Hace unas semanas, tuve una charla en público con la psicoanalista Jamieson Webster en NeueHouse en Nueva York en un evento que decidimos llamar “Cómo existir ‘normal’ (EN DIRECTO)”. Jamieson acababa de publicar Conversion Disorder (Trastorno de conversión), su nuevo libro de Columbia University Press que integra magistralmente una teoría psicológica bastante compleja en un marco sorprendentemente personal. Intelectualmente denso, pero pese a todo accesible, el libro ilustra lo que hace que Jamieson sea única: es una erudita lacaniana que, a diferencia de otros eruditos lacanianos que he conocido, es capaz de mantener una conversación totalmente normal.
Cabe mencionar que, mientras hablábamos, yo estaba sentado en un sillón y Jamieson estaba tumbada en un sofá. Le había mandado un mensaje antes diciendo que podría ser divertido si la entrevistara como si yo fuera uno de sus pacientes, pero ella respondió de inmediato: “¡QUIERO SER YO LA QUE ESTÁ EN EL SOFÁ!”. Yo cedí, eran órdenes del médico.
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Esto es una transcripción editada y resumida de nuestra conversación:
VICE: ¿Crees que la premisa de este panel es buena? ¿Nos hemos puesto un listón “normal” o está demasiado alto o demasiado bajo?
Jamieson Webster: En El malestar en la cultura , Freud trata el tema de la felicidad, muy apropiado para hoy porque creo que la gente espera ser feliz. Esperan que todos los adornos que ha creado la sociedad moderna sirvan para hacerles felices y cuando no lo consiguen, se culpan a sí mismos.
Esto aparece en mi libro. No solo nos sentimos mal, sino que también nos sentimos culpables por sentirnos mal, especialmente en una sociedad que nos dice que nuestro cuerpo debería funcionar a las mil maravillas y en la que se supone que deberíamos levantarnos, ser productivos y estar perfectos y en forma y tener orgasmos maravillosos. ¿Quién puede hacer todo eso? Creo que “normal” está muy bien.
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Bueno, mi pregunta es: en un país en el una de cada seis personas están tomando medicación psicotrópica, ¿nos encontramos menos “normal” que nunca?
Supongo que todo el mundo ha estado enfermo siempre. Creo que no estaría bien pensar que a la gente le iba mejor hace muchos años en una especie de nostalgia a lo “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Pero sí creo que hay algo que está cambiando respecto a nuestras expectativas. No puedo estar segura, pero veo cómo la vida contemporánea alimenta la expectativa de que no podemos sentirnos mal. Y encima no encuentro nada en esta sociedad que te haga sentir algo que no sea ansiedad. No es nada fácil ser humano.
Una de las cosas que suelo decirles a mis pacientes es que si lees las grandes obras del mundo, si te remontas a las tragedias griegas, la gente lo pasaba realmente mal. La guerra, la pobreza y las enfermedades asolaban la vida. Las mujeres morían durante el parto constantemente.
Muchos de estos aspectos más materiales de la vida se han solucionado y aun así la ansiedad persiste. Creo que es interesante: con la medicina moderna, la esperanza de vida aumenta, pero no se garantiza nada más.
“Las aplicaciones para meditar ganan miles y miles de millones, porque tienes que poner el cerebro en pausa”
¿Cuáles son algunos de los obstáculos principales a los que te enfrentas con tus pacientes? ¿Qué les impide existir “normal”?
Freud escribió una carta increíble a la princesa María Bonaparte. En ella hablaba de la depresión y decía: “Creo que el problema con la gente deprimida es que tiene las expectativas de vida muy altas. Creen que la vida debería tener más sentido del que tiene en realidad”.
Para Freud, preguntar por el sentido de la vida ya implica ser, esencialmente, un neurótico. Una de las cosas que veo en mis pacientes es la necesidad de encontrar en sentido a las cosas y el psicoanálisis puede trabajar en frenar esa máquina que no deja de procesar información y de pensar en que hay algo que conseguir, resolver, a lo que encontrar sentido para encontrarse mejor.
También creo que es por eso por lo que las aplicaciones para meditar ganan miles y miles de millones, porque tienes que poner el cerebro en pausa.
En tu libro llamas a nuestra “ansiedad colectiva” nuestra “nueva religión”. Una palabra clave del título, “conversión”, es, después de todo, una palabra religiosa. La conversión conlleva un antes y un después. El paciente es preanálisis y posanálisis; el budista es el desiluminado y luego el iluminado; el cristiano es el perdido y luego encontrado. De cierto modo, la terapia, como la religión, promete la salvación, ¿no es así?
Yo no busco prometer la salvación. Me interesaba mucho el hecho de que la conversión en psiquiatría implica un cambio radical de energía. Si lees a alguien como William James, que estaba muy interesado en las experiencias de conversión religiosa, te explica que algo tiene que cambiar de forma radical para que tu “yo” de antes y tu “yo” de después no tengan nada que ver.
El psicoanálisis dice lo mismo, que algo tiene que cambiar para que la persona note una diferencia estructural. Esto es lo que es el psicoanlisis. No es solo: “¡Ah! Ahora lo entiendo”. Es, literalmente, que algo cambia en tu cuerpo.
William James decía esto mismo sobre la experiencia religiosa, que algo material le había ocurrido a esa gente. A veces es algo lento. A veces es como un rayo. A él le interesaba la diferencia entre estos dos fenómenos.
“Pelearse con el cuerpo, con tu cuerpo, con el cuerpo de los demás y con lo horrorosos que son los cuerpos de los demás tiene algo que ayuda a lidiar con la sexualidad en la vida. Si no lo hacemos, no sé que va a pasar”
Bueno, una de las diferencias entre un cambio gradual y el que sucede como un rayo es que este último es más divertido. Y fácil. En un mundo que no cesa de alimentar nuestro deseo de gratificación inmediata, ¿crees que aún nos queda paciencia para un cambio gradual?
Depende del paciente. Quiero decir, hay pacientes para los que es rayo tras rayo. Y hay pacientes con los que pasas tres años esperando a que suceda y al final llega, pero has estado peleando en el barro durante mucho tiempo.
Creo que también depende de la ansiedad. Los pacientes más frustrados son los que tienen mayor nivel de ansiedad. Es muy difícil analizar la ansiedad. Es decir, ¿qué estás analizando?
Tienes que empujar a la persona para que haga algo en su vida que fuerce que esa ansiedad se convierta en otra cosa. Es uno de los trabajos más duros que tienes que hacer como analista, porque no consiste en hablar ni en analizar ni en tantear los sueños. Consiste, literalmente, en presionar a esa persona para que haga algo que no sea sentir ansiedad.
Cuando pienso en que los niveles de ansiedad están aumentando en el mundo, me pongo muy, muy nerviosa.
¿Quieres decir… ansiosa?
Sí, podría decirse que sí.
Puede que esto sea entrar en el terreno del zen koan , ¿pero esperar a que llegue ese rayo no es el mayor impedimento para que llegue ese rayo?
¿No es de lo más neurótico desear deseo? ¿Cómo de lejos estás del deseo cuando deseas tenerlo?
En tu libro dices que deberíamos reexaminar el psicoanálisis en una sociedad en la que “los síntomas se han vuelto virales, como las bacterias resistentes a los antibióticos”. Esto me hace cuestionarme cómo ha afectado WebMD a tu trabajo.
A veces los pacientes vienen con un montón de ideas sobre lo que creen que les pasa y no es algo que ellos sientan. Lo han sacado de internet. A veces se enfadan mucho conmigo cuando les pregunto de dónde han sacado esa idea. A veces solo vienen para confirmar esa idea.
En el libro también dices que debemos reexaminar el psicoanálisis en una sociedad en la que “la contradicción de que anhelar la fama instantánea se da en una generación que pasa encerrada en casa más tiempo que nunca enganchada a una vida virtual”. ¿Cómo ha cambiado internet, en líneas generales, nuestra capacidad de existir “normal”?
En Japón, el 40 por ciento de la gente dice que el sexo les da asco. En Estados Unidos, supuestamente es un 15 por ciento el que rechaza tener actividad sexual. La gente ya no quiere follar. Los chavales en el instituto se mandan vídeos y mensajes sexuales. Me preocupa que la gente ya no quiera acercarse al cuerpo de los demás.
Pelearse con el cuerpo, con tu cuerpo, con el cuerpo de los demás y con lo horrorosos que son los cuerpos de los demás tiene algo que ayuda a lidiar con la sexualidad en la vida. Si no lo hacemos, no sé que va a pasar.
“El mundo virtual te da una falsa sensación de control y omnipotencia que ayuda a olvidar la ansiedad”
Para mí no es que ya no haya intimidad, sino que se da en el plano digital. Puede parecer una tontería, pero que creo que es un problema posmoderno de nuestra época: ¿de verdad hay tanta diferencia entre practicar sexo en la vida real y hacerlo a través del móvil?
Hay diferencia. No puedes controlar a la otra persona cuando la tienes delante. Tampoco controlas tu cuerpo cuando entra en contacto con otro cuerpo. Creo que el mundo virtual te da una falsa sensación de control y omnipotencia que ayuda a olvidar la ansiedad. Puede que yo esté muy anticuada. No quiero quedarme anticuada.
¿Cómo se existe “normal”?
No sé si hay respuesta para eso.
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