Actualidad

Las trabajadoras de la limpieza del debate nos representan más que los candidatos

No, no queríamos escuchar el falso silencio de Albert Rivera, las queríamos escuchar a ellas.
mujeres debate2
Imagen vía RTVE

No sé qué hicisteis ayer por la noche. Pero si fuisteis de los que visteis el debate, seguramente la previa ya os enganchó. El momento fue muy ilustrativo de lo que ocurre en nuestro país. Un país liderado por señoros que debaten por ver quién la tiene más larga, en el que hay un vencedor y un vencido y en el que las mujeres trabajamos duro para que esos señoros lo tengan todo bien puesto.

Mientras los candidatos a la presidencia estaban ultimando los preparativos para el Gran Debate (nombre demasiado magnánimo para lo pésimo y poco resolutivo que fue), dos mujeres, vestidas de uniforme blanco, y sujetando unas mopas, sacaban brillo a un suelo ya reluciente a contrarreloj, mientras un señor con barba y casaca verde las echaba del que sin duda sería su minuto de gloria.

Publicidad

La acción se ha vuelto viral, y no es de extrañar. Este “Gran Debate” ha retratado una realidad que va más allá de los discursos enlatados de nuestros políticos de pacotilla. Y es que todo lo que pasó ayer, aquella pelea de patio disfrazada de hostilidad respetuosa, dejó en evidencia que aquellas mujeres, las que hacían una tarea invisible pero no por ello menos importante, nos representan más que los mismos candidatos.

Es muy significativo que en un debate en una televisión pública, las únicas mujeres que aparezcan en pantalla sean las que limpian, dos que maquillan y una periodista que corre de punta a punta del plató. Fue la primera imagen del debate y también la más importante, todo lo demás sobraba.

Eran ellas las que nos representaban, a las que queríamos escuchar. Queríamos saber cuáles eran sus propuestas, qué harían para que el futuro de España fuera mejor. Su discurso habría cuajado más que el momento del silencio de Albert Rivera y apuesto lo que sea a que sus diferencias habrían sido menos y los puntos de encuentro, más. Aquellas señoras limpiando el suelo y dejándolo impoluto fueron las ganadoras del debate. Parece incluso que alguien hubiese preparado aquella secuencia muy detalladamente, no sabemos si de forma reivindicativa o bien para dar un toque informal y humanizar algo frío y desgarrador.

Pero ellos, los candidatos, ni se inmutaron. No las nombraron en ningún momento y estas mujeres no volvieron a aparecer. Me habría encantado verlas salir en algún momento con pancartas para reclamar sus derechos como mujeres y votantes, sujetando sus herramientas de trabajo para ahuyentar a los farsantes que hablaban en su nombre. Pero no fue así y tuvimos que aguantar a esos cuatro machos alfa hablando sobre nosotras, explicando qué queremos y qué necesitamos. Porque eso es el progreso. Ellos saben sobre consentimiento sexual en las relaciones sexuales, son expertos en el 8 de marzo y tienen un máster en violencia de género, han nacido para hablar de empoderamiento sin dar la voz a las que nos concierne porque el patriarcado les ha autorizado a saber lo que necesitamos en todo momento.

A veces, sin querer queriendo, la realidad se muestra de una forma tan cruda como surrealista. Ellas no impostaban su sonrisa ni habían ensayado sus gestos delante de un espejo durante horas. Fueron las únicas que se mostraron tal y como eran. Por todo eso representan a las trabajadoras incansables que se levantan temprano para ir a trabajar, muchas veces de algo que ni les gusta. Representan a la mayoría de mujeres españolas que hacen malabarismos para compaginar su jornada laboral con su vida familiar. Representan a la gente que trabaja de noche, en días festivos para ganar un sueldo que cada vez da para menos.

No, no queríamos escuchar ese falso silencio con una banda sonora de fondo, Albert Rivera, las queríamos escuchar a ellas.

Sigue a Alba en @AlbaCarreres.

Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.