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Comida

Los asesinos son los mejores empleados en un restaurante

Un día alguien le preguntó a un compañero casualmente, "¿Has matado a alguien?", y él respondió de manera súper ultra casual: "Sí, a diez personas".
Photo by Tibor Kovacs via Flickr

Bienvenidos a Confesiones de restaurante, donde hablamos con las voces no conocidas de la industria de los restaurantes tanto del servicio como de la cocina, sobre lo que realmente pasa detrás de bastidores en tus establecimientos favoritos.

Cuando trabajé en los restaurantes de Nueva York, siempre disfruté hacerlo con diferentes tipos de personalidades. Trabajé con muchos actores, comediantes y músicos, pero lentamente empecé a relacionarme más con personas del teatro musical; eran muy distintos al resto. Un chico de teatro musical lloró, porque accidentalmente se comió un trozo de atún que no estaba aprobado por la FDA (Food and Drug Administration). Se escondió detrás de la máquina de hielo y empezó a sollozar. Sin embargo, cuando empecé a trabajar con criminales de verdad, rápidamente me di cuenta de que es mucho más sencillo llevarse con ellos que con nadie más, porque saben qué tan mal pueden ponerse las cosas.

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Una vez un portero nunca se presentó para otro turno, porque el FBI vino a buscarlo. Aparentemente, había matado a alguien. No estoy seguro si eso tuvo que ver con un incidente relacionado con dos veladores enfrascados en una pelea con cuchillos; se negaron a presentar cargos uno al otro. Había un chico llamado Juan con el que trabajaba en un restaurante de Brooklyn que era muy sincero con todo. Una noche, después de nuestro turno, le preguntamos qué había hecho en su ciudad natal en México antes de venir a Brooklyn y nos explicó que era un exagente federal. Alguien le preguntó casualmente, "¿Has matado a alguien?", y él respondió de manera súper ultra casual: "Sí, a diez personas".

Cuando empecé a trabajar con criminales de verdad, rápidamente me di cuenta de que es mucho más sencillo llevarse con ellos que con nadie más, porque saben qué tan mal pueden ponerse las cosas.

Los músicos no son los peores compañeros, ellos viven su vida haciendo lo que quieren hacer. No andan por ahí diciendo cosas como, "De hecho, soy una estrella de rock, este es solo mi trabajo por las mañanas". Siempre eran los escritores quienes sufrían síndrome del fracaso a publicar. No había nada, literalmente, que los detuviera. Ese es el peor tipo de autoodio, cuando alguien dice, "Voy a darme algo de tiempo para escribir" y entonces los miras llegando a la zona de bar del restaurante en su día libre esperando para que los compañeros se acerquen y platicar un momento. Los miras y dices, "Oh, creí que ibas a tomarte un tiempo para escribir".

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Yo pensaría que siendo un actor atendiendo mesas podría enriquecer tus próximos papeles, pues no hay mejor lugar para conocer diversas personalidades, mientras les extraes características de su carácter. Puede ser una buena investigación de personas.

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Ser un mesero puede ser muy divertido, pero algunas personas se autosabotean durante el proceso. Cuando tenía 20 años, alguien me dijo cuánto dinero podía ganar trabajando en restaurantes. Estaba a punto de cumplir 21 y quería conseguir un departamento en Nueva York, así que pensé que era una buena opción. Servir mesas me permitiría pagar mi renta mensual en una semana. Escribí mi experiencia real y fui a Ruby Foo's en el centro de la ciudad. No me dieron el empleo, porque mi currículum no tenía ninguna experiencia relevante, así que puse nombres de restaurantes ficticios con direcciones en el área de Nueva York, fui al local en Times Square, y conseguí el trabajo.

Yo pensaría que siendo un actor atendiendo mesas podría enriquecer tus próximos papeles, pues no hay mejor lugar para conocer diversas personalidades.

Me aferré a ese lugar hasta que supe cómo hacer las cosas. Solía ceder mis mesas a otros meseros. Estaba petrificado. Era horrible. Si cedía mi mesa, los otros meseros decían "¡Eso son 200 extra!" yo solo respondía, "Tómala. No puedo hacerlo. La voy a cagar". En la vida, pienso que si algo te da miedo cuando estás iniciando, no vale la pena. Sentía mucha presión cuando trabajaba en restaurantes. A veces, sufría de errores clásicos, como no saber hacer varias cosas a la vez.

Un día alguien me pidió un Drambuie, pensé que era una palabra inventada. Fui con el bartender y balbuceé, "Drambuie," y respondió, "¿en las rocas o derecho?" y me di cuenta, 'Bien, de hecho es algo real'. Yo era bueno en joder las cosas y retrasar el servicio bastante. Una pareja pensó que les estaba dando un mal servicio a propósito y tuve que decirles, "No, así es como lo hago. Este es mi estilo".

Pero entonces comencé a mejorar y mi vida en los restaurantes se convirtió en escenarios divertidos. Serví a la actriz Catherine O'Hara, quien fue tan divertida como en la pantalla. Valoré que haya seguido mi recomendación sobre qué vino ordenar. También atendí a un proxeneta polaco que me prometió una buena propina si "hacía" las cosas rápido. Siempre cumplía su palabra. Siempre soñé con encontrarme en el restaurante a alguien de mi ciudad natal, en Nueva Jersey, para atraparlo en medio de una aventura amorosa. Si eso ocurría, podría extorsionarlos o chantajearlos, y hubieran tenido que ir a un cajero automático y darme bastante dinero. Eso nunca pasó —es enfermo desear algo así—, pero siempre lo quise.

Esta publicación apareció previamente en MUNCHIES en julio de 2014.

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