aborto argentin
Mavi Mateu. Foto por: Nicolás Avelluto. 
Identidad

A medio camino para la legalización del aborto en Argentina

Esta mañana el nuevo proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo recibió media sanción en la Cámara de Diputados.

La persistencia argentina merecería un lugar en los récords mundiales. A pesar de haber pasado 230 días en cuarentena, desempolvamos los cuerpos agobiados para acompañar en las calles la segunda ronda del camino de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso. Un shot de energía más antes de terminar el año. La primera vuelta, en 2018, recibió media sanción en la Cámara Baja pero quedó trunca en el Senado. Esta vez el proyecto lo ingresó el Poder Ejecutivo, con el impulso del mismísimo Presidente Alberto Fernández, quien hizo del aborto legal una promesa de campaña en 2019. Esta mañana, a las 7:24 a.m. (hora Argentina) y después de 21 horas de debate, el proyecto recibió media sanción en la Cámara de Diputados con 131 votos a favor, 117 en contra y 6 abstenciones. 

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El aborto estuvo en la agenda de los feminismos en Argentina mucho antes de la masificación de las consignas del movimiento en 2015 tras el llamado de #NiUnaMenos. La Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, una alianza federal presente en todo el país, cumplió 15 años en este 2020. Pero ya a fines de los ochenta las pioneras de la lucha comenzaron a organizarse en agrupaciones y comisiones. En la Argentina rige desde 1921 un sistema de causales, lo cual quiere decir que el año que viene se cumplirán 100 años de la modificación del Código Penal que nos trajo a donde estamos hoy. Pero el proyecto de ley que recibió media sanción hoy y se votará en el Senado antes de fin de año amplía las fronteras de este derecho estableciendo que el acceso al aborto debe ser garantizado en un plazo de diez días a partir de que se lo solicite, y es legal hasta la semana 14 de embarazo.

El 10D

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Foto: Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Podría ser una cábala por Maradona, un guiño al aniversario del retorno de la democracia, o una celebración del primer aniversario de la gestión de Alberto Fernández. Quizás todo eso. Pero lo más seguro es que sea un homenaje en el Día Internacional por los Derechos Humanos. Sea como sea, el 10D se marcó como el día para la discusión en Cámara de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y el Plan de los Mil Días, el proyecto junto con el cual el gobierno decidió abrir el debate por la legalización del aborto, que también obtuvo media sanción la mañana del viernes. Mil Días introduce políticas de acompañamiento a aquellas mujeres que deseen avanzar con un embarazo en una situación económica vulnerable, fijando la postura del Gobierno en dar apoyo a las personas gestantes en todos los escenarios posibles. 

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Mavi Mateu es activista a favor del aborto hace quince años, y hace cinco se sumó a la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Allí forma parte de la comisión de autocuidado. La noche del 9 de diciembre fue a preparar todo para la jornada y la vigilia. No fue su primera vez. “En 2018 hicimos dos vigilias nocturnas desde el comienzo de la sesión hasta la votación”, recuerda. “Pero pareciera que se tiene que redoblar todo el tiempo. Que nosotras tenemos que estar demostrando que podemos”. Las primeras dos vigilias que rememora, del 13 de junio y del 8 de agosto de 2018, fueron marcadas por temperaturas bajísimas —muy bajas para Buenos Aires—, viento y lluvia. Sostener la movilización fue un esfuerzo físico para todas las presentes. Y, en una situación diametralmente opuesta, el 10D en Buenos Aires recibió a la primera ola de calor de la temporada. “Ahora vamos a sostener dos noches de vigilia de nuevo, con este calor y en medio de una pandemia. Aún así, la gente viene, arma sus carpas, se echa a dormir en el piso de la calle, una al lado de la otra”, cuenta, mientras observa lo que pasa en la mitad norte de la zona del Congreso. 

Durante la madrugada, antes de que Mavi volviera por unas horas a su casa para poder bañarse y desayunar, los antiaborto —que formaron su espacio en la mitad sur— la despertaron a ella y sus compañeras con lo que describió como “unas bocinas como de guerra” mientras intentaban descansar algo en la calle. “Yo no sé, yo no estoy en una guerra”, dice Mavi, mientras, ya al mediodía, se guarda a la sombra entre el bullicio. “Pero generan esa sensación: verdes y celestes, dos bandos, y en el medio: el Estado y la policía como mediadores”. Después de reflexionar, toma un sorbo de agua y desea un segundo de silencio, de calma. La responsabilidad histórica sobre cada una de las activistas desperdigadas por todo el país en esta jornada se siente más que el calor: son parte de la organización que no sólo mueve al país, sino ya al mundo. En todo el planeta saludan al reclamo por el aborto legal en Argentina y se toma el pañuelo verde como bandera propia.

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El aborto en Argentina existe, y se estima que se realizan 54 por hora en el país, 1.300 por día, entre 370.000 y 520.000 por año. Las imprecisiones son resultado del subregistro. El régimen vigente establece que sólo en algunos casos existe el derecho a acceder a una interrupción legal del embarazo: cuando hay un peligro para la vida de la persona gestante y cuando el embarazo es resultado de una violación. En el país 15 jurisdicciones adhieren al protocolo de la Nación, cuatro tienen un protocolo propio y cinco no tienen protocolo. Este derecho es al día de hoy obstaculizado en aquellas provincias con un peso mayor de fundamentalismos antiabortos. Eso no lo vuelve menos frecuente ni lo evita, sólo lo hace clandestino y —por lo tanto—, mucho más inseguro. 

Justamente ese fue uno de los principales argumentos que se escucharon en la Cámara Baja durante el debate: legalizar el aborto es quitar el oscurantismo que recubre una práctica que no deja de suceder, de avanzar sobre una despenalización social, de hacerlo visible. “Se trata de respetar las decisiones, autonomía de la voluntad y los derechos de la persona. Este debate fue puesto por la Campaña hace muchísimo tiempo, puertas afuera del Congreso. Este proyecto ofrece una respuesta concreta a un problema de salud pública”, resaltó en su intervención la diputada Cecilia Moreau.

Los argumentos contrarios se dividieron entre contextuales —es poco pertinente avanzar sobre esta agenda por el contexto de pandemia y crisis económica—, religiosos —a Dios no le gusta esto— y políticos: el movimiento feminista no representa a las mujeres, las activistas impulsan demandas antiguas, “la mujer” no desea ni necesita abortar. Muchos argumentos anticientíficos: la semana pasada se realizaron más de 70 exposiciones (que se sumaron a las casi 800 que se realizaron durante 2018) en las que Diputados y Diputadas escucharon sobrados motivos sustentados con evidencia bajo los cuales se entiende que el aborto legal no implicaría un gasto para el Estado (por el contrario, el Estado gasta más dinero atendiendo abortos que se complicaron en la clandestinidad), que la legalización del aborto no fomenta el aborto (porque ninguna mujer se embaraza para abortar) y que un feto de 14 semanas no es una persona sujeta de derechos como entendemos a las personas gestantes que deciden interrumpir su embarazo. Pero los celestes también insisten: sus impulsores también se reunieron el 10D para alzar su voz “a favor de las dos vidas”. Rezaron, clavaron cruces en la tierra simulando un cementerio. Cantaron canciones de misa. Pero fueron menos. 

Además de legalizar el aborto hasta la semana 14,  el proyecto de ley aprueba que las personas menores de 16 años soliciten la realización de un aborto siempre y cuando cuenten con la compañía de un adulto. También impone una pena de prisión de tres meses a un año, e inhabilitación por el doble de tiempo de la condena a cualquier funcionario o profesional que “dilatare injustificadamente, obstaculizare o se negare, en contravención de la normativa vigente, a practicar un aborto en los casos legalmente autorizados”. La objeción de conciencia por parte de profesionales de la salud podrá ser sólo individual, y la institución quedará a cargo de hacer la derivación a otra que sí realice la intervención. Deberá haber profesionales no objetores en todos los centros de salud públicos. 

***

El debate duró desde las 11 de la mañana hasta la votación, que fue pasadas las siete de la mañana. A pesar del cansancio y las horas con el barbijo puesto esperando el resultado, la música en las calles no paró de sonar: con cuidados, como siempre, porque antes de cuidarnos entre todos por la pandemia las feministas ya creaban redes de cuidados colectivas. Mavi se quita los borcegos de los pies y afloja mientras observa los festejos en silencio. El esfuerzo de 48 horas se comienza a levantar, y quienes seguían festejando en la plaza emprenden el regreso a casa. Un impasse, unos días, porque la pelea sigue el 29 de diciembre en el Senado, la cámara más desafiante para la conquista de derechos como este. De aprobarse allí, el aborto será legal en Argentina en 2020, desbloqueando una nueva conquista histórica. Tiempo récord, como en todo: es solo otro diciembre en Argentina.