Angélica Rivera en Los Pinos: historia de un amor que no sabemos cuánto nos costó

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Artículo publicado por VICE México.

La mañana del 1 de diciembre de 2012 hubo una lluvia de piedras en las calles de la Ciudad de México. Estudiantes, amas de casa, profesionistas y algunos encapuchados las arrojaron a los edificios o al aire. De tanto proyectil, por la noche, los vidrios rotos cubrían el suelo. En las bancas de la Alameda Central se podían leer pintas en negro. Los restaurantes habían bajado la cortina. El Centro Histórico parecía haber sido bombardeado. Aquel día, Enrique Peña Nieto tomó posesión como presidente de México y cientos de personas le manifestaron su desacuerdo en persona.

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Desde muy temprano, Angélica Rivera Hurtado lucía perfecta. Para los actos oficiales de aquel día, eligió un vestido gris plata, en encaje, manga larga y a la rodilla de la firma Dolce & Gabbana. Los zapatos eran cerrados, color nude. La revista ¡Hola! en su crónica expuso que la esposa de Peña Nieto deslumbró al llegar a Palacio Nacional y la corresponsal de Vogue Italia, Molén Antolín, describió: “Se veía espectacular, los zapatos eran de tacón mediano muy sobrios pero ad hoc para la ocasión. Llegó con un maquillaje que parece de aerógrafo”. Ahí estaba la mujer que dejó de lado su carrera de actriz de telenovelas para en 2010 casarse con el hombre que ese día recibía por fin la banda presidencial después de una campaña electoral de meses en la que ella participó sin cesar.

El maquillaje de Angélica Rivera lo realizó Beatriz Cisneros, Senior Makeup Artist de la marca de cosméticos MAC, según informaría días después José Ramón Hernández, coordinador de moda. Y resultó muy adecuado, pues cuando derramó algunas lágrimas en el Palacio Legislativo de San Lázaro, no arruinó un solo detalle de su rostro. Era un día de gloria para La Gaviota, el sobrenombre que surgió con su participación en la telenovela “Destilando Amor”.

De ella se sabía mucho: que empezó su carrera actoral cuando era adolescente, casi niña; que estuvo casada con el productor José Alberto El Güero Castro, con quien tuvo tres hijas, pero que el verdadero relato de amor –como lo describió la cantante Thalía– lo había empezado al lado de Peña Nieto. Se conocía, sobre todo, que su popularidad había abonado al triunfo de su esposo en las elecciones presidenciales de 2012 porque, cierto o no, lo suyo era una unión parecida a la de las telenovelas.


Las fiestas del DIF en tiempos de Angélica Rivera.


La versión oficial contaba que conoció a Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México, en 2008. Él ideaba una campaña publicitaria para promocionar su gestión a través de figuras de la televisión. Algunos meses fueron suficientes para que surgiera una atracción mutua. Pero había una subtrama paralela llena de frialdad y cálculo político: esa unión se debió a un convenio. Ella se habría comprometido a fungir como esposa, para atraerle votos a cambio de ganancias económicas.

Como fuere, aquel día se esperaba un periodo intenso para ella. Latía la expectativa sobre la causa que abanderaría en el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF), como lo hicieron las esposas de la mayoría de los presidentes en el pasado. ¿Cuáles diseñadores elegiría para sus atuendos? ¿Qué discursos públicos pronunciaría Angélica Rivera?

La atención estaba sobre La Gaviota.

¿Quién le compró el vestido de 50 mil pesos?

Si se revisan los archivos de la Presidencia de la República, Angélica Rivera jamás pasó por ahí. Sus huellas no se encuentran. Su presencia no puede dibujarse. De sus gastos no hay facturas ni comprobantes. Ni un pequeño detalle de su rendición de cuentas que sirva para documentar su vida en la Residencia Oficial de Los Pinos. Blindada por elementos del Estado Mayor Presidencial y apegada al argumento de que no era servidora pública, no dejó el menor registro de sí misma en los archivos de la Administración Pública Federal.

Los meses y los años pasaron, y Rivera no presentó jamás el plan de asistencia social que le interesaba desarrollar al frente del DIF nacional. Con tal encomienda, apenas si tuvo cien apariciones públicas. En cambio, su retrato público se fue armando a través de las revistas sociales. Fueron las páginas satinadas de ¡Hola! , Quién y Vanidades las que más dieron cuenta de sus gustos, consumo y estilo. En ellas posó enfundada en vestidos de diseñador.

Pero ningún contrato relacionado con su imagen quedó en el archivo del Portal de Obligaciones y Transparencia. Ni siquiera el relacionado con su maquillista, Alfonso Waithsman, quien el 8 de noviembre de 2014 mandó dos tweets que revelaron que iba en la comitiva presidencial en un viaje oficial a China. El primero anunciaba: “Amigos me desconecto unos días de las redes sociales porque me voy a China q emociooooooon nos vemos en una semana y documento los momentos”. Al otro mensaje lo acompañaba una foto de sí mismo en el avión, y decía: “China … allá vooooooooy”.

La Presidencia también asentó que los gastos en guardarropa de Angélica Rivera y su hija, Sofía, en una visita oficial del presidente a Gran Bretaña en marzo de 2015, eran “inexistentes” o lo que es lo mismo: no los registró. Mientras, la revista Quién brindaba su propia crónica. En su página web describió al vestido con el que se presentó a cenar con la reina Isabel como “arriesgado y sofisticado”. En algunas páginas de moda se pudo calcular que costó tres mil 300 dólares (unos 50 mil pesos).


Adiós a Los Pinos. Los manteles largos de Peña Nieto.


Entre los gastos “inexistentes” de Angélica Rivera, hay una excepción: los 91 mil 56 dólares con 46 centavos que erogó el Estado Mayor Presidencial mientras la cuidó en su viaje al Vaticano en 2014 para asistir a la ceremonia de canonización de Juan XXIII. En esa ocasión, Rivera llevaba la representación oficial y fue acompañada de sus hijas.

Pero otros viajes no pasaron a la historia de la Presidencia de la República. Por ejemplo, cuando fue al Mundial de Brasil en 2014, donde presenció el partido de la Selección Nacional contra Croacia; el de un año después a Beverly Hills en Los Ángeles, con sus hijas, las hijas de Peña Nieto y amigas, o el de 2018 a París, Francia, donde fue grabada mientras degustaba en un restaurante en el barrio latino. La lente paparazzi la seguía como si una de sus telenovelas estuviera al aire.

La vida de Rivera ocasionó inquietud entre los mexicanos. Las preguntas a través del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) fueron incesantes, pero la respuesta para cada una siempre fue: “La información es inexistente”. Como microcosmos, sólo en su séptima sesión ordinaria, efectuada el 11 de diciembre de 2014, el Comité de Información de la Oficina de la Presidencia de la República analizó 15 solicitudes de información, de las cuales, siete pedían datos sobre los gastos y decisiones de la llamada primera dama. Preguntaban qué empresa montó su página oficial y cuánto gastaba en comidas o ropa. La Presidencia se negó a contestar.

La “Casa Blanca”, otro pasaje inexistente

En noviembre de 2014, tras la publicación de un reportaje “en la intimidad” de la Primera Dama de la revista ¡Hola!, el equipo de Aristegui Noticias descubrió que la familia presidencial habitaba una mansión valuada en 86 millones de pesos, que estaba a nombre de Ingeniería Inmobiliaria del Centro, de Juan Armando Hinojosa Cantú, un empresario cercano al presidente Enrique Peña Nieto y al mismo tiempo contratista millonario de su gobierno.

Rivera difundió un video en el que explicó que la casa era suya. Sostuvo que el enganche lo pagó con sus ahorros, ganados como actriz en Televisa y rostro de varias campañas mercadotécnicas. Una de sus líneas fue que no tenía nada que esconder y que a Hinojosa Cantú lo conoció como había conocido a otros empresarios y políticos. Para rematar su alocución, anunció que pondría en venta la casa.


Al estilo Peña Nieto. Todos los sorbos de distinción del avión presidencial.


Sus palabras se viralizaron en las redes sociales y aparecieron en los principales medios internacionales. De hecho, pocas veces una declaración de un personaje mexicano alcanzó tal nivel mediático. The New York Times abrió su sección América con el titular: “La Primera Dama de México venderá la mansión familiar. La ex actriz defendió el polémico acuerdo de propiedad”.

¿Quién le escribió la pieza? ¿Fue ella? ¿Lo hizo con asesores? A la solicitud de información 0210000109117 de VICE, la Presidencia respondió que la oficina de Angélica Rivera no dejó registro de ningún documento que pruebe para el futuro que ella fue la autora de ese texto. Tampoco si lo redactó con ayuda. La respuesta indica que, dado que Angélica Rivera no era funcionaria, de ese episodio no hay registros.

2015: la separación a la vista de todos

En 2015, frente a las cámaras, el presidente Peña Nieto y su esposa empezaron a propinarse aparentes desplantes de rechazo. La historia de amor había pasado de ser un capital político a uno de los puntos más débiles en la imagen del mandatario.

Durante la visita de los reyes de España a México, del 29 de junio al 1 de julio, en el museo de Guadalupe, en Zacatecas, ella se molestó porque cuando iba a tomarle del brazo, él simplemente la olvidó. Poco después, Peña Nieto intentó darle la mano y Angélica Rivera lo rechazó sin disimulo; lo dejó con el brazo extendido, mientras lo recorría de pies a cabeza con la mirada.

El 12 de julio viajaron de nuevo juntos. Esta vez, a Francia. En el itinerario, la celebración del Día Nacional de ese país era el motivo principal. Ella apareció enfundada en un rojo Benito Santos (diseñador mexicano) y con los labios en carmín. Él, en traje oscuro. Después de saludar al presidente Francoise Hollande, La Gaviota intentó tomarlo del brazo. Ocurrió lo mismo que en Zacatecas: él no lo permitió. Al retirarse del evento, él le extendió el brazo. Ella lo ignoró.


Abogados de lujo. Peña Nieto se va con un costoso blindaje jurídico.


El 25 de abril de 2015, el sitio digital de la Presidencia de la República retiró la imagen y biografía de Angélica Rivera. Meses después desapareció su página web. Del canal que tuvo en YouTube quedan algunos –muy pocos– videos colgados; por ejemplo, esa explicación suya sobre la Casa Blanca. Así, poco a poco, fue saliendo de la escena pública.

Su último discurso respecto a su papel de primera dama fue en el que anunció su divorcio del expresidente Peña Nieto. “Lamento profundamente esta situación tan dolorosa para mí y para nuestros hijos. Por tal motivo he tomado la decisión de divorciarme. A mi esposo, siempre le entregue (sic) con amor mi tiempo y esfuerzo para cumplir como esposa, compañera y madre. Hoy toda mi energía, fuerza y amor está enfocada en seguir siendo una buena madre, en recuperar mi vida y carrera profesional. Agradezco el respeto para mantener la tranquilidad emocional que merecen nuestros hijos. Atentamente. Angélica Rivera”.

Y así, la historia de amor llegó a su fin: sin dejar rastros de cuánto gastaron los mexicanos en mantener a la primera dama.

Linaloe R. Flores en Twitter: @Linaloe_RF

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