Al estado de California no se le ve como un núcleo de actividad deportiva de combate, opacada por su vecino, el estado de Nevada, el hogar de la “Capital Mundial de la Pelea”, Las Vegas.
La noche del sábado, tanto al norte y al sur de California tuvieron la oportunidad de ser sede del último acto en la carrera de dos futuros miembros del salón de la fama en sus respectivos ámbitos —Urijah Faber en su ciudad natal de Sacramento, la capital del estado, en el recién inaugurado Golden 1 Center en la función de UFC en Fox 22; mientras que el longevo Bernard Hopkins peleó su último combate en el Forum de Inglewood, en las profundidades de Los Ángeles.
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Faber, uno de los pioneros del MMA y una figura clave en llevar a los pesos más ligeros a la posición tan prominente que tienen ahora, reavivó su amorío con Sactown cuando recibió una bienvenida de héroe en su vuelta al octágono frente a su gente.
Sonaba “California Love” en el Golden 1 Center, y uno no podía sino sentir ese lamento porque esta sería la última vez que veríamos a Faber ponerse los guantes de 4 onzas. Mientras que, al mismo tiempo, parecía completamente adecuado que Faber —un tipo que siempre anduvo a su propio ritmo— terminara su carrera en sus propios términos.
¿Cuántas veces hemos visto a peleadores que admiramos retirarse demasiado tarde, cuando su respectivo deporte los retira y no al revés? Era una sensación similar a la de los padres orgullosos que ven a sus crías partir a un nuevo territorio, pero al mismo tiempo añorantes por que se queden un fin de semana más para tener una comida familiar y ver el futbol juntos una vez más.
Faber estaba en forma el sábado por la noche, logró varios derribos y estuvo a poco de lograr detener la pelea con varios intentos de sumisión en contra de un hábil y durísimo británico, Brad Pickett.
Emotivo y nervioso, a Faber se le vio como alguien más que capaz de continuar con su travesía de 13 años en MMA. A pesar de su extensa experiencia en el deporte, la última salida de Faber le dio los peores nervios previos a la pelea que jamás haya sentido —cosa que significó que no pudo disfrutar y asimilar toda la adulación que recibió. “Desafortunadamente no pude disfrutar eso”, dijo Faber en la conferencia de prensa posterior. “Por primera vez en mi vida, después de un entrenamiento vomité. Y vomité como cinco veces, nunca me había pasado”.
“También fue la primera vez que ‘Big’ John McCarthy fue referí en una pelea mía, y he sido fanático suyo desde la prepa, así que fue algo raro. Así que fue una noche de varios eventos singulares. Primera pelea de retiro, primera pelea con John McCarthy, primera vez que vomito muchísimo.”
Un hombre que no carece de experiencia fue el otro peleador que se retiraba esa noche —Bernard Hopkins. Competía en el último encuentro dentro del encordado, un hombre cuya carrera de 28 años hace palidecer la del otro protagonista de este artículo
A un mes de su cumpleaños 52, el “Ejecutor” desafió los inevitables problemas que plantea la edad para los peleadores —el Benjamin Button del boxeo. La larga y celebrada carrera del hombre de Filadelfia lo vio ganar varios títulos del mundo como campeón en dos divisiones —incluidos los títulos de la WBA, WBC, IBF, WBO, The Ring de los medianos, así como los títulos de la WBA, WBC y The Ring de los ligeros.
Durante ese tiempo, Hopkins derrotó a gente como Oscar De La Hoya, Roy Jones Jr., Jean Pascal, Kelly Pavlik y Felix Trinidad y su reinado como campeón mundial del IBF duró 20 años. Hopkins también es la persona de mayor edad en hacerse de un título mundial, a la tierna edad de 49 años.
La última pelea de Hopkins fue contra Joe Smith Jr. —el campeón internacional de los ligeros de la WBC, nativo de Long Island, Nueva York. Como Faber, Hopkins llegaba a esta pelea después de una derrota —en su caso contra el ligero ruso Sergey Kovalev en una derrota por decisión con la que perdió sus cinturones.
Utilizó las ropas del Ejecutor, y los 6,500 asistentes en el Forum esperaban ver una última dosis de nostalgia antes de que Hopkins colgara los guantes. Pero por no haber peleado en dos años a Hopkins le costó trabajo entrar en calor para el que sería su pretendido gran final. El joven Smith, nacido un año después de que Hopkins iniciara su carrera profesional fue el agresor durante los primeros rounds.
Hopkins parecía desalentado por el poder de Smith. Pero el veterano agarró ritmo para el quinto y sexto cuando la pelea se puso más competitiva. Smith una vez más logró quitarle el momentum a Hopkins en el séptimo, y ese momentum lo mantuvo en el siguiente asalto, y la pelea terminó de forma dramática.
El cómico romano Plauto inventó el término “tragicomedia” —un género literario que mezcla aspectos de la tragedia y la comedia. El final de la carrera de Hopkins sin duda entra dentro de este tipo de drama particular.
Smith logró acortarle el ring y encerrar a Hopkins en una esquina, antes de desatar una combinación de seis golpes contra el retrocediente B-Hop. Trastabillante después de los cinco golpes antes, la izquierda de Smith lo golpeó mientras se agachaba y su momentum lo lanzó fuera del ring y al suelo del Forum a los 53 segundos de iniciado el octavo.
Jack Reiss, el referí que arbitró la última pelea de Hopkins, comenzó la cuenta obligatoria de 20 segundos cuando un boxeador sale del ring. Pero entre toda la confusión y los alegatos de Hopkins de que Smith lo había empujado y no golpeado fuera del ring, Hopkins no logró entrar de vuelta al ring a tiempo después de golpearse la cabeza y lastimarse el tobillo al caer. En ese momento, Smith iba adelante en las tarjetas de los jueces.
Smith, a quien Hopkins había elegido como rival, le dijo a HBO: “Sabía que era un verdadero campeón, y si no se hubiera lastimado habría vuelto”, dijo Smith. “Vine aquí a hacer mi trabajo. Esta es mi fiesta debut también. Tenía que terminarlo. O terminaba mi carrera o lo terminaba a él, pero necesito continuar con mi carrera”.
Hopkins, quien creía que había sido empujado fuera del ring y todavía perturbado, dijo: “Estaba lanzando la derecha y una combiación y usando las cuerdas como acostumbro, y haciendo un desorden. Me fustré y quizá un gancho de izquierda me nubló y luego me empujó fuera del ring.
“Me lastimé, y me golpee la cabeza y el tobillo. Sabía de los 20 segundos, pero no me podía parar porque tenía el tobillo lesionado. Dije que podía caminar pero no boxear. Tenía que tomar una decisión, pero supongo que el referi la tomó por mí. Sé que si no lo hubiera echado a perder y no me hubieran sacado del ring, habría estado de vuelta y habría recuperado mi quijada”.
“Esta fue mi última pelea”, añadió Hopkins. “Prometí que sería, y uno llega a un punto en la vida en el que es el final, y estoy contento con mi retiro. Sé que los fanáticos sabrán que terminé como un soldado, pelée contra los rivales más difíciles, los más duros. No digo que es esté de acuerdo, no estoy en negación –Joe fue un peleador duro, un golpeador poderoso”.
Culminó su carrera con un record de 56-8-2, y peleaba con su clásico estilo defensivo como solo un nativo de Filadelfia podía hacerlo, Hopkins terminó su carrera como la comenzó —con una derrota. Sin embargo, Hopkins nunca había sido detenido en una pelea hasta este sábado, y seguro caló.
El ego de Hopkins recibió mucho más daño que su cuerpo después del encuentro con el suelo de la arena, especialmente considerando como se ufanaba de no haber sido detenido jamás.
Es claro que Hopkins quería terminar su carrera con una victoria después de haber perdido con Kovalev. Pero, si hubiera tenido el sentido común no sentimental de Faber, quizá habría sabido terminar la carrera en sus términos —fue campeón mundial a los 49, no olvidemos. Faber nunca estuvo perdiendo contra Pickett en su propia casa el sábado. Pero, a los 51 y después de dos años de no estar activo, sin duda era esperado que Hopkins perdería de manera violenta con un peleador de la mitad de su edad, y con 19 de sus 23 victorias por nocaut.
A pesar de su tristeza, Hopkins seguro ya no volverá. “Las cosas desafortunadamente suceden”, dijo Hopkins. “No quiero que la pelea termine como lo hizo. Habría preferido irme con una victoria, o apaleado. Pero diré esto una última vez. Lo digo muy en serio: gane, pierda o empate —confíen en mí, si hubiera sido distinto—, gane, pierda o empate, o controversia, ya fue. No tengo arrepentimientos”.
Hacia delante, el enfoque de ambos está en los intereses empresariales. Hopkins seguirá promoviendo peleas en su papel como socio de su antiguo rival De La Hoya en Golden Boy Promotions. Faber tiene bastantes fierros en el fuego —guiando a sus peleadores en el Team Alpha Male, junto con varios proyectos de televisión y ropa en ciernes. Aunque sin duda se ganaron sus rutas de escape en la pelea a través de inteligencia y trabajo, ambos deben sentirse agradecidos de que tienen negocios redituables enfrente una vez que salgan del cuadrilátero y la jaula. Lo mismo no puede decirse de muchos de sus colegas.
Las peleas profesionales no solo son un asunto de dos personas que combaten frente a un público que paga por verlos —es una forma de arte que tiene complejidades extremas. La noche del sábado fue un recordatorio claro. La yuxtaposición del desafortunado retiro de Hopkins con la salida victoriosa de Faber encapsula perfectamente tanto la gloria como la crueldad de los deportes de combate.