Coronavirus

Así viven los profesores de Madrid el cierre por coronavirus

Stories, campus virtual, charlas TED... así ha cambiado la rutina de los profes madrileños esta semana.
2020-03-13 (5)
La clase de Fernando. Fotografía cortesía de Fernando

El pasado pasado lunes 9 de marzo la Comunidad de Madrid, la zona de España con más casos de infectados por coronavirus, decidió cerrar todos los centros educativos de la región. Lo anunció su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, en comparecencia al caer la tarde y ante el considerable aumento de contagiados. Y, aunque ya son varias las comunidades -Cataluña, País Vasco, Murcia o Galicia- que se han sumado a la iniciativa para evitar desplazamientos, proteger a los más pequeños y minimizar los contagios, son ellos los que llevan casi una semana adaptándose a esta nueva situación en la que la emergencia ha hecho que algunas de las directrices no sean demasiado claras.

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Al contactar con ella, el miércoles por la mañana, Laura*, una profesora de infantil de 29 años que trabaja en una guardería privada, contaba que había tenido que ir a su centro de trabajo, aun siendo población de riesgo -padece problemas respiratorios- y aunque los niños tenían prohibido acudir. "En el colegio están como si nada, ahora mi rutina es llegar y preparar materiales para la vuelta, algo que podría hacer perfectamente desde mi casa. Lo que cambia es que lo hago todo más despacio, porque cuando se me acabe lo de programar me tocará ordenar y clasificar la biblioteca o algo así", contaba.

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El escritorio de trabajo de Laura. Fotografía cortesía de Laura

La directriz inicial era, para todos los niveles educativos, que los centros permanecieran abiertos aun sin alumnos y que los profesores acudieran a ellos aunque con un horario flexible. Al terminar el día, a Laura le habían dado permiso ya para trabajar desde casa, y así me lo comunicó por WhatsApp. "¡Hola de nuevo! Nos han mandado a todos a casa, no hay que venir, será todo online. Si puedo pedirte porfa, que no salga mi nombre en el artículo. No tengo muy claro si nos van a pagar, si nos van a echar o qué", me comentaba. La Comunidad había empezado a suspender las adjudicaciones con escuelas infantiles y otros servicios de gestión indirecta de su titularidad, así como con las empresas de comedor tras el anuncio de la suspensión de las clases, y empezó a cundir el pánico.

"Según las instrucciones debemos combinar teletrabajo con asistencia al centro, con horario flexible y comunicación de tareas a los alumnos mediante redes informáticas, aulas virtuales, correo electrónico, padlet…. Los centros están abiertos, es así de ambiguo", me explicaba el martes, día después del anuncio de la suspensión de las clases Ana, jefa de estudios de un instituto público de la Comunidad. Casi todos los docentes supieron de la suspensión de las clases por los medios, no por canales oficiales.

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Una de las clases del colegio de Jorge. Fotografía cortesía de Jorge

Fernando, que tiene 28 años y es profesor de primaria en un centro concertado estaba dando clases particulares de inglés. "Las compagino con mi trabajo en el colegio y tanto yo como los dos alumnos que tengo empezamos a recibir un montón de mensajes. En ese momento no reparamos en ello pero en cuanto miré WhatsApp me comí de golpe tanto las noticias como los bulos: que nos íbamos a quedar sin cobrar, que tendríamos que recuperar clases hasta el 20 de julio…"

Jorge, profesor de Filosofía de secundaria, también estaba en clases de inglés, pero recibiéndolas. "Estaba en la escuela oficial de idiomas de mi localidad, donde me saco el C1 para la habilitación bilingüe y me lo comunicó una compañera con la que estaba haciendo un speaking, profesora en primaria. Poco tiempo después vi el comunicado por Twitter y mi instituto nos lo mandó también minutos más tarde. Fue una noche muy movida porque no sabíamos exactamente si teníamos o no que ir al centro al día siguiente, pero el sentido común me decía nos darían más información y así fue. Entonces hice lo propio con mi alumnado: subí unas stories a Instagram (ellos tienen mi perfil profesional) y les avisé que era bastante importante que vinieran a clase el martes para recibir más información, tomar nota de todos los emails y para no perder de vista que esto no son vacaciones, que las clases no se han suspendido sino que solo se ha suspendido la clase presencial", explica.

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El escritorio de Jorge en casa. Fotografía cortesía de Jorge

Fernando también tuvo que explicarle a sus alumnos, bastante más pequeños, de tercero de primaria, que que no hubiera que ir al colegio no significaba que lo que iban a vivir durante las, en principio, dos semanas siguientes, fueran unas vacaciones. "Llegaron muy contentos ya desde por la mañana, imagino que porque sus padres ya se lo habían explicado y les habían tranquilizado, incluso quizá mintiéndoles un poco. Es normal, son niños, pero claro, ante esa tesitura lo que pensaron es que se iban de vacaciones. Les tuve que explicar que no, que yo seguiría trabajando y ellos también, pero desde casa", cuenta.

"Mis tutorandos me gritaron al irse "Feliz Navidad, Feliz Coronavirus". Ellos estaban más alegres que nada. Pero claro, ahora se encuentran que tienen tropecientos mil trabajos, deberes y entregas en diferentes aulas virtuales. Pero bueno, estar lejos de un centro que les obliga a pasear, cual zombies de aula a aula, y les impide salir libremente más allá de los muros siempre les alegra", explica Jorge.

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Uno de los pasillos del instituto de Jorge. Fotografía cortesía de Jorge

Dependiendo del periodo educativo y la edad de sus alumnos, Laura, Fernando y Jorge están siguiendo distintas rutinas desde el martes. Los dos primeros no pueden, por ley, comunicarse con ellos directamente sino con sus padres, a través del mail o plataformas específicas. Jorge, en cambio, emplea todas las herramientas a su alcance para que todo continúe con la mayor normalidad posible, incluidas las redes sociales. Desde sus stories de Instagram da directrices sobre cómo registrarse en las distintas plataformas y aplicaciones, cómo seguir el temario y hace encuestas. A través del email habla con los padres, y hace uso de herramientas tanto oficiales como gratuitas para seguir con sus clases de filosofía y valores.

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"En primero de bachillerato seguimos un libro de texto acordado por el departamento antes de que yo llegara, -no soy muy amigo de los libros de texto, me dan claustrofobia-. Cada día les paso el fragmento que leeríamos en una clase normal y les pido una breve entrega. Preparamos posibles preguntas para el examen (tipo test y desarrollo) y respondo a sus comentarios y dudas. En la clase de Valores Éticos estamos siguiendo una serie de charlas TED-ed que son animadas sobre pensamiento crítico, cambio climático, libertad… También vamos subiendo alguna noticia para que vayas aprendiendo a leer algo más que redes sociales y aprendan a reconocer bulos y fake news de noticias contrastadas y rigurosas", explica.

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Fernando trabajando desde casa. Fotografía cortesía de Fernando

En niveles educativos inferiores la cosa se complica: en primaria la orden es no adelantar temario. "Mi rutina ahora mismo consiste en adelantar trabajo de los trimestres y el curso que viene y seguir en contacto con mis alumnos a través de sus familias, mandarles tarea, hacer seguimiento aunque no podamos vernos ni hablar. En cuanto al temario, nos han prohibido avanzar, cosa que no nos viene del todo mal porque nos sirve para repasar matemáticas, cálculo, problemas o inglés. En lengua, por ejemplo, nos estamos centrando en lo más importante, que es la comprensión lectora y la escritura, que a veces se deja de lado por los contenidos. Me comunico con ellos o bien a través de la plataforma digital del colegio o bien por mail y de momento va bien. Es un esfuerzo tanto por nuestra parte como por la de los padres, que han de volcarse en ayudarles, además de para los propios chavales, pero igual que este proceso va a suponer un esfuerzo para toda la población en nuestro país", dice Fernando.

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Laura también hace lo propio, también a través del correo electrónico, aunque con niños menores de tres años es más complicado aún. "El temario continua en la medida de lo posible porque al ser tan pequeños lo que se pierdan podemos meterlo con el siguiente tema. Aun así es difícil, porque los profesores tenemos una formación específica y explicar cómo hacer la letra "N", por ejemplo, puede parecer muy sencillo, pero si no se tiene la formación adecuada no lo es tanto y explicarle a un padre cómo tiene que hacerlo tampoco es muy fácil, así que en algunos casos, con algunas cuestiones, resulta inviable continuar con la materia a distancia", comenta.

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El escritorio de Fernando. Fotografía cortesía de Fernando

Para Jorge, sin embargo, la principal dificultad con sus alumnos de la ESO y Bachiller es el seguimiento real de lo que aprenden. "Hay alumnado muy abierto, que necesita cercanía y confianza, pero otro que no quieren cuentas. Con esos es difícil saber si están trabajando bien, copiando y pegando algo o realmente esforzándose en lo que les pide. También, por ejemplo, con las medidas de Atención a la Diversidad. Nuestras clases son diversas, no solo culturalmente, también académicamente. ¿Cómo adaptas una clase para casi o más de 30 alumnos? Evidentemente las adaptaciones curriculares van para 5 o 6, pero es bastante follón si le sumas que esto se debe hacer a distancia", expone, y añade que "otro problema es que el profesorado no está del todo adaptado al trabajo virtual. Tengo compañeros que les han mandado redacciones, una para quince días, otros que les han mandado que hagan ellos solos un taco enorme de ejercicios de matemáticas y que se las apañen como puedan… Pero educar no solo es mandar tarea, educar también es acompañar. Ponerte delante de tus pensamientos. Mostrar con actos en tus ideales y ser crítico con todo, incluso con lo que a ti te privilegia. Son dificultades que se acrecentan en estos momentos".

También es consciente de que, aunque su asignatura -filosofía- es sencilla de adaptar al formato online -"de hecho, hay youtubers que son filósofos, profesores de filosofía o amantes de la filosofía que dan grandes clases virtuales"-, comenta, hay compañeros que no lo están teniendo tan sencillo. "Los de Educación Física, por ejemplo, ¿cómo van a dar una clase virtual? Sus temarios y clases son eminentemente prácticas, así que es complicado para algunas asignaturas", reflexiona. Pero cada cual hace lo que puede. De momento y casi a la par que responde mis preguntas él ha subido una encuesta en formato stories para sus alumnos: "Clases, os vendría bien/os gustaría hacer alguna videoconferencia para resolver dudas, explicar algo o descargar algo de frustración? Usaríamos Skype o Zoom". Las posibles respuestas eran: "sí, me vendría bien" y "nah, yo paso", y pedía, ante todo, escogerla con sinceridad.

*Se han cambiado los nombres para proteger la identidad de los entrevistados.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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