hombre que vive en una caravana en ibiza
Nicolás. Todas las fotografías por Daniel Espinosa
crisis

Vivir en Ibiza en verano es tan caro que la gente se está inventando infraviviendas

La subida del precio de los alquileres en Ibiza hace que muchas personas tengan que abandonar sus hogares y vivir en condiciones muy duras.

Cuando dices que vives en Ibiza te dicen, automáticamente, dos frases: ¡Qué suerte tienes! y ¡Qué envidia me das! Te lo suele decir gente que ha venido cinco días de vacaciones en verano o que solo conoce la isla a través del lujo que nos venden por Instagram. Lo que esas personas no saben es que la han quemado y aunque esté en cenizas, quieren seguir haciendo fuego.

Ya no solo te piden 800 euros por una habitación que tiene humedad, sino que te ofrecen un colchón en un balcón, en el cuarto de la lavadora o incluso compartirlo con alguien desconocido por 400 euros al mes. Te están pidiendo 400 euros por un trozo de colchón y, lo que es peor, se creen que te hacen un favor. Y tienes suerte si te libras de pagar seis meses por adelantado.

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Hemos llegado a tal punto que lo que menos importa es que haya leyes para controlar el alquiler turístico, como tampoco importan las sanciones a propietarios y plataformas que comercializan con ello.

También hay una frase que nos repiten constantemente a los que vivimos en Ibiza —sin ser originarios de aquí— y nos quejamos de los abusivos precios del alquiler: “Si no te gusta, por qué no te vas?”.

Alejandro es ruso, pero lleva más de 12 años viviendo en Ibiza. Trabaja como artesano y carpintero, aunque no tiene contrato. “Me llaman del SOIB (oficina de empleo) diciéndome que tienen un trabajo para mí y cuando dejo el currículo ya no me llaman”, explica. La situación que se vive en la isla le ha llevado a construirse su propia casa en apenas tres meses.

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Alejandro frente a la casa que se ha construido

Ha invertido unos 5000 euros que, según comenta, le salen a cuenta. “Si consigo vivir aquí un año ya lo he compensado. Tengo la casa entera para mí y si alquilara una habitación pagaría mucho más”, recuerda. Tiene de todo, desde una zona chill out hasta un pequeño huerto. Una placa solar le permite escuchar música en su mini cadena, cargar el móvil y tener un frigorífico; el problema es que la ha construido sin permiso y en un terreno que no es suyo. “La Policía ha venido para notificarme que he hecho una obra ilegal y me han dicho que me tengo que ir de aquí”, dice. Lo que no le han dicho es cuándo. De momento, Alejandro piensa quedarse donde está y cuando llegue el momento se irá igual que vino. “No tengo miedo a lo que pase, si me echan ya veré lo que hago”.

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"La Policía ha venido para notificarme que me tengo que ir de aquí, lo que no me han dicho es cuando"

Pablo también tiene claro que no va a destinar la mitad de su sueldo a un propietario avaricioso. Es su tercera temporada en Ibiza y, si no cambian las cosas, la última. Este argentino llegó a Ibiza hace tres años para hacer dinero y viajar el resto del año, pero no todo era tan bonito como se lo habían pintado. El primer verano pagaba 1000 euros por una casa y, ahora, es lo que le piden por una habitación. Está en la isla con su novia, los dos trabajan y tienen un sueldo digno, pero ni quieren dejarse la mitad de su dinero en una habitación ni están dispuestos a pagar por adelantado un año de alquiler, así que se han comprado una caravana.

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Pablo junto a su caravana

“Nos ha costado 8000 euros, pero de aquí no pueden echarnos”, cuenta. Aunque está estacionada en un terreno privado, Pablo asegura que en la caravana solo duermen. Tienen la suerte de poder ducharse en sus trabajos porque, de lo contrario, dicen que no sería sostenible.

“Por cada baño gastas unos 50 litros, tendríamos que estar yendo a por agua constantemente y ahora vamos cada cinco días porque solo la usamos para cocinar y lavarnos la cara”, matiza. Se han acostumbrado a vivir en apenas siete metros cuadrados, pero esta pareja sabe que no es para siempre. Intentaremos alquilar una casa cuando acabe la temporada y que no sea solo hasta abril, de lo contrario nos iremos”, lamenta Pablo.

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Hace no mucho una amiga me dijo que se quería venir a Ibiza a trabajar y que, si tenía que pagar 700 euros por una habitación, lo haría. Lo que no sabe es que ese no es el único problema; la mayoría de las veces te piden todos los meses de temporada por adelantado, además de una fianza de otros dos meses.

De repente te encuentras con que tienes que pagar 12000 euros por un piso al que todavía no has entrado a vivir. Nicolás se encontró con esta situación y también apostó por una caravana, eso sí, heredada y en las últimas, pero “es lo que hay”, dice.

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Nicolás frente a su caravana

Es de Rumanía y lleva cinco años en Ibiza. Como todos, cuando llegó consiguió un alquiler por 650 euros, pero el casero vio el negocio y empezó a pedirle el doble. “Me tuve que ir y ahí empezó todo”, cuenta. Nicolás tiene dos perros, lo que complica las cosas, y su mujer no trabaja. Con un sueldo que apenas supera los 1000 euros, le resulta imposible alquilar una casa y poder vivir dignamente.

“No quiero alquilar una habitación”, dice; y es comprensible cuando entre animales y personas tienen que compartir un zulo por a saber cuántos euros y en qué condiciones. Ha aparcado su caravana en un terreno privado en el que el año pasado hubo un ajuste de cuentas que acabó con varias autocaravanas quemadas.

“Llenamos el depósito de agua cada tres días, pero nos gastamos 800 euros al año en hielo porque si no no podemos enfriar la caravana”

“Vivir en esta situación es complicado y se hace muy duro. Siempre tenemos problemas con los propietarios de la finca”, explica. A esto se suman las condiciones de vida que soportan con 35 grados a la sombra. “Llenamos el depósito de agua cada tres días, pero nos gastamos 800 euros al año en hielo porque si no no podemos enfriar la caravana”, añade Nicolás. A pesar de todo, considera que las cosas van a mejorar porque, dice, la isla está perdiendo turistas y trabajadores profesionales por su avaricia. “Estoy aguantando porque me gusta Ibiza y tengo la esperanza de que vuelva a funcionar como antes”.

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Es complicado transmitir la situación en la que viven estas personas que solo se entiende cuando la ves con tus propios ojos. Todos trabajan, pero no están dispuestos a regalar lo que ganan. Es el caso de la familia de Marta* que vive en una casa con su niña de dos años, pero no sabe hasta cuándo. Su contrato finalizó el pasado 5 de julio después de nueve años, pero están esperando a que se produzca el alzamiento. En estos casos, en los que se dice que la espera desespera, ellos están "tranquilos" porque tienen la esperanza de que el ayuntamiento del municipio donde viven les dé una solución.

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Marta en la puerta de su casa

De momento, Servicios Sociales les ha dicho que les ayudan con la entrada para un piso, pero “no tenemos piso”, dicen. “También nos dan 1600 euros para un hotel, pero en temporada alta y siendo tres aguantamos dos semanas”, añaden. Además, tienen un perro y tres gatos, aunque reconocen que el principal problema que les han puesto algunos propietarios es su niña.

Hay quien no quiere a menores en sus inmuebles y, contra eso, no pueden hacer nada. Hasta ahora pagaban 500 euros al mes por un bajo que tuvieron que amueblar y acondicionar por su cuenta, pero eso se acabó. “Por ese precio no se encuentra ni una habitación, pero es que tampoco queremos eso. Necesitamos una casa”, critican. Esta familia, ella vasca y él andaluz, han decidido quedarse en Ibiza a pesar de todo, lo que no saben es a qué precio.

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Sin embargo, Francisco ha optado por hacer las maletas y cerrar otro capítulo de su vida. Este jubilado madrileño acaba en octubre con 33 años de residencia en la isla que ha visto criar a su hijo y nacer a su nieto. Se va porque su pensión no le permite pagar un alquiler en la isla bonita. “Siempre he pagado 750 euros por un piso de tres habitaciones, pero los 900 euros de pensión no me permiten pagar más”, cuenta.

Su casero ha decidido no renovarle el contrato porque claramente le ha dicho que puede alquilarlo por más del doble y así sacar beneficio. “Pide 2000 euros por un piso por el que pagaron hace muchísimos años seis millones de pesetas”, lamenta Francisco.

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Francisco en lo que hasta ahora era su piso

“Esto ya es demencial”, añade. Para este jubilado, la gente vive de la especulación y, aunque le da pena irse, dice que esto es “el hombre y sus circunstancias”. Y a él le ha tocado volverse a casa, pero con la cabeza alta, con la satisfacción de no querer contribuir a un negocio que se está yendo de las manos.

Estos son solo algunos de los cientos de casos que hay, actualmente, en Ibiza. Aquella isla hippie que enamoró a tantas personas décadas atrás, no existe. Aquellos que venían temporada tras temporada para trabajar día sí y día también para luego disfrutar durante seis meses de lo cosechado, ya no quieren volver.

“Por 500 euros no se encuentra ni una habitación, pero es que tampoco queremos eso. Necesitamos una casa”

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Los hoteles, restaurantes, centros sanitarios, dependencias policiales, etc, no encuentran a profesionales especializados que quieran venir a trabajar aquí. La calidad cae mientras el precio sube, aún sabiendo que hay destinos competidores que nos están comiendo a pasos agigantados.

No sé si la avaricia rompe el saco, lo que estoy segura es de que nos consume la energía y, aunque estamos aquí porque Ibiza tiene esa magia especial que nadie puede explicar, más pronto que tarde acabaremos en otra ciudad en la que no tengamos que pagar 700 euros por una habitación compartida, la gasolina más cara o que dependamos de un avión para ir a otro lugar.

Vivir en una isla tiene sus pros y sus contras, pero la Pitusa mayor cada vez tiene más de lo segundo que de lo primero. Y aún así aquí seguimos, intentando ser grandes en una isla que nos hace sentirnos pequeños.

*Se ha cambiado el nombre para mantener la privacidad de la entrevistada.

Sigue a Noemí en @noemrtinez.

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