Almorzando con Sara Abril: la estudiante de la nacional que le gritó al presidente Santos

Hasta el jueves pasado nadie por fuera de la Universidad Nacional sabía quién era Sara Abril. Ese día, ese jueves 28 de enero, el presidente de los colombianos, Juan Manuel Santos, tenía pensado proyectar el documental Colombia, Magia Salvaje y contagiarle el entusiasmo del proceso de paz a los primíparos. Sara aprovechó para cuestionarle al presidente por la venta de Isagén, por haber eximido a las petroleras de impuestos y por “impedir que esta universidad siga surgiendo”.

El video de la intervención de Sara se viralizó y, mientras que algunos le aplauden la valentía de haber tomado la palabra para hablarle de tú a tú al hombre más poderoso de Colombia, otros le recriminan el tono airado de su intervención, el uso de arengas populares y haber perpetuado el cliché del estudiante público como un opositor altanero y de oídos sordos.

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No quería quedarme con ninguna de esas dos versiones. Este martes fui a almorzar con Sara y conversamos un rato acerca de política, populismo y lo que significa la palabra mamerto.

La cita era a la 1 p.m. en la entrada de la Universidad Nacional por la calle 26 pero, al cargar con la cruz de ser una persona puntual, Sara tuvo que esperarme durante casi 20 minutos. La primera impresión que me llevé fue muy distinta a la que tuve cuando vi el video en el que confrontaba al presidente: en vez de la voz exaltada y aguda que se escucha en el video, me saludó una mujer de voz gruesa y tranquila que camina con las manos puestas en las correas de la maleta y la cabeza un poco agachada.

En los últimos 5 días, el perfil de Sara en Facebook excedió sus capacidad de amigos y ella se ha visto obligada a crear una página de figura pública para manejar tal afluencia de seguidores. “Desde el jueves pasado he recibido muchísimos mensajes de apoyo a través de las redes sociales y eso ha sido muy chévere. También he recibido muchos ataques, pero se trata de cuentas falsas creadas por gente contratada para atacarme”, me decía Sara, mientras nos alejábamos de la universidad en la hora pico del almuerzo.

Había apostado una cerveza a que Sara me iba a llevar a almorzar a un corrientazo. Me la gané. Entramos a un restaurante llamado JB y ordenamos el menú del día. Al igual que yo, Sara ordenó su plato sin habichuelas. Pero a diferencia mía, le pidió al mesero que, en lugar de pollo, le sirviera una doble ración de lentejas. Ella es vegetariana.

Mientras esperábamos nuestra comida, me enteré de que la mujer aparentemente tímida que estaba sentada frente a mí en este corrientazo era en realidad una política toreada en varias plazas. Fue representante estudiantil mientras cursaba el bachillerato en el Instituto Alberto Merani, un colegio célebre por poner muy alto el listón a la hora de aceptar a sus estudiantes. Luego, fue representante estudiantil de la Facultad de Ingeniería de la Nacional y, en mayo del año pasado, elegida como representante ante el Consejo Superior Universitario, un órgano compuesto por 11 personas, máxima autoridad de gobierno en la Universidad Nacional.

En mayo del año pasado, Sara se ganó el derecho a ser la única estudiante que se sienta en el consejo junto a la ministra y viceminsitra de educación, el rector de la Universidad, un representante de los exrectores, dos funcionarios nombrados por el presidente, un representante de los profesores y otro del Consejo Nacional de Educación Superior. Mejor dicho, actualmente Sara es algo así como la presidenta de los estudiantes de la Nacional. Comprendí que Santos no fue encarado por una estudiante cualquiera. A sus 24 años Sara Abril ya ha ganado más elecciones que el actual presidente.

El día anterior a mi almuerzo con Sara, me contacté a través de Twitter con una persona que trabajó para la campaña de Álvaro Moscoso, uno de los candidatos a los cuales Sara derrotó en las elecciones para llegar al Consejo Superior Universitario. Según esta persona, las elecciones al interior de la Nacional han estado tradicionalmente dominadas por un “bipartidismo puro” entre los candidatos de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) y la Organización Colombiana de Estudiantes (OCE) dos organizaciones que representan una izquierda radical y moderada respectivamente.

Según el miembro de la campaña de Moscoso, durante la última campaña estos dos grupos cambiaron sus nombres por Somos UN y Avanza UN respectivamente, pero en el fondo siguen siendo las mismas estructuras que tradicionalmente han estado vinculadas a Marcha Patriótica, en el caso de Somos UN y al Polo, en el caso de Avanza UN.

Lógicamente, esta persona presentó a Álvaro Moscoso, su candidato, como una tercera vía, un candidato independiente con pocas posibilidades de ganar ante la gran maquinaria izquierdista que, según él, adoctrina a los primíparos y sataniza a sus contradictores. Sin embargo, Moscoso buscó una alianza con Sara para las elecciones de mayo del año pasado. Dicha alianza fue rechazada por Sara. Contundentemente.

Cuando confronté a Sara con este testimonio ella negó cualquier vínculo de Avanza UN con el Polo “a pesar de que muchos (son) militantes activos del partido”. Insinuó asimismo que varios de los miembros de la campaña de Moscoso tenían vínculos con el Partido Verde e invitó a todas las corrientes políticas a entrar en la competencia por la representación estudiantil en la Nacional ya que eso “enriquece la calidad del debate”.

Todo este ajetreo político toma tiempo y esfuerzo. Pregúntenselo a Sara , quien afirma no dormir más de cinco horas al día. “A mí esto me ha costado hasta novias”, me decía Sara, quien salió del closet a los 15 años, más o menos en la misma época en que se retiró el Colegio Eucarístico por entrar en conflicto con la educación religiosa que allí recibía. Según Sara sigue quedando tiempo para parchar con amigos, adelantar su carrera de biología (la segunda que cursa en la Nacional, tras haberse graduado de ingeniera electrónica hace dos años) y disfrutar de lo que ella considera la “mal llamada música clásica, que en realidad es académica”.

Cuando ya quedaba poca comida en nuestros platos empezamos a discutir acerca de los sucedido el jueves de la semana pasada. “Primero que todo hay que aclarar que este fue un evento que fue planeado a escondidas y de manera antidemocrática”, me dijo Sara, haciendo referencia a que la proyección del documental era un evento exclusivo para estudiantes de primer semestre y para el cual se exigía una boleta. Sara me mostró el correo institucional a través del cual la Universidad invitaba a los primíparos al evento. El correo no mencionaba la presencia del presidente Santos. Sara dice que sabía de su visita porque “esa información se filtró”. Según Sara, el rector Ignacio Mantilla, quien se sienta con ella en el Consejo Superior Universitario, se propuso deliberadamente evitar que ella asistiera al evento. “Le escribí al rector, le escribí a sus secretaria y como no obtuve respuesta, dije: bueno ya agoté el conducto regular y si no hay de otra me tocará colarme”.

Sara, quien había estado presente durante la semana de inducción, consiguió que un estudiante de primer semestre le entregara su boleta para el evento. Se recogió el pelo, se quitó las gafas y consiguió entrar a un auditorio al que no había sido invitada. Durante 45 minutos, Sara estuvo en el auditorio preparando su intervención mientras el presidente de la República le hablaba a un auditorio primíparo acerca de la importancia que su generación tiene en la construcción de paz. Luego, Sara pidió la palabra. Pasó lo que pasó.

A quienes la acusan de haber sido grosera, Sara les contesta que en su intervención no hay una sola grosería y muy pocos adjetivos. A los que la tildan de populista por usar arengas como “esta es la mejor universidad de Colombia”, les replica que tras esta frase se oculta una operación lógica en la que la conclusión es que en Colombia la educación debe ser pública, gratuita y de calidad, como la que se ofrece en La Nacional. Y a quienes dicen que su ataque solo consiguió alejar al Gobierno de la Universidad, deteriorando una relación que de por sí ya es frágil, les contesta que “no hay que buscar la fiebre en las sabanas”, refiriéndose a que la financiación del Gobierno hacia la Universidad no responde a la cordialidad u hostilidad con la que sea recibido el presidente cuando la visite.

Para quienes le ponen el rótulo de “mamerta” la respuesta es aun más contundente: “Mamerto es una forma anticuada de llamar a los miembros del Partido Comunista. Y yo no soy comunista, soy militante del Polo, un partido que no se opone a la propiedad privada”.

Al final le hice a Sara la pregunta más obvia de todas: si quisiera dedicarse un en futuro a política fuera de la universidad, ¿qué haría en caso de resultar algún día en los zapatos de Santos, es decir, siendo increpada por un ciudadano cualquiera y posteriormente abucheada por una multitud?

Sara me dijo que haría lo mismo que hizo Santos ese día.