Bill Russell es, objetivamente, nuestro basquetbolista retirado favorito. Ganó 11 malditos títulos en 13 temporadas y debió ganar 12; se lesionó en 1958 y tuvo que quedarse en la banca mientras veía cómo los patéticos Hawks de St. Louis tomaban lo que le correspondía por derecho. Russell también marchó al lado de Dr. KIng, atormentó a Jerry West hasta el punto de la locura, y describió a Boston, la ciudad donde vivió toda su carrera, “un mercado racista de segunda mano”. Hablamos de un hombre que jugó como profesional durante 13 años, y que portó una barba de chivo a lo largo de casi todos y cada uno de esos años. Russell es, indudablemente, un gran héroe del deporte estadounidense. Tal vez el único que hay.
Y lo mejor de todo es que “Iron” Bill logró todo esto mientras jugaba, más o menos, de defensivo. Por supuesto, armaba pantallas y atacaba el aro, pero no se le podía dar el balón y esperar que encestara dos puntos o algo parecido. No, Bill forjó su leyenda casi completamente gracias al oscuro arte de la defensiva, utilizando su increíble físico y mente táctica para desanimar a sus oponentes que intentaban acercarse al aro. Se cuenta que Bill dejaba a alguien encestar al arranque del partido para que más adelante le pudiera bloquear la misma canasta, y dejarle saber que era un dios, y que sus oponentes sólo hacían lo que él les permitía.
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El dominio intangible de su juego, junto con su risa y su elegante y canosa barba, le han dado a Russell cierta cualidad mística a través de los años. El “Gran Mago” del basquetbol que iba de un lado a otro de la duela, que daba apretones de mano y tenía una presencia de absoluta paz. Aquel, el último iluminado, quien vivió cosas inimaginables, dentro y fuera de la duela, sigue siendo un río estático y gentil.
Por todo esto siempre es emocionante cuando “The Wilt Chamberlain Archive”, un increíble canal de YouTube que colecciona vídeos de grandiosos jugadores de la NBA antes de la década de los 80, sube a la red un nuevo vídeo de Bill Russell porque, en nuestro mundo astral, nuestro mundo real, Russell no era sólo un maestro místico del tiempo y el espacio. Bill Russell también era un problema, uno muy desagradable.
Sean testigos de este desfile de tristes oponentes presenciando la fuerza de los saltos y clavadas de Bill. Los pobres hombres se precipitan sus cuerpos desfavorecidos hacia la humillación pública sobre la duela.
Observemos como el espíritu de Darrall Imhoff se quiebra en tiempo real. Lanza su cabeza hacia atrás, su vida pasa por sus ojos en cuestión de segundos, y hace un gesto de perfecta y pura derrota, el arquetipo de la humillación. Por el resto de su vida, sin importar lo que haga, sólo podrá regresar a aquel momento cuando Bill Russell le recetó una grosera clavada.
Darrall intentó seguir adelante, vivió una buena vida, trató de olvidarse pero…
Le aplicaron la misma dosis. El mismo colapso, el mismo brillo eterno. Pero esta vez fue aún peor. Le clavaron el balón dos veces pero les apuesto que se sintió como si hubiesen sido cien. Igual y en una de esas, Russell sí le pasó por encima cientos de veces, cada una dejando una marca imborrable en Imhoff. Es sólo que no podemos ver todas humillaciones porque, en ese entonces, no se grababan los partidos. Es una tragedia que sólo tengamos acceso a un par de faltas de respeto públicas, cuando sin duda deben existir más perdidas en el tiempo.
¿Acaso este tipo intentó hacerle frente a Bill Russell? A Bill no le gustan los juegos. Saltará sobre tu humanidad, clavará el balón, y si intentas alguna estupidez, te dejará humillando y viendo hacia el piso. Su falta de juicio quedó capturada en el flash de aquella prestigiosa cámara.
Así es como terminó, en un abismo de vergüenza, con los brazos sobre su cara PARA SIEMPRE. Deberíamos sentir pena por este hermano, pero se merece su lugar en aquel infierno estático.
¿Wilt también quiere una probadita? Pues aquí la tienes:
Oye amigo, tal vez sería mejor salirte del aro la próxima vez para evitar este tipo de clavadas sobre tu dignidad. Pero seré justo Wilt: fuiste el único que pudo arrebatarle un juego de postemporada en 1967, pero también perdiste luego de formar un gran equipo con Jerry West y Elgin Baylor en 1969. Pero más que tu culpa fue la de Jerry, no te sientas mal.
En conclusión: Bill Russell era un fuera de serie y verlo realizar clavadas sobre tristes oponentes de los 60 es lo mejor. El basquetbol es divertido. Punto.