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Identidad

Mujeres famosas de la historia y sus no tan famosos abortos

Antes de que el aborto fuera legal en Norteamérica, las mujeres debían recurrir a procedimientos ilegales, entre ellas muchas celebridades cuyas cuidadas imágenes públicas se habrían visto amenazadas si el público se hubiera enterado.
Image via Wikipedia

Antes del caso Roe contra Wade, las mujeres norteamericanas también abortaban, pero la mayoría de ellas simplemente no hablaba de ello en público.

Durante la época dorada de Hollywood, era común prohibir a las estrellas femeninas que tuvieran hijos (o incluso que se casaran sin permiso del estudio), pero dado que los métodos anticonceptivos no estuvieron oficialmente disponibles de forma legal para las personas solteras hasta 1972, los abortos ilegales eran extremadamente comunes entre las ricas, las famosas y quienes estaban bajo el punto de mira del público. Gloria Swanson, Jane Russell, Joan Crawford y muchas otras actrices se sometieron a abortos ilegales porque todo el mundo sabía que una carrera con un hijo equivalía a no tener ninguna carrera en absoluto: se esperaba de las estrellas que rodaran entre seis y diez películas al año y aquello no dejaba tiempo para la gestación.

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Incluso las estrellas que tenían hijos dentro del matrimonio o bien elegían interrumpir su embarazo o bien se las convencía para que lo hicieran. Tal y como indica Ellen Wayne en su libro The Golden Girls of MGM (Las chicas de oro de la MGM), "casadas o no, las chicas de la MGM mantenían su imagen virginal". Cuando Judy Garland se quedó embarazada de su primer marido David Rose, por ejemplo, su madre conspiró con el estudio para organizar un aborto. Intimidada por su madre y por el poderoso estudio que controlaba su carrera, Garland no tuvo derecho a elegir.

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Algunas mujeres de aquella época se han abierto acerca de sus experiencias en años posteriores. En su autobiografía, la ganadora de diversos galardones del mundo del espectáculo Rita Moreno recuerda que se sometió a un aborto cuando tenía 23 años, al quedarse embarazada de un amante que no quiso casarse con ella. Aquel hombre era Marlon Brando. "Para mi conmoción y espanto, Marlon organizó inmediatamente un aborto", escribe Moreno. Ella eligió abortar, dijo más tarde, en parte porque no quería que su hijo creciera sin amor y en parte porque eso habría supuesto el final de su carrera.

"¿Recordáis a Ingrid Bergman?", dice Moreno en The Choices We Made (Las decisiones que tomamos), una compilación de historias de abortos editada por Angela Bonavoglia, refiriéndose al romance de Bergman con el director Roberto Rosellini, que desembocó en el embarazo de aquella y en que posteriormente fuera acusada ante el Senado de ser "un instrumento del mal". Moreno emplea esta historia como ejemplo de cómo se percibían los niños que nacían fuera del matrimonio en la década de 1950. "La relegaron al ostracismo. Se marchó a vivir a Italia. No hizo ninguna película durante años y fue un caso muy sonado. Así que, si aquello le sucedió a ella, ¿qué me pasaría a mí y al resto de mujeres que nos quedamos embarazadas?". Moreno también tenía la sensación de que había un componente racial en el modo en que el público la percibía. "El hecho de que yo fuera puertorriqueña empeoraba las cosas, porque se consideraba que los puertorriqueños eran personas excesivamente sexuales y sucias", afirma. "Y eso no ha cambiado demasiado".

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El hombre que realizó el aborto de Moreno dejó tejido fetal en su interior, lo que le provocó abundantes hemorragias (el Colectivo de Salud Femenina de Boston afirma que antes de la legalización del aborto, hasta 5.000 mujeres fallecían al año a causa de procedimientos poco seguros). Moreno ingresó en el Hospital Cedars Sinai y sobrevivió, pero los médicos dijeron que fácilmente podría haber muerto. La actriz Polly Bergen estuvo sangrando durante días después de su aborto ilegal y el estigma le hizo sentir que su sufrimiento era en cierto modo merecido. "Estoy segura de que había una parte de mí que pensaba que en realidad merecía morir", explica en el libro de Bonavoglia. "Había hecho una cosa terrible, había tenido sexo y me había quedado embarazada. El aborto fue la gota que colmó el vaso, pero no fue lo más terrible".

Había hecho una cosa terrible, había tenido sexo y me había quedado embarazada

Bergen no estaba sola: en los años en que el aborto estaba prohibido y hablar sobre él era tabú, muchas mujeres luchaban contra sus sentimientos de vergüenza en torno al procedimiento. En 1922, Dorothy Parker estaba saliendo con Charlie MacArthur, conocido en toda la ciudad como un follador de primer orden. Según la biógrafa Marion Meade, Parker descubrió que MacArthur la estaba engañando más o menos al mismo tiempo que descubrió que estaba embarazada. Dorothy siempre había querido ser madre, pero aquella no era ni por asomo la circunstancia más ideal. Después de un trimestre y medio decidió interrumpir su embarazo. El médico que practicó el aborto, explica Meade en Bobbed Hair & Bathtub Gin: Writers Running Wild in the Twenties (Cabellos cortos y ginebra de bañera: los escritores salvajes de los años veinte), "se aseguró de que ella llegara a ver el feto". Parker se obsesionó con las diminutas manos del feto y se lo contaba a cualquiera que quisiera escucharla. La presión social la había obligado a abortar un niño que ella deseaba y después el médico que realizó el procedimiento le hizo sentir vergüenza por haberlo hecho. Poco después, protagonizó su primer intento de suicidio.

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Ernest Hemingway, que odiaba a Parker porque a ella no le gustaban las corridas de toros, se rio tanto de su aborto como de su intento de suicidio en un poema satírico. Se titula "A la poetisa trágica: nada en su vida fue tan auténtico como estar a punto de perder la vida". Puedes leerlo en inglés aquí, pero lo que importa ahora es que él incluyó referencias al intento de suicidio de Parker (que Hemingway consideraba ganas de llamar la atención), a su aborto (y las manos diminutas) y a los "carrillos judíos" de su "rechoncho culo". Como Parker hablaba abiertamente sobre su aborto, escribiendo historias que hacían referencia a él y expresando que había puesto "todos sus huevos en el mismo bastardo", fue objeto de burla por ello.

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Debbie Reynolds, por el contrario, quedó traumatizada cuando se le denegó el aborto. En 1962 estaba embarazada del que habría sido su tercer hijo cuando notó que algo no iba bien. "No sentía dolor", escribe en su autobiografía de 1988, Debbie, "pero el bebé se había desplazado unos 7 centímetros y medio hacia abajo. Mi estómago había descendido y se volvió muy blando de repente. No había ningún movimiento". Los médicos confirmaron más tarde que el feto había muerto, pero como estaba en su tercer trimestre, no se le podía extraer legalmente. En lugar de ello, se vio obligada a llevar en su interior el feto muerto durante dos meses más y dar a luz a un mortinato. "La gente me miraba y decía, 'Estás estupenda, ¿cómo vas a llamar al bebé?'", escribe. "Y yo les decía, 'Bueno, aún no lo sé'". Tuvo el mismo problema dos años más tarde, pero Reynolds insistió en que le practicaran un aborto en lugar de llevar el embarazo no viable a término otra vez. Sus médicos estuvieron de acuerdo, aunque podrían haber sido procesados por ello.

En 1971, la filósofa francesa Simone de Beauvoir escribió el "Manifiesto de las 343", un documento firmado por 343 mujeres que declararon haberse sometido a abortos ilegales en Francia. Ese fue uno de los primeros casos en que una mujer explicaba la historia de su aborto como un acto explícitamente político. Entre las firmantes se encontraban la misma de Beauvoir, Catherine Deneuve, Françoise Sagan y todas las amantes de Sartre.

El manifiesto decía: "El aborto libre a demanda no es el objetivo último de la lucha de las mujeres. Al contrario, es la necesidad más básica sin la cual la lucha política no puede siquiera comenzar". Charlie Hebdo bautizó a las firmantes como las "343 Salopes" (Salopes se traduce más o menos como "putas" y las firmantes siguen siendo conocidas como las "343 Putas" incluso a día de hoy), pero aquellas putas ayudaron a que se legalizara el aborto en Francia en 1975. Inspirado por las 343, Ms. incluyó en su primer número una petición propia titulada "Hemos abortado", que fue firmada por mujeres como Nora Ephron, Anaïs Nin o Billie Jean King.

Un año más tarde, el caso Roe contra Wade consiguió que el aborto se legalizara en todo Estados Unidos.