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Lo que el selfie de este tío con una mujer atropellada dice de todos nosotros

¿Hemos perdido el sentido de la realidad?
Giorgio Lambri/ Diario Libertà

Sucedió el pasado 26 de mayo en la estación de Piacenza, en la región italiana de Emilia-Romaña. Una mujer fue atropellada por un tren y sufrió la amputación de una pierna. Mientras los servicios de emergencia la atendían, un joven se acercó al andén y se sacó un selfie. Con una mano sostenía el móvil, con la otra, pegada a su cara, hacía el gesto de la victoria.

La foto fue tomada por el periodista Giorgio Lambri y publicada en el diario Libertà. En su cuenta de Facebook, Lambri posteó después un mensaje: "Hemos perdido totalmente el sentido de la ética". Claro que lo hemos perdido. Y probablemente la capacidad de discernir entre analógico y digital, entre realidad y ficción, también. Tiene que ser eso.

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¿Concebía ese chaval vestido de impoluto blanco a la mujer tendida entre las piedras como a un ser humano sufriendo al que le acababan de cortar una pierna? Es imposible que lo hiciera. Que decidiera sacar su móvil y acercarse a las vías tranquilamente, hacer el gesto de la victoria y sacarse una foto con ella de fondo si no la había despersonalizado antes. Si la había pensado por un segundo como a un humano y no como a un meme tristísimo. Nuestras vidas no se parece cada vez más a Black Mirror, nuestras vidas son Black Mirror. Y nosotros somos los responsables.

La policía ferroviaria obligó al tío de blanco a parar de hacerse fotos y lo identificó, por si las imágenes pudieran ser constitutivas de delito. Lo fueran o no, ¿dónde las envió o dónde pensaba enviarlas después? ¿Qué quería hacer con ellas, cuál era su objetivo? ¿Qué comentarios esperaba recibir cuando las enseñara?

Justo antes de leer la historia de esta foto, de camino a la redacción, he visto a un hombre tendido en la calle Barceló, junto a la parada de Tribunal, en Madrid. Parecía borracho y gritaba recostado en mitad del carril taxi. Ninguno de los que corríamos para no llegar tarde al curro hemos invertido unos minutos en preguntarle si le pasaba algo, ni en decirle que era peligroso que siguiera ahí. Pero sí que los hemos invertido en observar la escena un rato.

Algunos, como el chaval de blanco, han sacado el móvil para inmortalizar el momento. Ellos tienen anécdota para contar hoy y documentos gráficos para acreditarla. Y yo tengo batallita para mencionar en este artículo.

Pero, aunque ninguno de nosotros hayamos sido tan capullos, tan inmundos y asquerosos como el tío de la estación de Piacenza, ninguno de nosotros le hemos preguntado a ese señor si estaba bien.

"Hemos perdido totalmente el sentido de la ética", como decía el autor de la fotografía del selfie. Y probablemente el de la realidad también.