Las acusaciones de vandalismo no van a parar la indignación: que marchen los estudiantes

manifestantes

Artículo publicado por VICE Colombia.


La marcha de ayer, 8 de noviembre, fue la quinta marcha por la defensa de la educación pública que se hizo en el país desde hace más de un mes. Luego de que los representantes de los estudiantes se pararan de la mesa de negociación con el Gobierno esta semana, sin llegar a ningún acuerdo, se convocó una manifestación multitudinaria que inundó las calles de maestros, estudiantes y transportadores que volvieron a salir a las avenidas de todo el país, exigiendo de nuevo una educación pública masiva y accesible.

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Los estudiantes siguen con su exigencia de presupuesto firme: quieren que se salde el déficit de las universidades e instituciones de educación superior públicas, algo que estaría costando 500.000 millones de pesos. Los representantes de la mesa alegaron falta de voluntad política por parte del Gobierno para avanzar, y anunciaron que no iban a volver a negociar hasta que el presidente colombiano Iván Duque se sentara en la mesa.

Así las cosas, los estudiantes ayer volvieron a clamar a grito herido por un derecho que hace tiempo debió estar asegurado por el Estado. Pero el Estado respondió al revés: ni Iván Duque atendió las exigencias de los representantes, y, además, la fuerza policial y del Esmad ha ido en aumento con cada marcha, con la excusa de que en estas hay encapuchados infiltrados saboteando las marchas, el argumento que sale a relucir después de cada acto vandálico tras una movilización. Ayer ambos entes respondieron a los ánimos violentos en aumento de un estudiantado que está cansado de salir a las calles a exigir lo mismo sin resultado, y una ciudadanía que cada vez está más cansada de lidiar con los problemas de movilización que las marchas están generando en varias ciudades.

Ayer, hubo un cambio importante en las marchas: los estudiantes en Bogotá se tomaron el norte, por toda la calle 100. Y esto paso:

Es verdad: como toda marcha que se ha hecho en Colombia, hubo disturbios y violencia propiciada por capuchos, personas que ocultan su identidad durante las marchas. Varios de ellos arremetieron, otra vez, contra las instalaciones de RCN Radio, por ejemplo. Pero el repudio de la violencia que tanto líderes de opinión, como políticos, como medios de comunicación, no puede ser el único foco de la discusión. ¿De verdad vamos a llegar a un nivel tan básico de análisis sobre lo que está pasando?

Qué pretende Iván Duque, el resto del Gobierno, el alcalde Peñalosa (que pidió refuerzo policial), el ministro de Defensa Guillermo Botero y los medios oficialistas nacionales: ¿que los estudiantes no marchen más? ¿Que los estudiantes soporten la represión y la fuerza desmedida que históricamente ha ejercido el Esmad y que eventualmente se cansen de protestar? ¿”Esos encapuchados” y “esos infiltrados” es lo único que tienen por salir a decir nuestros mandatarios ante una protesta de dicha envergadura?

Hay que mirar la proporción con la que responden: la Red Popular de Derechos Humanos de Bogotáhabla de la desaparición de tres estudiantes de la Universidad Nacional, una estudiante herida por un carro que la atropelló, la detención de cuatro estudiantes del Sena, uno de la ASAB, dos de la pedagógica y dos trabajadores. Y ahora, por cuenta de la brutalidad, y de llamar vándalos a quienes rayan paredes y generan disturbios, no hablamos de lo necesario, que es la educación pública en este país.

Hay algo que muchos están olvidando en esta eterna discusión sobre el vandalismo y el encapuchado, y es que el encapuchado a veces también es estudiante. Sí, así como hay infiltrados de grupos como el ELN y el MRP, hay encapuchados estudiantes de varias universidades del país. Estudiantes que en algún momento se cansaron de marchar, de intentar negociar, de que les cancelaran semestres, de que se les cayeran edificios a pedazos, de que recortaran presupuestos de sus clases, y de no obtener una respuesta concreta por parte del Gobierno. Estudiantes que se cansaron de ver que, de 33,6 billones de presupuesto aprobado para educación, solo el 10% se iría para el financiamiento de la universidad pública.

Y no son estudiantes que de repente quieren salir a romperlo todo, aunque para muchos la frustración de ver la educación pública de este país tan diezmada debe hacerlos sentir así. Muchos de esos encapuchados se han organizado, semestre a semestre, para salir a las calles y sentar otra posición. No la posición de la protesta pacífica, contenida en la plaza, con cintas de precaución y supervisada por la policía, donde el eco de los estudiantes queda contenido en lo estático. Hay muchos otros estudiantes convencidos de que la incomodidad de la marcha, el hacer ruido, y a veces el hacer daños, es lo que realmente va a poner los ojos sobre el problema, a visibilizar.

La violencia y el abuso de la fuerza, venga del lado que venga, es condenable. ¿Pero si marchando pacíficamente los estudiantes de universidad pública no son escuchados y ni siquiera los atiende el presidente, qué otra cosa pueden empezar a hacer sino incomodar con bloqueos que llamen la atención? ¿Dejar que cancelen su semestre sin manifestarse o tomarse el norte de Bogotá, para incomodar la movilidad y el ritmo de vida de la gente que vive y transita por uno de los puntos de mayor movilidad en la ciudad?

Así que, en vez de buscar cortinas de humo efectistas, deberían hacer lo apenas lógico. Señores del Gobierno, del Ministerio de Educación, señor presidente: ¿quieren evitarse todo esto? ¿Quieren que el barullo se acabe? ¿Quieren que las personas estén sentaditas en sus casas sin pedir derechos en las calles? Pues arranquen por negociar, tú a tú, una reforma educativa que sea digna del Estado que ustedes representan. Empiecen por darles a los estudiantes la atención que merecen.

Nosotros, desde VICE, estamos con ellos.

Adelante, muchachos.

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