FYI.

This story is over 5 years old.

dinero

Comprar un piso me arruinó la vida

Casi una década después de que estallara la burbuja inmobiliaria, sigo sufriendo las consecuencias.
MA
traducido por Mario Abad

A los 24 años, con un sueldo anual de 35.000 dólares (31.350 euros) trabajando como asistente editorial en un periódico, me compré un piso de 71 metros cuadrados y un dormitorio en el norte de Virginia. Fue en 2006, cuando la burbuja inmobiliaria se encontraba en su momento de máxima distensión.

Era, de hecho, la peor época para adquirir una vivienda. Pude evitar meterme en un préstamo de alto riesgo porque contaba con el apoyo financiero de mis padres, pero aun así, fue una pésima decisión.

Publicidad

LEE: Por qué nuestra generación está tan obsesionada con el dinero y el estatus


Once años después, estoy endeudado hasta las cejas y asediado por el banco, incapaz de salir de una trampa inmobiliaria que me ha cambiado la vida. Incluso mientras mi país, EE. UU., se recupera de la crisis de 2008, yo sigo sufriendo las consecuencias del colapso financiero.

A toro pasado, es muy fácil para muchos pronosticar mi camino a la ruina desde la comodidad de su situación. Estaba claro que yo solo no ganaba lo suficiente como para permitirme un piso así, y mi profesión en prensa escrita no se conoce precisamente por ofrecer unos sueldos sustanciosos. Además, la compra coincidió con un momento en que el empleo en diarios impresos empezaba a decrecer y todavía no había demasiadas oportunidades laborales en los medios digitales.

Once años después, estoy endeudado hasta las cejas y asediado por el banco, incapaz de salir de una trampa inmobiliaria que me ha cambiado la vida

Pese a todo, mis padres me presionaron con el tema de tener una vivienda en propiedad. Yo les dije que había oído hablar de una posible burbuja inmobiliaria, pero me ignoraron.

Me preocupaba pensar en lo que pudiera pasar si de repente tuviera que mudarme a otra ciudad por trabajo, una posibilidad muy realista para alguien que se iniciaba en el periodismo. Mis padres me dijeron que si no compraba entonces, seguramente nunca lo haría. No sé si a día de hoy ese comentario me preocuparía, pero entonces me asustó.

Publicidad

En resumidas cuentas, era un chico de 24 años que tenía ante él lo que parecía una gran oportunidad. Mis padres me iban a ayudar a comprarme un hogar. ¿Quién podría decir que no a semejante oferta?

En resumidas cuentas, era un chico de 24 años que tenía ante él lo que parecía una gran oportunidad

En aquella época no podía decirse que fuera muy disciplinado respecto a mi economía —tal vez otra razón por la que no debí haberme comprado el piso—, pero supuse que si mis padres, los dos funcionarios en puestos relacionados con la economía, se mostraban tan confiados, todo saldría bien. Me tranquilizaba viendo que había gente que ganaba pequeñas fortunas comprando y vendiendo casas. Imaginé que podría vivir en mi piso unos años, mudarme si fuera el caso y quizá incluso ganarme un dinero extra.

No podía estar más equivocado: a día de hoy sigo viviendo en el mismo piso, o quizá debería decir sobreviviendo. No puedo venderlo. Mi hipoteca es una de las 5,5 millones —o casi el 10 por ciento del total de hipotecas de EE. UU.— cuyos titulares deben más de lo que vale la vivienda para la que la solicitaron.

Me tranquilizaba viendo que había gente que ganaba pequeñas fortunas comprando y vendiendo casas

Hago malabarismos para llegar a final de mes y trabajo durante larguísimas jornadas en un intento desesperado por mantenerme a flote y evitar que ejecuten mi hipoteca. Hasta ahora, lo único que estoy a punto de conseguir es cubrir el valor de la propiedad que se perdió durante la crisis, y eso siendo muy optimistas. Después de más de una década pagando intereses, la simple idea de poder deshacerme de este piso, aunque sea con una mano delante y otra detrás, es como un sueño para mí. Pero me preocupa no ser capaz de llegar a ese punto, y ya ni sueño con acercarme a ser el verdadero propietario de la vivienda.

Publicidad

Aunque me haya salido el tiro por la culata, soy consciente del privilegio que supone haber tenido la oportunidad. Si bien no hizo falta ningún pago inicial para la compra, mis padres aportaron un depósito de 5.000 dólares (4.300 euros) que recuperaron al cerrarse la venta. No muchos chicos de 24 años tienen esa oportunidad. Mis padres también me ayudaron al principio con las facturas, con la idea de que al cabo de unos pocos años pudiera hacerme cargo yo solo.

Después de más de una década pagando intereses, la simple idea de poder deshacerme de este piso, aunque sea con una mano delante y otra detrás, es como un sueño para mí

En 2008, aquello parecía un buen plan, incluso mientras veíamos cómo la crisis provocaba una bajada de cerca de un tercio del valor de la vivienda. Fue un gran año en el que ganaba un buen sueldo, gracias en parte a la publicación de mi primer libro. Por desgracia, luego llegó la mala época.

En 2015 dejé un trabajo como editor a tiempo completo. Sabía que, con la cuota mensual de la hipoteca más otras facturas que pagar, intentar ganarme la vida como escritor independiente era muy arriesgado. Al principio, como autónomo ganaba lo mismo que en mi otro trabajo.

Sin embargo, debido al ritmo glacial con el que las editoriales pagan a sus colaboradores, a veces la fecha de vencimiento de las facturas llegaba antes que el pago de mis cheques, con lo cual a menudo el banco me cosía a penalizaciones de 35 dólares por descubiertos en la cuenta. Los pagos se seguían acumulando, lo que no me permitía ahorrar dinero pese a que ganaba lo suficiente como para apartar algo cada mes. A principios de 2017, empezó a bajar el volumen de encargos que recibía.

Publicidad

Los pagos se seguían acumulando, lo que no me permitía ahorrar dinero pese a que ganaba lo suficiente como para apartar algo cada mes

Necesitaba un trabajo que me permitiera cubrir todos mis gastos mensuales. Así, durante los últimos seis meses he estado ocupado con dos trabajos a tiempo parcial, entre los cuales he ido intercalando como podía encargos esporádicos como autónomo. Este verano hubo un periodo en el que trabajé 60 días seguidos, lo cual me permitió ganar lo justo para cubrir gastos. Para la comida y los gastos diarios me las he apañado con las propinas que me dan en los otros dos trabajos.

El problema es que, entre gastos inesperados y tasas del banco, las deudas se han disparado. Voy atrasado con algunos pagos. A no ser que me aparezca un trabajo sorpresa que le dé un buen empujón a mis ahorros, no sé cómo voy a conseguir salir de esta. Mis padres ya están jubilados y reciben unos ingresos fijos al mes. Incluso aunque quisiera recurrir a ellos para que me echaran una mano —que no quiero—, no creo que pudieran ayudarme.

A no ser que me aparezca un trabajo sorpresa que le dé un buen empujón a mis ahorros, no sé cómo voy a conseguir salir de esta

No me importaría que ejecutaran la hipoteca con tal de salir de este follón, aunque eso supusiera aumentar el crédito, pero el problema es que mis padres están vinculados a la hipoteca, por lo que una ejecución también les afectaría a ellos. De momento no me queda otra que seguir luchando como pueda.

Publicidad

Soy plenamente responsable de mi situación laboral y estoy más que dispuesto a reconocer que estoy viviendo por encima de mis posibilidades, pero no puedo hacer nada al respecto.

Lo que más me indigna es haber pasado más de diez años pagando por una vivienda y que, pese a todo, todavía no haya siquiera alcanzado el valor suficiente como para venderla sin perder dinero. La verdad es que la mejor solución habría sido alquilar el piso. He tenido que recurrir a la ayuda de amigos, pedir a mis seguidores de Twitter que hagan el donativo que consideren oportuno y rogar al director del banco que desbloquee uno de los cheques que me habían embargado. Es muy humillante. Debido a mis ingresos anuales, no se puede considerar que esté bajo el umbral de la pobreza.

Lo que más me indigna es haber pasado más de diez años pagando por una vivienda y que, pese a todo, todavía no haya siquiera alcanzado el valor suficiente como para venderla sin perder dinero

Muchos amigos a menudo me recomiendan que alquile mi piso, ya que en la zona de DC los alquileres se han disparado muchísimo, pero el problema con eso es doble: el importe por el que podría alquilar el piso no sería suficiente como para cubrir la cuota mensual de la hipoteca, y para poder alquilarlo al valor del mercado, tendría que sustituir la moqueta, pintar las paredes y comprar un nuevo aparato de aire acondicionado, gastos que no puedo permitirme en estos momentos.

Publicidad

A principios de este año leí otro de los muchos artículos reductivos sobre los jóvenes, en este caso centrado en la tendencia de las nuevas generaciones a no comprar vivienda. La razón, según un millonario australiano de quien no había oído hablar en mi vida y espero no volver a oír hablar nunca más, era que los jóvenes gastan demasiado en frivolidades como tostadas con aguacate y café exclusivo en lugar de ahorrar para la entrada de un piso.

Puede que la razón por la que los jóvenes no se compran una casa es porque saben lo que están haciendo

No tardaron en llegar los argumentos que desmontaban ese razonamiento: los expertos aseguran que los hábitos de consumo de los jóvenes son mucho más frugales que los de la generación del baby boom. Tampoco ayuda el hecho de que, desde que se produjera la crisis, las empresas constructoras se hayan centrado en crear viviendas de lujo, en vez de pisos asequibles para gente joven.

Pero según mi experiencia, puede que la razón por la que los jóvenes no se compran una casa es porque saben lo que están haciendo.

Sigue a Mike Tunison en Twitter.