Música

A todos nos gusta Maná (irónicamente)

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Era 2009. El maldito 2009. Cuando todavía existían los White Stripes pero Jack ya estaba mudando Third Man Records a Nashville y a punto de lanzar el Horehound con The Dead Weather. Cuando a penas empezaba a sonar la de “Rolen ese dip” de Adele. Cuando “Viva La Vida” de Coldplay era el “All About That Bass” de Meghan Trainor. El año en el que Lady Gaga se convirtió en la dueña del mundo y el año de la muerte de Michael Jackson. El año en el que hicimos una hora de fila para jugar el Rockband de los Beatles en un bar, escogimos “Octopus’s garden” y perdimos a la mitad de la canción. El año en el que estuvimos en cuarentena durante dos semanas por el brote del virus de la influenza porcina y nos fumamos toda la marihuana que pudimos conseguir mientras paseábamos por las calles completamente vacías con nuestros cubrebocas.

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En ese 2009 del terror, ya era (más o menos) mayor de edad y salía con un tipo que era 15 años mayor que yo. No entendía bien por qué, pero en todas las reuniones de sus “amigos con ondita” siempre había un punto de la fiesta en el que ponían “Womanizer” de Britney Spears o una del Pies Descalzos de Shakira. Para mi gusto, que en ese momento adolescente estaba pasando por esa etapa refinadamente fascista y estrictamente exquisita por la que se somete el criterio de cualquiera que intenta formar una personalidad y autoafirmarse frente a los demás, todo eso era un maldito horror. No lograba entender por qué unos tipos que se la pasaban escuchando a Pulp, a Portishead o a The Kinks, de pronto se les ocurría poner esas baratijas sentimentales.

Lo que todavía no desarrollaba en mi inocencia pueril, era esa sensibilidad para detectar que eran unos hipsters treintones. Porque dentro de su esnobismo absoluto, entre conversaciones en las que aparecían las esculturas de Richard Serra y el documental de la gira de los Pixies de 2004, brotaban estos gestos de apreciación irónica. Y entonces tomaban mezcal (irónicamente), escuchaban a Juanga en las pedas (irónicamente) y se ponían sacos ochenteros con hombreras (irónicamente).

Ya pasaron unos años y ahora mis amigos se ponen camisetas de Hanson (irónicamente), escuchan a TLC (irónicamente) y tienen programas de radio en los que (irónicamente) ponen puras cumbias. No sé cuánto de ironía haya en todo esto. Quizá ahora nos hayamos convertido en unos tipos con pésimo gusto que se excusan con la ironía. O tal vez nuestro gusto se haya moldeado por una nostalgia directamente amarrada con una educación sentimental más barata que el Jabón Zote.

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Ahora que me he permitido relajar el esnobismo y disfrutar de esos placeres indulgentes que tienen el mundo del pop, la música popular, la música romántica y las repeticiones infinitas en los top 40 de las estaciones de radio, me doy cuenta de que la ironía nos empujó hacia un lugar completamente permisivo, en el que no hay ironía que valga. No poder bailar una cumbia sin culpa es lo más maricón que hay en el mundo. Si te pongo una de Selena, la bailas. Y no la bailas porque sea la Diosa Reina de la Technocumbia, querido lector pretencioso, sino porque “Amor Prohibido” es un maldito rolón. Entonces, bajo ese principio libre de pedantería estandarizada como los “guilty pleasures” y el té de hierbas orgánicas, no necesito explicarle a nadie que, si de pronto suena una de Maná y secretamente, por una represión insegura, la disfrutas en silencio, es indicio de una sola cosa: te gusta esa rola de Maná. Te pinche revuelcas de placer escuchando a Maná, pensando en esa infancia tuya tomando chaparritas de uva y comiendo Pizzerolas en la parte trasera del Topaz rojo de tus papás en la carretera hacia Acapulco.

Debo aclarar que no estoy hablando de la inexistencia de lo kitsch. Más bien estoy hablando de una tendencia a cubrir con la ironía el gusto por la cultura pop que en un punto muy confuso se mezcla con la nostalgia y con lo popular. Hay una incapacidad absoluta de distinguir la ironía de la sensibilidad. No hay nada irónico en usar una camiseta de Clueless que compraste en Urban Outfitters. Se venden a cantidades industriales porque todas las personas que compran esas camisetas se identifican con esa serie de televisión adolescente sin ningún dejo de ironía más que el gesto que hacen cuando sus amiguitos les lanzan un comentario tímido sobre la imagen en su ropa.

Baby Nelson & The Phillistines en Raymondstock, 2014. Foto por Daniel Patlán.

Ahora que ya les expliqué, podemos hablar sin problemas sobre Maná. Tenía muy enterrada mi relación con Maná. La tenía castigada. Cuando escuchaba sus canciones en los taxis, en las taquerías o en los bares jodidos a los que nos gusta ir (irónicamente), me generaba un odio absoluto. ¿Por qué? Porque me da tanta vergüenza admitirme a mí misma que siento algo incómodamente placentero en el “pompin pompin de mi corazón” que tengo que reprimirlo de inmediato con algo tan poderoso como el odio. Y me da pena porque… “buguiti-buguiti-buguiti-pa”. Y porque su música es horrenda. Porque usan palabras como “alucine”. Porque Fher canta como un eunuco andaluz. Porque todos los clichés musicales están ahí. Y porque aún así me gustan, “guaio-guaio-ioooo”. Entonces decidí darles 10 razones por las que Maná es (irónicamente) chido.

Los títulos de los discos

Sueños Líquidos, ¿En dónde jugarán los niños?, Falta Amor, Cando los ángeles lloran, Revolución de Amor, Amar es combatir…

Tienen todas las palabras clave para hacer una serie juvenil de TV Azteca como Cumbia Ninja. Tienen mensaje de conciencia social. Pero también son introspectivos. Van de lo general a lo particular. Hay algo en ellos muy humano y místico a la vez. Etéreo y tangible. Muy mexicano pero muy internacional. Trasgresor pero conservador. Son unos genios de la dualidad. No hay duda de por qué “Mariposa Traicionera” y “Pez tiburón” están entre sus éxitos rotundos.

Las onomatopeyas

Maná son los responsables del “racachucuchacachucuchacachucuchá” de Aleks Syntek y el arrababababaseo de Reyli. Si estás en un funeral y algún imprudente canta en bajito: “Como yo te deseo…” es imposible evitar de inmediato un coro de: “na na-na na-na-na-na”. Y si vas en el súper y suena en el celular de alguien un: “Rayando el sol…” tú completas con un “ooooeeeeooo” innegociable. O si caminas en la calle y escuchas que alguien en su regadera canta: “Hoy te vo’a besar, de los pies a la cabeza”, tu asociación inmediata es: “guaio-guaio-ioooo”. Si estás trabajando y la de limpieza pasa con su radio y suena un: “Te deseo”, tus dedos oficinistas teclean sin querer un “aha, aha, uh, ah”. Y así hasta el infinito.

Este video precioso

Genios, genios, carajo.

Las dolorosas

Les concedo que se necesita de un estado emocional particular para que esto pase, pero supongamos que acabas de perder al amor de tu vida para siempre, entonces te subes a un pesero y escuchas “Como dueles en los labios” saliendo con todas sus notas desagradables de la bocina tronada del camión. Ok no. Tu media naranja se fue hoy por un par de años a estudiar a Australia. Se despiden. Te promete que va a regresar. Vas manejando del aeropuerto a tu casa, y del coche destartalado de junto se escapa “El muelle de San Blas”. O… no se enojen, es un ejemplo políticamente incorrecto: Se muere tu papá. Escuchas el “Reloj Cucú” sonando desde la cocina el día del entierro. Lloras. Pinche lloras para siempre.

Ana

Cuando salió el Revolución de Amor en 2002, todavía no se legalizaba el aborto. La canción de “Ana” era una de denuncia social. Un drama que tiene frases como “el globito y la conciencia se quedaron en un cajón”. En su gira para presentar el disco, cuando tocaban la de “Ana” los visuales de atrás era una lluvia de condones. Ésta canción “se irá al jamás”.

Los solos épicos de Alex

¿Alguna vez han ido a un concierto de Maná? ¿No? Qué lástima. Hay un momento clásico en el acto en vivo que siempre se roba a la audiencia como cuando se muere Kenny en South Park o como cuando Joey Santiago de los Pixies hace su solo en “Vamos”. De pronto se eleva la parte trasera del escenario y Alex de Maná hace un solo épico en la batería que dura cerca de 10 minutos. Habrían de verlo para entender.

Sombrero Verde

El antecedente directo de Maná era un grupo que se llamaba Sombrero Verde con el que sacaron un par de discos en 1981 y 1983. No les fue muy bien.

Selva Negra

Maná constituyó la Fundación Selva Negra en 1995 con la dirección de Mari González y Augusto Benavides para financiar y apoyar importantes proyectos destinados a proteger el medio ambiente. También con el apoyo del gobierno de México en los esfuerzos para salvar a la tortuga marina mediante el aumento de 140.000 huevos de tortuga para la liberación en la costa pacífica del país.

Por todas estos éxitos eternos

De nada.

Raquel te invita (irónicamente) a seguirla en Twitter: @salvenseustedes