Probé el reto de comerme una hamburguesa de 2 kilos en 30 minutos
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Comida

Probé el reto de comerme una hamburguesa de 2 kilos en 30 minutos

Cuatro piezas de carne, bacon, huevos fritos y un recuerdo inolvidable.

Los juglares harán cantares sobre mis gestas. Es lo que pensé cuando vi el reto de una hamburguesa de 2 kilos por Instagram en un restaurante de Barcelona que despertó mis glándulas salivales para terminar enfrentándome a este desafío con un final que no olvidaré en lo que me resta de vida.

Acabé encomendándome al Cristo de los Favores

Todo comenzó con una inocente llamada.

Después de soñar despierto entre mis grandes empaches de los últimos años —algo bastante habitual porque comer sin topes es un placer superlativo—, he conseguido el teléfono de Daniel, uno de los jefes de Anauco, el restaurante artífice de esta megaconstrucción culinaria.

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“Más vale ir bien comido que bien vestido”

Le llamo y le explico mi cometido provocando un inocente aviso sobre mi persona que a la postre recordaría una y otra vez: “Es muy grande, Jordi”. A simple vista queda. La amenaza a mi sistema cardiovascular la componen cuatro hamburguesas de 250 gr de carne bovina, 200 gr de bacon, 200 gr de queso cheddar, cuatro huevos fritos, cebolla, lechuga, pepinillos y, para rematar, un cuarto de kilo de patatas fritas. Una locura de unas 5.300 kcal que debo comer en 30 MINUTOS para no abonar los 34,90 € que cuesta. La ilusión se transforma en miedo.

El faraónico desafío

Dentro de su carta repleta de platos artesanales, el reto lo llevan haciendo desde hace unos 4 años. “Nos vino la idea por el programa Crónicas Carnívoras y, después de que mi hermano y socio comprobara que era viable engullendo una, lo lanzamos”, explica Daniel.

Me imagino que muchos serán los valientes como yo, pero pocos los que lo consiguen: “En Barcelona se la han terminado unas 25 personas, y en Madrid 15. Cada semana se pide una o dos veces y me sorprende que los tipos de gran envergadura no suelen conseguirlo. Más bien es la gente delgada o cachas la que acaba con el reto”. Bueno, encajo más o menos en el perfil de éxito, así que quedamos al día siguiente amparado bajo un resquicio de esperanza.

“Con la barriga vacía ninguno muestra alegría”

Ha llegado el día e investigo sobre qué técnicas de deglución debo seguir. Según leo, lo primero es quitar la rebanada de arriba porque el pan se debe dejar lo último para comerlo mojado en agua cuando ya no puedas más. Bueno, lo primero que recomiendan es ir al médico para que te dé el visto bueno, pero como soy algo inconsciente y voy justo de tiempo, no le doy importancia.

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Solo sé que cuando se me atasque el bolo alimenticio en la tráquea, debo hidratarme para seguir sin pensar mucho en la hamburguesa. Es algo así como una guerra psicológica entre un amasijo calórico y una persona un tanto descerebrada, con un desenlace que suele terminar con el triunfo del inanimado cúmulo gastronómico.

Mi desayuno

Otro de los consejos es cenar ligero la noche anterior e ingerir únicamente líquidos durante la mañana para avivar los rugidos de hambruna estomacal. Así lo hago. Mientras mis compañeros de redacción se nutren con fruta deliciosa o algún sándwich que me hace salivar, yo me lleno un enorme vaso de agua varias veces en pocas horas. Mis tripas no cesan de sonar y no paro de observar la foto de la hamburguesa que voy a comer. Qué ganas.

El garito que me va a poner a prueba

Llego al restaurante y me dan la bienvenida dos camareros que están avisados de mi encomienda. Mientras me acompañan a la mesa, una camarera me explica que un americano que va por el mundo engullendo retos culinarios se comió dos hamburguesas de 2 kilos en 46 minutos. Anonadado me hallo.

Toda esa carne de la bandeja es para mí

Me siento, pido el reto y una botella de agua. “¿Quiere algo más?”, me espeta la empleada. Como si no tuviera suficiente con la criatura cárnica que surca los mares de mis temores. Pues se ve que hay peña que lo acompaña con un entrante. Gente que valora poco su existencia y deja su destino en manos de los triglicéridos por falta de apego a la vida, me imagino. Le contesto que con el emparedado de cuatro hamburguesas, cuatro huevos fritos, bacon, queso, lechuga, pepinillos y patatas fritas es suficiente. Muchas gracias.

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Para el último piso se necesitaron cuatro manos

A los pocos minutos me dirijo a la cocina para ver cómo preparan "el coloso" y mis temores se manifiestan en forma de risa nerviosa. El cocinero comienza a colocar sobre la base de pan, lechuga y pepinillos, una hamburguesa con queso y bacon, un huevo y la salsa. Otra hamburguesa, huevo y salsa. Otra más, hasta que es necesaria la ayuda del pinche a modo de andamio. Cuatro manos esculpen esta gloriosa creación humana.

La 8ª maravilla del mundo moderno

Vuelvo a la mesa y a los pocos segundos comienza a sonar de fondo “Eye of the tiger”, la famosa canción de Rocky. Sí, ahí viene. La camarera aúpa el plato como si Jerjes el Grande se acercara en volandas a las Termópilas para intimidar a Leónidas y conseguir su capitulación. This is Sparta!

Mi cara de niño bueno es por el acojone

La bengala se consume y el camarero saca el cronómetro para dar salida a los 30 minutos del reto. Empiezo y lo primero que hago es dejar a un lado el pan mientras me como unas patatuelas. Qué rico todo, en especial el toque suave que le da la salsa secreta. Al estar hambriento, engullo la primera capa sin problema bajo la mirada incrédula de los demás comensales que atestiguan algo flipados que un humano corriente intente comer una hamburguesa del tamaño de un sietemesino.

Disfrutando, todavía

Continúo sin distracción alguna. Como se sujeta por varios palillos, voy jugando con ellos para que no se desparrame a las primeras de cambio. Sigo con la segunda pieza y mi estómago parece estar ya conforme con lo hasta ahora ingerido. Llevaré como 300 gramos de carne, dos huevos fritos y bastante bacon y queso, así que es normal que mi cuerpo diga que ya no necesita más.

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No puedo parar de comer

Es en este momento cuando me viene en mente alguien que suelo dejar olvidada pese a que siempre me acompaña cuando la cosa se pone peliaguda. Nunca me critica, sino que me respalda cuando hace falta y arrasa con todos mis obstáculos sin pedir explicación alguna. Es algo así como mi heroína encubierta. Gracias por tanto y disculpa por no valorarte como te mereces, vesícula biliar. Desprende tu ira.

“De grandes cenas están las sepulturas llenas”

Me termino el segundo piso y aminoro la marcha. He acabado con más de medio kilo de carne y estoy repleto, pero intento no pensar mucho mientras me como algunas patatas y sigo cortando carne. Comienza a hacerse cansino el sabor y la experiencia pasa a la fase del Tourmalet.

Menos de cuatro minutos para terminarme todo eso

De la nada me sale el camarero con el maldito cronómetro. “Te quedan 4 minutos”, me suelta. ¡Ya ha pasado tanto tiempo! Tengo por delante algo menos de media hamburguesaca y encima me mete presión. Me explica que hace una semana vino un tipo que se comió el reto en 12 minutos. ¡12 MINUTOS! Eso no es una persona normal. Es imposible engullir tan rápido.

Es como una paradoja de Escher que nunca termina

Cuando voy por el tercer pedazo de carne comienzan los sudores fríos. El sabor que al principio tanto me gustaba ejerce el efecto contrario. Esa salsa con un toque a ajo mezclado con las distintas texturas ha dejado de transportarme a los parajes prohibidos de la lujuria culinaria para encadenarme en algún sótano de los suburbios de la indigestión.

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"De hambre a nadie vi morir. De mucho comer, cien mil"

Me meto otro bocado en la boca, lo mastico con bastante repelús y trago agua para ayudar la deglución. Mi ritmo es cada vez más y más lento y mi cabeza solo piensa que no se va a terminar nunca. Por más que corte siempre queda. Cojo otro pedazo y me lo acerco a la boca provocando un escalofrío que recorre todo mi cuerpo poniendo en guardia a mi piel. Me encuentro bastante regular.

Mi cara es un poema

Ahí viene otra vez el camarero con su dosis de realidad. “Ya has pasado el tiempo”, me dice al enseñarme la pantalla del móvil. Desde hacía unos minutos ya era consciente de que no podría acabarme “el monstruo”, pero lo que jamás había experimentado era esta sensación de malestar físico al comer sin padecer ningún tipo de virus. Me imagino que habrá sido por comenzar con tanta gula desquebrajado mi sistema digestivo. Me voy de la vida.

Acabé claudicando ante el señor Roca

Tras unos segundos de desconcierto divagando entre la realidad y la fantasía, mi estómago me exhorta a lo inevitable. Me levanto como una exhalación y me dirijo al baño sin el menor miramiento. Tengo una pelota de unos 1.400 gramos entre patatas y demás ingredientes de la hamburguesa deseando salir.

Sí, así he quedado: sin un ápice de pundonor

Tocado y hundido. La ilusión y la hambruna se han desdibujado hasta convertirme en un ejemplo más de idiotez que ha desafiado a su cuerpo para terminar siendo un escombro que ha mancillado un límpido retrete hasta echar el último ápice de dignidad.

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Nadie me echaba de menos

Tras unos minutos, vuelvo a la mesa junto al cadáver mutilado de esa magnánima hamburguesa y veo venir al camarero de nuevo: “Si quieres te lo pongo para llevar”. Asiento mientras me recompongo y vuelvo a mi estado normal. Sabes esa sensación de liberación después de la purgación, ¿verdad? Pues eso.

Los restos para la cena

En fin. Después de tomarme un cortado y lavarme los dientes, me despido de los camareros que me muestran su apoyo ante mi estrepitoso fracaso ya que la mayoría de insensatos no lo consiguen, y salgo por donde he venido en busca de una buena dosis de Almax.

"Una manzana cada día, el médico te ahorraría"

Ha sido un primer reto gastronómico bastante sufrido, aunque no puedo asegurar que será la última vez que ponga mi integridad física a prueba. Sí, lo sé, pero ya lo decía el bueno de Einstein: "Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo".