FYI.

This story is over 5 years old.

Marca España

Expatriados nos cuentan cómo ven España a su vuelta

Han pasado entre 4 y 10 años fuera de España. Regresan sin saber qué es el trap ni que vivir en un zulo les costaría 800 euros.

El verano que acabé la universidad tuve que compaginar mi curro enmascarado de prácticas con las fiestas de despedida de mis amigos. La mitad de ellos decidieron emigrar poco después de entregar el último examen de la carrera. Tuve que acostumbrarme al Skype y a Ryanair y ellos tuvieron que acostumbrarse a otras ciudades, a otros idiomas y a una pregunta a la que probablemente no tenían respuesta: "¿Cuándo vuelves?".

Publicidad

Como mis colegas, muchos españoles no saben responder a día de hoy a esa pregunta. Otros han vuelto en busca de los brotes verdes en la economía de la que habla el gobierno o porque no aguantan vivir en climas sin estaciones. Al llegar flipan con el precio de los alquileres, no saben lo que es el trap o les sorprende -gratamente- que el feminismo haya sustituido a la corrupción como tema de sobremesa. Preguntamos a jóvenes que han dejado de formar parte de los 2,4 millones de expatriados que hay, según el INE, por cómo ven España en su regreso a casa.

Paula, 36 años, 10 años en Londres

Llegué a Londres con una beca de la universidad para trabajar y me ofrecieron quedarme. Volví a Barcelona porque me di cuenta de que lo único que disfrutaba al 100% de la ciudad era mi trabajo. Tenía las prioridades mal ordenadas.

Como hacía una década que solo iba de vacaciones a mi casa en Barcelona y todo el mundo se volcaba en mí y me hacía hueco en su agenda, una de las cosas más raras ha sido volver a meterme en la rutina de mi gente. También me ha costado habituarme a costumbres españolas que se me habían olvidado: que se grite mucho, que te hable gente que no te conoce, que haya quien se pone a la derecha en las escaleras mecánicas… una parte de mí se había vuelto británica.

Me ha costado habituarme a costumbres españolas que se me habían olvidado: que se grite mucho o que te hable gente que no te conoce

Publicidad

A mi vuelta, Barcelona entera está en obras, pero creo que eso ya era así antes de que me fuera. Hay mucho más turismo, eso sí. Tener al PP en el gobierno no ha sido una grata sorpresa de bienvenida. Me hubiera encantado volver a un país que no fuera considerado tercermundista por el resto de Europa, pero seguimos estando a la cola, no solo económicamente: hay quien todavía es capaz de decir frases como "en tiempos de Franco se vivía mejor" sin pestañear.

Tener un partido totalitario en el poder que no deja al pueblo expresar su opinión en las urnas me parece de tercermundista, pero era algo que ya sabía antes de volver.. Nunca me desconecté de la realidad española porque al fin y al cabo no está tan lejos de Reino Unido. Mis amigos y mi familia apenas han cambiado, supongo que soy una afortunada por tener un entorno que no se ha visto extremadamente afectado por la crisis. Lo único distinto es que ahora estoy rodeada de bebés porque muchos han tenido hijos.

De Barcelona echaba de menos ver a gente mayor por la calle (en Londres no hay, tienden a irse a pueblecitos), los quioscos en las calles, las terrazas y ver perros. Allí parece que la gente sólo tiene perros los domingos, que es cuando los pasean. El resto de la semana los congelarán o algo así.En resumen: hay más turismo y más bebés.

Foto cedida por Belén

Belén, 32 años, 4 en Sao Paulo y 1 en Dublín

Al terminar la carrera, me fui a Irlanda como au pair para estudiar inglés. Allí conocí al que ahora es mi marido y nos fuimos a vivir a Sao Paulo, de donde él era y donde curré como profesora de español. Tras cinco años fuera, decidimos volver a España. Para mí fue básicamente una mierda, menos por la ilusión de ayudar a mi madre con una pensión que acababa de montar.

Mi ciudad, Ferrol, está todavía peor que cuando me fui en 2011. Hay más paro, la gente está mucho más desanimada y mi familia se queja constantemente de todo. Mis amigos de verdad se han ido de allí, todos los jóvenes parecen querer escapar y cada vez hay una población más envejecida. Muchos de los negocios de toda la vida han cerrado. Noto a la gente muy desanimada y eso me desanima a mí. Percibo que mi país ha dejado de creer en la política o, al menos, en los partidos políticos.

Publicidad

Hay más paro, la gente está mucho más desanimada y mi familia se queja constantemente de todo

Tras un año en Ferrol me mudado a Vigo y mi visión ha cambiado un poco. Aunque el ambiente sigue siendo de abatimiento, los servicios (educación, sanidad, comercio) están mejor que los de Ferrol. Uno de los grandes choques al volver fue comprobar lo poco que ha avanzado la burocracia en mi ausencia. Se siguen necesitando 400 papeles para cualquier gestión: tarjeta sanitaria, carnet de conducir, DNI… Otro palo fue enterarme del precio de las tasas de la universidad, que antes eran muchísimo más bajas, y algo bueno comprobar que hemos avanzado en la tolerancia con el colectivo LGTBI, sobre todo en comparación con Brasil.

Antes de volver estaba asustada, según las noticias estábamos fatal. Sin trabajo, sin casa, sin ayudas. Todos decían allí que en España iba a aumentar la violencia porque la gente no tenía ni para comer, pero al llegar me he dado cuenta de que tampoco es tan exagerado. Claro que hay miseria, precariedad y razones para quejarse, pero los españoles sabemos hacerlo mientras sonreímos.

Carlos, 26 años, 2 en Coventry y 2 en Nueva York

Me fui a Coventry a estudiar y después me ofrecieron un puesto como teacher assitant de español en una universidad muy cerca de Nueva York. La vuelta, cuando se me acabó el convenio, fue fácil y difícil a la vez. Fácil porque volví a un sitio que conocía pero difícil porque ese sitio había cambiando mientras yo no estaba: el Burguer reparte a domicilio, hay Netflix, El País se ha vuelto de derechas y los nuevos partidos se han consolidado.

A nivel político y social no me sorprende demasiado nada. Seguía la actualidad, aunque a deshora (me jodía especialmente tener que ver los partidos del Madrid a las 10 de la mañana) y me informaba prácticamente como si estuviera en España. Sí que me dio mucha pena estar fuera en 2016, durante la posible investidura de Sánchez, porque aunque lo seguí mucho desde Estados Unidos, tomaba cierta distancia con las noticias, no sabía lo que se decía en la calle, en los ascensores.

Publicidad

Ninguno de mis amigos se ha casado, pero era lo que esperaba, y el mercado laboral es bastante penoso, pero también era algo que sabía. Al final lo que más he notado cambiado son las cosas del día a día: no tener que coger el coche hasta para comprar el pan, tomar el aperitivo con mis colegas, ver que la gente se mete muchísimo con los nuevos partidos o que mis amigos hablan del trap todo el rato y no tengo ni idea de qué es.

Foto cedida por Inés

Inés, 26 años, 3 en Edimburgo y 1 en Cambridge

Me fui de España porque acababa de terminar psicología y me di cuenta de que el sector aquí era una basura, sobre todo a nivel académico. También lo hice movida por la desilusión social y política y la precariedad que había aquí. Parecía que no había salidas para nadie.

Cuando regresé me di cuenta de que, a nivel político y social, mi país estaba más abatido aún que cuando me marché. Antes de irme tenía la sensación de que temas como la corrupción o los errores del sistema estaban en boca de todos, en la calle, había mucha conciencia y mucha queja. Ahora nos veo aletargados, dormidos, a mí la primera. Y me siento bastante culpable por ello. Muchos de mis amigos se han ido fuera y no tienen claro que sea para volver. De los que se quedaron, algunos se han abierto camino en sus profesiones y me alegra mucho, pero nos acercamos a la treintena y otros no han conseguido la seguridad laboral.

Me ha sorprendido gratamente que el feminismo ha calado en la opinión pública y hay una nueva conciencia sobre él

Publicidad

Me sorprendió gratamente notar que, aunque se habla menos de la corrupción o las sombras de la política española, el feminismo sí que ha calado en la opinión pública y hay una nueva conciencia sobre él.

Otra de las cosas que veo que sigue igual es que el mundo académico y de la investigación en España está lleno de enchufismo y es prácticamente una mafia, solo entran en él amigos y familiares. Comprobar que el nivel y la oferta cultural es mucho menor que en Escocia también fue un palo… aunque quizá sea que ahora que he vuelto estoy idealizándolo, como idealizaba España cuando estaba allí. El césped del vecino siempre luce más verde.

Foto cedida por Óscar

Óscar, 27 años, 2 años en Chile y 2 en Australia

A finales del 2011, cuando en España seguíamos limpiando las vísceras de la explosión de la burbuja inmobiliaria, acabé de estudiar y la salida era obligada. Me fui a Chile y Sudamérica me acogió en un punto culminante en su economía. Tras mi primera experiencia laboral allí, después de dos años me mudé a Australia, un país complicado para el inmigrante pero maravilloso.

A mi vuelta a Madrid he encontrado una sociedad indignada como en 2011 pero sin cambios reales. Sin otra opción profesional a la vista, empecé a trabajar en una panadería. Mi vida personal había cambiado completamente, nada era lo mismo. Tuve depresión. La sensación al regresar fue que, aunque había hipotecas por pagar y condiciones laborales dignas por conseguir, la cosa había mejorado. No era el edén (los alquileres cada vez más inalcanzables y los sueldos estaban congelados, por ejemplo), pero había alegría, algo impensable cuando me fui.

Publicidad

He encontrado trabajo de lo mío y siento que mi estabilidad es mayor que antes, pero también que me la pueden arrebatar en cualquier momento. Parece que la economía resurge. De Colmenar a Tres Cantos el paisaje vuelve a estar presidido por las grúas de la construcción. Así sigue. ¿Repetimos los errores?

Foto cedida por Victoria

Victoria, 42 años, 6 en México DF

Me fui a México en 2011 y he vuelto hace poco más de un mes. Cuando me fui de Madrid, la ciudad estaba muy gris, parecía que la gente se iba menos de cañas, abrían nuevos locales y tardaban poco en cerrarlos, todo estaba lleno de carteles de "Se vende o alquila"… Al poco tiempo de irme a México, ocurrió el 15M. Los expatriados nos emocionamos muchísimo, nos ponían como ejemplo de sociedad con coraje para salir a la calle.

Ahora compruebo que las cosas no fueron como aquello auguraba: la gente se ha conformado con una mejora económica a través de un ajuste de reparto, más trabajos pero peor pagados, poder tomarse una cañita en una terraza. Pero sí que tengo la sensación de volver a un país más optimista: en mi ciudad ya no hay tantos carteles de "Se vende o alquila", hay muchos más negocios nuevos e infraestructuras públicas, una oferta de ocio que no había cuando me fui… Lo que más me ha sorprendido es que el carrito de la compra tenga casi el mismo precio que en México, y que los bares de menú parecen haber congelado los precios desde que me fui.