Mujeres maoríes hablan sobre sus tatuajes sagrados en la barbilla
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Identidad

Mujeres maoríes hablan sobre sus tatuajes sagrados en la barbilla

Cuando Nueva Zelanda fue colonizada en el siglo XIX, la antigua práctica maorí del "moko kauae" —o tatuaje facial sagrado de las mujeres— empezó a desaparecer. Ahora esta forma de arte está viviendo un resurgimiento. Aquí te explicamos qué significa...

Las mujeres maoríes de Nueva Zelanda consideran el moko kauae, o tatuaje tradicional en la barbilla de las mujeres, como una manifestación física de su auténtica identidad. Se cree que todas las mujeres maoríes llevan un moko en su interior, cerca del corazón y, cuando están listas, el tatuador simplemente lo saca a la superficie. El mes pasado Nanaia Mahuta se convirtió en la primera miembro del parlamento del mundo en llevar un moko kauae. Esta mujer de 46 años de edad hizo historia no solo por su decisión de llevar su identidad maorí sobre el rostro en un entorno político, sino también como parte del resurgimiento de este tatuaje tradicional entre las mujeres maoríes.

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Cuando me lo hice, me sentí increíblemente calmada. Sentí como si siempre hubiera estado ahí

"Ha habido varios momentos clave en mi vida y me pareció lo correcto marcarlos de modo que supusieran una declaración positiva sobre mi identidad", explicó a Broadly Nanaia (abajo). "Quién soy, de dónde vengo y la contribución que deseo continuar haciendo. Cuando me lo hice, me sentí increíblemente calmada. Sentí como si siempre hubiera estado ahí".

El moko de Nanaia marcó el aniversario de la muerte de su padre y su diseño incorpora los patrones de los relieves tradicionales de su tribu, los Ngāti Maniapoto, pero también se hizo hacer el moko para inspirar a su hija de tres años. "Como mujer maorí joven, quiero que mi hija sepa que lo tiene todo al alcance de la mano, solo tiene que estirar el brazo y cogerlo".

Nanaia Mahuta. Foto por Kina Sai

La primera vez que Nanaia asistió al parlamento llevando el moko fue un momento muy emotivo. "Otras mujeres maoríes me transmitieron su orgullo", recuerda. "Ha resultado muy interesante. La gente te mira de un modo diferente. Es un indicativo cultural y transmite con toda claridad, cuando estoy sentada en torno a una mesa, que represento determinado modo de pensar".

Los tatuajes faciales y corporales de los maoríes se conocen como Tā moko, una forma de arte ancestral cuyos orígenes se sitúan en la Polinesia Occidental. Los intrincados diseños se graban sobre la piel empleando una herramienta llamada uhi y después la tinta se filtra dentro de las líneas grabadas. El Tā moko representa la herencia familiar y el estatus social de la persona que lo lleva. Se cree que el receptor visita un reino espiritual donde se encuentra con sus ancestros y de donde regresa siendo una persona nueva.

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Para las mujeres maoríes, tal y como indica el historiador Michael King en su importante libro Moko, el moko era un rito de transición entre la niñez y la edad adulta de las mujeres.

Mujer maorí, en torno a 1890. Foto cortesía de Sir George Grey Special Collections, Auckland Libraries

Pero a partir de 1840, bajo el influjo de los colonos ingleses, los maoríes fueron expulsados de sus tierras y comenzó un proceso de asimilación. Se aprobaron leyes coloniales que prohibían lo que se conocen como astohunga, o expertos maoríes, y que los niños hablaran maorí en los colegios. Hacia la década de 1970, el moko prácticamente había desaparecido. Solo algunas ancianas lo llevaban y en cualquier otro lugar los tatuajes faciales tenían connotaciones negativas: adoptados por los desencantados maoríes urbanos pasaron a asociarse con las bandas y el crimen.

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Las cosas empezaron a cambiar en la década de 1980, cuando se produjo un esfuerzo por recuperar el lenguaje y la cultura maoríes, y en años más recientes se ha producido un renacer de las prácticas ancestrales entre las mujeres maoríes de todas las edades. La artista del Tā moko Pip Hartley, de 33 años de edad, pertenece a una nueva generación de maoríes que están sacando adelante esta forma de arte. Cuando tenía 18 años empezó a viajar a regiones remotas del país, para aprender ese arte ancestral, antes de abrir su estudio de tatuaje en Auckland este año, Karanga Ink.

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Pip explica a Broadly que el proceso del moko es intensamente personal. "Prefiero dibujar directamente sobre la persona, porque es un intercambio de wairua (energía). Se trata de trabajar con los contornos de sus cuerpos y de traducir sus historias. Y para mucha gente es una experiencia transformadora. Cada vez que lo ven, les recuerda lo que han conseguido en la vida y que sus tapuna [ancestros] les guardan las espaldas".

Pip Hartley empleando su uhi, la herramienta tradicional para el Tā moko. Vídeo cortesía de Karanga Ink

Cuando una mujer está lista para recibir su moko kauae, se produce una llamada interna, afirma Pip. "Sin duda es la representación de su cultura y de su compromiso con ella. Y también significa tener una conexión más cercana con sus ancestros. Puede que haya personas que los miren con escepticismo, sin entenderlos, pero creo en realidad es algo para lo que estas wahine [mujeres] están preparadas y que les hace sentir confianza en sí mismas. No puedo esperar a hacerme el mío".

Para la tejedora Jude Hoani, recibir su moko el año pasado tuvo que ver con definir su auténtica esencia. "Tengo una de esas caras que pueden encajar en muchas culturas", explica a Broadly. "Y para mí supuso hacer una declaración abierta en torno a quién soy en relación con este país. Llevaba 20 años pensándolo".

Jude (abajo) expuso el tema por primera vez a su marido fallecido. "Él me dijo, 'no quiero que te lo hagas'. Yo le dije, 'Bueno, no es asunto tuyo y no formas parte del proceso de toma de decisión. Eso lo tienes que entender'". Su primo, el renombrado artista de Tā moko Gordon Toi, le tomaba el pelo y le decía: "Jude, tengo un sitio reservado para ti en mi camilla".

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Cuando el hermano mayor de Jude falleció por un fallo renal, su decisión estaba tomada. "Estábamos muy, muy unidos. Por aquella época, Gordon volvió a aparecer en mi vida y yo le dije, 'Bueno, estoy lista para subir a tu camilla'".

Jude Hoani. Fotografía por Stephen Langdon

Jude dice que el tatuaje en sí, que le llevó media hora usando una máquina de tatuar normal, no fue nada doloroso. "Fue más incómodo que doloroso. Un cuarto de naranja dentro de la boca para morder y ya habíamos acabado". El diseño de su barbilla es un ruru o búho estilizado. Según la tradición maorí, el ruru es el kaitiaki (guardián) de la barbilla. Su moko también posee elementos de un tipo de grabado propio de su tribu, los Ngāpuhi.

Desde que se hizo el moko, Jude afirma sentirse más visible. "Muchas personas de mi localidad que nunca me habían dirigido la palabra empezaron a hablar conmigo. Ahora me ven, me miran, observan mi cara y me miran a los ojos".

Ahora que tengo este moko ya no soy invisible

"Estaba el otro día hablando con una amiga mía Pākehā [neozelandesa blanca] que tiene setenta y pico años", añade Jude. "Me decía que cada vez le gusta menos ir a la ciudad porque cuando se acerca a un mostrador siempre la ignoran. Me dijo: 'Estoy segura de que es por mi edad'. Ahora que tengo este moko, eso a mí ya no me pasa. Ya no soy invisible".

Benita Tahuri (abajo), de 48 años de edad, pasó más de la mitad de su vida pensando en hacerse su moko, algo que compartían todas las mujeres con las que habló Broadly. "Siempre supe dentro de mí que quería uno y después de atravesar un montón de cambios y retos en mi vida y después de mucho reflexionar, supe que era lo correcto", explica.

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"Para mí hablaba de sanación, reflexión, empoderamiento e identidad. No era ningún tipo de pensamiento consciente… la manifestación física del moko kauae es el final de un viaje".

Benita Tahuri. Foto por Stephen Langdon

"Muchas veces se piensa que no todo el mundo puede hacerse uno, que debes ganártelo", explica Benita. "Pero yo creo que, si eres maorí, es tu derecho desde que naces. Nadie puede detenerte si tú crees que es lo adecuado. Es algo que antes era normal y después pasó a no serlo. Hemos tenido que esforzarnos mucho para recuperar muchas cosas, así que no deberíamos ponernos barreras".

Benita pertenece a las tribus Ngāti Kahungunu y Tūhoe. Creció en la pequeña localidad de Wairoa, en la isla norte de Nueva Zelanda. El pub local tenía una norma no escrita: la barra de atrás era para los maoríes y la de delante para los Pākehā [blancos]. Nadie hablaba maorí en público. Se mudó a la ciudad y envió a sus hijos a colegios de integración para maoríes, y ahora sus hijas Honey (23) y Anahera (25) tienen su propio moko.

"Quería que [el moko] formara parte de lo que era normal para ellas", explica la madre. "Para mí fue más un proceso, pero para ellas fue simplemente lo que hicieron. Y ahí radica su naturaleza tan especial. Ya sabes, no puedes simplemente obviarlo, como cuando tienes un tatuaje y te pones una camisa para taparlo. Está ahí de por vida. Es un compromiso contigo misma y con tu identidad".

"Es como decir 'esto es lo que soy, este tatuaje es quien soy'".

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Benita con sus hijas Honey y Anahera. Foto por Stephen Langdon

Conforme la aguja perforaba la piel de Drina Paratene, lo único que sintió fue una enorme paz. "Había estado preparándome mentalmente", afirma esta mujer de 52 años (imagen inferior). "Entonamos karakia [plegarias] antes de empezar. Esperaba sufrir un dolor bastante grande, pero no noté nada de nada".

Tumbada sobre el suelo en su casa, Drina recibió su moko a manos de la artista Pip Hartley. Pip empleó la herramienta tradicional, el uhi, que en tiempos precoloniales era un cincel hecho de hueso, sumergido en pigmento y después usado para cortar la piel. Pip emplea una aguja en su uhi, introduciendo a mano la tinta dentro de la piel mediante la técnica tradicional.

"Quería que usara el uhi porque nos permite conectar con nuestros ancestros y con sus experiencias", explica Drina, profesora de lengua maorí. "Pensé, 'Vale, probablemente se pondrá peor más adelante', pero estuve ahí tumbada durante seis horas y no sentí dolor alguno".

Drina formó parte del movimiento político Kōhanga Reo, que ejerció presión para recuperar la lengua maorí a principios de los ochenta. "Quería formar parte del grupo colectivo de mujeres que llevan moko kauae para revitalizar esta tikanga [costumbre] y que pudiéramos normalizarla en nuestra sociedad", afirma. El moko de Drina simboliza los tres valores que considera esenciales para dar sentido a la vida: el primero es tika, o sinceridad e integridad; el segundo es pono, o creencia en un orden espiritual superior; y el tercero es aroha, que significa amor.

"Quería impartir esos valores a mis hijos y a mis nietos", indica. "Cuando miran mi moko kauae reciben un mensaje que gira en torno a vivir con un propósito en la vida".

Drina Paratene. Foto por Stephen Langdon