Fotografías de mi abuelo en su ataúd

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Fotografías de mi abuelo en su ataúd

Mi abuelo murió en primavera de este año. Mi hermana y yo ayudamos al agente de la funeraria a preparar a mi abuelo para colocarlo en el ataúd. Lo vestimos con su mejor traje y lo peinamos. Fue como hacerle un último favor.

Mi abuelo murió en primavera de este año. Su defunción no pilló a nadie por sorpresa. Durante los últimos dos años ya no respondía mucho, estaba ausente. No sé si pensaba en la muerte, si la esperaba o la temía. No lo creo. Tenía 87 años.

Mi hermana y yo ayudamos al agente de la funeraria a preparar a mi abuelo para colocarlo en el ataúd. Lo vestimos con su mejor traje y lo peinamos. Fue como hacerle un último favor. Tal vez buscaba redimirme por no haber ido a visitarle tanto como debiera. No tengo la conciencia tranquila en ese aspecto.

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Mi abuelo y yo no teníamos demasiada relación porque él y mi abuela vivían lejos de la ciudad en la que me crié. Fue cuando su enfermedad empeoró que empecé a visitarlos con más frecuencia, y no eran visitas fáciles: mi abuelo estaba sordo y mi abuela había perdido la memoria a corto plazo. Me hacía las mismas preguntas una y otra vez, y mi abuelo se limitaba a sonreír, sentado a la mesa, sin saber de qué estábamos hablando. Al menos parecía alegrarse de reconocerme.

Cuando era niño, sentía cierto recelo hacia él. Me parecía muy estricto, por lo que procuraba poner distancia entre los dos. No es que fuera mala persona ni nada, simplemente no quería que hiciéramos la cabra por la casa, como suelen hacer los niños. Ahora comprendo que esa era su manera de intentar educarnos para ser personas decentes.

La mayoría de la gente en Finlandia –el país de donde soy- no sabe que puedes vestir a los difuntos, y aunque lo supieran, probablemente no lo harían. Por estas latitudes, la muerte sigue siendo un tema tabú. No se puede hablar de ella, ni mucho menos hacer fotos. No sé por qué, la verdad. Supongo que no queremos que se nos recuerde nuestra condición de mortales.

Preparar a mi abuelo para el ataúd fue una experiencia muy bonita. Parecía que el tiempo se hubiera detenido. Todos mis recuerdos de él se hicieron más intensos, más nítidos. Lo había fotografiado muchas veces y siempre me maravillaba su presencia. Esta iba a ser nuestra última sesión fotográfica, aunque parte de él ya no estuviera allí. Solo quedaba una carcasa. Pasé unos minutos haciendo fotos y después cerré el ataúd. Eso fue todo. La última vez que vi a mi abuelo.

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Cuando veo las fotos ahora, recuerdo el momento en que lo vi en el ataúd. Parecía estar tranquilo y aún puedo notar su presencia. De alguna forma, ahora me siento más cercano a él que antes.

Estas fotos pertenecen a la serie To Bury a Father, de ​Kimmo Metsäranta