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Cultură

Cosas que los tíos odian que les hagan en la cama

Puede que no te lo digan, pero realmente detestan que hagas estas cosas.
Ilustraciones por el autor

Me encanta cuando los viernes por la noche nos reunimos los chicos en el bar "Trabuco", un local en el que solamente suenan canciones de Thin Lizzy y Philip Lynott en solitario. Nos sentamos en nuestro sitio de siempre, pedimos unas buenas cocacolitas, apagamos los teléfonos móviles y abrimos nuestros corazones para expresar nuestras dudas y miedos. Muchas veces terminamos hablando de todo eso que odiamos que nos hagan en la cama y que nos callamos, de todos esos temores sexuales que se alzan como los cuatro Jinetes del Apocalipsis. Amigo, si te interesa el tema, sigue leyendo.

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Para encontrar estos puntos negros sexuales pedí a un buen séquito de hombres de distintas preferencias sexuales que me contaran todas esas costumbres que se les revelaban como intolerables durante el coito, de esas fronteras que no deben cruzarse. "Una vez me pidieron que le diera una bofetada en la cara, así, alegremente, y me vi obligado a hacerlo sin sentirme demasiado a gusto". Sí, me estoy refiriendo a este tipo de cosas que hacen que salgas de los reinos del sexo y te encuentres de nuevo en el planeta Tierra, en el siglo XXI, encima de unas sábanas que hace medio año que no lavas en ese cuarto de 350 euros al mes.

De entre todos los hombres que he consultado, una de las cosas que menos toleraban era que les tocaran o chuparan los testículos, esos sensibles contenedores de vida. "Cuidado con mis testículos" dicen, "no son a prueba de fuego. Hay que tratarlos con delicadeza. Nada de tirones ni de hacerles succiones salvajes, que no somos actores porno". Otro testimonio afirma que "las cosquillitas que produce una chupada de huevos me cortan el rollo totalmente. Además de que no sé, no encuentro nada sexy esto de 'chupar una bolsa arrugada con pelo'" .

Puede que en ese primer momento —durante ese primer chupetón de pelotas— n o comentaras nada y te dejaras hacer, sufriendo cada segundo en silencio. El problema fue que esta subjetiva atrocidad se convirtió en costumbre. A día de hoy aún sigues quedándote quieto como un erizo en la carretera cada vez que te tocan los testículos y —a estas alturas— ya es demasiado tarde como para decir la verdad. No quieres desilusionar a nadie ni destapar años y años de mentiras. Este no es tu trabajo.

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Otra cosa que molesta a ciertos hombres es el exceso de lametazos. "Me molesta que en vez de besarte te vayan dando lengüetazos, como si tuvieran complejo de vaca". Las orejas son un punto también complicado: "no me va eso de que me muerdan y que me metan la lengua en el oído como si quisieran llegar al tímpano". Otro testimonio comenta que "no soporto que me chupen la oreja, puede plantearse como algo excitante pero me parece una cerdada, y en la oreja no hay ningún punto de placer". Muchos tíos no entienden esto de la oreja —cosa que no comparto, por cierto— y les molesta que la traten "como si fuera una prolongación de mi boca, como si con la oreja pudiera reaccionar satisfactoriamente a un beso ejecutado con lengua". Otro amigo abre la caja de Pandora y nos introduce el otro gran enemigo del hombre heterosexual en la cama: "a mí no me gusta nada que me metan la lengua hasta el fondo de la garganta. Ni que me toquen el ojete como si fuera un moderno".

El culo, ese gran miedo. "A ver, lo del culo es algo que siempre me ha dado reparo. Soy un clásico, me mola el misionero y si se ponen arriba me mola pero soy mas de empotrar. Con los culos he tenido malas experiencias y siempre suele ser porque iba drogado". Para muchos es algo nuevo que les saca de la situación y que les "corta el rollo", como MUCHOS comentan.

Y del culo pasamos a los pezones, los cuales también juegan un papel extraño en la sexualidad del hombre. "No me gusta que jueguen con mis pezones, puede que los míos sean especialmente sensibles, no lo sé". Ni tocar ni morder: "que te muerdan los pezones o que te metan el dedo en la boca me resulta desagradable. Tampoco me va que me cojan el culo". Los chupetones tampoco son muy populares. "La verdad es que a mí en la cama me gusta que me hagan casi de todo: desde que me chupen los pies hasta que me escupan en la boca. Es verdad que hay muchos tíos gais que no saben chupar una polla (aunque los heteros crean lo contrario) pero por lo general he recibido más buenas mamadas que malas. Sin embargo, hay algo que odio: no entiendo por qué la gente sigue haciendo chupetones. Si viviera en un capítulo de Física o Química no me quejaría, pero irte a la cama con un hombre de 35 años y amanecer con moretones en el cuello es patético".

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Los hombres suertudos que siguen teniendo pelo en la cabeza tendrán que lidiar con todo tipo de situaciones: "odio que me tiren del pelo. No lo aguanto. No lo entiendo. Lo llevo muy corto y es molesto tener que aguantar que intenten coger algo que simplemente no está ahí mientras destrozan mi cuero cabelludo y mi cabeza se me mueve como si fuese un bobblehead". Este tipo de "violencia" no va mucho con los tíos, "sweetness and safety ante todo, no me va eso de tirar del pelo A SACO. Una cosa es un agarroncillo, un pequeño tirón, pero hay veces que se les va de las manos".

Bien, estamos en la mitad del artículo, ya es hora de empezar a hablar de la polla. Aparte del popular rechazo al tocamiento y a la succión escrotal hay otros temores. Empecemos por la masturbación, que es algo bastante solicitado. Hay casos en los que la ausencia de una buena paja puede ser motivo de tristeza: "a mí lo único que no me gusta en la cama es que le pida un pajote a mi señora y me lo niegue. No me gusta mendigar pajotes, pero siempre acabo arrastrándome". Pero hay que ir con cuidado, jugar con el sable no es una tarea precisamente sencilla. "Te voy a hablar de la paja seca o 'rompefrenillos'. Esta es bastante destructora. Es muy sencillo: la tía te coge el pene y te lo aprieta en seco, que no se le escape (como encima no lleve muy bien el ritmo estamos bien jodidos). Ella sube y baja su mano alrededor del miembro, tirando fuertemente hacia abajo con poca destreza, en seco, sin saliva ni hostias. Arriba y abajo, como si le fuera la vida en ello. Te están haciendo una paja jodidísima y seca donde lo único que piensas es si tu frenillo aguantará semejantes tirones". Otro error común es masturbar una parte inadecuada del pene: "a veces me han hecho pajas en la base del pene y en esa zona da bastante menos placer. El glande es donde están las terminaciones nerviosas que hacen que la paja te de alegría y no todo lo contrario".

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Me molesta que se detengan para beber agua en mitad del polvo, esto es tener muy poco respeto.

¿Y qué pasa con las mamadas? Hay gente que las detesta: "pues a mí no me acaba de molar que me la chupen. Así tal cual. No le veo la gracia. Las babas, el ruido, los dientes… no sé qué es pero no me convence. Eso sí, la idea de penetrar cabezas me gusta pero solo la idea". Los tíos son complicados, sin duda, ¿y qué pasa si nunca te la introduces en la boca? "Lo que menos me gusta es la pereza que les da a la hora de hacer sexo oral pasados los primeros cinco meses. Al principio no había problema, siempre les apetecía pero ahora hay que SUPLICARLO. ¡Por favor!". De todos modos no es un mundo repleto de alegría el de aquellos que pueden disfrutar de este antiguo arte. "Vale, creo que lo que más me molesta es la típica tía que va diciendo por ahí que los tíos no sabemos hacerlo con la lengua y luego la come fatal. Sí, que me la coman mal; creo que esto es lo que más me molesta". ¿Qué quiere decir "comer mal"? Pues "que la traten mecánicamente, sin corazón y que les dé asco el fluido, sea tuyo o suyo". Luego está el tema de los dientes, "la putada llega cuando ella abre la boca y comienza el clásico sube y baja de su boca rodeando tu pene mientras lo acompaña con ligeros roces de sus dientes; donde deberías sentir placer y humedad te encuentras esa sensación dura y molesta de sus incisivos arañándote el glande y el tronco del pene. ¿Existe 'tronco del pene'?". Los hombres atribuyen la presencia de dientes a un exceso de pasión pero curiosamente tampoco se sienten a gusto si su pareja "cree que con la puntita de la lengua durante una hora pueden llegar a conseguir un resultado óptimo". Por lo general, al glande hay que tratarlo con cuidado. Al igual que el clítoris, este está cubierto por los corpúsculos de Krause, llenos de terminaciones nerviosas que pueden hacer enloquecer a un varón: "hostia, a ver. Cuando te la chupan y se emocionan y no tienen en cuenta lo tremendamente sensible que es el capullo. Mola que se emocionen por tener tu polla en su boca pero el límite entre el dolor y el placer es muy fino". Un último testimonio asegura que "una de las cosas más desagradables es cuando te la comen y se paran a sacarse los pelos de polla de la boca, con cara de asco".

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Nos bajamos del shuttle llamado "pene" y hacemos transbordo hacia la línea azul, la de "hablar y gritar durante el coito". Hay gente sensible con eso de "susurrar 'cosas guarras' con intención de ponerte cachondo. Si no saben hablar bien —en plan 'cerdo' o tienen la voz del cantante de El Canto del Loco— se me baja un poco (mucho) la erección". ¿Y todo el tema de gritos y ruidos raros? "En cualquier caso ODIO que griten o giman demasiado. No me lo creo. Follar no es para tanto, no me creo que tengas que gemir y que te oiga todo mi puto piso y luego risitas al día siguiente". Otro tipo comenta que no le gusta cuando "una tía se pone a dar palmadas contra la pared o, sin querer, hacen que la cama haga más ruido. Odio estas cosas en el sentido de que me hacen perder la motivación, incluso hasta parar de follar".

Hablando de parones sexuales, otra cosa que molesta mucho son las pausas para repostar. "Me molesta que se detengan para beber agua en mitad del polvo, esto es tener muy poco respeto". Ya sabéis, nada de levantarse a por tranchetes, hay que hacerlo todo de una sola tacada.

Dejadme hablaros de "la pinza". Esta anécdota me ha parecido digna de mención: "hace unos seis años conocí a una trapecista y al segundo o tercer polvo, cuando la saqué para correrme fuera, me apretó el glande con su mano de trapecista y me cortó la corrida. Tuve espasmos de dolor y ella los interpretó como que me estaba muriendo de placer. A partir de ese día hacía siempre lo mismo. Estuvimos así casi un año. Hasta que un día pensé que quizá podría salvarme de 'la pinza de la muerte' si antes de correrme le pedía que se pusiera de espaldas para correrme en sus nalgas. Pero nada, llegado el momento, la tía, cuando se daba cuenta de que estaba a punto de correrme, sin siquiera mirarme, extendía su mano y me apretaba el glande aún estando de espaldas".

Me jode mogollón que repitan lo que yo hago (te muerdo, me muerdes, te escupo, me escupes). Nunca lo había analizado, solo sé que me jode, será porque me hace 'tomar conciencia' de lo que estoy haciendo y eso es lo último que quiero.

Los tíos también somos seres sensibles que disfrutan de los preliminares. "Hubo un momento que recuerdo que me cortó muchísimo el rollo. Fue una vez que empecé a liarme con una chica y, cuando nos pusimos horizontales, me cogió la polla para empezar a masturbarme de forma muy brusca. Me cortó un poco el rollo porque yo estaba por la labor de comerle la boca y tocarnos y todo esto. Me gusta que la cosa sea más progresiva, que no empiece a tocarme la polla desde un principio, sino que haya un rato previo de acaramelamiento". También hay que ir con cuidado a la hora de gestionar las acciones que se ejecutan dentro del polvo. "Me jode mogollón que repitan lo que yo hago (te muerdo, me muerdes, te escupo, me escupes). Nunca lo había analizado, solo sé que me jode, será porque me hace 'tomar conciencia' de lo que estoy haciendo y eso es lo último que quiero. Sin demasiada filosofía, también me jode mucho que me toquen los huevos (sentido literal claro), que me los coman perfect, pero nada más".

En fin, espero que este compendio de declaraciones os haya sido útil y que lo tengáis en cuenta en un futuro. Lo más importante es que no os comuniquéis nunca con vuestro amante, estos pequeños momentos de sufrimiento son también parte del sexo. Para despedirnos dejadme terminar con esta bonita declaración: "por lo general no odio casi nada, me gusta casi todo e intento aprender de cada experiencia. Aun así odio que se hagan las duras después de follar. Cuando minutos antes te miraban a los ojos como si fueras lo último que iban a ver en su vida pero después de correrse, nada, te sueltan eso de 'ya te puedes ir'. Vale tía, OK".