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acoso laboral

Qué hacer si trabajas con un acosador

Hablamos con expertos para crear la guía antibabosos en el ámbito laboral.
AC
ilustración de Aina Carrillo
Imagen por Aina Carrillo vía Pixabay y Pxhere

Si eres mujer, estoy segura de que recuerdas cuál ha sido la última cerdada que te han dicho por la calle. La mía fue hace relativamente poco, cuando caminaba en vestido de manga larga y botas de tacón hacia un evento corporativo. Un señor se sintió con el derecho a gritarme “Olé, olé, y olé” (así, tres veces) frente a toda la terraza de un bar. Así es como actúa el acosador común: es fácil reconocerle porque siempre opina sobre el cuerpo de las mujeres sin plantearse si debe hacerlo o no, porque para él, todos nuestros cuerpos son suyos.

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“Yo creo que lo hizo para sentirse gracioso, como el 90 por ciento de los hombres que hacen un comentario sobre el cuerpo de las mujeres”, me cuenta Silvia, el hilo conductor de esta guía antibabosos. Aunque salta a la vista que es una mujer con entereza y de fuertes convicciones, también es prudente.

Es becaria en la empresa donde acaba de poner una queja formal por el comentario machista que le hizo un compañero durante su jornada laboral. Para no tensar más la situación en el trabajo, prefiere realizar esta entrevista con un nombre falso. A mí me da lo mismo: hoy la hemos llamado Silvia, pero podía haber sido Marta, Ingrid o Cristina. Todo nombre de mujer es susceptible de vivir acoso laboral.


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“Cualquiera podemos ser víctimas de acoso”, confirma Andrés Quinteros, director del Centro de Psicología Cepsim. Define el acoso como una conducta de abuso de poder, donde una persona con mayor autoridad viola los derechos a nivel físico, psicológico o sexual de otra.

Silvia venía notando desde que aterrizó la actitud de su acosador: se jactaba de llevar años en la empresa para imponer su criterio, menospreciaba el trabajo de los becarios en lugar de educarles y adornaba sus diatribas con comentarios machistas. “Sobre cualquier situación, la sabía girar para decir que las mujeres son una cosa o las mujeres son otra”, me cuenta Silvia. “Yo al principio tragaba, tragaba, tragaba. Pero después de llevar un tiempo en la empresa, y de tener relación con mis jefes, decidí poner una queja sobre un comentario que me había hecho a mí personalmente”.

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“El silencio es siempre uno de las peores características para el aumento del acoso y del abuso. El acosador siente que lo puede hacer tranquilamente, no hay consecuencias, con lo cual va retroalimentando su sensación de poder” — Andrés Quinteros

Ante los primeros juicios rancios, Silvia prefirió callar: aunque la ofendiera como mujer su manera de hablar de nosotras, su condición de becaria y el miedo a futuras represalias pesaban sobre cualquier activismo feminista. Pero la cosa cambió cuando ella se convirtió en la diana de sus dardos de babas. Teme parafrasear el comentario por si es reconocible, pero para que entendamos la situación, digamos que se refirió o a su culo, o a sus tetas.

“Yo en el momento pensé que no tenía que decir nada porque esta persona es un capullo, se cree que tiene gracia, pero no. Al hablarlo con mi familia y con gente en mi ambiente laboral, me dijeron que tenía que comunicarlo”.

De acuerdo con Quinteros, este es el primer paso y el fundamental para salir de una situación de acoso y evitar que se produzca en el futuro. “El silencio es siempre uno de las peores características para el aumento del acoso y del abuso”, explica Quinteros. “El acosador siente que lo puede hacer tranquilamente, no hay consecuencias, con lo cual va retroalimentando su sensación de poder”.

El manto de silencio

Cuando le cuento el comentario a Quinteros, identifica la situación como acoso, porque es algo que le dice un cargo superior a un cargo inferior. Pone énfasis en que si una persona tiende a acosar, muchas veces una única conducta puede ser el comienzo de algo mayor si no se detiene a tiempo.

“Los acosadores son recurrentes. Se sienten con autoridad y con derecho a hacerlo, con lo cual actúan una y otra vez. No tengo duda de que con el manto de silencio que había, se sintiera cada vez con más impunidad para hacer cualquier tipo de contacto”. Se refiere a que Silvia, en el preciso momento en el que oyó el comentario acosador, se quedó muda.

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“Yo al principio decía: ¿No estaré haciendo una montaña de un grano de arena?”, reflexiona. “En ese momento pasé vergüenza y por eso agaché la cabeza”. Quinteros no la culpa: a veces las víctimas se quedan bloqueadas o sienten miedo, y así es difícil dar una respuesta. Hace énfasis en que siempre hay que entender a la víctima y su reacción. Estas situaciones son tan tensas, que los testigos también pueden verse afectados por el shock.

“Entiendo que en ese momento mi compañero no quisiera tener un conflicto, porque a mí me pasó lo mismo”, reconoce Silvia. Otra persona les acompañaba cuando el acosador hizo el comentario y tampoco dijo nada. “También hay algunos testigos que lo saben y que para no sufrir daños se alían con el acosador en ese manto de silencio para no ser ellos acosados también”, explica Quinteros.

Lo mejor que puede hacer alguien que presencie el abuso es hablar con la víctima: debe darle el mayor apoyo posible, preguntarle qué es lo que quiere hacer, y si decide hablar, mantenerse a su lado.

“Los acosadores suelen estar a solas con la víctima, pero si hay testigos es todo más fácil”, afirma Nuria Granda, titular del despacho Granda y Asociados. Como abogada penalista, en situaciones de acoso recomienda buscar un letrado a quien explicarle lo ocurrido y que haga un estudio de viabilidad del caso, o que explique qué posibilidades hay.

"Lo más importante es contarlo y no sufrirlo en silencio, porque los amigos, la familia o los compañeros de trabajo son testigos de referencia que pueden ayudar en el procedimiento. Aunque no han visto la situación, han escuchado a la víctima narrar los distintos episodios sufridos con el acosador” — Nuria Granda

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Si no se quisiera ir por la vía penal, a través de la vía laboral también se podría denunciar: la mayor parte de los convenios colectivos de los sectores prevén desde hace varios años un protocolo de acoso laboral al que puede acudir cualquier trabajador que se sienta acosado, o denunciarlo ante la inspección de trabajo. “Pero la vía penal es más rápida”, asegura Granda.

El siguiente paso para romper el manto del silencio por este camino sería que el abogado redactara la denuncia o querella criminal. “Eso es mucho mejor que poner una denuncia en comisaría o en la Guardia Civil, porque al no ir con abogado, no tendríamos la posibilidad de recurrir”, advierte. Considera importante ir al médico de cabecera o a algún terapeuta que pueda valorar un posible daño psicológico: un informe del tratamiento terapéutico se podría considerar una prueba para reclamar económicamente las secuelas al acoso laboral sufrido.

“Pero lo más importante es contarlo y no sufrirlo en silencio, porque los amigos, la familia o los compañeros de trabajo son testigos de referencia que pueden ayudar en el procedimiento. Aunque no han visto la situación, han escuchado a la víctima narrar los distintos episodios sufridos con el acosador”, apunta.

La importancia de compartirlo

Después de varios consejos y mucha reflexión, Silvia se decidió a contárselo a algunos de sus compañeros de trabajo, y después a sus jefes. Le apoyaron por completo. “Estaban hartos e indignados porque no es la primera vez que pasa con él”, cuenta Silvia.

Cuando se atrevió a hablar, un montón de compañeras reconocieron que a ellas también les había hecho comentarios obscenos, y no hablaron porque pensaron que no valdría la pena cuando su tiempo en la empresa era finito. Pero si esas mujeres hubieran contado lo que estaban viviendo, seguramente el acosador ya no saldría impune al hacer comentarios groseros. Silvia lo llama el efecto dominó.

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“Si solamente una mujer hubiera manifestado acoso, no habría existido la campaña del #metoo y es muy probable que Weinstein siguiera dirigiendo Hollywood y no hubiera pasado mucho”, corrobora Quinteros. Pero por suerte para las mujeres de la empresa de Silvia, ella es una becaria guerrera. “Lo que no puede ser es que este hombre le haga un comentario así a una mujer, y a saber a cuántas mujeres se lo ha hecho. Porque yo no soy la primera ni seré la última”, asegura. El poder de la sororidad del movimiento que generó el hashtag resuena en sus palabras como un eco cercano.

También el apoyo de sus jefes le dio ánimos para continuar con la queja. Le preguntaron si quería denunciar, como recomienda Granda, pero ella se negó. “No ha sido una agresión física, no ha sido algo en lo que yo me haya sentido atacada”, justifica. “Me da igual lo que me diga un gilipollas. Es como en el colegio, que el tonto de clase te decía que eras fea, y tú le respondías que era gilipollas. Pues igual”.

Quinteros es de la opinión que tampoco hay que minimizar la situación justificando que se trata de una persona mayor, o que ha recibido otra educación, como a veces reconoce Silvia. “A lo mejor este hombre le dice eso a las mujeres, pero cuando hay una conducta de abuso, hay que ver cómo discrimina de otra manera a los hombres”, advierte el psicólogo.

El perfil del acosador

Aunque no haya una serie de características comunes entre las víctimas, sí que las hay entre los acosadores. Quinteros cree que los hay de dos tipos: por un lado, la persona vulnerable y con baja autoestima; y por otro, el narcisista. Lo que ocurre con el primero es que cuando tiene una cuota de poder, esta le hace creer que ha superado todos sus problemas de amor propio. El narcisista, en cambio, se vuelve acosador y autoritario con muy baja capacidad de empatía.

“Justamente para hacerle daño al otro, tenemos que ver a ese otro como que no es de la misma categoría, entonces no empatizamos con ella”, explica el psicólogo. “Si yo consigo que el grupo además también piense lo mismo, ellos tampoco empatizan con la víctima”.

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"Muchas veces el acosador ve justificado el acoso porque considera que la responsabilidad es de otro" — Andrés Quinteros

Al no ponerse en la piel de los demás, los acosadores tienden también a escurrir el bulto. Silvia decidió no denunciar, pero cuando interpuso su queja, esta fue notificada al acosador. “Él me pidió perdón, pero igual que a muchísima gente, volviendo a las mismas luego”, explica Silvia. También le criticó que no lo hubiera hablado con él directamente, sino con sus superiores.

A Quinteros no le sorprende: “En este tipo de perfiles de acosador, el responsable siempre es el otro. En otros casos la persona le provocó, sexualmente por ejemplo, pero siempre la culpa va a ser de la víctima. Por eso muchas veces el acosador ve justificado el acoso, porque la responsabilidad es de otro”.

El abusador no solo le llamó la atención a Silvia por haber hablado con sus superiores, sino que fue menospreciando su trabajo profesional a sus espaldas. “Lo que me da miedo es que este hombre me arruine la carrera profesional”, explica la becaria.

"Normalmente, en las comisarías o cuarteles de la Guardia Civil no le suelen dar importancia a estas denuncias, y podemos encontrarnos con el caso de que los envíen de vuelta a su casa a seguir padeciendo la situación en silencio” —Nuria Granda

Nuria Granda insiste en la importancia del testigo para denunciar estas situaciones. “Una vez dado curso a la demanda o admitida la querella por un Juzgado de Instrucción, si el juez considera que hay indicios de criminalidad, es decir, de haber podido cometer un delito, se daría traslado de la querella al presunto acosador o acosadora y se le citaría para tomarle declaración como investigado”. Si entonces se desprende que hay indicios de criminalidad, se celebraría un juicio, con posibilidad de recurrir la sentencia ante la Audiencia Provincial.

Sin embargo, la propia Granda reconoce que en sus 25 años de profesión, casi no ha tenido casos de acoso, porque al igual que Silvia, la víctima rara vez se decide a denunciar.

La lamentable y frecuente impunidad

¿Qué se puede hacer en este punto ciego? La situación de Silvia es la norma en los casos de acoso laboral. “Como la responsabilidad al fin y al cabo nadie la ha pagado, lo que provoca también es el miedo en el resto, temen que les pase lo mismo porque no hay nada que hacer”. Cuando hay impunidad es difícil pedirle a las víctimas, o a los testigos, que actúen. “Lo ideal, que es probable que en estas situaciones no se pueda dar, es que todos se unan y sigan dando la voz de aviso hasta que hagan algo realmente con esta persona”, resuelve Quinteros. La abogada Nuria Granda tampoco es demasiado esperanzadora. "Normalmente, en las comisarías o cuarteles de la Guardia Civil no le suelen dar importancia a estas denuncias, y podemos encontrarnos con el caso de que los envíen de vuelta a su casa a seguir padeciendo la situación en silencio”. Además, asegura que el acosador o acosadora no suele ir a prisión la primera vez que delinque por la entidad de la Pena a la que está castigado el delito, aunque a la segunda sí que podría ir.

“Si todas lo decimos, al final se va a caer un bloque de gente machista que necesita aprender lo que es la igualdad de género. Aunque haya pasado un año, tú dilo. Porque lo importante es que ocurra ese efecto dominó, eso es lo mas importante", sentencia Silvia.

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