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El mundo es tan deprimente que la gente toma cada vez más drogas psicodélicas

En una situación política conflictiva, el uso de drogas alucinógenas está en auge. Sin embargo, será conquistada esta nueva generación de pastilleros por las grandes empresas de las que tratan de escapar desesperadamente?
Lia Kantrowitz
ilustración de Lia Kantrowitz

Est artículo aparece en "El número del agotamiento y el escapismo " de nuestra revista. Subscríbete aquí.

“Me encontraba en un buen nivel,” aseguró Amber al contar que estuvo encaramada sobre una instalación artística de madera con forma de panal de abejas mientras observaba otra obra construida con forma de dragón. “Había un dragón hecho de madera y en su casa tenía una especie de banderas. El dragón miraba sobre las montañas. Conocimos a esta gente tan divertida. Estaba con uno que no conocía de nada y estuvimos charlando ocho horas seguidas, sentados en lo alto del panal, con el dragón escupiendo fuego. Era gracioso. Me sentía en otro mundo, como en un cuento de hadas”.

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Se han publicado estudios sobre el aumento de las pruebas médicas de alucinógenos para pequeñas dosis de LSD que nos mantengan a la altura del juego, estos estudios han llenado muchos espacios en los medios de comunicación porque estas drogas están más vinculadas a la contracultura, los activistillas del ecologismo y presidiarios que a los laboratorios científicos y élites empresariales. Pero más allá de los tipos y clínicas empresariales, ¿estamos viviendo una nueva era de Renacimiento de los alucinógenos en las calles? Y es que si la generación de Snapchat está aprendiendo a colocarse, ponerse y bajar… ¿por qué ahora?


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Los estudios son concluyentes. Ponerse está de moda, sobre todo entre los más jóvenes. Las estadísticas del Gobierno de Estados Unidos dicen que 1.310.000 jóvenes de entre 18 y 25 años ha tomado LSD en 2017 frente a los 317.000 jóvenes que la habían tomado en 2004, esto es, el consumo se ha multiplicado por cuatro desde 2005. Y esto no sólo sucede en Estados Unidos. El consumo de LSD está aumentando entre los estudiantes que cursan el último año de secundaria. En Gran Bretaña, el consumo de LSD está aumentando. En Inglaterra, el consumo de LSD entre los jóvenes ha aumentado hasta llegar al nivel del año 2000 y el consumo de ketamina, el alucinógeno anestesiante famoso por hacerte entrar en el agujero K, se ha triplicado en los últimos tres años.

Tomamos té en el jardín de la casa del padre de Amber, en el cobertizo contaban con un sistema de sonido y tenían un montón de vinilos que cubrían toda la estancia. Quería saber por qué Amber, y otros cientos de miles de jóvenes como ella de todo el mundo, estaban tomando drogas como LSD, setas alucinógenas, ketamina y DMT disparando las estadísticas de consumo de los últimos tiempos. ¿El auge en el consumo de alucinógenos es una válvula de escape ante el sistema político-económico destrozado? ¿Se trata de una búsqueda de significado en un universo tan perverso donde Prince y Bowie fallecieron el mismo el año que un hombre racista sustituyó al Presidente Obama?

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Según Amber, “Hoy en día las personas son como robots. Todo y todos están conectados a internet, todo el tiempo. Pero en términos de drogas, especialmente en el caso del ácido, vives el momento; no te preocupa lo que pueda pasar con tu móvil. De hecho, tampoco lo uso cuando se me pasa el ciego.”

Analicemos el conflicto que surge entre el estilo de vida antinatural que promueve el capitalismo moderno a nivel mundial: cagadas en redes sociales, trayectos en un transporte público colapsado, pisos que nadie puede pagar, contratos basura y ciudades sobrepobladas donde vive mucha gente que se siente sola. Aderall y café para afrontar el día y cocaína para sentirse una persona habladora por la noche. En las oficinas, los trabajadores chatean o se mandan emails en lugar de mirarse a los ojos para hablar. Netflix es nuestro mejor amigo, podemos pasar horas con él y los políticos dicen que el calentamiento global se arreglará solo, se dan niveles de epidemia de ansiedad y dolor y si estudias en la Universidad, te verás endeudado por el resto de tu vida.

Gracias al comercio online, es más fácil que nunca comprar alucinógenos y todos los detalles sobre el uso medicinal de estas drogas, en cierta medida, se ha normalizado. Pero como en la mayoría de tendencias generales en términos de drogas a nivel mundial, los alucinógenos están volviendo a surgir por una necesidad de la sociedad, una motivación para colocarse de cierta forma.

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"Más del 40% de los jóvenes estadounidenses que declaró en 2018 haber consumido LSD en el último año eran mujeres y un tercio eran de otra raza que no era blanca"

Según Amber, la mayoría de sus amigos veinteañeros comparten piso en los barrios más baratos de la ciudad y trabajan a jornada completa en el sector servicios, a menudo, bajo “contratos de 0 horas” (esto es, no tienen aseguradas un mínimo de horas). Otros tienen movidas de trabajo freelance. Prefieren los alucinógenos a la cocaína por la simple razón de que les resultan más divertidos. “La cocaína me produce ansiedad. Cuando me pongo de ácido o de 2CB con los colegas, tal vez hagamos cosas raras pero luego nos importa una mierda. Ha sido el mejor verano de mi vida”.

La influencia del ácido y otros alucinógenos es cada vez más visible culturalmente. En los últimos años, el hip-hop se ha llenado de referencias psicodélicas y estilos de producción. El disco “Acid Rap” de Chance the Rapper define la situación y el rapero admite que el disco es “ácido en un 30% o 40%”. A$AP Rocky declaró a la revista Billboard magazine que el LSD “[le] ayudaba a afrontar la vida” y reconocía que lo había tomado para animar una orgía. A través de la escena hip-hop, ha surgido una nueva generación de consumidores de alucinógenos que jamás ha oído hablar de Woodstock o Grateful Dead. Frank Ocean ha escrito sobre sus experiencias con las setas alucinógenos. Incluso Kanye rapeó sobre consumir 2CB y DMT en Ye, mientras que en el mundillo se comenta que sus sesiones grabadas en Wyoming estaban regadas con alucinógenos. Amber y A$AP Rocky son azulejos pequeños dentro de un nuevo y complejo mosaico de gente que, a nivel mundial, ha decidido colocarse con alucinógenos.

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Se considera que las drogas psicodélicas están reservadas para hippies, chamanes de la selva y psiconautas (esto es, personas que consumen drogas para explorar sus propias mentes), y más recientemente, se considera que son los juguetes de las élites más privilegiadas que buscan alcanzar el nirvana espiritual pero este estereotipo es una quimera. Cada vez más personas consumen este tipo de drogas, que antes tenían un público nicho. Más del 40% de los jóvenes estadounidenses que declaró en 2018 haber consumido LSD en el último año eran mujeres y un tercio eran de otra raza que no era blanca. En Estados Unidos, si no cuentas con un seguro médico, tienes el doble de posibilidades de consumir alucinógenos que si sí lo tienes. En Reino Unido, la mayoría de los consumidores de alucinógenos son estudiantes, están en paro o desarrollan un trabajo manual.

El escritor estadounidense J.P. Harpignies (un activista del ecologismo que se ha mostrado muy interesado por los alucinógenos desde siempre) me dijo que “La sociedad tiene una alienación tan profundamente arraigada que mucha gente busca formas nuevas de reconectarse con la naturaleza, recuperar el sentido comunidad. La sensación de desconexión que sufren muchas personas hoy en día se “agrava por desarrollar buena parte de sus vidas en internet, constantemente espoleados por notificaciones e interactuando con el mundo a través de las redes sociales, especialmente diseñadas para que pasemos más y más tiempo conectados y atentos”. Como en el caso de Amber, argumenta que las personas están consumiendo alucinógenos a modo de respuesta ante la vida moderna. “Los alucinógenos son uno de los vectores con los que experimenta cierta parte de la población… Con el fin de lograr sentirse plenos”.

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Tal vez no queramos admitirlo pero el ser humano se está alejando de la realidad. Las redes sociales nos están alejando de la verdad, de los demás y de la naturaleza en la que hemos acampado. Somos una especie completamente atrapada por pantallas brillantes. No resulta sorprendente que haya surgido un nuevo tipo de ansiedad claustrofóbica, especialmente entre los jóvenes, o que la gente esté buscando estados alterados para sentirse auténticos.

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En 1967, tras la publicación del disco de los Beatles “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” Paul McCartney declaró en la revista de moda Queen lo siguiente: “Si los políticos usaran LSD, no habría más guerras, o pobreza o hambre”. El científico canadiense Peter van der Heyden dijo que este tipo de actitud se había horneado durante décadas en la escena alucinógena. En la década de 1990, Van der Heyden tenía, con el famoso químico estadounidense Nick Sand, un gran laboratorio de drogas en Canadá

A lo largo de su vida, Sand fabricó unos 14 kilos de ácido —los necesarios para 140 millones de viajes. Van der Heyden me dijo que él y Sand se mostraban sus respetos durante la cristalización del ácido: “Decíamos algo así como: Por el bien de la humanidad, por un mayor entendimiento y despertar de todo aquel que lo tome”.

Investigadores de la Universidad del Hospital de Basilea en Suiza descubrieron en 2017 que 12 meses después de haberse pegado un gran viaje de 200 microgramos, 10 de los 14 participantes declaró que había sido una de las diez experiencias más significativas de su vida. Y en enero de 2018, científicos de la Escuela Imperial de Londres publicaron un estudio que demostraba que las personas con depresión que recibían un tratamiento con psilocibina disfrutaron de grandes cambios en sus vidas, pues sentían una mayor conexión con la naturaleza y menos afinidad con la línea dura de la política.

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Lo cual no está nada mal si eres soldado.

Alex, de 25 años, trabajó en el ejército como piloto de drones de vigilancia y comandante del ejército israelí. Colocarse le cambió radicalmente su punto de vista sobre el conflicto palestino-israelí. Tal y como me contó desde su casa en Beersheba, a unos 45 kilómetros de la Franja de Gaza, donde el día a día es el sonido de las bombas, “Una de las cosas [que me hizo consumir LSD] fue la necesidad de escapar de lo que el ejército me había enseñado y es que te llenan de odio sin que te des cuenta, en cierta medida”.

Uno de los viajes más memorables de Alex fue en la ciudad de Modin, cerca del muro de Cisjordania en una fiesta al aire libre hace unos tres años: “Me subí a lo alto de la colina y estaba mirando la valla y me di cuenta de que el terreno era distinto si lo mirabas de un lado o del otro. Así que me pregunté a mí mismo: “¿Para qué sirve esta valla? ¿Qué significa? ¿Cambia algo o tal vez sólo sea un símbolo de algo? ¿Y de qué? Las personas de Israel que están en contra de la paz ven esta valla y piensan: “Somos nosotros y ellos”. Nunca han pasado al otro lado de la valla pero aseguran que ese territorio nos pertenece, que forma parte de nosotros. Así que me quedé mirándolo y estaba puesto de alucinógenos, con la mente totalmente abierta, preguntándome cosas muy profundas. En cierta medida, cambió mi perspectiva”.

Entonces, ¿se dio cuenta de la brutalidad y fealdad de ese muro? “Sí. Pues era lo contrario de lo que me esperaba encontrar. Un montón de veces [estando de ácido] había sentido esta unidad con todo pero aquí, estaba ante esta división artificial”.

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Alex dijo que la forma en la que reconcilia sus experiencias alucinógenas con su puesto de trabajo continuo como soldado reservista del ejército de Israel es hacer su trabajo “de la manera más ética posible, hacerlo bien y no desde el odio” hablando a los civiles siempre con respeto y defendiendo una paz mientras que, desde su punto de vista, sigue defendiendo su propio país. Ahora está estudiando sociología y antropología y está investigando sobre el uso de alucinógenos entre los soldados israelíes que han abandonado el campo de batalla.

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Alex no es el único soldado al que le gustan los viajes. El pasado mes de junio, un grupo de aviadores estadounidenses que custodiaban misiles nucleares en la base militar de Wyoming recibieron un castigo, pues les pillaron tomando LSD.

Durante el juicio militar, algunos de los catorce aviadores describieron sus viajes. Uno admitió que “me encantó alterar el estado de mi mente”, y otro dijo que se había sentido paranoico mientras que un tercero dijo que “los minutos se hicieron horas, los colores estaban más brillantes y claros, en general, me sentí más vivo que nunca”.

Como la vida de las personas ha cambiado, se da la circunstancia de que ahora consumen alucinógenos por distintos motivos, de distintas formas. Al contrario que sus abuelos, que formaban parte de la contracultura, esta generación de consumidores de ácido tiene menos esperanzas de que las drogas sean imprescindibles para cambiar el mundo. Sólo quieren que sus mundos sean un poco más sanos, un poco más soportables, dándole un toque de magia.

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No están tirando la toalla ante el mundo real sino que están dando un paso al lado para poder ver el mundo por sí mismos, de forma diferente. Como la vida moderna está enferma, pues los alucinógenos les ayudan a afrontarla.

"Los millonarios esos que forman parte del 1% de población mundial y que ahora disfrutan del festival Burning Man del desierto de Nevada ya han sido trasladados al carro de los alucinógenos, pagando mil dólares por una sesión de viajes supervisados y esnifando 'ketamina horneada al sol, de excelente nivel veterinario' al precio de 160 dólares el gramo"

Billy tiene 18 años y proviene de una familia de clase media de Nuevo México. Está disfrutando de un año sabático antes de empezar la universidad y trabaja en un herbolario que vende CBD. Le encanta la música electrónica. Como uno de sus primeros contactos con los alucinógenos se dio cuando él tenía 14 (a una edad demasiado temprana, puesto que el cerebro todavía se está desarrollando) resulta sorprendente que continuara. Él y un amigo acabaron en una ambulancia un día que se comieron tres gramos de setas alucinógenas mezclados con una versión sintética y legal de una psilocibina que habían comprado en internet.

Tal y como me contó ante una conexión de señal, “Empecé a experimentar porque estaban a mi alcance y tenía curiosidad por conocer los efectos que producirían.” Cuando era joven, iba con sus amigos al desierto y encendían una hoguera. Sigue tomando setas y LSD de vez en cuando, sobre todo cuando quiere renovar su punto de vista. “Todo el mundo piensa que la vida es una carrera. La presión que supone desarrollar una profesión, es muy artificial. La gente considera que escapar de algo está muy mal. Pero creo que es maravilloso. Los alucinógenos te regalan unas vacaciones de tu día a día”.

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Pero también le da pistas sobre el futuro.

“La verdad es que tengo muchas dudas acerca de adónde se dirige mi vida. Los alucinógenos me ayudaron a reordenar mis prioridades y saber qué quiero hacer o no, analizando mi vida desde distintos prismas. Me han dado perspectiva. Me han ayudado a encontrar, desarrollar y sublimar mis pasiones por las cosas que de verdad me importan, como las leyes y la química”.

Unos días después de consumir LSD, Billy dijo que tenía más conciencia de cómo debe comportarse para tener una mejor relación con su familia. Un día, “me levanté y limpié toda la cocina porque pensé que eso le haría feliz a mi madre. Empecé a sacar al perro más a menudo porque me hacía sentir mal que tuviera que estar todo el día encerrado en casa y me propuse pasar más tiempo con mi padre”

La verdad es que no resulta sorprendente que la escena alucinógena puede provocar algo serio, más que nada porque se trata de componentes muy fuertes. He hablado con muchos jóvenes que tienen opiniones muy claras sobre qué pueden hacer las drogas por nosotros. Por está razón, fue genial hablar con Nadine, una joven de 30 años que trabaja en una discoteca de Brooklyn quien me contó que tomaba drogas por diversión y para soltar la presión que produce vivir en una ciudad.

Nadine me contó que “Antes que cualquier otra cosa, soy una hedonista. Tomo drogas porque me hacen reír” Y su droga favorita para salir de fiesta es el vaporizador de DMT. Los expertos sobre drogas en internet han descubierto que pueden producir DMT e introducirla en un líquido para vapeadores (el DMT es una droga alucinógena ilegal que se encuentra en al menos, 70 plantas y es el mismo componente alucinógeno de la ayahuasca). Y ahora, por supuesto, se vende en el mercado darknet de internet en cartuchos listos para vapear, de forma que el usuario puede consumirlos de forma tranquila, lenta e incluso en público.

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"La verdad es que no necesito alucinar en colores cuando estoy de fiesta, sólo necesito un poco de fuerza a lo Super Mario. La verdad es que no atribuiría ninguna categoría espiritual al DMT, es algo así como cuando suena mi canción favorita en la discoteca. Pues voy a tope con esa mierda”.

Para Nadine, el DMT es una droga perfecta para la gente que, como ella, tiene que sobrevivir al hipercapitalismo, pues tiene efectos a corto plazo. “Y es que estamos todos tan ocupados siempre que no tenemos tiempo para pegarnos largos viajes. Hay mucha presión, necesitas ganar mucho dinero para sobrevivir en una ciudad como Nueva York. Mucho más que hace diez años. La verdad es que no sé cómo lo harán los chavales que tengan diez años menos que yo, no sé cómo van a sobrevivir”.

El auge de los alucinógenos ha provocado que muchas personas de clase alta se hayan interesado por ellos, de forma que pueden pagar por meterse por la nariz de forma supervisada.
Los millonarios esos que forman parte del 1% de población mundial y que ahora disfrutan del festival Burning Man del desierto de Nevada ya han sido trasladados al carro de los alucinógenos, pagando mil dólares por una sesión de viajes supervisados y esnifando “ketamina horneada al sol, de excelente nivel veterinario” al precio de 160 dólares el gramo, tal y como se anuncia en el catálogo de una empresa de alto nivel que suministra drogas a los turistas de los lujosos hoteles situados en la costa caribeña de Tulum en México.

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Harry, un joven de 22 años responsable de un laboratorio de Arizona me dijo que: “Las experiencias más impactantes que vas a vivir tomando MDMA o setas serán estar en el bosque con un montón de amigos y desconocidos, riéndote de forma histérica y haciendo el tonto”.

"En Estados Unidos, el LSD y las setas alucinógenas forman parte de la Lista 1 De Drogas y si te pillan tres veces con estas drogas, te condenan de por vida"

Sander Kooijman, chef afincado en Manhattan, recuerda para el New York Post lo difícil que es cocinar para 100 asistentes súper ricos del festival Burning Man, muchos de ellos bajo los efectos del LSD. “El año pasado calculé mal el número de manteles que necesitaría porque después de un día, estaba sucio. Podían comer como locos. También estaban los neoyorquinos adinerados que frecuentan el Assemblage, una espacio comunitario de Manhattan que se autodefine como un espacio de co-living y co-working.

En líneas generales, se trata de un club privado para hippies con pasta, donde no se sirve alcohol y la cuota mensual asciende a 3.900$. A cambio, te proporcionan una dia ayurdévica (se trata de un antiguo tratamiento medicinal proveniente de la India). En 2017, el antropólogo Alberto Villoldo dio una conferencia en el Assemblage y, según el New York Times “asistieron numerosos profesionales jóvenes y urbanitas, muchos de ellos vestidos de traje y corbata tras la jornada laboral”. La conferencia se titulaba “Alterar tu neurología gracias a las plantas medicinales sagradas” principalmente, ayahuasca. Las posibilidades de que cualquiera de estos nuevos usuarios sea pillado por la policía mientras buscan la perfección espiritual y acabe entre rejas son nulas. Mientras tanto, en la vida real, la plebe recibe duras condenadas si le pillan dándose un respiro de las penurias de la vida de la mano de los alucinógenos. Para el público general (que corre siempre el riesgo de acabar en la comisaría, perseguidos por perros rastreadores y test de drogas) el uso de alucinógenos con fines recreativos o medicinales tiene consecuencias muy peligrosas. En Estados Unidos, el LSD y las setas alucinógenas forman parte de la Lista 1 De Drogas y si te pillan tres veces con estas drogas, te condenan de por vida.

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En octubre, por ejemplo, un famoso músico callejero llamado Jonathan Melzer (más conocido como el Cowboy del Walmart por sus actuaciones en la puerta del Walmart de Chincoteague, Virginia) fue condenado a diez años de prisión, condena que se suspendió 26 meses después, cuando le pillaron con una tira de 25 tabletas de LSD. Le dijo a la policía que tenía previsto quedarse unas cuentas y repartir el resto. En 2016, Paul Lee Corbett, de 63 años, fue detenido después de que le pillaran cogiendo setas alucinógenas en el Cape Disappointment Park del Estado de Washington. Cobert fue acusado de un grave delito de posesión de una sustancia controlada y sigue a la espera de un juicio en el que le pueden condenar a cinco años de prisión.

Los ricos no sólo se están apropiando de los alucinógenos sino que pretenden ganar un montón de dinero con ellos. Cuatro décadas después de que las terapias con alucinógenos fueran denostadas dentro de la guerra contra las drogas del Presidente Nixon, el LSD, la psilocibina, el MDMA y la ketamina pasaron a tener protección legal dentro de la investigación médica.

Como en el caso del cannabis, los argumentos médicos que también son válidos para el consumo de estas drogas parecen suavizarse para llegar a la opinión pública, consiguiendo millones de dólares en inversiones. Esto es bueno para la ciencia pero sí que genera dudas acerca de identificar a quién está financiando la producción de alucinógenos. Y cuantas más pruebas haya de que los alucinógenos pueden ser terapéuticos, más interés muestran las grandes empresas en hacer dinero con estos viajes ilegales.

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Empresas privadas como Compass Pathways, financiadas por Peter Thiel (multimillonario gracias a Paypal) ha recibido la aprobación de la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) para utilizar psilocibina en ensayos clínicos para las depresiones más graves que no tienen cura con ningún tipo de tratamiento actual. El suave alucinógeno MDMA, se encuentra en la actualidad en la tercera fase de ensayos clínicos para tratar a veteranos de la guerra de Irak que sufren trastornos de estrés post-traumático.

En la última década, he estado analizando los mercados darknet de drogas y he visto a centenares de vendedores que mueven grandes cantidades de LSD, 2CB y DMT y ketamina. La base de datos de transacciones de un único mercado muestra ventas muestra que en un año se comercializaron 284.386 tabletas de LSD, por un importe de 2.500.000 millones de dólares.
Internet no sólo ha democratizado el acceso a los alucinógenos sino que ha formado grandes comunidades de personas obsesionadas que se cuentan las unas a las otras cómo colocarse con efectos de gran alcance. El mejor ejemplo de esto es el DMT, uno de los alucinógenos más potentes del mundo. Normalmente, se fuma o se vapea en una pipa de cristal que es similar a la que se usa para fumar metadona o cocaína sin base, la verdad es que tiene una pinta muy recreativa.

En la actualidad, en una búsqueda de Google de apenas 5 segundos para los términos en inglés “extraction tek” y “DMT” te conduce inmediatamente a un foro donde encontrarás información sobre cómo consumir DMT, una droga tan rara que el propio William S. Burroughs se pasó siete meses en la selva ecuatoriana para encontrarla, y que en la actualidad se puede extraer en apenas dos horas y podría ser recetada como medicamento en 2021.

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"Es probable que el auge de los alucinógenos haya sido gracias a internet, irónicamente, gracias a los usuarios que están en contra de la conectividad"

Esto sucede gracias a los 4 millones donados por un millonario del Bitcoin desde la institución benéfica Pineapple Fund y al millón de dólares donado por la familia Mercer, de Estados Unidos. Robert Mercer, cabeza de familia, ayudó a financiar la campaña que llevó a Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos y el servicio de “noticias” de extrema derecha Breitbart, dirigido en su momento por el neofascista Steve Bannon. Además, Mercer también era co-propietario de la empresa caída en desgracia Cambridge Analytica.

Es probable que el auge de los alucinógenos haya sido gracias a internet, irónicamente, gracias a los usuarios que están en contra de la conectividad. Puesto que la Dark web puede proporcionarte en menos de 24 horas drogas, los viajes nicho de los alucinógenos ahora son más fáciles que nunca utilizando la corteza de raíz de la planta brasileña Mimosa hostilis, algunos líquidos más ligeros como vinagre y carbonato de calcio, que son legales en la mayoría de países del mundo y que además se pueden comprar a través de eBay.

Algunas personas están encontrando la forma de mantener el espíritu ilegal de la contracultura original del ácido, manteniéndose dentro del mercado darknet. Ahora puedes comprar en él suficientes gramos de cristal LSD como para crear 10.000 tabletas por un precio que ronda los 12.000 dólares. O, si lo necesitas, también puedes conseguirlos gratis. Una red de distribución de ácido, que se definen como una iglesia lisérgica de los últimos días, ofrece de forma gratuita LSD a los conservacionistas y psiquiatras que tratan trastornos de estrés post-traumático.

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Tal y como señalan en la Dark web, “Creemos que en este momento de la historia, es bueno para la humanidad y para otras especies que haya LSD en manos de muchas más personas. Nos sentimos afortunados de poder proporcionar acceso a esta herramienta tan poderosa y por esta razón hemos decidido compartir nuestro privilegio. Los dispensarios de LSD libres son una manera de propagar el LSD por todo el mundo para todos aquellos que de otra forma no podrían permitirse LSD puro de alta calidad.”

Para Abigail, estudiante de 25 años del estado de Georgia, colocarse es una estrategia para afrontar las iras del capitalismo moderno. Consume LSD sólo en festivales de música, eventos que describe como “salidas temporales de la cordura”. “Los alucinógenos reducen los costes y las cargas que suponen vivir en una sociedad materialista y capitalista y el hecho de que la vida no debería ser así. Siempre queda este momento bonito en el que pensamos que estamos creando espacios sagrados donde la gente puede aprender y crecer y, con suerte, dejar de perpetuar tanto dolor y miedo en el mundo”.

Daniel Tumbleweed se muestra cauto ante el avance de las grandes empresas en el mundo de los alucinógenos. Se autoeditó el libro Museum Dose [Dosis de museo] en el que describe su pasión por los viajes alucinógenos en museos, galerías de arte y salas de concierto de Nueva York. Cuenta cómo admiraba el arte y artefactos antiguos mientras la psilocibina y mescalina rondaban por su sinapsis. “La microdosis a veces parece boicotear la productividad en vez de cambiar la vida [de los usuarios] en el sentido positivo. Sería mejor tomar una dosis más grande de setas cada seis meses y solucionar alguna mierda, ¿no crees?

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Según la Encuesta Mundial sobre Drogas, una de las principales razones para tomar alucinógenos es simplemente la diversión, un elemento clave del colocón que a menudo se olvida. Harry, un joven de 22 años responsable de un laboratorio de Arizona me dijo que: “Las experiencias más impactantes que vas a vivir tomando MDMA o setas serán estar en el bosque con un montón de amigos y desconocidos, riéndote de forma histérica y haciendo el tonto”. Ese es el aspecto catártico. Y por esa razón desaparece tanta gente”. Esta unión de lo sagrado, lo profano, lo funcional, lo ridículo y lo raro es lo que caracteriza la cultura alucinógena de hoy en día. Lo que tan a menudo se define como ingenua, utópica y mal concebida tiene, desde mi punto de vista, un elemento clave de pura diversión, el poder político de la fiesta y la experiencia alucinógena forman una fuerza para unir e inspirar.

Entonces, ¿por qué deberían, aquellos que pretenden ver el mundo por ellos mismos y de forma sincera, siendo críticos, con empatía e idealismo (aunque sus conclusiones sean equivocadas, sus métodos, imprácticos o sus resultados improbables) estar sujetos a escarnio mayor que el de los especuladores cínicos, los contaminadores y los narcisistas?

Considero que, dentro de 20 años, el MDMA, las setas alucinógenas y el LSD ya serán legales en Estados Unidos y Europa y en otros países y su consumo se ampliará a muchos millones más de personas. Las tomarán con mayor conocimiento, de manera más segura que cualquier otra generación. Estoy seguro de que lo harán con más sabiduría y menos presión legal que cualquier otra generación. Para mí, esto es un Desarrollo positivo.

Pero si el aumento del uso recreativo de los alucinógenos es una válvula de escape para nuestra cultura insípida de la sobrecarga de trabajo, estando todo el día pasmados ante la pantalla, entonces… ¿Qué nos deparará el futuro?

Viajemos en el tiempo hasta 2038. Primero, la perspectiva utópica. La automatización habrá cambiado totalmente nuestros salarios y la conciliación entre la vida laboral y familiar; las pruebas con el salario mínimo se convertirán en la corriente de pensamiento económico prominente y una nueva clase alta más amplia renacerá de las cenizas del capitalismo.

La legislación sobre drogas habrá cambiado y todo el que quiera podrá comprar alucinógenos a buen precio con fines médicos o recreativos. Abrirán campamentos de vacaciones alucinógenas. En los parques temáticos iluminados con luces led de la ciudad domótica, los ciudadanos sanos y felices se dedicarán a vapear DMT o se pondrán parches de setas alucinógenas para tener un subidón rápido. Coros de minidrones angelicales tocarán suavemente arpas celestiales, bajo solicitud.

O tal vez no. El capitalismo es rabiosamente popular y los dirigentes populistas están en auge. Tal vez la brecha de la droga implique un aumento de la brecha social. Las clases medias y altas serán más libres para tener todos los caprichos químicos que deseen, manteniéndose fuera de la ley gracias a sus privilegios mientras que los más pobres seguirán expuestos a controles policiales y de seguridad, acabando en la cárcel. Tal vez el curso de la vida se mantenga en esta distopía, donde sólo las clases altas, bien protegidas, puedan acceder al MDMA o LSD con un fines médicos o recreativos. ¿Se mantendrán los alucinógenos fuera de la red, bajo el radar? No lo sé. Pero es tan obvio como que los cristales de LSD se fabrican en una matraz de dos litros en un laboratorio secreto, ahora mismo, acabamos de empezar este viaje y queda mucho camino por recorrer.

Información adicional por Max Daly

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