Así es sacarse una carrera desde la cárcel
Photos: Marie Hyld

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Así es sacarse una carrera desde la cárcel

Estudiar en prisión puede ser un viaje largo y solitario.

Arne Jensen nunca imaginó que acabaría siendo un hombre con estudios. “Me encanta ser delincuente”, me asegura alegremente, como si hablara de una recién descubierta pasión por la jardinería.

Este danés de 38 años ha consumido una tercera parte de su vida adulta entre rejas. Ha pasado por diez instituciones por una larga lista de cargos: agresiones, incendios provocados, robo y posesión de marihuana para la venta.

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Actualmente cumple una condena de 12 años después de que lo detuvieran con seis kilos de hachís y 150.000 coronas danesas (unos 20.100 euros) encima. En marzo de 2017, se vio sorprendido en una redada policial en Christiania (Copenhague), en la que se incautó la mayor cantidad de hachís de la historia de Dinamarca.

“Pero ya no tengo futuro como delincuente. Si hay alguna redada en la ciudad en la que vivo, yo soy el primero al que busca la policía”, explica. Por tanto, fue prácticamente la necesidad lo que lo llevó a formarse. “Tenía que buscar otras alternativas en la vida”.

Hace tres años, su mentor en prisión le dijo algo que nadie le había dicho antes: que si quería, él también podía ser estudiante, y que formarse en algo era un esfuerzo que valía la pena.

Tras aquella conversación, Arne se convenció de que podía tener una vida al otro lado del alambre de espinos de la prisión de Horserød y se dispuso a terminar sus estudios de secundaria.

“Quiero tener una vida aburrida, un Volvo, una casa en las afueras, un perro y todo lo demás”, explica.

El Servicio de Prisiones y Libertad Vigilada danés no dispone de cifras que indiquen cuántos presos han empezado o terminado programas de formación mientras cumplían condena. Según Tina Engelbrecht Issing, jefa de un programa de rehabilitación de presos ofrecido por esta institución, entre un 10 y un 20 por ciento de los presos daneses están actualmente cursando algún programa formativo.

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La cuestión de si formarse en prisión evita que los reos vuelvan a una vida de delincuencia tras su puesta en libertad ha sido objeto de innumerables estudios a lo largo de los años

En Dinamarca, el debate sobre si los presos tienen o no derecho a formarse ha causado indignación entre políticos, investigadores y grupos de interés. El asunto se enmarca en una cuestión filosófica y ética más amplia: la de por qué, como sociedad, castigamos a otras personas. ¿Encerramos a los delincuentes simplemente como castigo por su comportamiento y para proteger al público general, o lo hacemos porque creemos que una condena de prisión supone una oportunidad para el reo de formarse y rehabilitarse?

La cuestión de si formarse en prisión evita que los reos vuelvan a una vida de delincuencia tras su puesta en libertad ha sido objeto de innumerables estudios a lo largo de los años. En un metaestudio reciente de mayo de 2018, publicado por el Journal of Experimental Criminology, se analiza un total de 57 estudios sobre este tema hechos en Estados Unidos durante los últimos 37 años. El informe concluía que los presos que habían participado en programas de formación eran un 28 por ciento menos proclives a reincidir que aquellos que no habían asistido a ningún programa durante su condena.

La socióloga y criminóloga Linda Kjær Minke dedicó más de mil horas a llevar a cabo estudios etnográficos en una prisión danesa mientras trabajaba en su doctorado. Además de dar clases de Derecho en la Universidad del Sur de Dinamarca, empezó un proyecto en la prisión de mínima seguridad de Søbysøgård en 2016, que consistía en que los alumnos acudieran a la prisión para recibir clases sobre castigo y prevención de delitos junto con los presos.

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Uno de sus alumnos presos era Thomas*, que lleva cumplidos seis y medio de los nueve años de condena que debe cumplir por cargos relacionados con la tenencia de drogas. Cuando salga de la cárcel quiere llevar una vida normal; por eso decidió sacarse el graduado en prisión y, tras descubrir su interés por el derecho, solicitó una plaza para estudiar en un programa de Derecho Empresarial.

“Linda es una persona encantadora”, me explica. “Empecé a estudiar Derecho gracias a ella, que hizo que pareciera interesante y emocionante. Significa mucho que una persona esté dispuesta a escucharte y luchar por ti”.

“¿Por qué, como sociedad, insistimos en encarcelar juntas a personas con los mismos problemas y dificultades, en lugar de exponerlas a otros individuos que sean distintos a ellas?”

Kjær Minke dice que, a lo largo de su trayectoria profesional, hay algo que siempre le ha parecido extraño. “¿Por qué, como sociedad, insistimos en encarcelar juntas a personas con los mismos problemas y dificultades, en lugar de exponerlas a otros individuos que sean distintos a ellas?”, se pregunta.

En el curso de Kjær Minke, 12 alumnos y 12 presos reciben clases de las mismas asignaturas en la misma clase, dentro del complejo penitenciario. Cuando las completan, los alumnos reciben cinco créditos ECTS, que los alumnos restarán del total de créditos de su grado universitario y los presos podrán usar cuando se inscriban en programas de formación universitaria.

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“Pero no se trata solo de los créditos: lo importante es que los presos sientan que se les trata igual que a los otros estudiantes y tienen la oportunidad de triunfar por sus propios medios”, señala Kjær Minke.

Gracias a este curso, Thomas se animó a matricularse en Derecho, aunque dejó las clases antes de que acabara el primer año. Le costaba seguir el ritmo y decía que sacarse el grado estando en la cárcel se le hacía cuesta arriba.

La mayoría de los presos han cursado programas de formación a distancia y por propia iniciativa. En la prisión les permiten usar las instalaciones como la sala de ordenadores e incluso disponen de la ayuda de un profesor.

“El problema es que viene gente a hacer el ganso y molesta a los que están estudiando, porque no hay nadie que controle la clase. Y cuando hay gente que se pone a decir chorradas, yo también me uno, y al final se te empieza a acumular el trabajo y te desmotivas”, argumenta Thomas.

Thomas suspendió seis de los ocho exámenes que hizo. El listón estaba muy alto y él solo tenía oportunidad de consultar dudas con su profesor una vez a la semana. Si no entendía las respuestas que le había escrito el profesor o tenía más dudas, tenía que esperar otra semana para saber la respuesta.

Aunque Thomas no ha conseguido sacarse el grado de Derecho, quiere empezar a estudiar Ingeniería en la Universidad Técnica de Dinamarca después del verano

“A nadie le gusta sentirse estúpido y lo más fácil es tirar la toalla, pero es una pena. Si tuviéramos la ayuda adecuada seríamos capaces de terminar los trabajos que nos piden”, se lamenta.

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Aunque Thomas no ha conseguido sacarse el grado de Derecho, quiere empezar a estudiar Ingeniería en la Universidad Técnica de Dinamarca después del verano. Pide al Servicio de Prisiones y Libertad Vigilada que facilite a los presos el acceso al profesorado y a sus mentores, que estén físicamente en la prisión.

“Ayudaría mucho a mejorar el ambiente, no parecería tanto una prisión y nos animaría a comportarnos cívicamente. Cuanta más gente de fuera haya aquí, más “normal” parecerá la prisión. Seríamos mejores estudiantes”.

Det Lærende Fængsel (DLF, que traducido significa “Aprender en prisión”) es una organización danesa que trabaja para mejorar los derechos de los presos y facilitarles el acceso a programas educativos. Según la organización, el debate actual sobre el sistema de prisiones está desequilibrado.

*Thomas es un pseudónimo ya que no quería aparecer con su nombre real para mantener su anonimato.

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