Un tuitero incauto amenaza de muerte a la directora de un noticiero de televisión que muchos, sabrán ellos por qué, identifican como opositor al gobierno. Un expresidente incauto señala sin pruebas a un columnista satírico de cometer un delito repugnante. Varios medios de comunicación incautos publican el video de una mujer que se desnuda en una estación de policía en Cali ante la presión de los uniformados. Pecan las audiencias, se exceden los políticos y los medios no se autorregulan. Todo esto es inaceptable, pero debajo de estos extremos hay quejas a las que sí hay que escuchar.
Las audiencias se quieren hacer oír, y a veces aúllan
Las amenazas, los insultos y los discursos de odio nacen al margen de las publicaciones de los medios de comunicación, las columnas de los analistas y las opiniones fugaces de algunos periodistas en redes sociales. Nada justifica que la crítica se convierta en violencia. El problema es que el ruido que esta genera hace que muchos medios y periodistas se hagan los de la vista gorda cuando sus audiencias les hablan.
Videos by VICE
Ahí hay muchos lectores juiciosos pidiendo más rigurosidad. Hay otros que quieren más atención a las regiones. Los partidarios más fervorosos de un gran líder repiten sin cesar “periodistas enmermelados”, y aunque ese no es el tono, lo que están diciendo es que no es del todo claro cuáles son las relaciones comerciales de los medios con las entidades públicas. En otros casos, las personas están respondiendo con la misma vehemencia con que algunos analistas critican a los funcionarios públicos. Y los analistas deberían escuchar, en parte porque no están lanzando botellas al mar.
Los periodistas y su ego
De pronto eso creyó cierto periodista radial cuando en una columna le negó el derecho a muchos de hablarle “de tú a tú”. Quizá crea que las réplicas a sus comentarios o análisis no están a su altura. A lo mejor está convencido de que sus columnas son aportes intachables que se empacan al vacío y se mandan a flotar para que la posteridad las rescate.
Claro, aquí volvemos al círculo vicioso del que hablaba arriba. Contaminado por tantos trolls, el columnista no pudo filtrar las críticas de los insultos y resolvió no escuchar a nadie (después de la columna en cuestión decidió cerrar su cuenta de Twitter). Pierde él, pierden las audiencias.
Nada más impopular que este recorderis. Aunque empleados por empresas privadas y sujetos de su propia agencia, los periodistas tienen un alto carácter público. Su trabajo, ojalá lo recordaran a diario, se basa en la defensa de los derechos de muchas personas. Si alguien se siente vulnerado con los comentarios de un comunicador, tiene que expresarlo.
Los funcionarios no entienden que son públicos
Ridículo. Así se ve el expresidente incauto cuando se expone como víctima de persecuciones o difamaciones en su contra. Alguien con tanta trayectoria debería tener el cuero duro y los oídos abiertos a la crítica. Sobre todo si su primo hermano está condenado por parapolítica, su hermano tiene un proceso abierto por lo mismo y varios de sus exfuncionarios están siendo investigados por la justicia. Lo mínimo que deben hacer los periodistas y analistas es indagar si el expresidente está libre de toda culpa.
En cualquier caso, si alguien publica información que no es precisa o es incorrecta, el afectado puede pedir una rectificación. El mismo artículo de la Constitución que nos deja decir lo que nos da la gana, contempla que, si algo de eso no es cierto, se pueden ofrecer pruebas para exigir que lo publicado se corrija.
Ese es el conducto regular si alguien se siente calumniado. Diría que responder con otra calumnia es reducir el debate al nivel de la primaria, pero los niños se dicen “tonto” o “bobo”, no me los imagino tachándose de violadores.
Lea también:
¿Y entonces?
Los que anuncian en tono apocalíptico que nos encontramos ante el fin de los medios se quedan cortos para entender que lo que estamos viviendo es una crisis de la comunicación en masa. Las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, si bien tienen ciertas restricciones, ofrecen suficientes libertades como para causar mucho daño en pocos segundos.
El director de un tradicional diario de circulación nacional reconoció en su videoblog semanal que pecaron al publicar el video de la mujer en la estación de policía, en otros portales la humillación sigue pública y a ella la siguen revictimizando. Los medios actúan sin prudencia, las audiencias se indignan y el círculo de violencia se perpetúa.
Los insensatos que estudiamos Periodismo (o una carrera afín) escuchamos alguna vez que a mediados del siglo XX dos psicólogos de apellidos Shannon y Weaver desarrollaron una teoría de la comunicación lineal. Existe un emisor, un mensaje y un receptor. Años más tarde, el filósofo canadiense Marshal McLuhan explicó todo con más complejidad. De él es la frasesita “el medio es el mensaje” (es un libro, de hecho) y suyo es el concepto de ‘aldea global’”.
En Annie Hall, Woody Allen puso en ridículo a todos los que citamos a McLuhan a la ligera, pero quiero hacer énfasis en un solo punto (y les dejo el tablero en blanco para que expresen sus críticas). Decía el canadiense que los medios (la TV, la radio, la prensa) son extensiones de los sentidos humanos. Estamos en otro lugar cuando nos proyectamos a través de un medio.
McLuhan no alcanzó a ver el caos maravilloso de Internet, pero me inclino a creer que sí imaginó un medio en el cual cada persona pudiera estar presente en muchos mensajes al tiempo. A eso se parecen las redes sociales de hoy. Y eso implica responsabilidades para todo el mundo. Cada persona debería imaginar que le habla de “tú a tú” a otro cuando lo insulta o amenaza a través de una red social. Quizá así lo pensaría dos veces antes de escupir calumnias.
Que las audiencias expresen sus pasiones con respeto, que los funcionarios administren su carácter público con humildad y que los periodistas entiendan que sus lectores tienen cosas importantes que replicarles.
* Asesor de Comunicaciones de la Fundación para la Libertad de Prensa.
** Esta es una columna de opinión. Por tanto, no refleja la postura de VICE Media Inc.