté a uno cuánto les costaba este caprichito bianual. "No demasiado, si te soy sincero". "Apenas 10.000 euros". Comprándose así una escalera hacia el cielo, supongo.

TEXTO DE JULIEN MOREL
FOTOS DE MACIEK POZOGA