A días de la Mayweather-McGregor, la T-Mobile Arena reporta 7 mil lugares disponibles

Estamos a cuatro días de que la farsa más grande del boxeo en los últimos años dé comienzo. Después de una sobredosis de payasadas, insultos, diálogos prefabricados, y falsas promesas de nocauts y episodios de adrenalina pura, Floyd Mayweather Jr. saldrá del retiro para enfrentar al irlandés campeón de UFC, Conor McGregor (quien, por si habían olvidado, hará su debut profesional en el boxeo esa misma noche). El chiste se cuenta solo.

Sin embargo, por más pomposa que haya sido la producción y el bombardeo de la prensa detrás del “circo del siglo”, los boletos parecen no querer venderse a pocos días del evento. De acuerdo con el reportero de la BBC, Mike Costello, existen hasta siete mil lugares disponibles en la T-Mobile Arena de Las Vegas. El recinto tiene una capacidad para 18 mil espectadores, y si la venta del boletaje sigue siendo tan lenta como lo ha sido en los últimos días, Conor y Floyd podrían subir al ring ante una arena con huecos evidentes.

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Costello también informa que los precios en sitios de reventa son una verdadera mentada de madre. El boleto más barato con precio aproximado de 500 dólares se puede encontrar en la reventa hasta en 1,300. Y eso es sólo el principio. Los asientos más exclusivos, aquellos que rodean el cuadrilátero, tienen un precio de arranque de 100,250 billetitos verdes.

Otra de las razones de peso para que la T-Mobile Arena aún no se venda en su totalidad es el hartazgo que los verdaderos fanáticos, tanto del boxeo como de las MMA, siente ante tanta falsedad y desprestigio de sus respectivas disciplinas. McGregor le faltó el respeto al mundo del pugilismo queriendo aparentar que cualquiera puede convertirse en boxeador profesional en un abrir y cerrar de ojos. Mayweather hizo lo mismo al mencionar que su revancha podría ser en una jaula. ¿Y qué hay de los sacrificios y los impedimentos que se tienen que superar para llegar a la élite de ambas disciplinas? El boxeo y las artes marciales mixtas no son un juego, pero el dinero y los intereses los convirtieron, desafortunadamente, en ello.