Arianna Travaglini lleva mucho tiempo siendo usuaria frecuente de Airbnb para sus viajes de larga duración y sus escapadas de fin de semana por Estados Unidos y Canadá. Ella dice que, en casi una docena de viajes reservados a través de este servicio, jamás ha obtenido una reseña negativa o vivido una experiencia que no fuera positiva. Esto es, hasta que la expulsaron inexplicablemente de la app el mes pasado.
Cuando Travaglini trató de reservar un viaje a Baltimore para las celebraciones del orgullo LGBT, no recibió ninguna respuesta por parte de anfitriones potenciales. Creyendo que se trataba de algún fallo en su cuenta, trató de usar la opción “Reserva inmediata” de la aplicación para asegurar un apartamento de forma automática. Cuando aquello tampoco funcionó, se puso en contacto con el número de atención al cliente, donde le dijeron que su cuenta había sido suspendida debido a un “problema de seguridad” y más tarde recibió un email anunciándole que su cuenta había quedado inhabilitada indefinidamente.
Videos by VICE
“Por favor, comprenda que no estamos obligados a ofrecer ninguna explicación por la acción emprendida hacia su cuenta”, decía el correo. Aunque Airbnb jamás le ofreció una explicación, Travaglini cree que su cancelación se debe a su trabajo como actriz porno y dominatrix profesional.
“No hay absolutamente nada que puedan argumentar en mi contra aparte del hecho de que soy una trabajadora sexual”, afirma. “Cada una de las propiedades en las que me he alojado me ha ofrecido unas críticas increíbles y no hay ninguna mancha en el historial de mi cuenta o de mis pagos. Había oído que esto sucedía, como una especie de leyenda urbana entre trabajadoras sexuales, pero llevaba tanto tiempo usando este servicio que no creí que pudiera pasar hasta que sucedió”.
Aunque Airbnb no especifica explícitamente que no permite trabajadores sexuales en sus términos y condiciones, un representante de la compañía dijo a Broadly que “la prostitución no está permitida”. Travaglini mantiene que nunca ha utilizado un alquiler de Airbnb para trabajos sexuales y, lo que es más, que el tipo de trabajo que realiza es legal en la mayoría de lugares de Estados Unidos (los “actos sadomasoquistas realizados a cambio de dinero” son legales en su estado natal de California, pero ilegales en Maryland, donde se disponía a viajar).
Después de que se publicaran varios artículos en los que se afirmaba que Airbnb es muy utilizado en EE. UU. y en otros países para la prostitución, la compañía ha jurado combatir toda actividad relacionada a través de diversas medidas. Un representante de Airbnb indicó que, además de buscar a los anfitriones y los huéspedes en bases de datos públicas para comprobar si tienen antecedentes penales o figuran en algún registro de delitos sexuales, la empresa utiliza también diversos métodos de selección digital para “asegurarnos de que el uso de nuestros listados se corresponde con lo que nuestros anfitriones y huéspedes esperan de nosotros”.
Había oído que esto sucedía, como una especie de leyenda urbana entre trabajadoras sexuales, pero llevaba tanto tiempo usando este servicio que no creí que pudiera pasar hasta que sucedió
Explicó que Airbnb emplea análisis conductuales para localizar trabajadores sexuales y no negó que se pueda eliminar a una trabajadora sexual de la aplicación incluso aunque no la hayan utilizado activamente para realizar servicios sexuales.
“No está permitido utilizar esta plataforma para la prostitución y revisamos constantemente la aplicación para asegurarnos de que cualquier actividad sea la que esperan nuestros clientes”, afirmó. “Las personas que alojan huéspedes tienen ciertas expectativas sobre lo que va a suceder y, cuando identificamos cosas que van contra eso, tenemos que tomar medidas”.
Travaglini no es la primera trabajadora sexual eliminada de Airbnb sin explicación. Julie Simone, dominatrix y actriz porno, fue expulsada de la app el pasado mes de marzo y Travaglini nos explicó que otras trabajadoras sexuales le relataron incidentes similares después de hacer pública su expulsión.
Los términos de Airbnb exigen que todos los anfitriones y huéspedes “cumplan con la legislación y normativas locales” y prohíben “contenidos que promuevan la discriminación, la intolerancia, el racismo, el odio, el acoso o el daño hacia ningún individuo o grupo”. Sin embargo, Sienna Baskin, directora de servicios legales en el grupo de defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales Sex Workers Project del Centro Urbano de Justicia, afirma que negar un contrato o alojamiento a las trabajadoras sexuales es de hecho completamente ilegal.
“Una de las principales barreras a las que se enfrenta el movimiento de defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales es que el empleo no es una categoría protegida frente a la discriminación”, afirma. “Mientras que no te pueden discriminar bajo las leyes municipales y estatales por tu raza, etnia o género, el empleo no entra dentro de esta categoría. Te pueden discriminar en base a tu ocupación”.
Travaglini afirma que sabe que la suspensión de su cuenta en la aplicación es completamente legal y, para ella, ese es el problema. El vago contenido de los términos y condiciones de la compañía, afirma, permite a Airbnb discriminar a cualquier grupo sin dar una razón.
“Son una empresa privada y pueden hacer lo que les salga de las narices”, afirma Travaglini. “Pero este problema es mucho mayor que solo Airbnb: es un problema con los términos de servicio y con cómo el lenguaje ambiguo permite a las compañías poner en marcha políticas basadas en sus preferencias morales o creencias religiosas sin ningún tipo de consecuencia”.
Los efectos de estas políticas pueden resultar especialmente negativos en los usuarios más pobres o marginados, a quienes —según algunas opiniones— beneficiaría en mayor medida la denominada economía compartida. Un informe realizado en 2015 por la Universidad de Nueva York describía los alquileres entre iguales como “una fuerza que democratiza el acceso a un modelo de vida más elevado”. Si se niega el acceso a Airbnb a los usuarios que no disponen de una amplia gama de opciones de vida, se les está privando de un lugar más donde recurrir para buscar alojamiento. La empresa se está convirtiendo tan solo en un ejemplo más de cómo las políticas discriminatorias desembocan en una reducción del acceso, explicó Travaglini.
“Están jugando a ser dios… Y pueden hacerlo, porque son una organización privada increíblemente rica”, afirma. “Pero cuando empiezas a jugar a ser dios, es muy difícil saber cuándo parar. Una vez que empiezas a discriminar, se forma una bola de nieve que va creciendo sin parar”.