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la estampa de melbourne

El GP de Australia, un rayo de sol para una Fórmula 1 en la mierda

El circo de la Fórmula 1 acumula problemas que siguen sin resolverse antes de que arranque la nueva temporada en el circuito de Albert Park en Melbourne... quizás el único elemento positivo en el comienzo del campeonato.
Red Bull Content Pool

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En la víspera del arranque de la temporada 2016 de Fórmula 1 hay un cierto runrún negativo que envuelve la competición: malas sensaciones, presagios apocalípticos y extraños cambios en el reglamento que nadie ha pedido y que, sobre todo, nadie comprende.

Es difícil negar que gran parte de la mala prensa es merecida —el circo pasa por su peor momento desde que Bernie Ecclestone asumió el control en la década de los ochenta—, y esta columna no pretende obviar la actual crisis. Hay confusión a la hora de debatir hacia dónde debería ir el automovilismo del futuro: ¿debe volver a los orígenes, intentar una reinvención moderna o desaparecer de la faz de la tierra?

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Es un debate muy interesante, pero mucha gente preferiría no darle demasiado al coco. Así que dejemos todas las preocupaciones a un lado y centrémonos en una cosa que sí que es buena para la F1: ya ha llegado la primera carrera de la temporada… ¡en Australia!

Habiendo descubierto este deporte a mediados de los noventa, en realidad no conozco ningún otro lugar del planeta que sirva tanto para inaugurar el Mundial que no sea el Albert Park de Melbourne. Desde que la F1 aterrizó a este circuito en 1996 —un movimiento no demasiado celebrado por los 'aussies'— Melbourne ha hospedado 18 de las últimas 20 carreras inaugurales. Las únicas dos excepciones, ambas en Bahrein, es mejor ignorarlas.

Imagen vía Red Bull Content Pool

Antes del 96, los arranques del Mundial nunca habían tenido la misma consistencia que en el siglo XXI. Vamos a hacer un esbozo rápido del asunto: En 1981 la temporada empezó el 15 de marzo en Long Beach, California. En 1982 lo hizo en Sudáfrica, en Kyalami, un 23 de enero. En 1983 voló hasta el circuito de Jacarepaguá en Brasil.

El país latinoamericano mantuvo la prueba hasta que en 1990 se trasladó a Phoenix, Estados Unidos. Los estadounidenses mantuvieron la carrera inicial dos años y cedieron el testigo a Kyalami en 1992 y 1993. Interlagos fue el último GP antes de que Albert Park sedujera a la Fórmula 1.

Las carreras probablemente fueron interesantes, pero tanto movimiento no era bueno para la F1; celebrar la prueba inaugural en el mismo sitio tiene mucho sentido en la cada vez más saturada parrilla deportiva. El Gran Premio genera un sentimiento de expectación único, construye unos fundamentos sólidos y mantiene una tradición familiar para los amantes del automovilismo y del deporte en general.

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Por supuesto, también necesitas encontrar el lugar adecuado que haga justicia a la relevancia del evento. Albert Park lo ha conseguido con su trazada callejera que se combina con sectores muy rápidos. Los pilotos pueden adelantar en varios tramos y las proximidad de las barreras aumenta la sensación de velocidad y peligro, los dos ingredientes básicos de la F1.

El circuito es visualmente distinto al resto y permanece en la mente del espectador: me pregunto si cualquier aficionado a los bólidos podría identificar una sección suelta del circuito y asociarla a la pista australiana.

Australia parece un lugar natural para comenzar, la verdad. A ellos les gusta el deporte, así muy en general. Y montan el tinglado bastante bien. Para el público europeo o americano todavía es pronto, ya que acaban de salir del congelador invernal a calentar motores. Para contrarrestarlo, el sol de principios de otoño en Melbourne es una visión tropical muy agradable. ¡Sol! ¡Hojas verdes! Nos da un elemento más para dar la bienvenida a la primavera.

Eso sí, que el circo compita en Australia significa que la carrera está en marcha a una hora infumable para el aficionado europeo. En España, la carrera del domingo se iniciará a las 6 de la mañana. Suena igual de horrible que la resaca de anoche.

Después del invierno europeo, Melbourne es un lugar donde querrías estar. Ah, y se saben vender muy bien. Imagen vía PA Images

Y a pesar de la hora, hay algo especial acerca de esto. Para los que se levantan se ha convertido en un ritual: el agotamiento y el café, tratar de mantener los ojos abiertos en contra de los deseos de un cuerpo que pretende traicionarte… ese sentimiento —no muy divertido en un primer momento— adquiere una tonalidad nostálgica más adelante.

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Es cierto que en los últimos años ya no me siento obligado a ver la carrera en directo. Solo cuando había algo fuera de lo normal merecía la pena levantarse. Por eso estaba despierto en 2009 y 2014, cuando el cambio de reglamento sacudió las cosas; por eso no sentí la necesidad de hacerlo el año pasado, porque Mercedes era el claro dominador y no iba a joder mi mañana para ver un juego de niños entre Hamilton y Rosberg.

Espero estar equivocado —ya que sería genial ver a Vettel, Ricciardo o Bottas tener opciones reales este año—, pero observando el cuentakilómetros y los tiempos de los entrenamientos todo parece indicar que será un paseo de Lewis y Nico. Quizás Ferrari pueda seguirles de cerca, quién sabe.

Aún así, cuando mire la carrera sentiré una nostalgia y cariño que jamás conseguirán tener Sepang, Bahrain o Shanghai. Pocos circuitos modernos tienen el mismo atractivo sumado al factor emocional de Albert Park. Sin duda, ser el escenario del retorno de la F1 tiene mucho que ver con ello.

Antes de la llegada de YouTube, esta era la primera oportunidad que había para ver imágenes de los nuevos monoplazas en movimiento.

Los esfuerzos de Jean Alesi con el terrible Prost-Peugeot del año 2000 no sirvieron para nada. Imagen vía PA Images

Tengo muchos recuerdos, intensos y difusos a la vez. Jarno Trulli en la parrilla de salida con su Minardi en 1997, Jean Alesi intentando salvar el Peugeot en el 2000… y después llegan los primeros atisbos de mi enamoramiento: la feroz velocidad del McLaren y el pit-stop fantasma de Mika Häkkinen en 1998; un joven Kimi Räikkönen a bordo del Sauber en 2001; el brillante debut de Mark Webber en 2002.

En ese momento no era un misterio absoluto —habíamos visto a esos bólidos antes en las revistas—, pero era en Albert Park cuando los veíamos rugir por primera vez. La publicidad se desenfocaba con la velocidad y el cuerpo se te llenaba de la sensación que nos acompañaría durante los siguientes siete meses.

La primera carrera siempre servirá para forjar los lazos emocionales de cada aficionado y, por eso, mantenerla en el mismo circuito es una gran victoria para la Fórmula 1.

¡Ah! Y mejor no hablemos hoy del nuevo sistema de clasificación…

Sigue al autor en Twitter: @jim_weeks