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el enfrentamiento que cambió la nba

Buceando en la rivalidad más feroz (y maravillosa) de la historia del deporte

El antagonismo entre Larry Bird y Magic Johnson trascendió el baloncesto para convertirse en un choque cultural en toda regla. Gracias a ellos, la NBA cambió para siempre.
Imagen vía WikiMedia Commons

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Sometida el escrutinio orwelliano de cámaras y analistas de todo el planeta, la NBA se ha convertido en un blockbuster para todos los públicos de alcance global. En 2016, no hay un solo dato, jugada o declaración a la que no podamos acceder.

Canales de pago, repeticiones de partidos en abierto, páginas web, cuentas de Instagram de jugadores, informativos generalistas…, un alud cada vez más grande de conductos nos dirige de forma directa a las entrañas del circo.

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Más baloncesto: La atrocidad más efectiva de la NBA

No obstante, a finales de los años 80, ser español y admirador de la NBA era una combinación nefasta. En la parte más tierna de mi juventud, la única puerta dimensional que me llevaba al baloncesto profesional estadounidense era Cerca de las Estrellas, un programa de televisión presentado por Ramón Trecet y Esteban Gómez que se emitía el viernes a altas horas de la noche.

La poca información que recibía —un partido en diferido por semana y los destellos que podía cazar en las revistas especializadas— era administrada como si fuera un tesoro. De ahí que aquellos humanoides de dos metros, con esas camisetas y zapatillas cósmicas, con esos repertorios de jugadas futuristas, se revelasen como héroes imposibles de cómic ante la atónita mirada de un renacuajo español ochentero.

En ese espacio de la mnemotecnia nostálgica es donde actúan con mayor rapidez las páginas de Cuándo éramos los Mejores, de Jackie MacMullan, un libro que radiografía la historia de Larry Bird y Magic Johnson desde dentro —y aportando el aval de los actores principales.

Dado que se trata de un relato sometido al hiperanálisis de la épica deportiva americana —y una historia que además la HBO ya explicó en el soberbio documental A Courtship of Rivals—, el libro muestra su auténtico valor en las declaraciones exclusivas y la supervisión de ambas estrellas: todo lo que se cuenta, cada anécdota, posee el certificado de garantía Magic-Bird.

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Aquí no hay literatura, solo hechos… Y un enfrentamiento entre dos fuerzas irrepetibles más allá del espacio y el tiempo.

Viajar a los ochenta es un placentero activador de recuerdos para los que ya tenemos una edad: los acordes de guitarra de Faith de George Michael los viernes a la una de la madrugada, las gafas y la voz nasal de Ramón Trecet, las noches en blanco para ver las finales en directo, las Converse Weapon, las fotos recortadas de Gigantes del Basket en la carpeta con Terence Stansbury volando en el concurso de mates…

Sin embargo, el libro hurga más a fondo y expone el choque entre Bird y Magic como el encontronazo de dos Américas polarizadas: la América negra urbana contra la América blanca rural. El microclima estival de Los Angeles contra la niebla victoriana de Boston.

E iba más allá: aquello era un pulso entre dos formas de enfrentarse al mundo. El hedonismo y la joie de vivre angelina contra el recogimiento y la tradición bostoniana. La extroversión y el gusto por el espectáculo contra la introversión y el repugne hacia los focos.

La rapidez y la creatividad contra la dureza y la tenacidad. Dentadura prístina versus gruñido.

Una combinación imposible de factores alumbró una realidad mucho mejor que la más vívida de las ficciones; incluso el público ajeno al baloncesto descubrió un guion demasiado perfecto como para no subirse a él. En marcha.

Tráiler del documental A Courtship of Rivals de la cadena estadounidense HBO

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Lo mejor de Cuando Éramos los Mejores es que sumerge lector en un estado de nostalgia deportiva que va mucho más allá de la simple yuxtaposición de los talentos de Larry Bird y Magic Johnson. En la cronología de esta rivalidad se puede también seguir el proceso de crecimiento e internacionalización de una liga que antes de la colisión Bird-Magic languidecía como divertimento deportivo secundario.

Los conflictos raciales y el consumo de drogas habían contribuido a hundir todavía más en el fango una competición que encontró en la rivalidad lobuna de estos jugadores un tónico revitalizante de largo recorrido potentísimo.

El relato, blindado por un distanciamiento periodístico necesario —azuzar la prosa con épica literaria habría sido un error, no hace ninguna falta— funciona también como un interesante libro de historia de la NBA, una liga cuya eclosión resulta imposible comprender sin explicar los 15 años de odio, obsesión, y competición al límite derivados de este antagonismo.

Bird y Magic salvaron la NBA, sin duda, pero también salvaron el baloncesto, apelando a un modelo de jugador rabiosamente comprometido con la franquicia, ajeno al dolor y las lesiones, carismático hasta lo divino, ganador a muerte; un líder en mayúsculas.

En las páginas de Cuando Éramos los Mejores es fácil pringarse de cierta nostalgia cascarrabias, pues abre una ventana al baloncesto técnico, inteligente y creativo de antaño, y nos conduce a cotejarlo a la baja con la NBA actual, mucho más centrada en el ego de los jugadores, individualista e hipertrofiada; un foro en la que los jugadores-empresa no tienen tiempo para rivalidades de esta épica.

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En el interior del libro palpitan los mejores minutos de la edad dorada del baloncesto americano; la historia pesa toneladas en cada frase, cada dato. Además, en sus últimos compases, el guion adquiere una pegada emocional importante, pues no renuncia a explorar a fondo el momento en el que Magic contrajo el HIV y tuvo que dejar de jugar.

Las reacciones de sus allegados; de sus rivales y compañeros de equipo; de amigos que traicionan, como Isiah Thomas, y enemigos que te tienden la mano, como Larry Bird… el relato es tan perfecto que, en las postrimerías de sus carreras, el antagonismo transmuta en admiración e incluso amistad.

Se cierra así una historia que, bajo todas sus capas, cobija el apasionante relato de dos titanes que consagraron toda su carrera deportiva, los mejores años de sus vidas, a mantener en lo más alto una rivalidad enfermiza: Magic solo quería superar a Bird. Bird solo quería superar a Magic.

Los anillos, los contratos, la fama y los aplausos quedaron como simple ruido de fondo.

Así se forjan las leyendas.

El autor recuerda perfectamente los ochenta en Twitter, y tú también puedes seguirle allí: @oscarbroc