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Comida

La guía VICE de las pizzas

Una singular y necesaria guía para orientarse en el maravilloso y confuso mundo de las pizzas.

Un colega tiene la fantasía de imaginarse a unos putos romanos de la época imperial paseando por Roma y comiéndose un buen slice de pizza y manchando sus túnicas mientras comentan cosas como que el otro día, durante una estancia en la villa que tienen en la Emilia-Romana, vieron a Agripina bañarse en pelotas en el Reno. Joder, romanos antiguos comiéndose una de esas porciones bien petada de pepperoni, brillante. Lo cierto es que la situación es imposible pues los romanos tardaron un poco en dar con el invento. En la antigüedad los griegos ya untaban el pan con aceite, especias y queso para darse un homenaje pero lo cierto es que el hombre no dedujo hasta varios siglos después (unos 18) que solo metiéndole salsa de tomate al experimento daría con la mejor comida del mundo. El hombre se jacta ante la naturaleza de ser un espécimen listo pero la verdad es que somos un organismo lento y patoso. 1800 putos años para crear la pizza. Dios, menuda tristeza genera pensar en todas esas vidas malgastadas durante los siglos A.P. (antes de pizza), sin duda los aquí presentes somos seres afortunados. Vosotros y yo; afortunados.

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A todo el mundo le gusta la pizza, incluso les gusta a los perros y a los monos. No conozco ni a una sola persona que no le guste. ¿Tú si que la conoces? No joder, el abuelo no cuenta, el tipo hace años que solamente come sopas de sobre. Una pizza es un continente de ingredientes, puede que no soportes la cebolla o las alcachofas pero seguro que ahí fuera hay una pizza hecha especialmente para ti. El amor que sentimos hacia ellas es totalmente desproporcionado aún así adecuado. Es como los hijos: los quieres solo por ser tus hijos pero realmente solo se tratan de un pedazo de carne que en menos de 30 años se atreverá a llamar "casa" a su coche; vivirá "haciendo trapis por aquí y por allí" y beberá todos los culos de botella que encuentre por la calle. Es por eso que tenemos que aceptar la irracionalidad del asunto. La pizza nos gusta y ya está, es nuestro deber, un deber cojonudo.

Una pizza es una pieza de orfebrería que toca todos y cada uno de los temas relevantes que preocupan a la humanidad. Hablar sobre pizzas, en el fondo, es hablar sobre el hombre, es antropología o mejor dicho, antropizzología (vale, deberían pegarme un tiro por hacer esta broma). En fin. Intentaré detallar por puntos todas y cada una de las características que rodean este precioso manjar, de lo local a lo global. De lo terrenal a lo spiritual.

Disculpad, esto va a ser largo. Si eso id a por un vaso de agua y unos pandilla drakis.

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LAS PIZZAS: FONDO Y FORMA

"Las pizzas son como los coños, cada uno es distinto y mejoran si les echas champiñones". Joder, este artículo existe solamente para que haya podido escribir este comentario machista. Lo siento, a veces uno no puede controlar estas cosas. Realmente hay mejores y peores formas de consumir una pizza pero, joder, da igual, te estás comiendo una pizza y en tanto que esto, estás invirtiendo el tiempo de la mejor forma posible.

Una pizza puede tener muchas representaciones estéticas. Puede estar hecha con masa fresca al estilo napolitano, puede ser una pizza congelada de esas cojonudas del Dr. Oetker —las etiquetas "Casa di Mama" o "Tradizionale" son especialmente deliciosas, si me permiten el dato— o incluso puede que hayas decidido hacértela tú y tengas delante una cosa dura como una losa recubierta de queso. Lo más importante de la pizza no es su aspecto, sabor o ergonomía sino la fantasía intrínseca que nos aporta; el deseo de estar comiendo pizza, la felicidad del chaval que después de insistir durante veinte domingos ha logrado que, ese domingo ocho de febrero de 1998, sus padres pidan un par de pizzas familiares al Telepizza. Esta felicidad, esta emoción es, en el fondo, el ingrediente clave de las pizzas. No es la masa, no es el queso, es el amor.

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ARTE Y DESTREZA A LA HORA DE COMER PIZZA

No hay que tomarse la posología en vano. De la misma forma que a cierta gente le molesta que haya peña que se coma las gambas con cuchillo y tenedor, existe cierto protocolo no escrito que todos y cada uno de nosotros debemos seguir a la hora de introducir pizzas dentro de nuestro organismo y, al fin y al cabo, convertirlos en nosotros. Es por eso, por la idea de ese "nosotros", que debemos tenerle respeto al ritual de consumo.

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Hay cosas evidentes como no utilizar NUNCA cubiertos para comer pizza. ¿A quién se le ocurre ir cortando una pizza? Mancillar el estado natural de los slices debería estar penado, debería cortarse la cabeza a los infieles y grabarlo con una puesta en escena increíble y mandarlo a las principales cadenas de televisión de occidente. La pizza se corta en ocho partes iguales y se come con las manos. Punto. Otro error común es eso de "doblarla". Ya sabéis a lo que me refiero. Si uno "dobla" una pizza pasa inmediatamente a formar parte del apartado "capullos" de mi "libro de gente" que estoy desarrollando a base de varias cuadernitos Miquel Rius (expressing emotions since 1839). Si "doblas" la pizza eso deja de ser una pizza y se convierte en un bocadillo de mierda y para comer un bocata no hace falta deconstruir una pizza. Cuando veo a alguien hacer esto se me parte el corazón, cuántos matrimonios potenciales habré tirado a la basura por culpa de este sencillo y criminal acto. Como todo, se trata de una cuestión de sentido común. La pizza hay que vivirla en todo su esplendor y si a veces es difícil de comer es porque tiene que serlo. No vale doblarla para sujetar todos esos ingredientes de mierda que tiene la pizza que te has pedido —el primer error ha sido pedir la "pizza de la casa" [si comes en la pizzería "Il Arlecchino" seguramente se llamará la pizza "Il Arlecchino"], la que, básicamente, contiene TODOS los ingredientes; una pizza tiene que ser sencilla y equilibrada— o para intentar evitar quemarte el paladar (hay que saber esperar, ni mucho ni demasiado poco). Uno tiene que aceptar estos handicaps pizzeros y enfrentarse al terror, mirarlo a la cara y tener las agallas suficientes como para no vacilar ante el peligro. Nadie ha dicho en ningún momento que esto de la pizza iba a ser algo rejodidamente sencillo.

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Dividir la pizza en más o menos de ocho partes también es un crimen penado en varios países orientales oprimidos por dictaduras personalistas (y bien que hacen). Ocho es el número mágico: Los ocho apóstoles, las ocho bolas de dragón, Blancanieves y los ocho enanitos, los ocho pasos dramáticos de los cuentos y las fábulas, los ocho papa Noels y todo eso. Comer porciones gigantes (seis o menos) es de persona impaciente, víctima de la gula (penado por Dios) y reducir la experiencia de comer pizza a degustar mini isósceles tallados cual puntas de lanza (10 o más) es de persona ingrata, insensible, cobarde y, probablemente, que sufre trastornos alimentarios. ¿En serio hay que dividir una pizza en 12 partes? Una pizza se comparte pero no tanto. La única opción mínimamente decente que se salvaría sería la de dividir la pizza en dos porciones. El que esté cómodo con esta opción se coronará "rey de las pizzas" de inmediato. Pero claro, esto es casi imposible, solamente se han dado dos casos a lo largo de la historia. Evidentemente todo depende del tamaño de la pizza pero incluso las pizzas de 80 centímetros de diámetro pueden regirse por esta misma lógica. A partir de ahí, hablemos.

QUIÉN Y DÓNDE

Tenemos en la cabeza la imagen del estudiante que vive a base de pizzas congeladas, de madres y padres solteros irresponsables que no tienen tiempo de cocinar y alimentan a sus hijos a base de pizza Tarradellas o de esas veinteañeras solteras que los domingos por la tarde piden pizza a domicilio después de haber mantenido, la noche anterior, una relación sexual puntual con un desconocido. Sí, todo esto sucede pero incluso los reyes comen pizza congelada. Es una cuestión de contexto, no depende del individuo. Me juego las pelotas que existe un camino lógico que nos lleve a la imagen del Papa de Roma comiendo una pizza fresca —de esas que venden plastificadas en el supermercado— totalmente cruda, sin calentar. De la misma forma que también veo a un mendigo comiendo en la pizzería más cara de l'Eixample barcelonés. Cuando hablamos de pizzas, todo —incluso resucitar a una persona— es posible.

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INGREDIENTES PROHIBIDOS

En el país de la pizza la gente vive muy feliz y todo es cojonudo pero lamentablemente no todo el mundo puede atravesar sus tostadas fronteras y obtener el permiso de residencia. Los champiñones son bienvenidos, solo faltaría; son buenos comerciantes y muy diplomáticos. No podemos decir nada malo del jamón, ciudadano ejemplar. Lleva 40 años viviendo con su esposa y nunca ha alzado la voz a sus hijos. Las anchoas son más problemáticas pero toda sociedad tiene sus outsiders. Pero lo que nunca deberías encontrar en pizzalia son esos bronceados y agujereados trozos de piña, las manadas de quesos en formato tranchete mal fundido sobre sus bellas llanuras de mozzarella o la salsa barbacoa. Todos estos tipos serán rechazados en la frontera y únicamente podrán formar parte de este sueño si entran de forma ilegal.

Vale que a tu exnovia le gustara la pizza de piña, ahora ya no estáis juntos, ya no hace falta que sigas pidiéndola ni que nos sigas diciendo eso de que "si la probáis veréis que no está tan mal". Pero hay cosas peores, ¿cómo puede ser que existan esas pizzas sin salsa de tomate? ¿Sabéis a lo que me refiero? Sí, a la pizza bianca esa. Venga, ya puestos quitadle el queso y las ganas de vivir. Pero lo peor de todo son esos experimentos que hacen algunas franquicias de pizza a domicilio: pizzas con nachos, con hamburguesas, con espagueti, con lasaña. Esto no es arte, esto es pizza. Tiene que ser simple y bello.

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SENCILLEZ Y ARMONÍA

Las mejores pizzas son las que logran el equilibrio entre sus partes. Es muy típico encontrarse con el error de llenarlas demasiado. Supongo que coincidiréis conmigo en que es mejor un culo con una polla que un culo con 30 pollas. Esto hace que el conjunto pierda personalidad y los ingredientes se confundan, pues con las pizzas pasa lo mismo; menos es más. La pizza ideal (el concepto puro de pizza) es la clásica margarita napolitana con albahaca fresca. Uno no necesita nada más en la vida. Pero si hoy es un día especial ya que el aborto ha salido bien, lo podemos celebrar con un par de ingredientes más. El tope serían tres. Cruzar la barrera del tres es enfrentarse con lo vulgar. Es como cuando esas cajas de comida de ayuda internacional golpean el suelo y esos tipos empiezan a hacerse cenas con todos los ingredientes, víctimas del ansia, y a los dos días ya no les queda nada. Las cosas hay que racionarlas un poco. ¡Joder, en este apartado me he cubierto de gloria con las comparaciones!

EL PLACER MÁS ABSOLUTO

Tengo un sueño: un día quiero pedirme una pizza enorme y recortar el núcleo, creando una pizza de tamaño mediano sin borde y conteniendo el punto más caliente, con la mayor cantidad de queso fundido, aceite y grasas. Un pizza densa como el mercurio, un volcán de queso y aceite; la ira de Dios. Dicen que solo se puede hacer una vez en la vida. A la segunda te mueres. Palabra.

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COMPLEMENTOS

La mejor compañía para una pizza son tus amistades más cercanas pero si nunca has tenido o ya se han hartado de ti y de tus "no pienso ir a un restaurante donde no acepten cheques gourmet" siempre te quedarán esos aceites para aliñar las pizzas. Son muy buena compañía y no hay que pagar nada por ellos. Los aceites tienen algo especial, sobre el cuerpo de una mujer hacen maravillas, imagínate lo que le pueden hacer a una sabrosa pizza caliente de 35 centímetros de diámetro. Los aceites son esenciales y mejoran la calidad del producto.

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DILEMA: GORDAS O DLGADAS

Sí, seguimos hablando de pizzas, no os confundáis. Creo que aquí no hay dilema, una pizza tiene que ser finita (me refiero a fino, no ha limitado, ¿joder, os imagináis una pizza INFINITA?), que la masa se impregne de lo que soporta. Al fin y al cabo estamos comiendo los ingredientes, si queremos comer pan, pues comemos, yo qué sé, pan. La gente que adora las pizzas al estilo Chicago está adorando, en realidad, un puto pastel.

LAS CONGELADAS

Estas tipas se merecen un apartado para ellas solas. Me han salvado la vida cientos de veces. Nacieron, se congelaron y luego, como Han Solo, resucitaron y trajeron gloria a los oprimidos. Son mucho mejores que las pizzas frescas, esas que tanto consume la gente. ¿Por qué son mejores? Pues porque al menos al sacarlas del horno no tienen el aspecto de una mujer de 50 años recién divorciada (blanda, triste y sin futuro). En el mundo de las congeladas hay líneas editoriales absolutamente deliciosas, como las que ya he citado más arriba de la casa Dr. Oetker. Trattoria Alfredo del Lidl es una buena opción si no quieres gastarte mucha pasta —creo recordar que la margarita era especialmente barata y venían de tres en tres. Las pizzas congeladas son, sin duda, un salvavidas. Uno las congela y las recupera ese domingo de resaca y productividad 0. Siempre son mucho mejores de lo que uno espera ya que, básicamente, uno espera mierda. Son una experiencia maravillosa.

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Este producto también funcionan como valor de cambio, recuerdo que tenía un colega que me cortaba el pelo a cambio de una pizza congelada. Joder, realmente molaría que se pudiera comprar cualquier cosa con estas monedas frías y gigantes: "me quedo con el SEAT Ibiza", "Bien, son 3.500 pizzas, amigo". UN MUNDO IDEAL. La pregunta es, ¿cuántas pizzas costaría una pizza en un restaurante? Dios, es una idea estremecedora.

TÓPICOS

Me encantan los tópicos pizzeros. Tengo algunos, a ver qué os parecen: las chicas de 20 a 35 años tienen una extraña obsesión con las pizzas con queso de cabra. ¿Cierto? Lo mismo pasa con las "hawaianas" (normalmente las consumen chicas delgadas con mundos interiores complicados). Sigamos. El equivalente a los típicos y mediocres menús de macarrones y pechuga de pollo rebozada que siempre se pillan los niños y ciertos hombres inmaduros es la triste pizza de jamón y champiñones. Si estás desesperada para encontrar a un hombre con el que convivir hasta morir y no quieres que sea una persona triste y poco interesante asegúrate de llevarlo a una pizzería y cruzar los dedos para que no se pida una de estas. De los hombres con problemas pasamos a los hombres de verdad; pizza de anchoas y alcaparras. Un clásico de la hombría, de los tipos duros, de los empresarios. La pizza de la gente que duerme con zapatos "por lo que pueda pasar". Luego está el típico chaval que se pide una pizza con toda la carne posible (pollo, ternera, bacon, jamón y Dios sabe qué más), a ese tipo seguro que le gustan Dream Theater y considera que el futuro de internet tiene que pasar obligatoriamente por el campo de la nanotecnología.

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LOS RESTOS DE LA PIZZA DEL DÍA ANTERIOR

Existe esa amiga con la que quedas y a veces follas. Existe ese billete de 20 euros que te encuentras en el bolsillo de un pantalón y que te salva la noche del sábado. Existe ese paquete de Kleenex que guardas en el baño para cuando estás cagando y tu casa se queda sin papel de váter. Pues del mismo modo que todo esto, existe la pizza del día anterior que guardaste en el frigorífico.

PIZZA CASERA

Vale, no hace falta ni que lo intentes. En serio. Ahí fuera hay profesionales que se dedican a ello. Tú limítate a ver series y a poner likes en Facebook, que es lo que mejor sabes hacer.

PIZZA EN OTROS FORMATOS

Esta mierda me encanta. Encontrar pizza donde no hay pizza. Nuestro amor por el plato napolitano ha llegado así de lejos. Hay mil formatos: patatas fritas con sabor a pizza; esas mini pizzas que vienen en paquetes y que se comen secas; eso llamado "paninis" y, bueno, el perfume de pizza.

CALZONES

¿Alguien realmente quiere hablar sobre los calzone? Bien, yo tampoco.

UNA ÚLTIMA COSA

Para terminar y dejar las cosas bien claras. Las pizzas tienen que ser circulares, nada de rectangulares. Que no te engañen, hay personas ahí fuera que dice muy convencida que las buenas son las rectangulares. No les hagas caso, son el mismo tipo de gente que exige follar sin condón y luego se desentienden del pequeño Robertito. Ya me entendéis.