Hablé con mi papá sobre la época en que fue traficante de LSD

FYI.

This story is over 5 years old.

Drogas

Hablé con mi papá sobre la época en que fue traficante de LSD

Mi madre no tenía idea.

Ilustraciones por Ben van Brummelen.

Un día, en 1988, la policía fronteriza detuvo a mi padre en la frontera de Francia con Bélgica. Mi papá bajó la ventana de su Volvo plateado y dos policías le pidieron sus papeles. Le entregó su pasaporte al que se veía más sospechoso, quien lo checó brevemente. "¿Podría salir del auto por favor?", preguntó. El corazón de mi padre latía a toda velocidad pero su rostro no se inmutaba. Sabía cómo manejar esto; estaba preparado para esta clase de situaciones.

Publicidad

Para lo que no estaba preparado era que un oficial encontrara cinco cuadritos de papel con estrellas impresas. Parecían sellos postales pero eso no engañó al policía. Sabía que mi papá había dejado accidentalmente cinco cuadros de ácido en su pasaporte. Lo que no sabía era que todos los rincones y grietas del Volvo de mi papá estaban repletos de LSD.

"¿Qué es esto, señor? Se cayeron de su pasaporte". Mi papá trató de reírse y le dijo al policía que eran sus cinco estrellas de la suerte. "Me las dio un gurú cuando visité Goa durante mis vacaciones en India el año pasado. Dijo que eran para la buena suerte", explicó. Los oficiales le pidieron que se sentara en una silla a un costado de la carretera mientras registraban su auto. Mi papá sintió un nudo en el estómago; le daba mucho miedo ir a una cárcel francesa. Pero cuando regresaron, le informaron que podía irse. "Y por favor, la próxima vez deje sus estrellas de la suerte en Goa".

La trayectoria criminal de mi papá empezó a mediados de la década de los 80, cuando decidió irse a vivir a Ámsterdam, sólo. Yo aún no nacía pero mis medios hermanos ya estaban; uno tenía nueve años y el otro siete. Mi papá era un dentista muy exitoso en Londres y tenía su propia clínica. Tenía una esposa, dos hijos, una casa bonita, autos y una moto. Un día, renunció a todo eso para convertirse en traficante de LSD en otro país. Como nunca entendí bien qué pasó, o por qué, hace poco decidí preguntarle.

Publicidad

Primero me contó su primera experiencia con los ácidos: "En 1971, un amigo estadounidense que se llamaba Toby vino a Londres con su novia. Trajo 10 mil cuadritos de ácido, que metió en dos pedazos de cartulina que amarró alrededor de sus piernas. Se puso unas calcetas gruesas para cubrir las cartulinas y pasó quitado de la pena por la aduana. En ese entonces, el narcotráfico y la seguridad de los aeropuertos no eran un tema tan serio como lo son ahora. Toby vendió las drogas en Londres, se compró un convertible blanco y organizó incontables fiestas con mucho sexo y muchas drogas. A sus fiestas iban muchos artistas y gente VIP. Londres era una gran ciudad en la década de los 60 y los 70".

En una de estas fiestas, Toby le dio a mi papá y a su esposa de ese entonces unos ácidos. "No teníamos idea de qué eran. Mi esposa tuvo un viaje muy agradable y veía colores hermosos por todos lados", dijo mi papá. "Yo tuve un viaje muy oscuro; creo que fue el peor de mi vida. Después de eso, seguido me daban regresiones de ese horrible viaje, sobre todo cuando hacía las cosas más mundanas, como tapar caries. Por más desagradable que haya sido esa experiencia, despertó en mí el deseo de llevar una vida completamente distinta. Pero me tomó muchos años dejar todo atrás y mudarme".

En un evento traumático, mi papá dejó a mis medios hermanos, se divorció de su madre y se mudó a Ámsterdam. Cuando llegó a esa nueva ciudad, lo primero que hizo fue abrir otra vez una clínica dental. Pero, como era de esperarse, descubrió que ese trabajo ya no le interesaba. "Ser dentista no quedaba con mi nueva vida en Ámsterdam. Había mucha gente interesante que conocer, mujeres holandesas con quienes salir, porros que fumar. Quería sumergirme en la libertad de la ciudad".

Publicidad

En 1985 conoció a Tony, un actor estadounidense, en una cafetería en Ámsterdam. Poco después de volverse amigos, mi papá se enteró de que Tony estaba involucrado en el tráfico de drogas. "Después de un tiempo, me preguntó si había considerado la posibilidad de ganar dinero traficando LSD". Poco más tarde, mi papá planeo su primer viaje de negocios. "Estaba muy emocionado. El mundo del crimen era algo nuevo para mí. Y como vivía solo, no tenía que rendirle cuentas a nadie".

"Empecé traficando cantidades pequeñas en viajes cortos y en me fue muy bien durante los primeros dos años. Después de eso empecé a ganar mucho dinero. En un viaje a España me llevé una bolsa de vinilos. Traía álbumes de los Rolling Stones, los Beatles, Bob Dylan, y todos los LPs dobles traían escondidos en total 22 mil cuatros de LSD. Era Navidad y había muy poca gente en el aeropuerto. Los agentes de la aduana estaban felices de que por fin tenían algo que hacer, así que tomaron mi bolsa para ver más de cerca mis discos. Durante la inspección, voltearon a verme y dijeron que eran fans de los Rolling Stones y los Beatles. Después me regresaron mi bolsa. Más tarde supe que pude haber pasado ocho años en la cárcel por eso".

Mi papá se sentía muy cómodo en el mundo de la producción y el tráfico de LSD, y viajaba seguido a Estados Unidos en la década de los 80. "Los empresarios con los que tenía que tratar iban vestidos con camisas playeras y me fueron a recoger al aeropuerto. Me esperaron con letreros que traían mi nombre escrito. En ese entonces no eran muy discretos. Se hacían llamar Arcoíris o Rayo de sol y siempre me llevaban a lugares hermosos llenos de arte y rodeados con jardines enormes. Los comerciantes de LSD en esa época eran gente agradable e interesante, nada que ver con los delincuentes que traficaban otras drogas. O al menos esa fue mi impresión".

No obstante, después de unos años de traficar ácidos, la policía empezó a investigar a mi padre y reunió evidencia suficiente para arrestarlo en 1991.

Cuando platiqué con mi mamá sobre el pasado oscuro de mi papá, me dijo que no tenía idea. Le creo, y si la conocieras, también le creerías. Lleva 20 años trabajando como servidora pública y es la clase de persona que no se pasa ni una luz roja. "Teníamos una relación muy libre en ese entonces. Nos veíamos sólo dos veces a la semana", dijo. "Seguido me decía que iba a conferencias o a viajes de negocios en el extranjero". Se enteró de su pasado criminal cuando un periódico publicó una caricatura en la primera página de un dentista que le daba a sus pacientes unos cuadritos de ácido. El caso de mi papá no pasó desapercibido en los medios holandeses; el periódico De Volkskrant se ensañó con él en esa época. "Ahora que lo pienso, quizá debí haberle preguntado más sobre sus viajes al extranjero. Pero en ese entonces mi mamá tenía una enfermedad terminal y cuidarla era mi prioridad".

Mi mamá se enteró de que estaba embarazada cuando mi papá estaba en detención previa al juicio. Fue una noticia muy dura para ella. Mi padre estuvo un año en la cárcel y lógicamente también fue una época muy difícil para él. Me contó que dio clases de inglés a sus compañeros y que convenció a los guardias de que era claustrofóbico para que le dieran permiso de dejar su puerta entreabierta. En la cárcel, mi papá se dio cuenta de que tenía talento para dibujar y cuando salió se volvió artista. Y dice que nunca volvió al narcotráfico.