‘Estuve a punto de ver morir a un hombre’: historias de terror en apps sexuales

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‘Estuve a punto de ver morir a un hombre’: historias de terror en apps sexuales

Como todo en internet, las citas en línea pueden mostrar muy rápidamente su lado más oscuro.

Este artículo se publicó originalmente en VICE Holanda

Encontrar alguien con quien acostarse nunca ha supuesto demasiada complicación, pero gracias a las aplicaciones de citas, ahora es más fácil que nunca. Pero como todo en internet, también las citas en línea pueden mostrar muy rápidamente su lado más oscuro. Cinco personas nos hablan de los espeluznantes y turbios —a veces incluso en sentido literal— caminos por los que las citas online las han llevado.

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Chris, 30 años; casi lo duermen con cloroformo para someterlo sexualmente

Una vez organicé un trío a través de una aplicación de citas. Cuando llegué, nos metimos los tres en la ducha para “ir calentando”. Luego pasamos al dormitorio. Todo iba genial hasta que me di cuenta de que los otros dos estaban intentando inmovilizarme, lo que me pareció bastante raro. No me molaba demasiado la idea porque yo quería ir a mi aire, pero ellos seguían intentando agarrarme. De repente, uno de ellos dijo, enfadado, “Muy bien”, se levantó y se fue a la cocina, donde lo oí remover cosas.

Al momento volvió con un paño húmedo. He visto suficientes pelis de terror como para saber cuándo alguien tiene intención de dormirte con cloroformo para someterte sexualmente. Antes de que pudiera decir nada, el tipo se acercó a mí rápidamente con el trapo.


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Con el culo al aire, me levanté, corrí a la cocina y cogí el cuchillo más grande que encontré. Luego fui a toda velocidad al lavabo, donde tenía mi ropa, me vestí y guardé el cuchillo en el bolsillo trasero del pantalón. Sabía que en algún momento tendría que salir, así que quité el pestillo y corrí hacia la puerta principal, pero los dos tíos —uno de ellos todavía con el trapo de cloroformo en la mano— estaban en el salón, bloqueando el paso.

Intentaron hacerme creer que estaba exagerando con mi reacción, así que les pedí que me lo demostraran tapándose la nariz y la boca con el trapo e inhalando. En ese momento, los dos volvieron a cargar contra mí, pero yo saqué el cuchillo y les amenacé. Finalmente, no tuvieron más opción que dejarme ir.

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Jasper, 23 años; estuvo a punto de ver morir a un hombre

Era el día de Año Nuevo de 2015 y, como no había dormido mucho, no fui capaz de mantener mi propósito de ser “menos puta”, así que quedé con un tío al que conocí por internet. Cuando llegué a su casa, descubrí que su pareja estaba durmiendo en la habitación de al lado. Ignoré este dato de vital importancia mientras mi “cita” sacaba un bote de poppers.

Al cabo de un rato, pasamos a la ducha, y allí fue donde todo empezó a salir mal. Después del que probablemente fuera su 50 chute de poppers, el tipo perdió el conocimiento, se cayó al suelo y, con los ojos muy abiertos, empezó a sufrir convulsiones. Obviamente, me entró el pánico y pensé, ¡Joder! Estoy en la ducha con un desconocido que se está muriendo. ¿Qué cojones le voy a contar a la policía? Le dije al tipo, a gritos, que iba a despertar a su novio, pero él me indicó con una ligera sacudida de cabeza que no lo hiciera. Esperé unos segundos y, por suerte, empezó a recuperarse.

Después de todo aquello, la polla se me había encogido hasta tener el tamaño de un anacardo, así que pensé que lo mejor era largarme de ahí. Había acabado de vestirme cuando apareció su novio, que se había despertado con todo el ruido. Balbuceé algo ininteligible y me fui corriendo, esperando que el nuevo año me deparase experiencias más agradables.

Le Strange, 32 años; arañas devoradoras de pájaros y crema

Cuando mi novio de muchos años, Donald, me dejó, me quedé destrozado y hecho polvo. Lógicamente, recurrí a Grindr para buscar un alivio rápido y conocí a un tío guapísimo que decía ser piloto del ejército. Me dijo que vivía en unas barracas que hay en las afueras de mi ciudad, así que quedamos en vernos. Cuando llegó a recogerme, parecía como diez años mayor que en la foto de perfil, pero como yo iba desesperado, me subí en el coche de todos modos.

Ya de camino, me confesó que no era piloto de helicóptero, sino chef. En mi desesperación, decidí ignorar también ese dato. Una vez en su casa, en lugar de ponernos a hacer lo que había ido a hacer, el tío me obligó a sentarme a ver El bar Coyote y a comer un plato horrible que había cocinado. Mientras veíamos la tele, me fijé en un recipiente de vidrio que había en una esquina y en cuyo interior parecía moverse algo. Le pregunté qué era. “Ah, esa es mi araña devoradora de pájaros, Donald”, me respondió como si nada. La verdad, no sé qué me perturbó más, si el hecho de que tuviera una araña tan grande que podía comer pájaros o que se llamara igual que mi ex. Una vez más, estaba tan desesperado que en lugar de irme, decidí que lo mejor sería emborracharme mucho.

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Cuando terminó la película, el tipo me miró y dijo: “Nene, quiero pringarte bien”. Yo estaba demasiado sorprendido y borracho como para responder, pero él tuvo la amabilidad de explicarse: “Quiero que te metas en una piscina infantil y cubrirte de crema”. Y efectivamente, sacó una piscina hinchable del trastero, yo me metí dentro y él empezó a echarme jarras y jarras de crema líquida por el cuerpo. No es algo que me ponga sexualmente, pero me encanta la crema, así que comí bastante. Durante el viaje de vuelta no cruzamos ni una palabra, y en el coche se respiraba el olor a crema y arrepentimiento.

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Benjamin, 26 años; se manchó de barro por 70 euros

Durante una época estuve enganchado al sexo, y las aplicaciones de citas eran una buena forma de echar un polvo rápido. Había días en los que quedaba con cuatro o cinco personas. No paraba de montar tríos y de follar a toda prisa durante las pausas de la comida.

Una vez en la que no tenía dinero ni para comprarme de comer, me pregunté si, ya que lo hacía tan a menudo, alguien me pagaría por follar conmigo. No tardé en encontrar un tío que me ofreció 70 euros, aunque se mostraba muy misterioso respecto a lo que quería que hiciera por ese dinero. Solo me aseguró que no habría sexo. No sonaba mal. Esa misma noche, quedamos en su enorme casa, en Ámsterdam. El tipo tenía unos 40 años y no era muy hablador, pero parecía amable.

Me pidió que me quitara los zapatos y caminara descalzo por su jardín, que estaba lleno de barro. Luego me dijo que caminara sobre su espalda con los pies sucios de lodo. Yo obedecí y él empezó a gruñir suavemente. Después, se puso a chuparme los pies —dedo por dedo— hasta dejármelos impolutos. Cuando estaba a punto de acabar, se corrió con un gemido y me entregó el dinero. Me puse los calcetines y los zapatos y me volví a mi casa. Por fin pude comprarme comida, aunque nunca me había sentido tan sucio.

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Alex, 26 años; la sangre es mala para las mamadas

Una vez, mientras me estaba duchando preparándome para un polvo, de repente vi que me corría sangre por las piernas. Por mi cabeza pasaron fugaces imágenes de prolapsos anales hasta que me di cuenta de que lo que me sangraba era la nariz, algo habitual en mí después de un fin de semana de excesos.

Llegó mi cita y nos pusimos a la faena. El tío resultó ser demasiado dominante para mi gusto; no le importaban nada mis necesidades sexuales. Además, tenía una polla enorme y, en un momento dado, mientras se la estaba chupando, el tipo se puso histérico.

No me había dado cuenta hasta que me lo dijo, pero al parecer me había estado sangrando la nariz y el tipo tenía toda la polla llena de sangre. Me pasé el resto de la noche intentando convencerle de que no iba a contraer el VIH porque hacía poco que me había hecho las pruebas y no era de los que follaba sin protección.

*Se han cambiado todos los nombres por motivos de privacidad.

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