chico sin camiseta
Frankie Quinn (Todas las fotografías porIsaac Kariuki)

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Sexo

Las páginas web para fans son el futuro del porno

Un día en la vida de un actor que se graba a sí mismo, se dirige y cuelga en OnlyFans sus propios vídeos de sexo real con otros modelos.

La primera vez que Frankie Quinn folló delante de una cámara estaba aterrado. Como te puedes imaginar, cuando te preparas para practicar sexo delante de una audiencia de 15 000 personas, una oleada de preguntas nerviosas te invaden la mente: ¿Y si se me ve la cara en el plano y me reconocen? ¿Y si lo hago muy, pero que muy mal?

Ya hace casi dos años y medio que Quinn y su novia perdieron la virginidad en el mundo del camming. Ambos trabajaban en oficinas de Cambridge —Quinn como gestor y su pareja para un contable—, pero tras ver un documental de Channel 4 sobre el webcamming, decidieron probar. “Esa gente, de unos treinta y tantos o cuarenta y pocos, no enseñaba la cara y ganaba más de 500 £ [570 €] a la semana solo por un par de horas de trabajo”, dice Quinn.

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Quinn y su novia solían decir en broma que follaban como estrellas del porno. “Simplemente nos miramos y dijimos ‘joder, deberíamos planteárnoslo’”. ¿Qué pasó tres meses más tarde? Que se había convertido en su trabajo a tiempo completo. Y la pareja disfrutaba (desde luego, más que en sus antiguos trabajos). Nunca se plantearon que podrían aburrirse el uno del otro en la cama, y ganaban bastante dinero desde la comodidad de su propia casa.


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Pero pasado un tiempo, hacer espectáculos por webcam empezó a cansarles. La cosa es que siempre estás actuando según lo que quiere la audiencia, no lo que tú quieres. Las propinas llegan cuando haces lo que te piden y dependes de que la gente se conecte en el momento adecuado. Por supuesto que a veces eso hacía que Quinn se embolsara casi mil pavos por un par de horas en su habitación, pero había otros días en los que se esforzaba para acabar sin ganar nada.

Entonces Quinn se topó con la página web OnlyFans. “Había un tío con 200 fans a los que cobraba 10 euros al mes. Hice cuentas y…”, dice con una sonrisa. “Decidí dejar lo que estaba haciendo y dedicarme a eso”.

En vez de suscribirse a una página porno, los consumidores pueden pagar para acceder a contenido creado por artistas que suben directamente a la página sus propios vídeos, grabados por ellos mismos

Las páginas para fans como OnlyFans y JustForFans son un nuevo horizonte para la gente que quiere ganarse la vida con el sexo online. La premisa, por si aún no conoces este tipo de plataformas, es sencilla. En vez de suscribirse a una página porno, los consumidores pueden pagar para acceder a contenido creado por artistas que suben directamente a la página sus propios vídeos, grabados por ellos mismos.

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Cuando entras para masturbarte, te está esperando una newsfeed a tiempo real con fotos, publicaciones y vídeos. Este tipo de páginas son básicamente lo mismo que Facebook o Instagram, solo que aquí pagas para ser amigo de alguien. Y, en vez de #lifehacks y fotos de tus amigos, entras para ver practicar sexo a la gente que has escogido.

Quinn, que ahora tiene veinticinco años y se identifica como bisexual, vive en Manchester. Cuando quedamos con él en el piso de su amigo, no puede estar más contento con el rumbo de su trabajo. “Tengo mis propias condiciones y puedo descansar cuando quiero. Días libres incluidos. Lo he ido construyendo todo hasta llegar al punto actual, en el que tengo una base de fans buena y leal. Si me tomo una semana libre, siguen suscritos”.

Quinn gana miles de euros al mes gracias a sus cuentas, pero quiere aclarar que el trabajo implica más cosas que practicar sexo. A diferencia de los rodajes que hacen los estudios, los artistas se encargan de todo, desde grabar y editar hasta encontrar localizaciones y la posproducción. “Ya sabía como hacer márquetin y promoción, así que invertí en equipo de grabación e iluminación, aprendí a editar y empecé a hacer mis propios vídeos”, explica Quinn.

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Frankie Quinn

Conseguir que los fans sigan comprometidos y entretenidos exige un flujo regular de subidas. Dos semanas antes de nuestro encuentro, me registré en JustForFans, me suscribí a su cuenta y entré cada pocos días para ver las novedades. Hay vídeos en solitario; hay vídeos suyos practicando sexo con otros artistas de la página; en algunos vídeos aparece con modelos que claramente no quieren mostrar su identidad.

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Quinn dice que su objetivo es subir algo nuevo cada día, ya sea una foto o un vídeo. “Intento hacer un vídeo largo completo con un modelo una vez a la semana”, añade. “Nueve de cada diez veces lo hago con alguien de una página similar. Si no, es gente que quiere acostarse conmigo y que no tienen problemas en que les grabe”. Los buzones de sus redes sociales están llenos de solicitudes: hasta ahora, ha hecho vídeos con tíos que ha conocido por Twitter, Instagram y Grindr. “Mucha gente quiere practicar sexo con una estrella del porno”, dice, sonriendo.

Mientras Quinn me explica su rutina diaria, Xavier Sibley, otro artista y el dueño del piso en el que estamos, sale de su habitación, donde estaba actualizando su página, y se une a nosotros en el sofá. Dos años antes de cumplir veintiuno, Sibley actuó en su primera película para adultos. Criado en las afueras de París, llevaba interesado en la industria del cine adulto desde que tenía trece años. Sin embargo, mientras que para la mayoría de adolescentes esa fascinación no suele salir de su habitación y de la pantalla de su portátil, Sibley siempre supo que, si se presentaba la oportunidad, rodaría una de esas películas.

Cuando entras para masturbarte, te está esperando una newsfeed a tiempo real con fotos, publicaciones y vídeos porno, como si fuese Facebook

A día de hoy Sibley aún hace rodajes profesionales de forma ocasional, pero la mayor parte de sus ingresos provienen de las páginas de fans. Nos dice que Quinn y él hicieron una escena juntos justo ayer. “Antes de registrarme en estas páginas, subía vídeos cortos de los rodajes en los estudios o de unos treinta segundos de mí mismo pelándomela en casa”, me explica Sibley. “Luego me di cuenta de que no tenía por qué ofrecer contenido gratuito en Twitter”.

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A diferencia de Quinn, Sibley sube contenido tres veces a la semana: una sola escena dividida en tres partes que cuelga martes, jueves y sábado. “Si subes un vídeo de diez minutos, la gente dice que es muy largo”, continúa, “pero si lo haces de dos minutos, dicen que es muy corto”. Tras estar un tiempo probado, Sibley cree haber encontrado la duración ideal para sus películas. “La mayoría de la gente no necesita más de cinco minutos para masturbarse”.

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La primera vez que me topé con estas nuevas páginas web para fans fue por casualidad. Estaba mirando Twitter en una oficina abarrotada una tarde de hace un par de meses cuando algo destacó entre la masa de fotos subidas de tono y tuits con citas. Era un vídeo corto de un tío de unos veintipocos que se estaba masturbando. Preocupada (y algo intrigada) por si alguien a quien sigo estaba contribuyendo a extender vídeos privados o llevando a cabo una pornovenganza, pinché en la cuenta que lo había publicado y acabé explorando los perfiles de un montón de tíos como Quinn que utilizan las redes sociales para persuadir a la gente de que pague directamente por su contenido porno.

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Xavier Sibley, preparando el equipo de rodaje en su piso

Sin generalizar demasiado, los tíos que he encontrado en estas páginas se pueden dividir en dos categorías muy claras. Algunos, como Quinn y Sibley, tienen más de veinticinco años, son gais o bisexuales y consideran que lo que hacen es porno. Sin embargo, hay otra categoría de tíos en la página: varios años más jóvenes que los otros (pero más de dieciocho) y heterosexuales. La diferencia también se nota mucho en su contenido.

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Por lo general es material en solitario. Muchos parecen haber empezado publicando selfies sin camiseta en Instagram, pero pronto se dieron cuenta de que llevarlo más lejos atraía a más audiencia y conseguían más pasta. Quinn y Sibley consideran el porno su profesión, pero cuando hablo con los más jóvenes, queda claro que ellos no. Con la condición de que les mantenga en el anonimato, la mayoría dicen que lo hacen “por diversión” o que “no han pensado mucho en el futuro”. “Mucha gente hace vídeos sexuales cuando son más jóvenes y luego pasan página”, añade otro de ellos.

La cosa es que, hace un par de años, rodar un par de vídeos porno para un estudio no llamaba demasiado la atención. Si hacías una escena, quedaría perdida en el universo del contenido de pago o puede que acabara apareciendo en las profundidades de otras páginas. Las probabilidades de que algún conocido diera con ella eran muy bajas y si eso ocurría … Bueno, la persona que la encontró tendría que reconocer que estaba buscando porno. Pero en sitios como Twitter, que no vetan el contenido explícito, estos jóvenes se está exponiendo ante todo internet desde el primer día.

Intenté concertar una cita con estos artistas no profesionales durante semanas, pero no les interesa. Cuando les pido grabar nuestra conversación, la mayoría se muestran preocupados por el tipo de publicidad que van a recibir. Entonces, al fin, alguien me dice que sí. Un chico llamado Sam de veintiún años me ofrece quedar en su ciudad natal después del trabajo. Es heterosexual y sabe que sus teasers en solitario acumulan un número sustancial de seguidores en redes sociales. Cojo el tren para quedar con él, espero dos horas a que salga de su trabajo de albañil, como habíamos quedado. Nunca apareció.

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Decido contactar con Dominic Ford. Autoconsiderado un veterano de la industria, Ford ha estado a los dos lados de la cámara y dirige su propio estudio. Entonces, el día de San Valentín, lanzó su nueva página web: JustForFans. Cuando le pregunto por qué lo hizo, me responde: “Creo que es el momento perfecto”. Con eso se refiere a que hay un par de factores que apuntan a que las páginas como JustForFans son el futuro del porno.

En primer lugar, los estudios ni se acercan a la cantidad de películas que hacían antes ni a la cantidad de dinero que ganaban; de eso ya se han asegurado los sitios web. Además, la gente está subiendo sus propios vídeos amateur a páginas como XTube. “A los consumidores les gusta la autenticidad de esos vídeos”, continúa Ford. “No tienen una buena iluminación ni buenos ángulos. Los usuarios los prefieren al trabajo producido en un estudio de porno, Se dieron ambas cosas a la vez, y los modelos que no cobraban en los estudios se dieron cuenta de que necesitaban una plataforma para hacerlo ellos mismos”.

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Gabriel Cross

Según Ford, la piratería en internet empezó a afectar a la industria de porno en 2008. Por aquel entonces, los modelos ganaba miles de euros por una escena y los estudios nadaban en billetes. Ahora un modelo tiene suerte si le pagan 500 euros por una escena. Mientras tanto, los modelos en esta página ganan hasta 8000 euros al mes, y la cifra va en aumento. Hay una tienda online y opciones de descarga de vídeos. Puedes pagar extra para hablar por teléfono directamente con el tío que elijas. La página se lleva un treinta por ciento de lo que gane el artista.

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Entonces la conversación se centra en los jóvenes que utilizan esta página, particularmente en aquellos que puede que un día quieran tomarse un respiro y reflexionar acerca de compartir sus vídeos de una forma tan pública. Ford lo ve de la siguiente manera: “Imagina el caso de un chico de diecinueve años que quiere dedicarse al porno. Un estudio lo contrata, rueda, le pagan y firma un acuerdo. Cumple treinta años y se arrepiente de su decisión. Ese contenido no le pertenece y yo aún puedo hacer lo que quiera con él. Pero avancemos al momento actual. A los diecinueve hace un vídeo y si a los treinta considera que fue una mala decisión, puede borrar su cuenta. Es dueño de su contenido y de su imagen, puede hacer lo que quiera”. Según su modelo de negocio, los artistas tienen el copyright de lo que producen. En lo que a Ford respecta, esto empodera a los modelos de una forma que no se había visto antes. Y no solo económicamente, sino, en teoría, en cuanto al control que tienen sobre lo que han hecho.

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Según Ford, la piratería en internet empezó a afectar a la industria de porno en 2008. Por aquel entonces, los modelos ganaba miles de euros por una escena y los estudios nadaban en billetes. Ahora un modelo tiene suerte si le pagan 500 euros por una escena. Mientras tanto, los modelos en esta página ganan hasta 8000 euros al mes, y la cifra va en aumento. Hay una tienda online y opciones de descarga de vídeos. Puedes pagar extra para hablar por teléfono directamente con el tío que elijas. La página se lleva un treinta por ciento de lo que gane el artista.

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Entonces la conversación se centra en los jóvenes que utilizan esta página, particularmente en aquellos que puede que un día quieran tomarse un respiro y reflexionar acerca de compartir sus vídeos de una forma tan pública. Ford lo ve de la siguiente manera: “Imagina el caso de un chico de diecinueve años que quiere dedicarse al porno. Un estudio lo contrata, rueda, le pagan y firma un acuerdo. Cumple treinta años y se arrepiente de su decisión. Ese contenido no le pertenece y yo aún puedo hacer lo que quiera con él.

Pero avancemos al momento actual. A los diecinueve hace un vídeo y si a los treinta considera que fue una mala decisión, puede borrar su cuenta. Es dueño de su contenido y de su imagen, puede hacer lo que quiera”. Según su modelo de negocio, los artistas tienen el copyright de lo que producen. En lo que a Ford respecta, esto empodera a los modelos de una forma que no se había visto antes. Y no solo económicamente, sino, en teoría, en cuanto al control que tienen sobre lo que han hecho.

“Es una preocupación constante que me pueda quedar sin modelos o sin gente que quiera rodar conmigo, porque un mantener un volumen constante de contenido es exigente”

Hay otros dos artistas de contenido para adultos en el piso del centro de Londres de Gabriel Cross cuando quedo con él temprano una mañana de jueves. A diferencia de Quinn, Sibley y Sam, Cross lleva más de una década en el mundo del porno. Se acuerda de los días en los que podías llevarte miles de dólares por rodar una escena en un estudio. Ahora, a principios de la treintena (no quiere ser más específico), Cross lleva utilizando páginas para fans un año y medio. Al principio pensaba que serían una moda pasajera, pero pronto se dio cuenta de que estas plataformas son su futuro profesional.

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“Últimamente lo he pasado mal, aunque he conseguido arreglármelas para conseguir trabajo de los estudios con cierta constancia”, me dice. “Tengo un sueldo por escena que no estoy dispuesto a bajar, por lo que ya no trabajo mucho para ellos. Lo bueno es que con las páginas web para fans ya no me importa”. Al tener una importante presencia online gracias a su trabajo con estudios, ya no le importa no recurrir a ellos. “Estás devaluando tu propio trabajo si estás disponible en muchas otras plataformas”, sugiere. “Si tienes mucho contenido disponible en varias páginas de estudios, ¿por qué iba nadie a suscribirse a tu página fan individual?”.

Si ves los vídeos de Cross, queda claro que sabe lo que se hace: después de diez años en la industria sabe manejarse. Sin embargo, el porno DIY le presenta nuevos retos. Por ejemplo, el de encontrar compañeros. Al igual que Quinn y Sibley, Cross no está dispuesto a pagar a nadie para que practique sexo con él para su página. “Es una preocupación constante que me pueda quedar sin modelos o sin gente que quiera rodar conmigo, porque un mantener un volumen constante de contenido es exigente”, explica. Pero Gabriel cree que no es un modelo de negocio que pueda funcionar si los artistas tienen que pagarse unos a otros. En vez de eso, es una forma de cooperación mutua: ninguno está explotando al otro por su trabajo. Él lo ve como dos personas que deciden practicar sexo consentido el uno con el otro y que luego se llevan a casa una copia del contenido sin editar para hacer con él lo que quieran.

“Pagar también le quitaría realismo”, añade Cross mientras me despido al darme cuenta de que va a grabar un trío. “La idea que atrae a la gente es que les permite ver la vida sexual personal de alguien que les gusta. Dicho eso, con bastante frecuencia acabo con material completamente inutilizable de chicos que no saben… mmm… hacer varias cosas a la vez”, dice entre risas.

En una sociedad que gira en torno a las redes sociales, no resulta sorprendente que los consumidores de porno quieran sentirse más cerca de los artistas que les gustan. Todos compartimos demasiado en las redes y tiene sentido que algunos de nosotros queramos una experiencia más íntima. Una página web para fans cubre esa necesidad de una manera que empodera al artista. Le proporciona un salario estable que elimina a intermediarios; los artistas pueden escoger con quién quieren acostarse y cuándo. Cada uno con los que he hablado afirma que se disfruta mucho más que con el camming o que en los rodajes en estudios. Es un tipo de trabajo sexual en el que los que participan pueden sentir que tienen el control en cada fase.

Este artículo se publicó originalmente en VICE Reino Unido.

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