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ESPAÑA

Pablo Casado quiere ser el Le Pen español

El nuevo líder del PP ha echado mano de un discurso xenófobo que nunca había estado tan presente en la política española.
Imagen vía PP de Madrid/CC BY 2.0

El líder del partido ultraderechista Vox, Santiago Abascal, lleva unas noches con serios problemas de insomnio. Desde la llegada de Pablo Casado a la presidencia del PP, nada es lo mismo en esa cama. Como tras el sobresalto por el zumbido de un mosquito, el sueño húmedo de Abascal —lograr en las próximas elecciones un par de escaños en el Congreso gracias a su discurso antiinmigración— se interrumpe convirtiendo lo que era placentera humedad en frustración seca.

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En el silencio de la madrugada, en esa habitación aún retumban como zumbidos las palabras del flamante nuevo presidente del PP que, horas antes y ante las cámaras de todas las cadenas del país, plagiaba descaradamente el discurso —"eso es mío", le grita Abascal a la tele— del miedo al inmigrante, propiedad exclusiva hasta ahora de pequeños partidos situados a la extrema derecha del tablero. "¿Pero qué hace? ¿Pero qué dice? Pero si esa frase era mía", se desespera el insomne Abascal al recordar el maldito telediario, golpeando la almohada como si en ella se hubiera posado un mosquito, por lo menos africano.

Si Pablo Casado quería traer nuevas ideas a la derecha española, de algún modo lo ha hecho. El fascismo, el odio del penúltimo contra el último, comienza por el miedo al de fuera y esto, precisamente, el miedo, parece ser la primera bandera que Casado ha decidido enarbolar en la construcción del nuevo PP. Si creemos en las declaraciones de Pablo Casado en torno a la inmigración, tendríamos que llegar a la conclusión de que vivimos en una España al borde de la saturación por culpa de la avalancha de millones de africanos peligrosos que amenazan con colapsar el país.

Los datos oficiales sobre inmigración —en España y Europa— desmienten el discurso de Casado y el de tantos otros líderes europeos que, como él, no parecen querer dejar pasar la oportunidad de exprimir hasta la última gota de un asunto tan delicado. Pura innovación para un partido como el PP que, salvo excepciones como la del ex alcalde de Badalona, rara vez se lanzó tan claramente como en los últimos días —los primeros días de Pablo Casado al frente— a la caza del voto de aquellos penúltimos que culpan de sus problemas al último. Casado no solo innova en su partido, también lo hace en España. Hasta hace unos días éramos de las pocas excepciones europeas que, con la cabeza bien alta, podíamos presumir de no tener partidos con capacidad de Gobierno alimentando a su población con el menú diario del miedo al inmigrante. Eso se acabó.

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El giro de Casado es pura innovación para un partido como el PP que, salvo excepciones como la del ex alcalde de Badalona, rara vez se lanzó tan claramente como en los últimos días

Lo que Pablo Casado empieza a poner en marcha aquí, en otros países como Italia o Francia ya tiene terreno recorrido. En la Italia de Salvini —ese ministro del Interior y vicepresidente de Italia que ha hecho carrera política de la persecución al inmigrante— empezamos a ver las primeras consecuencias de agitar estas políticas: persecución contra extranjeros y ataques físicos que ayer mismo acababan en el primer asesinato de la era Salvini. Una “patrulla ciudadana” acabó con la vida de Hady Zaitouni, marroquí de 43 años, tras perseguirlo y golpearlo por presunto delincuente en potencia. El terreno recorrido en Francia sí parece conocerlo bien Pablo Casado.

Tanto que una de sus frases en la campaña de primarias que lo aupó a la presidencia del PP, estaba copiada tal cual del discurso de Marine Le Pen. “Queremos ser el partido de los españoles que madrugan”. Los franceses que madrugan eran, según la dirigente de extrema derecha francesa, esos que quieren una Francia “ordenada”. No hace falta explicar quienes la desordenan.

El discurso del nuevo PP en torno al miedo al de fuera marca un antes y un después que no sabemos hacia dónde nos llevará. Tampoco lo saben bien quienes compiten por ese voto antiinmigración

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El sprint de Pablo Casado a por el voto antiinmigración está movilizando a sus rivales políticos por la derecha y provocando, además de efecto contagio, alguna que otra escena berlanguiana en la frontera sur del país. La avalancha y la carrera esta semana es a este lado de las vallas y no al otro. Y consiste en un desfile de políticos —Casado, Albert Rivera o Santiago Abascal— peleando en este arranque de la semana por la foto en apoyo a la Guardia Civil de Ceuta que estaría repeliendo el ataque de los que saltaban la valla, obviamente en este caso.

Tras anunciar Pablo Casado que visitaría hoy martes la valla de Ceuta, Albert Rivera se apresuró a llegar un día antes (ayer lunes) para, desde el mismo lugar que visitaría Casado, ser el primero en enarbolar un discurso del miedo que, a continuación, calcará con más altavoces el nuevo líder del PP. Desde la lejanía de su insomnio, el líder de Vox, Santiago Abascal, recordaba haber mandado a la valla a su secretario general que, llegando un día antes que Albert Rivera, proponía construir un muro de hormigón que despeinaría de gusto al mismísimo Donald Trump. La Guardia Civil ceutí no gana para políticos con ganas de selfies.

El discurso del nuevo PP en torno al miedo al de fuera marca un antes y un después que no sabemos hacia dónde nos llevará. Tampoco lo saben bien quienes compiten por ese voto antiinmigración. En un país con ADN solidario y emigrante como es España, el boomerang podría girarse y Pablo Casado lo tiene claro. En su planteamiento de un país al borde del colapso en el que los inmigrantes “atacan con cal viva a los agentes”, un país en el que se hace necesaria “la intervención de las Fuerzas Armadas”, Casado incluye también en su discurso la lástima por la situación del inmigrante.

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"Son víctimas en manos de las mafias", explicaba en un mitin en Andalucía el pasado sábado, sensible con la situación de estas personas, para a continuación y en el mismo acto, soñar en alto con un modelo migratorio consistente en “que puedan venir a las campañas necesarias y luego volver a su tierra”.

Con sus planteamientos antiinmigración, Le Pen ha crecido en apoyos pero nunca ha tocado el Gobierno. Veremos qué sucede en la España de la era Casado

Solidaridad de usar y tirar en un discurso calcado al de otros partidos y Gobiernos ultras europeos. Un discurso que atemoriza incluso a sectores del propio Partido Popular. En mitad de la batalla de las primarias del Partido Popular, la compañera de Pablo Casado y buque insignia del partido, Celia Villalobos, no se escondía cuando los periodistas le preguntaban por la posibilidad de que éste llegase al poder: “Veo a Casado excesivamente escorado a la derecha, está rodeado de gente de extrema derecha”. “Si gana Casado tal vez me vaya a mi casa o me dedique a cargar cebollinos”, respondía la diputada a las preguntas de un periodista. Igual ese trabajo te lo quitan los inmigrantes, Celia, podría haberle respondido Casado. Quién sabe.

¿Es Pablo Casado la versión española de otros líderes xenófobos europeos como Marine Le Pen? De momento y desgraciadamente para muchos ciudadanos y para Santiago Abascal, la respuesta parece inclinarse hacia el sí. Con sus planteamientos antiinmigración, Le Pen ha crecido en apoyos pero nunca ha tocado el Gobierno. Veremos qué sucede en la España de la era Casado.

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