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El legado de Carrie Fisher trasciende la Princesa Leia

Una mirada a los logros de la actriz y escritora.
Sunset Boulevard/Getty Images

Carrie Fisher —actriz, escritora, matriarca de la cultura geek, sabia de Hollywood y activista de la salud mental— fue presentada al mundo como una hija. Primero, fue la hija de la actriz Debbie Reynolds y el cantante pop Eddie Fisher; luego, cuando Fisher dejó a la familia por Elizabeth Taylor, nos quedamos con Carrie y Debbie. Es fácil olvidarlo ahora, pero en un momento la asociación madre-hija en la industria del entretenimiento fue tan fuerte, que cuando Fisher actuó como la hija de una rica ama de casa de Beverly Hills en Shampoo (1975), su primera película, tuvo que declarar que ella no era "nada como su mamá".

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Sin embargo la actriz, que murió esta semana en Los Ángeles a sus 60 años, construyó una identidad memorable. No sólo lo hizo en pantalla, a través de los personajes que interpretó; fue una figura admirable que logró extraer sabiduría y humor de los altibajos de su vida, a veces tan caótica. Desde el comienzo de su carrera se mostró escéptica de la cultura de las celebridades aun cuando estuvo en el centro de esta en los setenta y ochenta. Su experiencia la convirtió en una documentalista del surrealismo de la fama, de la adicción y de los trastornos mentales: escribió tres libros de no ficción y cinco novelas, incluyendo Postcards from the Edge.

Tras la muerte de Fisher hemos sido testigos de una sobresaturación de Star Wars; se ha hecho de la Princesa Leia el centro de su legado. Pero en realidad hay mucho qué destacar en su filmografía: When Harry Met Sally…, The Burbs y The Blues Brothers son todas películas que quedaron insertadas en la memoria colectiva de la cultura pop. La misma Fisher se mostró siempre ambivalente con relación a su papel icónico, aun cuando la imagen de los bollitos y el vestido blanco la perseguía a través de portadas de libros y anuncios publicitarios. Era como un fantasma obstinado que había desincorporado hacía mucho tiempo y que seguía pesando sobre todo lo que hacía.

Pero quizá la razón por la que permaneció, aparte de la popularidad de Star Wars, es que el personaje fue también creación suya (no sólo de George Lucas). Durante los seis años que pasó interpretándolo, Fisher hizo una reflexión más profunda y crítica de lo que Leia debía ser que cualquiera de los escritores de la trilogía original. En una entrevista que dio para  Rolling Stone en 1983 sacó una copia de The Uses of Enchantment, del psicoanalista Bruno Bettelheim, para explicar el poder subliminal de una figura fuerte y ambiciosa como Leia. "Puedes representar a Leia como alguien capaz, independiente, sensible, una guerrera, un soldado, una luchadora, una mujer en control —siendo control, claro, una palabra menor que maestro", dijo. "Pero puedes representar a una mujer que es una maestra y superar todos los prejuicios sobre la mujer si… lo pones en términos de historia de fantasía. La gente necesita esas proyecciones mitológicas".

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Sin duda, es una respuesta muy diferente al típico "me siento feliz de hacer parte de este viaje", que comentaría en una entrevista cualquier actriz de una serie de películas importante. Es como si Fisher estuviera tratando de contrarrestar lo que sugería la portada de la Rolling, de anularse como objeto de deseo. (La actriz manifestó públicamente que no le había gustado el bikini: "Nunca fue mi elección. Cuando [Lucas] me mostró el traje, pensé que estaba molestando y me puse muy nerviosa", dijo en entrevista para People ese mismo año).

Ahora bien, el personaje también oculta su mentalidad de escritora, que era la mentalidad de una niña hastiada de Hollywood, la de una humorista y activista por la salud mental. Fisher se convirtió en una guionista muy solicitada en los noventa, pero nunca le dieron crédito por su trabajo en  Hook, Lethal Weapon 3The Wedding Singer. Mientras ayudaba a que hombres de Hollywood se hicieran millones en las taquillas, se convirtió en una especie de gurú para las mujeres.

Le dio consejos de amor a Courtney Love, y le sugirió a Whoopi Goldberg solucionar la conflictiva producción de Sister Act enviándole un hacha al entonces director de Disney Jeffrey Katzenberg para que la enterrara. Los tweets de las celebridades en reacción a su muerte dejan la sensación de que ella era una presencia estabilizadora para los viejos inteligentes de Hollywood, que quizá siguen luchando en privado con las inseguridades que genera ser una celebridad en descenso.

De cierta manera, tiene sentido pensar a Fisher como parte de la dinámica madre-hija; no como una guardiana dócil o una niña frágil, sino como una figura empoderadora, la sabia vieja general Organa que le transfiere el sable de luz a una generación más joven de mujeres dueñas de sí mismas.

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