Imaginen esto: el día antes del Superbowl del 2017, corre la noticia de que los jugadores de los Patriots de Nueva Inglaterra Tom Brady y Julian Edelman han recibido grandes cantidades de dinero de un apostador para dejarse perder. Ambos jugadores niegan haber participado, pero el comisionado de la NFL Roger Goodell suspende a Edelman del juego –y más tarde suspende a los dos jugadores indefinidamente después de una investigación policiaca y un juicio que no resulta ni en acusaciones ni sentencias para ninguno de los dos.
¿Una locura, no? Hace solo 70 años, eso sucedió. El 15 de diciembre de 1946, los Giants de Nueva York recibían a los Bears de Chicago por el juego de campeonato de la NFL, mejor recordado por el escándalo, uno que de alguna manera anticipó los debates contemporáneos sobre el poder del Comisionado, el castigo a los jugadores y qué tan lejos puede llegar la Liga al protegerse a sí misma de las supuestas amenazas a su imagen pública.
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Al entrar al juego, la historia principal era el back de Nueva York, Frank Filchock. Filchock era dos veces asistente al Pro Bowl, y uno de los mejores brazos de la liga; había lanzado el primer pase de anotación de 99 yardas en la historia de la NFL para Washington en 1939. Los Giants contrataron a Filchock antes de la temporada 1946, y el contrato de tres años, por unos 35,000 dólares (equivalente a unas 433,872 dólares de hoy), no solo era caro para esa época, era el primer contrato de varios años que firmaba cualquier jugador de Nueva York, según la Professional Football Researchers Association. Rápidamente se convirtió en el corredor líder de los Giants, con un total de 371 yardas en 91 acarreos esa temporada; también había lanzada para 1262 yardas y 12 touchdowns.
Durante la previa al juego de campeonato, el entrenador de los Giants Steve Owen filtró que Filchock había jugado lesionado toda esa temporada: “Estaba bien los domingos”, le dijo Owen a la prensa dos días antes del partido, según lo registró el New York Times, “pero no lo dejábamos lanzar durante la semana. Me gustaría tener unos cuantos lisiados más como él”.
Era perfecto. Un veterano de la Marina que había peleado en la Segunda Guerra Mundial, Filchock traía el espíritu guerrero del campo de batalla al emparrillado. Si NFL Films hubiera existido entonces, no podría haber mandado a hacer un mejor guión.
Horas antes de la patada inicial, sin embargo, corrió la noticia de que un apostador llamado Alvin J. Paris le había ofrecido 2,500 dólares a Filchock y a otra estrella de los Giants, Merle Hapes por perder el partido. Si lo lograban también recibirían las ganancias de una apuesta de 1000 dólares hecha para cada uno de ellos en favor de los Bears, así como lucrativas ofertas de empleo fuera de temporada.
Fluctuaciones sospechosas en los momios en favor de los Bears durante la semana previa al juego levantaron la sospecha de la policía; una intervención al teléfono de Paris registró las menciones de los nombres de Filchock y Hapes. El sábado antes del juego de campeonato, el alcalde de Nueva York, William O’Dwyer fue informado de estos descubrimientos. Supuestamente estaba muy contrariado y llamó a los dos jugadores a su mansión, les mostró la evidencia policiaca del supuesto arreglo y los estuvo regañando hasta entrada la noche. La noticia inicial contaba que ambos jugadores admitieron que existió el intento de soborno pero que declinaron el dinero —en otras palabras, eran estúpidos pero no criminales. Filchock, sin embargo, testificaría después bajo juramento que le había mentido al alcalde y negó que hubiera habido un intento de soborno aquella noche.
El alcalde aparentemente se quedó tranquilo con la palabra de los dos jugadores, pero el comisionado Bert Bell consideró que el hecho de que Hapes no hubiera reportado el intento de soborno representaba una falta que merecía un castigo. Bell suspendió a Hapes para el juego de campeonato y le permitió jugar a Filchock, cosa que llevó a una gran especulación previa al partido acerca de lo que Hapes había hecho, y si Filchok también estaba involucrado.
Los compañeros de Filchock y Hapes se enteraron de todo esto durante el desayuno del día del partido. El capellán no oficial de los Giants, el Rev. Benedict J. Dudley, un fraile franciscano, dio la noticia en la misa de esa mañana, según lo contó al Times Alexander Feinberg:
“He sido un buen amigo del club desde hace muchos años, y nunca ha habido un dedo de sospecha apuntado en contra de ningún hombre. Verán que uno de los nuestros no está, Merle Hapes —en este momento, se encuentra bajo una nuve. Aparentemente algunos apostadores intentaron sobornarlo. Sin importar lo que suceda, sé que ustedes continuarán y jugaran el partido por todo lo que es”. Amén.
Los sorprendidos jugadores de los Giants, dice el Times, “pronto cedieron a la indignación y la ira, y para la del partido a la ira salieron como enloquecidos”.
Nueva York no logró canalizar sus emociones en el partido. Perdieron 24-14. Filchock terminó con la nariz rota, completó 9 de 26 con dos touchdowns y seis intercepciones. El marcador resultó una ironía: una derrota de diez puntos era exactamente lo que los apostadores querían. Pero aparentemente había habido mucha acción en favor de Chicago, porque para cuando comenzó el partido, los Bears eran favoritos por diez, y la mayoría de las casas de apuestas no te pagaban si le atinabas al spread, tenías que vencerlo.
El hombre que intentó sobornar a los jugadores, Paris, había sido arrestado antes del juego, junto con dos cómplices. Conforme emergían detalles del caso, los tres recibieron amenazas de muerte. Resultó que Paris había coincidido socialmente con ambos jugadores y sus familias, y por lo menos en seis ocasiones había intentado arreglar partidos. Los jugadores se negaron en cada ocasión. Aún así, Paris se sentía tan confiado de que tendría éxito con el campeonato de la NFL que le dijo a sus socios que pusieran sus apuestas, y solo al “cuarto para las 12” les advirtió que se “apalancaran”, según Feinberg.
Paris fue enjuiciado y condenado por soborno la primavera siguiente. Testificó en contra de sus dos socios en un juicio por separado y les explicó bajo juramento que, así como había hecho previo al partido contra los Bears, así había intentado hacer que Filchock y Hapes perdieran el último partido de la temporada regular en contra de Washington. Cuando se negaron a aceptar su oferta, Paris apostó 500 dólares a favor de los Giantes, y ganó. Luego le dio las ganancias a los jugadores. Ambos, bajo juramento, negaron haber recibido dinero alguno de Paris.
A pesar de clamar su inocencia, y de la ausencia de cargos en su contra por parte de la policía, el Comisionado Bell respondió de un modo que solo puede calificarse como Goodelliano. En un comunicado dijo que Filchock y Hapes eran “culpables de actos en detrimento del bienestar de la National Football League y del futbol profesional”. Bell los suspendió indefinidamente. Los dueños apoyaron a Bell. Elliot Kalb, autor de The 25 Greatest Sports Conspiracy Theories of All Time resumió el escándalo así:
“La conspiración en este caso no es el amaño del partido de campeonato; es la conspiración de los dos jugadores y sus familias para mantenerse en silencio acerca del soborno y acerca de la verdadera naturaleza de su súbita amistad con el sombrio Paris”.
Si la interpretación de Kalb se parece un poco a las controversias recientes de la NFL —en las que los aparentes intentos de encubrimiento y las impresión de deshonestidad rebasan cualquier transgresión real que puede haber o no sucedido—, bueno, pues como suele suceder, el pasado a veces es preámbulo. Filchock continuó su carrera en Canadá, hasta que fue readmitido por la NFL en 1950. Jugó un juego de campeonato de la NFL más, con los Colts de Baltimore, antes de retirarse y después convertirse en el primer entrenador de los Broncos de Denver. Hapes pasó un año jugando en Canadá también antes de colgar los botines.
Ninguno de los dos jugadores admitió su culpa. De los dos, Hapes era el más vociferante cuando se trataba de denunciar lo que ambos percibían como una injusticia cometida a manos de Bell. “Es una tontería eso de lastimar a la liga”, dijo Hapes de la decisión de Bell. “Todo lo que tienen en contra nuestra es que no reportamos los intentos de soborno. No creo que hayamos hecho nada para dañar a la liga, pero el futbol profesional se acabó para mí”.