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En defensa de '8 apellidos catalanes'

¿Estáis realmente seguros de que es una mierda?

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No os voy a engañar, no me estoy tirando ningún rollo ni es una criticada velada ni ninguna de esas mierdas por el estilo. Lo que voy a decir ahora es la pura verdad: me reí viendo '8 apellidos catalanes'. No se si fue porque estaba rodeado de familias de extrarradio – como la mía – partiéndose la caja a gritos cada vez que alguno de los protagonistas soltaba la típica gracieta o porque será verdad eso que dicen de que la tecnología no está destrozando el cerebro, o quizás – y esto es lo que realmente creo – la película es buena y no hay que darle más vueltas. Sea como sea el caso es que me reí. Y no una, varias veces. Es así y no puedo más que admitirlo.

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Todo comenzó una fría tarde de noviembre – ayer – en la que mi padre trajo dos entradas gratis para el cine. Si puede jugar a mi favor en el juicio mental que seguramente ya me estáis haciendo, que conste que al menos no pagué. A mi me hubiese gustado ver otra cosa, no sabía exactamente que, pero no ESO, cualquier otra cosa menos '8 apellidos catalanes'. No es que la primera no me hubiese gustado – si, también soy culpable de eso – o que no me guste el humor español de mierda – ya dejé muy claro aquí que las bromas rancias me la ponían bien dura – pero el caso es que todo apuntaba que '8 apellidos catalanes' tenía los ingredientes para ser un completo y absoluto truño – no me voy a alargar con esto porque ya lo hizo nuestro compañero Fernando Bernal aquí – y sin embargo, aquí estamos, hablando de porque la película es buena. Por qué sí, el caso es que lo es.

No tiene chistes del nivel de Louis CK - ¿son acaso buenos o nos reímos simplemente de lo patético que es el tipo?-, ni actuaciones increíbles, ni una trama acojonante, ni nada por el estilo; por no tener no tiene ni coherencia interna en algunos momentos, lo cual dice mucho del nivel – de mierda – de la trama del film. Es decir, estamos ante un producto que para los estándares actuales es MALO. "Y sin embargo, se mueve" o en este caso, la gente se ríe, y no solo se ríe sino que va en masa a verla, yo incluido.

Para entender esto hay dos tipos de respuesta; la fácil, que consiste en decir que eso pasa porque la mayoría de la gente es imbécil, inculta, estúpida, burda, zafia y vulgar y se ríen de cosas que son como ellos – es decir cosas imbéciles, incultas, estúpidas, burdas, zafias y vulgares. Esa es la respuesta que nos ha venido a todos la cabeza ¿no? ¿No estamos todos por encima de estas mierdas? ¿No creemos que la mayoría de la gente está alienada y agilipollada y que por eso se divierten con eso? Igual que se divierten con el fútbol, en Zona Hermética y en el Bar Manolo o comprando lotería. Será eso, seguro que es eso. Tiene que ser eso. Pero yo no lo creo.

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Yo creo que hay otra respuesta – ya he dicho antes que había dos tipos -, una respuesta difícil de aceptar para muchos pero que es bastante más acertada que creer que todo el mundo es gilipollas menos esa élite intelectual que se divierte con cosas refinadas mientras observa con desdén y soberbia desde una torre de marfil como el populacho se agolpa en los cines para ver semejante tordo.

El historiador británico E.P Thompson, en su libro 'La formación de la clase obrera en Inglaterra' concluyó que las clases sociales son una construcción cultural: es decir, que no eres obrero por el dinero que ganes – que también – sino por el sitio en el que vivas, la cultura que en la que crezcas, las fiestas que celebres, la gente con la que te reúnes, etc. En una época como la actual en la que las clases económicas han desaparecido en una masa homogénea y gris llamada 'clase media' y en la que los hijos de los obreros entran en masa en las universidades y salen creyéndose que le pueden ir a contar a sus padres como son las cosas – porque claro, ellos han estudiado y saben más de la vida aunque se hayan pasado la mayor parte de la suya delante de un ordenador -, este tipo de cosas – si, ir a ver '8 apellidos' catalanes' – se convierten no solo en algo divertido, sino en una reivindicación, en un elemento de reafirmación de clase respecto al desprecio general que se proyecta contra este tipo de manifestaciones culturales. Es un grito que dice "¡esto es lo que nos mola y no es para vosotros!".

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El personaje de Berto Romero es el ejemplo perfecto: el tipo no lo hace especialmente bien, sus chistes no tienen mucha gracia y el rollo de reírse de los modernos hace ya unos años que está bastante out. Pero es que ese personaje no está pensado para los críticos de cine ni para los analistas de los medios ni para ningún pseudocintelectual, sino al contrario, para la mayoría de la gente, para esa gente que por mucho tiempo que pase, los modernos, los raritos, siempre van a dar juego y siempre va a causar carcajadas constantes y cuando no sean ellos, serán otros parecidos, porque hay una distancia abismal entre ambos por mucho que cada vez vivan más cerca; o quizás sea precisamente por eso. Por eso Pau Serra – el personaje de Berto – es la némesis de nuestro querido y campechano protagonista, por eso no quieren que se case con 'la vasca' sino que se case con la gallega moderna acomplejada; ya sabéis, "cada oveja con su pareja".

En fin, lo que quiero decir con todo esto es que si la película es divertida, la gente se lo pasa bien y tiene ganas de verla, es por algo más que por una buena campaña de publicidad – que tampoco le hacía falta después del exitazo de la primera - y un par de caras bonitas – y brazos bonitos también, que vaya bíceps se gasta Dani Rovira – sino porque realmente empatizan con una serie de situaciones, sienten que les hablan directamente a ellos o al menos pueden ser interpelados por ellas, algo que los monólogos de los nihilistas cínicos de moda o sobre la vida de un treintañero cultureta a la deriva no hacen, una empatía que solo pueden desarrollar aquellos que aún son capaces de sentir cosas buenas y puras. Además ¡que cojones! Hay bromas bastante buenas y algunas que muy sutiles dentro de lo que cabe, bromas que muchas veces se pasaban por alto como cuando el padre la protagonista dice que el se llama Koldo "aquí, y en la China Popular", que pasa tan rápido y en medio de tanto barullo que ese guiño al ya olvidadísimo Carod Rovira se pierde en medio la escena.

Así que simplemente, dejad de ser unos capullos, abrid vuestros brazos y vuestras mentes a nuestro humor, el humor de vuestros padres y de los padres de vuestros padres, dejad que entre en vosotros la comedia típica de la madre patria, porque suficiente tenemos ya con el el Black Friday, el Ciber Monday e incluso con que algunos desgraciados que empiezan a celebrar ya esa mierda de la 'Acción de gracias' – si, esto es real – como para empezar a vilipendiar nuestra propia identidad humorística. Luchemos contra la globalización, defendamos '8 apellidos catalanes'.