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Turistificación

Españoles, tratad bien a los turistas

Si vienen a dejarse dinero a España, maldita sea, ¡ayudémosles!
Foto de portada de la usuaria de Flickr eozikune

Las impecables inercias del capitalismo han marcado un rumbo en el que las ciudades han dejado de albergar habitantes autóctonos que viven y hacen crecer la geografía urbana y el espacio público. Las actuales colmenas urbanas no son sino nichos para residentes temporales que desean solamente pernoctar unas cuantas noches y retratar durante el día en sus dispositivos o retinas la imagen de esa idea de "lo extranjero", de "lo extraño", de "lo desconocido", que es, al fin y al cabo, nuestra realidad, nuestra casa, nuestras costumbres o esa mezcla, precisamente, de distintas tradiciones.

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Pese al esfuerzo del turista para viajar hacia espacios puros, este ejercicio se le revela como algo imposible, pues al convivir con lo visitado y al retratar esa imagen ideal del lugar visitado —como quien entra en un museo y pretende ver imágenes o animales detenidos en el tiempo, clapas conservadas de un pasado concreto— su propia presencia altera ese espacio de forma incisiva. El objeto visitado, las propias ciudades, mutan con la presencia de estos mismos turistas, víctimas de su propio juego referencial. Ellos son seres que nunca podrán, de ninguna forma, cumplir ese deseo primigénio de conocer lo autóctono porque, básicamente, su presencia —y los mecanismos económicos que se generan alrededor de ella— está modificando cuanto pisan.

¿¡Y no es esto una triste noticia!? Gente que ahorra durante meses y se gasta el dinero para viajar y conocer sitios nuevos que, finalmente, solamente serán un mero sucedáneo de lo que esperaban ver; un espectáculo diseñado a su medida cuya autenticidad ha sido brutalmente extirpada. Ayudémosles entre todos a que, pese a esta terrible suerte, lo pasen lo mejor que puedan durante su viaje para que su inversión haya valido mínimamente la pena. Ellos saben que les han timado flagrantemente, por eso es nuestro deber hacer que se olviden de ello mientras dure su estancia en nuestro hogar.

Ante todo ser educados e indicarles dónde está la Sagrada Familia

Pensad que no es su país. No saben dónde están las cosas. Dónde están los McDonalds o las farmacias. No saben ni dónde están ellos mismos en el momento en el que te preguntan dónde está la Sagrada Familia. Joder, viven un infierno, están eternamente PERDIDOS. Existen los mapas pero a veces la diferencia entre el mapa y el territorio es abismal.

Nosotros, como aborígenes del lugar, tenemos que hacer todo lo posible para indicarles correctamente las rutas que quieren trazar en su itinerario. Su sonrisa de agradecimiento valdrá más que esos 400 euros que te faltan para pagar el alquiler de este mes y que todavía no sabes de dónde los sacarás —es que no sé por qué no te largaste de Sant Antoni cuando te subieron el alquiler—.

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Dejar que se cuelen en el metro detrás de nosotros

Siempre es difícil comprender el funcionamiento de los transportes públicos de las ciudades ajenas. ¿Cuál es la mejor opción? Las posibilidades son infinitas: ¿abono de varios viajes? ¿Billete único? ¿Tarjetas de recarga? ¿Tarjetas para jubilados? Uno no quieres estar sembrado de dudas cuando se está dejando el sueldo en un país pobre del sur de Europa.

Además, no siempre es fácil llegar a entender cómo modificar el idioma de esas malditas máquinas de vending de billetes. Cada vez que veo a un turista completamente disecado, atónito y apático frente a una de estas máquinas se me cae el alma al suelo. En estos momentos siempre pienso en decirles que pasen detrás de mí, que esto es lo que hace aquí todo el mundo porque nadie tiene dinero ya que, justamente, España se lo gasta en cualquier otra cosa menos en sus residentes perennes.

turistas maletas

Foto del usuario de Flickr draxus

Abandonar nuestros pisos para que puedan vivir en ellos un par de días

Evidentemente, después de pasarse el día pateando la ciudad, los turistas necesitan descansar. Sin problema. Cedémosles nuestros pisos de alquiler convirtiéndolos en pisos turísticos y que los disfruten ellos, nosotros podemos irnos a vivir al extrarradio o a otras ciudades, al fin y al cabo ya tenemos la ciudad muy vista.

Flipo cada vez que la peña se queja de que los pisos turísticos o el Airbnb ese son una epidemia. Joder, es que la gente suspende constantemente en la asignatura de empatía. Ellos vienen de MUY lejos, de sitios que ni podemos imaginar con nuestro pequeño cerebro español, ¿acaso queremos que vayan a pernoctar a un hotel a casi 10 kilómetros del centro de la ciudad?

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Hablar su idioma

La comunicación es importante y cuando no hablemos el idioma de nuestros amigos visitantes ellos no entenderán nada. Pensad que es gente que se está interesando por la cultura de nuestro maldito país, ¡deberíamos estar agradecidos! Son gente que les encanta viajar, es más, lo hacen varias veces al año y a países muy diversos. ¿Os imagináis la locura que sería tener que aprenderse todos esos idiomas raros? Hay incluso idiomas tan inútiles que solamente se utilizan en un país (¡o menos que eso!), sería una locura tener que memorizar todas esas palabras y normas gramaticales para utilizarlas una sola vez.

En fin, como buenos anfitriones, el deber es nuestro. Inglés, francés, alemán. Lo que sea. Recordad que hay cursos del ayuntamiento donde, si eres lo suficientemente pobre, no hará falta ni que pagues por aprenderlos, así que NO SERÁ POR DINERO. Probablemente seas un vago y no quieras hacer el esfuerzo, pero piensa que cada vez que aprendas un idioma estarás mejorando una parte de ti y del mundo en el que vives.

Darles dinero

Esto puede parecer un poco excesivo ya que, precisamente, la gracia de los turistas es que se dejen dinero en nuestras ciudades. Pero, pensadlo bien, si les damos dinero, aún se gastarán más dinero en nuestra comunidad. Es que es de cajón. Si les das cien pavos, cien pavos que beneficiarán a nuestra ciudad. ¿Lo pilláis?

Pero cuidado, a veces algunos turistas se lían y se quedan sin dinero y se ponen en frente de las estaciones de tren con un cartón en el que han escrito unas palabras con las que, básicamente, te están pidiendo dinero para comprar un billete de vuelta a casa. Estos, digamos, son los turistas malos, los que vienen con poca pasta y pocas intenciones de gastársela. Lo mínimo que podemos hacer, para mejorar el turismo en nuestras ciudades, es negarles la pasta, así no podrán volver a casa y se verán obligados a quedarse en nuestra ciudad y, por lo tanto, a gastarse el poco dinero que les queda. Win-win situation. Bueno, solo win, que ellos pierden. Estos son la clase de turistas que no queremos, los de rastas y parches raros en los pantalones.

En fin, existen muchos más sistemas para lograr que la experiencia ya de por sí fracasada de un turista sea más llevadera. ¡Es el trabajo de todos hacer que se sientan bien en un lugar que no conocen! Pensad que sin ellos nuestras ciudades no podrían crecer ni generar riqueza, al fin y al cabo vivimos en un país donde lo único que podemos vender es nuestra capacidad de convertirnos en un parque temático.