Soy Leyenda: Rivaldo
Ilustración de Dan Evans

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una máquina de matar sin poesía

Soy Leyenda: Rivaldo

Rivaldo Vítor Borba fue lo mejor de un FC Barcelona deprimido en el arranque del nuevo milenio, un brasileño de pocas florituras con un instinto asesino a lo Terminator que dejó huella en el Camp Nou.

La serie Soy Leyenda continúa recordando a un futbolista brasileño medio patizambo que causó alegría y pánico a partes iguales: Rivaldo Vítor Borba. Tienes las entradas anteriores de la serie aquí.

Un fichaje a traición

Louis Van Gaal estaba cabreado. No es un estado raro en él —no puede decirse que sea el entrenador más simpático de todos los tiempos—, pero en este caso su enfado era bastante justificable: la temporada acababa de empezar y él había pedido una pieza que necesitaba urgentemente para que su equipo funcionase… pero no se la traían.

Pasaron los días. El FC Barcelona debia enfrentarse al Skonto de Riga, una escuadra teóricamente muy inferior, en el partido de ida de la ronda previa de la Champions League. Los azulgrana ganaron, pero por un escueto 3-2. La estrella del año pasado, Ronaldo Nazário, estaba a punto de irse al Inter de Milán: el público se impacientó y empezó a mirar al palco. El palco se hizo caquita en los pantalones.

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Más leyendas: Fernando Redondo

Hacía falta un catalizador que lo cambiara todo. El presidente, Josep Lluís Núñez, decidió poner toda la carne en el asador: en el último día hábil para inscribir jugadores en la Champions, el Barça depositó 4.000 millones de pesetas —24 millones de euros actuales, sin tener en cuenta la inflación— en la Federación. Era la cláusula que el Deportivo de la Coruña había fijado para su jugador Rivaldo Vítor Borba.

Rivaldo lucha por la pelota en un partido de la Champions League 1997-98 con un futbolista que poco después sería compañero suyo: Philip Cocu. Imagen vía Reuters

El Deportivo no quedó precisamente feliz, pero con los ingresos pudo incorporar a varios futbolistas de buen nivel. Van Gaal ya tenía la pieza que le faltaba, el zurdo que liderase su nuevo proyecto. La era de Rivaldo en Barcelona —y la relación de amor-odio entre el jugador brasileño y su nuevo entrenador— acababa de empezar.

Muy bueno, pero nunca bonito

Al llegar a Barcelona, todo el mundo se dio cuenta de una realidad que marcaría el devenir del jugador y de su equipo: Rivaldo no era un tipo especialmente simpático. No tenía la sonrisa mágica que exhibiría Ronaldinho, ni la frescura del Ronaldo joven —a quien, de alguna manera, 'Rivo' debía sustituir—, ni el desenfado eterno de Romário.

No, Rivaldo no era preciosismo: Rivaldo era business. Dale un balón y él cargará su maravillosa pierna izquierda y lo mandará a la escuadra. Olvídate de rabonas, elásticas o espaldinhas: a 'Rivo' no le iban los adornos. Sus regates eran más secos que el desierto de Atacama: sus disparos, más duros que el granito. El brasileño era una máquina de matar sin poesía. Rivaldo era Terminator.

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Rivaldo pugna por un balón con el rumano Constantin Galca, exfutbolista y actual entrenador del RCD Espanyol. Imagen vía Reuters

En el fútbol combinativo que proponía Van Gaal en Barcelona, una versión 'latinizada' de su maravilloso Ajax de Ámsterdam, Rivaldo era un ente difícil de definir. Por un lado era claramente la estrella del equipo, el mejor jugador y el más determinante: por el otro, puesto junto a tantos jugadores con amor por el pase, 'Rivo' parecía una pieza extraña, como un robot en medio de un jardín botánico.

El invento, no obstante, funcionó. En su primera temporada en el Barça, Rivaldo metió 27 goles y llevó al club a ganar la Liga y la Copa. El juego del equipo no fue maravilloso, y el comienzo de temporada fue especialmente difícil: los azulgrana quedaron últimos en la fase de grupos de la Champions League con dos vapuleos históricos del Dínamo de Kíev, pero lograron resarcirse y conquistaron el doblete.

Luis Figo, Pep Guardiola y Rivaldo celebran el triunfo en la final de la Copa del Rey de 1998 en Mestalla. Imagen vía Reuters

Esa primera temporada dejó entrever los problemas que iba a tener el proyecto de Van Gaal: nunca fue un equipo simpático —¿cómo iba a serlo, si sus dos mayores exponentes no lo eran en absoluto?—, jamás logró entrar en el corazón de la prensa y de la afición… y, sobre todo, tuvo el hado en contra en todo momento: el mismo año del doblete, sin ir más lejos, el Real Madrid ganó la Champions League en Ámsterdam y oscureció los triunfos culés.

El Barça de Van Gaal debía enfrentarse a eso… y, además, a una tara que a la postre se mostraría definitiva: Europa se le iba a dar no mal, sino fatal.

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Literalmente fatal.

Choque de egos, festín de piojos

La temporada 1998-99 probablemente marcase el cénit del rendimiento de Rivaldo en el Barça. A sus 29 goles en 46 partidos hay que sumarle el título de Liga. No es raro que la revista France Football, que entonces todavía se encargaba de entregar el Balón de Oro, le eligiera como jugador del año 1999.

En ese momento nadie podía predecirlo, pero ese premio fue el principio del fin.

Rivaldo con Stefan Effenberg en la competición que más daño hizo al Barça en esos años: la Champions League. Imagen vía Reuters

Años después, Van Gaal explicó que, justo después de recibir el galardón, Rivaldo reunió a todos los jugadores en un entrenamiento. El técnico holandés pensó que 'Rivo' sencillamente quería agradecer a los demás su trabajo y dedicarles el premio, pero no fue así. Más bien todo lo contrario: Rivaldo aseguró que, siendo el mejor del mundo, debía poder jugar donde quisiera, así que exigió pasar de la banda al centro.

Van Gaal, un hombre de sólidos principios, evidentemente se negó en redondo a aceptar esta imposición del jugador y le castigó con un par de partidos en la grada. La relación entre ambos quedó hecha añicos y el equipo sufrió las consecuencias. Al cabo de un tiempo prudencial, Rivaldo volvió al once, pero ya nada sería igual.

Curiosamente, de este choque de egos salió un ganador inesperado: el Valencia CF. El equipo ché —y más concretamente, el delantero argentino Claudio 'Piojo' López— demostró ser la némesis del Barça. El mayor ejemplo de ello fue la eliminatoria de semifinales de la Champions League 1999-00: los chés ganaron por 4-1 en Mestalla y se llevaron el pase a la final con un global de 5-3.

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Por si eso fuera poco, el Barça terminó bajando el ritmo al final de la temporada y el Deportivo de la Coruña, el antiguo equipo de Rivaldo, acabó ganando la Liga. Un final durísimo para Van Gaal, que ese mismo verano se marchó del club en un clima de revuelta latente contra el presidente Núñez.

Rivaldo frente al Valencia CF, el club que condenó el proyecto de Van Gaal en Barcelona. Imagen vía Reuters

Van Gaal, ofendido, se fue lanzando pestes y criticando el carácter de los culés —"los catalanes creen que se puede ganar siempre, pero no es así"—. Finalmente, la vorágine arrastró a Núñez, que no tuvo más remedio que convocar elecciones. Joan Gaspart le sustituyó en el cargo, para desgracia —y vergüenza— de los culés.

Tras varios años de total mediocridad, Rivaldo finalmente rescindió su contrato en verano de 2002, justo después de conseguir el campeonato del mundo con Brasil en Corea y Japón. El brasileño firmó por el AC Milan, donde se encontró a un viejo rival como Fernando Redondo. El destino de los dos fue similar: sus mejores años ya habían pasado, así que Milán fue poco menos que un retiro dorado para ambas estrellas.

El momento: Camp Nou, 17 de junio de 2001

Si eres fan del fútbol español sabrás que la época post-Van Gaal no fue precisamente de luz para el club azulgrana. Durante los siguientes tres años y medio, hasta la llegada de Joan Laporta en verano de 2003, el Barça sufrió uno de sus periodos más oscuros a nivel deportivo.

La decadencia azulgrana quedaba especialmente retratada por la comparación con el Real Madrid, que entre 1998 y 2003 pasó por años de gloria gracias al equipo de los Galácticos… cuyo nacimiento, por cierto, tuvo mucho que ver con el pago de otra cláusula: la de Luis Figo. Pero eso ya es otra historia.

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El único sostén de los azulgrana ante un Real Madrid netamente mejor fue Rivaldo. Imagen vía Reuters

Durante esos años grises, Rivaldo se convirtió en la gran —y casi única— arma azulgrana en los partidos frente al Madrid, que en esos años oscuros parecían la única tabla de salvación de la temporada. Vencer a los blancos servía para compensar mínimamente, aunque solo fuera a nivel moral, las terribles campañas del equipo: era habitual que el Barça jugase con una potencial lesión de Rivaldo justo antes de los Clásicos para intentar sacar una ventaja anímica.

El final de la temporada 2000-01 ejemplifica perfectamente la miseria azulgrana. Apeado de la Champions en la fase de grupos y quinto en la Liga, con un entrenador interino tras la destitución de Llorenç Serra Ferrer, el Barça debía ganar sí o sí al Valencia CF en la última jornada de la Liga si quería acceder a la cuarta plaza… y al menos clasificarse para la máxima competición europea al año siguiente.

En el minuto 87, el partido iba 2-2. Rivaldo había adelantado al Barça en dos ocasiones, pero Rubén Baraja consiguió el empate valencianista en ambas. Frank de Boer puso un balón a la frontal, donde 'Rivo' lo controló, y entonces…

El estallido en el Camp Nou fue brutal. El entrenador, el siempre calmado Carles Rexach, apenas podía creerse lo que veían sus ojos. La celebración loca de Joan Gaspart en el palco pasaría a la historia.

El Barça solo había logrado clasificarse para la Champions, pero en una época dura, Rivaldo al menos había conseguido mantener la ilusión del barcelonismo. Y esto no tiene precio.

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Declaración final

"Un día, en un entrenamiento, vi que Rivaldo chutaba el balón dando tres cuartos de vuelta con el cuerpo. Intenté decirle que era más fácil si lo hacía más natural y no giraba tanto sobre sí mismo. Al día siguiente metió un gol dando toda la vuelta. Decidí que mejor lo hiciera como le diese la gana"

Carles Rexach, exfutbolista y entrenador tolerante

Si algo caracterizó a Rivo fue hacer las cosas… a su manera. Ganó el Balón de Oro, pero no quiso compartir su éxito con nadie; fue clave en el triunfo de Brasil en el Mundial de 2002, pero todo el mundo recordará siempre a Ronaldo como artífice; hizo cientos de goles y dio innumerables asistencias, pero siempre dio la sensación de que los diez compañeros que le rodeaban eran una especie de estorbo para su fútbol.

Si tuviera que elegir una acción que definiese a Rivaldo, seguramente me quedaría con su gol de falta al AC Milan en la fase de grupos de la temporada 2000-01. El Barça sacó un empate a tres: el brasileño metió todos los goles de su equipo, pero no consiguió llevarles a la victoria. Los azulgrana, de hecho, quedaron terceros de grupo… por detrás del Leeds United.

Ese día en Milán, Rivaldo mereció más premio del que tuvo… como en la mayor parte de su carrera. Seguramente eso sea inevitable: al fin y al cabo, y por desgracia, siempre hay un precio que pagar cuando haces las cosas a tu manera.

Jordi Mestre no hace tuits demasiado legendarios, pero puedes seguirle aquí: @kj_mestre