La música pop tiene un problema con las “chicas buenas”. En “Hotline Bling”, Drake le canta a su ex novia sobre cómo ella “solía estar siempre en casa, siendo una buena chica”.
Está encabronado porque su ex ha “empezado a vestir menos y a salir más”. La clave de todo esto es que Drake parece sentirse amenazado por la nueva percepción que su ex tiene de sí misma y de su sexualidad. Está celoso porque tiene nuevos amigos que no son él.
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Por eso usa la idea de “chica buena” para avergonzarla por sus formas nuevas de mujer independiente, porque no las entiende.
A mí me suena como si su ex se sintiese bastante reprimida mientras estaba con él, volcada en su relación, de modo que al dejarlo hizo lo que muchas mujeres harían en su situación: ponerse su vestido más atrevido y empezar a pasárselo como nunca, reconstruyendo su autoconfianza y volviendo a ser la mejor versión de sí misma. Tahirah Hairston escribió en Fusion que en lugar de admitir su propia angustia emocional por culpa de la situación, Drake “opta por avergonzarla con condescendencia y dictar dónde pertenece o deja de pertenecer. La canción es tan mezquina que olvidas que han herido sus sentimientos (o quizá tomas una conciencia mayor todavía)”. La chica buena es, básicamente, una figura que se usa para intentar hacer volver al redil a una mujer descarriada, o que está amenazando la versión patriarcal de lo que es aceptable en el comportamiento de una dama. Es una etiqueta femenina creada condescendientemente por el hombre, con esa insistencia infantilizadora en referirse a mujeres ya creciditas como “chicas”.
“Hotline Bling” no es la primera canción donde Drake menciona explícitamente a la “chica buena”. En “Hold On, We’re Going Home”, Drake canta “Porque eres una chica buena y lo sabes/ actúas tan diferente a mi alrededor” como una forma de identificar y proteger a la mujer en cuestión. En “Mine” de Beyoncé, Drake rapea ¿Quieres estar con una chica buena?/ Hazlo a lo grande por una buena chica/ Una vez, esta es una canción para una chica buena, sugiriendo que la única mujer por la que merece la pena salir y buscar es una que sea “buena”. Como señala Hairston, “su concepto del amor es muy cercano a la propiedad”.
Pero como la “chica cool” en Gone Girl, la novela de Gillian Flynn, la chica buena es simplemente una versión de feminidad que no existe. Es algo que los tipos como Drake usan para menospreciar a las mujeres cuando sienten que su masculinidad está siendo castrada o simplemente los han rechazado. Es un concepto unidimensional, como si estuviese dirigido por la misma Beyoncé, que ha sido diseñado por hombres para proyectarlo cuando ven la amenazadora sombra sobre ellos de una mujer multidimensional. La noción de “buena” en el diccionario de Drake pide una sexualidad silenciada, y una adhesión a la idea anacrónica de la decencia femenina que todavía estamos luchando por superar.
Beyoncé, superficialmente, podría parecer la “chica buena” por excelencia de la música pop. Encaja a la perfección: es sexy sin ser sexual, es una madre leal a su hombre, devota en sus creencias e impecable en su imagen pública. Pero como ya he dicho, todo eso es superficial. Beyoncé trabaja muy duro para ser la versión de Beyoncé más intachable posible, pero igual que la idea misma de “chica buena”, es sólo una ilusión. Beyoncé podría parecerle a Drake la más fantástica de las “chicas buenas”, pero una chica buena no tiene a una agencia vigilando la percepción que se tiene de ella, mientras que Beyoncé controla todo a detalle sin que nadie pueda poner trabas a lo que ella misma está dictando, mucho menos un hombre, o Drake. Contradice entonces ese estado incorpóreo de la chica buena.
Beyoncé. Imagen vía
La chica buena es un fetiche en la música pop que parece incapaz de sacarse de encima la dicotomía de la virgen contra la puta. En el caso de Drake la usa para reforzar su propio valor, empleando el uso de la vergüenza hacia cualquier conducta que caiga fuera de su margen de aprobación. A pesar de que las letras de Drake le muestren como misógino, todavía están lejos de la vulgaridad con la que usan esa misma noción de vergüenza otros artistas. En “Bound 2”, Kanye West rapea que “Una chica buena vale más que mil putas”, y en “Runaway”, “Lo ves, podría tener una chica buena / Sin dejar de sentirme atraído por una puta”. Se podría argumentar que el uso de la figura de la “chica buena” es consciente y por lo tanto menos tóxico en tanto que lo usa para rebajarse a sí mismo, mientras que la de Drake es abnegada y por lo tanto más peligrosa, conduciendo a su audiencia hacia una falsa sensación de seguridad con sus intenciones de “buen tipo”. En cualquier caso, ambos artistas usurpan la autonomía femenina ya sea para criticar su masculinidad (en el caso de Kanye) o para reforzarla a través de la reducción del sujeto femenino (en el caso de Drake). En ambos escenarios, la chica buena es una herramienta para que los hombres expliquen sus propios demonios, sometida a sus demandas en lugar de autoafirmarse.
La “chica buena” delata el Don Draper interior que ha llegado a definir a una generación de misóginos abnegados. Ella es la idea que aparece cuando un hombre castrado siente que debe hacer una exhibición superficial de poder. Sin embargo esos mismos hombres se sienten irremediablemente atraídos, física y emocionalmente, por mujeres poderosas, impredecibles y dinámicas. En el caso de Drake, se ha mostrado atraído sexualmente por Nicki Minaj y Rihanna, las cuales (al menos ese es el mensaje que destilan sus personas públicas) son mujeres valientes, sexuales y deliciosamente rebeldes con ganas de chingar el status quo convirtiendo sus cuerpos en un arma contra el patriarcado. Lo cual convierte la existencia de la chica buena como ejemplo positivo en algo extremadamente patético, la acción de un niño al que le han dicho que no puede comer pizza sino brócoli, prueba el brócoli, le encanta, pero por despecho y como protesta no quiere comer, y acaba yendo a la cama con hambre.
”Hay muy pocos casos en la música popular que subviertan la idea de la chica buena, y la alternativa suele presentarse como algo excluyente. En “Sad beautiful tragic” de Taylor Swift (donde los créditos están firmados sólo por ella) ella se mofa lamentablemente de esa locura de intentar ser una chica buena cantando “las chicas buenas estarán esperanzadas y van a esperar durante mucho tiempo”. Swift tácitamente reconoce que en su intento de ser esa ilusoria “chica buena”, lo primero que debe hacer es vivir para impresionar a un hombre y satisfacer sus expectativas, haciéndola por lo tanto vulnerable a sus abusos. Es un breve vistazo a la mujer seducida por la idea masculina de la “chica buena” devolviéndose la mirada a sí misma.
Es difícil ser una mujer a merced de unas letras dirigidas por hombres. Eres buena o eres mala. Casta o putilla. Y mientras que la “chica buena” no es un tema principal a la hora de hablar de la violencia en la música pop, las referencias hacia ella se vuelven tan comunes como los “putas”, “zorras” y otras encantadoras frases que se usan para describir a la chica que uno no quiere. “Chica buena” es un ambiguo cumplido para una feminidad descrita por un hombre. Es algo bonito, algo a lo que aspirar. Todo el mundo quiere ser bueno en cierta medida, por lo que podríamos deducir racionalmente que deberíamos sentirnos atraídas por ese ideal. Pero ser una chica buena es algo muy distinto a ser una buena persona. La chica buena es tranquila y sumisa, no debe salir hasta tarde y sólo puede tener sexo si está enamorada. Ella no desafía ideas machistas anticuadas y desde luego no se queja por nada. Y si esa persona eres tú, Drake se entregará con devoción. ¿Pero qué pasa con las chicas no tan dóciles? ¿Con las chicas sexis y divertidas? ¿Con las chicas inteligentes que hablan en voz alta? ¿Qué pasa con las chicas que son todo esto dentro de un paquete extraño y vibrante? ¿Dónde están las canciones para las chicas normales? Mientras sigamos perpetuando la idea de “chica buena” y “chica mala” continuaremos promoviendo una cultura donde prima la división competitiva entre mujeres y, aún peor, fomentando la cultura de la vergüenza. ¿Es demasiado pedirle a un artista como Drake que acepte simplemente a las mujeres como son, sin forzar su visión unidireccional de la mujer para crear una narrativa que en realidad es falsa?
Kat George es una escritora de Brooklyn. Síguela en Twitter.