Resulta reconfortante creer que podemos detectar fácilmente a un acosador: el clásico tipo de dudoso aspecto, ataviado con una gabardina y que hace cosas obvias como seguir a las mujeres hasta la portería de su casa o averiguar sus datos personales. ¿Verdad?
Sin embargo, el perfil de las personas que muestran el comportamiento obsesivo asociado al acoso ―como seguir a alguien, enviar regalos o notas a quien no desea recibirlos o perseguir a una persona hasta su casa o su trabajo― es mucho más variopinto de lo que se retrata en los estereotipos culturales.
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Precisamente debido, en parte, a estereotipos que dan lugar a equívocos, Gary Walker (nombre ficticio) se negaba a reconocer que acosaba a su exnovia hasta que ella usó esa palabra para definirlo. Fue entonces cuando Walker, de 25 años, se dio cuenta de las cosas que había hecho durante su relación y en otras anteriores―como llamar demasiadas veces por teléfono cuando le habían dejado claro que no querían saber de él, o ponerse en contacto con la familia de su ex― eran atribuibles a un comportamiento obsesivo.
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“Ese comportamiento obsesivo equivaldría a un ataque de pánico. Es una crisis existencial”, cuenta Walker, en referencia a los momentos en los que se obsesiona por alguien y el sentimiento no es recíproco. “Es como si alguien a quien amas muriera”.
Según Michele Galietta, médica clínica y profesora de Psicología de la City University de Nueva York especializada en tratamientos terapéuticos para acosadores y otros grupos, “no existe el perfil clásico de acosador”. Galietta ha trabajado con personas de todo tipo, desde un juez con alta funcionalidad y trastorno límite de la personalidad hasta una persona que estuvo dos años acosando en silencio a su víctima antes de intentar asesinarla.
Más que un trastorno, el acoso es un comportamiento que se engloba en el grupo de síntomas de diversos trastornos. Según un estudio de 2012 publicado en la revista Aggression and Violent Behavior, “entre los motivos que llevan al acoso están la creencia delirante en un destino romántico, el deseo de recuperar una antigua relación, el impulso sádico de atormentar a la víctima o un sentimiento psicótico de sentirse en exceso identificado con la víctima y el deseo de sustituirla”.
“El comportamiento obsesivo equivaldría a un ataque de pánico. Es una crisis existencial”
El perfil de la persona acosadora presenta gran variedad de diagnósticos, como trastornos psicóticos o de personalidad ―narcisismo― o trastornos delirantes como la erotomanía, la convicción de que alguien, por lo general una persona de prestigio, está enamorado de ti. Walker cree que en su caso se trata de un trastorno límite de la personalidad unido al TDAH, si bien no se los han diagnosticado. También se considera narcisista.
Según la investigación de Galietta, las personas con trastornos causados por el consumo de sustancias suelen ser proclives a la conducta del acoso. Uno de los estudios de los que ella es autora, para el cual se recurrió a un grupo de 137 personas condenadas por acoso y en libertad condicional en la ciudad de Nueva York, reveló que cerca de la mitad de los sujetos sufrían un trastorno por consumo de sustancias, mientras que la otra mitad sufría un trastorno de personalidad. Sin embargo, más de la cuarta parte no presentaba trastornos de ningún tipo.
Pese a esta diferencia, se dan ciertos rasgos recurrentes entre los acosadores, según el estudio. Por ejemplo: en una encuesta de 2014 publicada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, el 80 por ciento de las víctimas de acoso aseguraban conocer a su acosador en mayor o menor medida. También existen evidencias de que los acosadores suelen ser hombres en la treintena y sus víctimas a menudo son mujeres adolescentes o de veintipocos años, aunque no siempre es así.
Otros estudios también han revelado que la ira y la inseguridad, a menudo originadas en la infancia, también son características comunes entre los acosadores, como también lo es la impulsividad.
“Los acosadores suelen ser hombres en la treintena y sus víctimas a menudo son mujeres adolescentes o de veintipocos años”
Galietta añade que, según sus observaciones, por lo general los acosadores tienen “intereses muy particulares, practican muy pocas actividades en su tiempo libre y tienen relaciones sociales variables, por lo que estas tienden a ser sus relaciones principales”.
Todo esto se cumple en el caso de Walker. “Yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo con mi vida”, admite. “Era un inepto social e intelectualmente. No tenía experiencia en la vida ni ninguna otra guía que no fueran mi madre y sus críticas. No pasaba nada en mi vida y no tenía amigos. ¿Qué otra cosa podía hacer, si no obsesionarme con eso?”.
Pero hay personas que incluso presentando esa predisposición nunca llegan a desarrollar conductas de acoso. A menudo, este tipo de comportamiento se desencadena a raíz de un acontecimiento traumático o difícil de superar, como una ruptura, un despido o el rechazo.
“Durante una de las rupturas, recuerdo ―es doloroso pensar de nuevo en eso― que estuve llamando a la puerta de su piso de estudiantes durante al menos… demasiado tiempo”, recuerda Walker de su expareja. “Hasta me di miedo a mí mismo”.
¿Qué diferencia hay entre que te acose tu expareja o un desconocido?
El modo en que se suelen representar las dinámicas de las relaciones tóxicas en la cultura pop puede llegar a desdibujar la diferencia entre la perseverancia romántica y la obsesión amenazante. Las comedias románticas, por ejemplo, nos enseñan que es deseable que un hombre contrate a un investigador privado para seguirnos (Algo pasa con Mary), ponga música a todo volumen a altas horas de la noche bajo la ventana de nuestra casa (Un gran amor) y, en general, nos persiga hasta que finalmente accedamos a tener una cita (Saawariya y otras películas de Bollywood). Como dice el acosador del superventas de Caroline Kepnes, You, para justificar su comportamiento: “He visto las suficientes comedias románicas como para saber que los tipos románticos como yo nos metemos en problemas”.
Sin embargo, el acoso no es más que otra forma de abuso. Y las actuales o antiguas parejas sentimentales son el tipo más común de acosador y a menudo el más peligroso. Un 60,8 por ciento de las mujeres que respondieron a la encuesta del CDC de 2014 afirmaron tener o haber tenido una relación sentimental con su acosador. Las investigaciones demuestran que hasta el 80 por ciento de las personas que han estado en relaciones abusivas han sido acosadas durante la misma.
Asimismo, el acoso de exparejas suele ser más persistente: mientras que la mayoría de los casos de acoso terminan después de 2-4 semanas, cuando se trata de exparejas, la situación se prolonga. El inspector detective Lee Barnard, director del Centro de Evaluación de Amenazas de Acoso en el Reino Unido,nos explicó que este tipo de acoso es “potencialmente el más peligroso”. En un estudio sobre el acoso se describe a los acosadores de sus exparejas como personas “inasequibles al desaliento, con el ego a flor de piel, que no tienen bien marcados los límites interpersonales y sienten una ira y unos celos muy intensos”. Asimismo, suelen conocer detalles íntimos de sus víctimas y tienen acceso a otros aspectos de sus vidas.
“Los acosadores de sus exparejas son personas inasequibles al desaliento, con el ego a flor de piel, que no tienen bien marcados los límites interpersonales y sienten una ira y unos celos muy intensos”
Walker solo ha acosado a parejas y exparejas. Para él, estos impulsos ―que pueden manifestarse inicialmente con mensajes de texto obsesivos e ir creciendo― se deben a los celos durante o justo al terminar una relación. También reconoce tener pensamientos que podrían considerarse misóginos, como que las mujeres son mentirosas por naturaleza y no se puede confiar en ellas, y a menudo cree que sus exparejas le han estado enviando mensajes mezclados. Así, por ejemplo, cuando una ex no le pide que borre las fotos que tenga de ella desnuda, él lo interpreta como una señal de que ella no lo considera peligroso, en lugar de verlo como un signo de que lo que quiere es evitar tener más contacto con él. “Me dijo que era un acosador pero luego no me trató como a uno”, señala Walker.
Troy McEwan, psicólogo forense de la Swinburne University of Technology de Australia, llama a la cautela a la hora de considerar el predominio del acoso por parte de exparejas. “Si bien las exparejas ejercen más violencia durante el acoso y constituyen el grupo más numeroso, no representan la mayoría. Asimismo, la conducta de los acosadores desconocidos o medianamente conocidos puede ser tan persistente y dañina, si no más, como la que presentan las exparejas, pese a que en muchos casos no ejerzan la violencia física”.
El otro tipo de acosador al que McEwan hace referencia es el psicótico, como la acosadora de David Letterman Margaret Mary Ray, que decía a todo el mundo que era la mujer del presentador y la madre de su hijo.
Los acosadores psicóticos han perdido el vínculo con la realidad y pueden llegar a sufrir delirios detallados en los que creen que están en una relación con un personaje famoso, una persona desconocida, alguien del trabajo, etc. Galietta dio el ejemplo de un hombre al que había tratado y que había conocido a una mujer en una cafetería con la que solo había cruzado unas pocas palabras. “Su pensamiento delirante era: Yo sabía que ella quería hablar conmigo, aunque actuaba como si no fuera así”, señala Galietta. “Vi su coche aparcado en el lado izquierdo de la calle en lugar del derecho. Eso me transmitió un mensaje”.
Galietta señala que los acosadores delirantes no son conscientes de que lo que están haciendo está mal y están convencidos de que la gente no les comprende. Aunque sus actos pueden resultar muy traumáticos y dañinos, son menos proclives a la violencia física que otros tipos de acosadores. Para empezar, se detectan más fácilmente que otras tipologías, ya que la psicosis implica una ruptura con la realidad y, con frecuencia, un comportamiento poco usual.
¿Cómo funciona la terapia para acosadores?
“Los acosadores psicóticos han perdido el vínculo con la realidad y pueden llegar a sufrir delirios detallados en los que creen que están en una relación con un personaje famoso, una persona desconocida o alguien del trabajo”
Puesto que la mayoría de estas personas tienen intereses limitados, una opción terapéutica es la de “crear resiliencia, vínculos con otras cosas, como podría ser un pasatiempo”, dice Galietta. “Muchas veces precibimos una especie de necesidad imperiosa de contactar con alguien, ya sea debido a la psicosis o por un sentimiento de soledad, pero luego, una vez establecido ese contacto, el sentimiento se apacigua durante un breve periodo. Por tanto, ahí tenemos un mecanismo que lo refuerza. Lo que buscamos es romper eso, enseñarles a reconocerlo y lograr que se comprometan a probar algo distinto”.
Pero probar algo distinto puede resultar muy complicado para el acosador. Los clientes de McEwan suelen presentar estados emocionales muy intensos, tanto negativos como positivos, cuando perpetran acoso, pero el alivio o el subidón que ello les aporta se disipa rápidamente. “Por alguna razón, y solo ahora estamos empezando a averiguarlo, la persona que acosa vuelve al mismo estado emocional, en lugar de pasar página”, señala McEwan. “Esto significa que siguen teniendo que gestionar su estado emocional y siguen escogiendo estrategias inapropiadas desde el punto de vista social y potencialmente delictivas que implican una intromisión en la vida de la víctima”.
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El tratamiento para el acoso puede ser muy efectivo si se aplica de forma muy específica. En cambio, los tratamientos genéricos probablemente estén abocados al fracaso, dada la gran variedad de conductas que presentan los acosadores, según Galietta. Desgraciadamente, Galietta señala que entre la comunidad de psicólogos todavía no existe un consenso sobre cómo hacer que el tratamiento sea específico. “Pocos terapeutas van a pensar en centrar el tratamiento en el acoso concretamente. Preguntarán cosas como ‘¿Cómo va todo? ¿Qué tal van las relaciones?’. No plantearán preguntas del tipo: ‘¿Sientes un impulso por llamar a esa persona?’ ¿Qué haces cuando te sobreviene ese impulso? ¿Qué habilidades utilizas?’”. Para Galietta, conocer los detalles sobre las conductas y los impulsos que llevan al acoso es más útil para la rehabilitación que un tratamiento de apoyo general.
Por otro lado, un tratamiento así debe ser accesible y asequible. Walker asegura que esa necesidad de contactar con la persona lo atormenta. Él mismo ha sido el que se ha diagnosticado trastorno de la personalidad y de otros tipos, sin ayuda profesional. “No tengo a nadie y no estoy recibiendo ayuda. No me lo puedo permitir, y tener que buscar alternativas me provoca frustración porque me da la sensación de que la vida es muy enrevesada. Y realmente necesito que alguien me ayude para ponerme con todo lo que tengo que hacer, como ejercicios y trabajar activamente en cambiar mi actitud”.
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