Analicemos esta foto de Mark Zuckerberg conquistando el mundo

Buenas a todos. Noticias del fin del mundo. Con nosotros está Mark Zuckerberg, Marky Mark Zuckerberg, el Zuck, el Berg, el Gran y Glorioso Líder Mark Zucky-Zuck, el Zucker, el Z. Aquí lo tenemos, caminando entre el público en el lanzamiento del Samsung Galaxy 7, anoche en Barcelona, casi flotando con sus Nike nuevas y una camiseta gris. Mark Zuckerberg conectándonos a todos a la realidad virtual. Mark Zuckerberg a unos meses y un brote de alopecia de convertirse por fin en un villano de Bond de los pies a la cabeza; Mark Zuckerberg a meses de lograr desarrollar una miserable fórmula nutricional que no sea necesario masticar, una fórmula que ingeriremos a través de un tubo mientras volamos por el espacio en una gloriosa representación en realidad virtual. Seres humanos habitando cápsulas de realidad virtual llenas de líquido viscoso en 2026. Todos hemos visto Matrix:


Imagen vía Facebook

Supongo que todos somos capaces de dejar de lado, aunque sea por un momento, nuestra opinión personal sobre la realidad virtual –sí, ese pensamiento de “¡Ajá, una tecnología muy chula, pero no quiero que invada mi vida!”, que, por cierto, es lo mismo que pensamos de los iPhones, la televisión…– y disfrutar de la visión de esta fotografía exactamente por lo que es: una representación sublime del fin del mundo tangible, ese último destello de tonos azul y blanco que todos vemos antes de que la muerte nos envuelva:

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Ordenador, amplía la imagen del corte de pelo de Mark Zuckerberg; tenemos que hablar. Tenemos que hablar de eso. Es preciso comentarlo.

Si yo fuera multimillonario –y puedes dar gracias por que no sea así, porque sin duda sería de los perversos; no existe la menor posibilidad de que fuera un rico bondadoso o un filántropo. Empezaría como un millonario divertido, dueño de un yate con un cañón que disparara dinero y un delfín por mascota y, con el tiempo, iría volviéndome más excéntrico y maniático hasta convertirme en un Trump; en serio, dad gracias por que escribir no dé dinero–, de hecho, incluso como alguien que actualmente no lo es, me preocupo más por mi pelo que este individuo. Zuckerberg es un hombre que va al barbero –o mejor dicho, hace que un barbero acuda a él– y dice: “No me importa lo que me hagas”. Imagínate lo poco que le preocupan las cosas a este hombre. “¡Sí, claro, Mark Zuckerberg!”, dirás. “Por supuesto que le preocupan las cosas. Le preocupa el futuro de internet. Nuestros datos están a salvo co…”.


Esta es la línea capilar de un hombre sumamente temerario, un hombre al que no le importa nada lo más mínimo

“Eh”, le dice Mark Zuckerberg al barbero, que probablemente habrá cobrado 500 dólares por el trabajo. “No te limites simplemente a destrozarme el pelo: córtame para que parezca que estoy repitiendo sexto. Haz que parezca que mi madre me ha obligado a cortarme el pelo para mi primer día como reponedor en Leroy Merlin. Soy la decimosexta persona más rica del mundo. Adelante, corta”.

No, pero tenemos que quitar el zoom y volver a fijarnos en los drones que Mark Zucky tiene conectados, especular sobre si están disfrutando el momento basándonos en una imagen estática, un microsegundo en el tiempo, un latido congelado para la eternidad. En cualquier caso, este tipo seguramente estará viendo vídeos porno:

Vale, no está viendo porno, pero, ¿cómo lo puedes saber? Ahí reside la belleza de la realidad virtual. Toooodo el mundo está viendo la misma presentación aburrida que previamente se ha cargado en todos los dispositivos, una presentación en PowerPoint que no tiene ningún efecto de realidad virtual. Pero este tío tiene toda la pinta de haber conseguido, de alguna manera, cargar contenido porno en esas gafas. Una mano en el portátil, los pies planos sobre el suelo, boca de esturión: la típica pose del que está mirando porno en una sala llena de gente. Su expresión es elocuente: delata que ha conseguido hackear el trasto ocho segundos después de que le indicaran que lo tenía bajo la silla. Delata que lleva viendo porno desde el momento en que Zuckerberg ha empezado a hablar. Este es el verdadero progreso de la tecnología: no se trata de lo asequible o accesible que sea, sino de cómo de fácil es poder ver tetas en alta definición. Y este tipo se muestra indiferente ante el progreso.

A este hombre no le funciona el dispositivo de realidad virtual, pero le da vergüenza levantar la mano para decirlo. Se inclina imperceptiblemente hacia su compañero y le susurra; “¿El tuyo funciona?”. Su compañero asiente con la cabeza, pero él no puede verlo. Está solo en la oscuridad infinita. Frente a él, un logo de Samsung resplandece amenazante. Lleva ya 45, 50 minutos atrapado en esta pesadilla. No puede quitarse las gafas por si Zuckerberg le ve y le golpea con una vara. “Cierra los ojos, John”, piensa. “Pronto se habrá acabado. Muy pronto”.ç

Este otro se pregunta por qué se habrá molestado en llevarse una cámara réflex si se iba a pasar la hora entera enchufado a esa máquina. Además, le ha asaltado la paranoia de que alguien le va a robar el portátil durante su ceguera, por lo que lo aprieta fuerte entre las piernas.

Este individuo desconoce el funcionamiento de la realidad virtual, así que mira hacia atrás para comprobar qué alcance tiene el aparato. “¡Vaya! ¡Pero si da toda la vuelta!”.

Supongo que, a fin de cuentas, estamos presenciando un momento real en el tiempo: esta foto está a la altura de las imágenes del hombre pisando la luna por primera vez, la grabación de Zapruder, la foto “Flower Power” de Bernie Boston o la del beso del marinero en Times Square. El momento exacto en que se da a conocer oficialmente una tecnología futura a un mundo expectante: un futuro que se moldea y transforma delante de nuestros propios ojos. Mark Zuckerberg parece estar a punto de soltar una carcajada malévola y luego subirse a la azotea para participar en un tiroteo con un espía. “Mientras los periodistas estaban distraídos con estos juguetitos de realidad virtual, yo he lanzado un arma nuclear para destruir la luna”. Eso transmite.

Recuerda que ni siquiera sabemos de qué trata la presentación que se proyecta en esos dispositivos. A tenor del entusiasmo del público, parece una vista de 360 grados del mismísimo infierno. Fuego, azufre y gremlins de aspecto indescriptible. El infierno en toda su crudeza: lava y fuego, calor abrasador y una agonía interminable. Nervios a flor de piel y alaridos tan agudos y penetrantes que te aterrorizan constantemente, incluso cuando han cesado. Piel desollada, chamuscada, arrancada. Cabellos retorcidos, desintegrados. Ojos arrancados y gargantas oprimidas. El infierno, el infierno, el infierno.

¿Esto es el futuro? No lo sé. Supongo que todos disfrutaremos de la realidad virtual hasta que algún youtuber publique un vídeo viral en el que nos aconseje que dediquemos tiempo a la familia, que vayamos a correr al parque, que observemos a las abejas y los árboles. Un vídeo que nos haga ver que la realidad virtual es mala, que antes las personas hablaban unas con otras. Pero parece que ese será un momento decisivo que veremos con terror en el futuro, detrás de una cadena, mientras vemos un parque infantil saltar por los aires. Y pensaremos: “Nunca debimos haber confiado en Mark Zuckerberg, con su camiseta gris y sus vaqueros. Nunca debimos haber confiado en ese hombre”. Y miraremos esta fotografía, su corte de pelo, y pensaremos: “Ah, qué ilusos. Las señales estaban ahí, eran claras”.

@joelgolby

Traducción por Mario Abad.