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deporte sí pero fans no

Umberto Eco: “Odio a los hinchas, no al fútbol”

¿Qué pensaba el gran Umberto Eco sobre el fútbol? El pensador italiano tenía sentimientos encontrados: por un lado amaba el balompié, pero por el otro, sus fans le caían considerablemente mal.
Imagen vía Reuters

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Hace poco más de una semana se nos fue el ensayista, novelista y semiólogo italiano Umberto Eco. Como todo escritor comprometido con su profesión, Eco abordó una gran cantidad de temas con tinta y mucho seso. La lista es interminable, desde argumentos filosóficos abstractos de una complejidad extrema hasta el deporte que mueve al mundo: el fútbol.

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El Mundial de Italia 90 fue blanco de su perspicacia. Sea porque Eco era seguidor del balompié —no sabemos con exactitud hasta qué punto, aunque sí que podemos asegurar que disfrutaba viendo partidos— o porque la euforia que acompaña un campeonato mundial llegó a ser insoportable, al italiano no le quedó otra que publicar un pequeño artículo en el diario L'Espresso como válvula de escape.

La pieza editorial, titulada Odio a los hinchas, no al fútbol, apareció el 15 de junio de 1990. Retomo la versión en español traducida por Pilar Careaga publicada en El País para recordar el lado deportivo de una de las mayores figuras de la literatura contemporánea.

Lo fans italianos sufren la eliminación de Italia en el Mundial Brasil 2014. Imagen vía AFP.

En seis párrafos, Eco logra expresar de forma concisa el fastidio que pueden llegar a provocar los fans del balompié en aquellas personas que no muestran el mismo fervor por este deporte. Uno, como seguidor, no se llega a dar cuenta de lo odiosa que es nuestra insistencia por querer despertar la misma pasión en el interlocutor: estamos tan hundidos en nuestro mundo de balones, cánticos y jugadas que olvidamos la "noción de la diversidad, variedad e incomparabilidad de los mundos posibles" que Eco menciona en su observación.

Su prosa digerible y directa no solo entretiene al lector, sino que también logra ponerlo en sus zapatos con la ayuda de un ejemplo que me parece brillante. Básicamente, lo que Eco nos plantea es un caso hipotético en el que un ferviente seguidor de la música clásica se dedica a hostigar a un pasajero de tren con una serie de preguntas sofocantes… una y otra vez.

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—Oiga, ¿usted llega hasta la quinta variación de Derde doen Daphne d'over?
Pues verá, yo voy a Parma…
Ah, usted toca en F y no en C. ¿Sabe que he descubierto una sonata de Loeillet que…
¿De Loli… qué?
¿No empleará por casualidad la digitación alemana?
Verá, los alemanes… El BMW será un buen coche, pero…
Entendido, entendido. Usa la digitación barroca. Justo. Mire, los de Saint Martin in the Fields…

Igual que el desafortunado pasajero que no tiene ni idea de lo que el músico desquiciado le está diciendo, el amigo o familiar que ve partidos de fútbol solo de forma esporádica se ve envuelto en una confusión que culmina en hastío… y posteriormente, en el odio por todo lo que suene a balompié. Por fortuna, para Eco el deporte en sí no es el problema.

No me gusta el aficionado al fútbol porque tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no lo eres e insiste en hablar contigo como si lo fueras

Desde luego, el rechazo del genio italiano por el fan alocado tiene una base crítica. No solo es el hecho que se trate de una persona enclaustrada en su mundo; gran parte de su rechazo se debe a uno de los peores males que aqueja al fútbol moderno, la violencia en los estadios.

La afición del SSC Napoli, siempre dispuesta a animar a su equipo hasta el final. Imagen vía WikiMedia Commons.

En esto, Eco no está solo. Todos los que amamos este deporte no podemos evitar encolerizarnos y entristecernos al ver cómo "…criaturas tan convencidas de que todos los hombres son iguales están siempre dispuestas a partirle la cabeza al hincha de la provincia limítrofe." El fútbol italiano, por desgracia, tiene un largo historial en ese sentido… y desde luego, Eco lo tiene presente.

No voy a los estadios por la misma razón que no iría a dormir por la noche a los pasos subterráneos de la Estación Central de Milán […], pero, si se presenta la ocasión, veo un buen partido con interés y placer en la televisión porque aprecio los méritos de este noble deporte

La gran mayoría de los intelectuales que siguen el fútbol coinciden en una cosa: su nobleza. Para Eco, el fútbol logra borrar las barreras entre la 'alta' y la 'baja' cultura: "Sucede lo mismo que con la úlcera, que ataca tanto al rico como al pobre", dice Eco, haciendo gala de su humor punzante.

Si me lo preguntan, habría preferido no saber que como fan incondicional puedo llegar a ser tan pesado que al final provoque rechazo por el deporte que amo. Ahí Eco, de nuevo, me abre los ojos. Si soy sincero, sin embargo, confesaré que en realidad esto me importa poco: al fin y al cabo, cuando la pasión se apodera de los gestos y palabras, hay muy poco que la razón pueda hacer.

Sigue al autor en Twitter: @el_galactico_re