En noviembre de 2019, un equipo de cuatro compañeros de VICE, dirigidos por su fundador, Suroosh Alvi, viajamos a Irán. Por suerte, no teníamos instrucciones concretas, así que aprovechamos la oportunidad para viajar por todo el país durante lo que supusimos que era un periodo de inestabilidad, pero resultó ser el más pacífico que jamás se ha vivido allí.
Nuestra intención era conocer a gentes de toda clase por el país, así que tomamos la decisión consciente de reunir un grupo pequeño y viajar con poco equipaje. Además del equipo que solemos utilizar, nos llevamos una Sony Handycam, una cámara que es más habitual ver en manos de un turista que visita Times Square o de un chaval que graba su primer vídeo de skate.
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El resultado es la Guía VICE de Irán, una pieza que muestra el día a día en este país con una cercanía que ni siquiera nosotros en visitas previas habíamos sido capaces de capturar. Tras un viaje en tren de 22 horas a Bandar Abbas, la ciudad portuaria desde la que Irán domina el estratégico estrecho de Hormuz, conocimos a las gentes de la zona y grabamos nuestro periplo sin que las multitudes se arremolinaran en torno a nosotros o que la policía nos obligara a parar. Hoy día, cualquiera puede tener una pequeña cámara, por lo que no llama tanto la atención.
Cuando nos reunimos con el jefe de la milicia autorizada por el Gobierno o grabamos en el edificio de la antigua embajada estadounidense, acompañados por un tipo que en 1979 se dedicaba a torturar a diplomáticos americanos (y que ha muerto por COVID-19), utilizamos los estativos Sony FS7 que siempre usamos en las grabaciones de VICE.
Queríamos viajar a las zonas del país que las televisiones generalistas no se molestan en visitar. Por eso fuimos a la isla de Qeshm, a Bandar Abbas, el estrecho de Hormuz y ciertas áreas de la capital, Teherán. Conocimos a todo tipo de gente, desde los componentes de Chaos Descent, una banda de metal increíble con dificultades para salir adelante, hasta el exjefe del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán o a Masoumeh Ebtekar, la vicepresidenta para Asuntos de la Mujer y la Familia.
Días después de que nos marcháramos, estallaron las protestas masivas en el país, el ejército iraní derribó un avión civil (luego dijo que se había tratado de un error) y la mitad del equipo de Gobierno contrajo el coronavirus. Después, el virus se extendió por todo el país. Ese viaje, por tanto, fue una oportunidad muy especial para conocer Irán antes de que cambiara, como lo está haciendo gran parte del mundo este año.
Las siguientes fotos las hizo Jake Burghart con la Pentax K1000 de su abuelo. Pensamos que son un buen documento visual de nuestro viaje. Esperamos que os gusten tanto las fotos como el documental.
Nada más bajar del avión, cogimos un tren e hicimos un viaje de 23 horas desde Teherán, en el extremo norte, al estrecho de Hormuz, en el sur. Esta foto se hizo a las seis de la madrugada, poco después de habernos levantado de las literas. La tripulación no servía el té hasta las siete. Después de dejarnos bien claro que era imposible que lo sirvieran antes y de que los sobornos no servían de nada, de repente nos lo trajeron sin más. Foto: Suroosh Alvi y Alex Chitty.
Keegan Gibbs era nuestro segundo operador de cámara / técnico de sonido / realizador de segunda unidad… Cuando es un equipo tan reducido, todo el mundo tiene varias funciones. Días antes del viaje, compramos una cámara de mano con la idea de grabarlo todo con ella. Y menos mal, porque estaba estrictamente prohibido grabar en el tren, pero cuando la tripulación vio la cámara, nos dijeron que no había problema.
Una parada para la oración junto a las vías al atardecer. El tren se detuvo, todo el mundo salió y esperó su turno para entrar en una pequeña mezquita. Nadie nos prestó atención. La gente fue muy amable con nosotros.
Este era el paisaje que se veía al bajar del tren. En el horizonte, unos petroleros surcaban una de las aguas más disputadas del mundo mientras unas bañistas se hacían selfis en la orilla.
Luego cogimos un barco hacia la isla de Qeshm. Si queríamos hacer un documental de viaje, debíamos visitar esa zona. En la foto estábamos esperando en la furgoneta a que los funcionarios de aduanas registraran nuestras cosas. Ya en el control se respiraba un ambiente más isleño que en los de Teherán.
En el el puerto diminuto de Qeshm vimos a un chico subido a un barco hundido. Acostumbrados al recato de Teherán, nos pareció casi un tabú ver a alguien enseñando tanta piel, pero pronto descartamos ese pensamiento, nos quitamos las camisetas y nos unimos a él.
En esta playa parecia que hubiera un festival de verano: barbacoas, salones de hookah improvisados, paseos a camello, parapente, mucha música y muy buen rollo. Una cámara puede perderse horas en un entorno así. Me olvidé de que estábamos trabajando y empecé a deambular.
Con la caída del sol, el mar se retiró lo suficiente como para dejar expuesto un paso de arena a otra isla menor. La gente se trasladó allí y continuó la fiesta.
Un salón de hookah improvisado en la isla pequeña. Eso era el muro de una estructura abandonada; un tipo había llevado unas cuantas mesas y hookahs. Detrás de mí estaba el mar. A la izquierda había un hombre asando kebabs, y justo enfrente, el cielo estaba lleno de parapentes. Yo, que soy de Florida, me sentí como en casa allí y no quería volver.
Pero volamos de nuevo a Teherán. La idea de meterse en un avión después de haber viajado en barco y tren era de lo menos atractiva. Aquí, Suroosh posa en el templo del imán Jomeini, en Teherán. Un rollo muy distinto al de la playa, obviamente, pero tenían tienda de souvenirs y vendían helados, así que… No es todo como nos lo pintan.
Los iraníes llaman a esto el Antro de los Espías o el Nido del Espionaje, ambos títulos mucho mejores que el de ‘exembajada de Estados Unidos’. Ahora es un museo muy raro, rollo cápsula del tiempo, que parecía no estar abierto. Allí conocimos a Hussein Sheikholeslam, un prestigioso político iraní que participó en la toma de rehenes en la embajada en 1979. En marzo, murió por COVID-19.
La fachada de la embajada. Tras la revolución, hubo artistas que pintaron murales antiamericanos en las paredes; se pintaron nuevos murales con motivo del 40 aniversario de la revolución. Esta es su versión del logo de los Ramones antiamericanos y antisemitas.
Este tipo, el Bocazas, es famoso por ser uno de los principales agitadores en las protestas antiestadounidenses.
Si Bocazas es el agitador, estos son los bailarines. Chavales de las escuelas de las afueras de Teherán tomaron las calles con disfraces antiamericanos. Fue un gustazo hablar con ellos y os aseguro que a quien odian son a los mandamases del Gobierno estadounidense, no a la gente.
“Estoy a su servicio, Jomeini”: estas estudiantes religiosas parecían un poco más de la línea dura que el resto.
Al final del desfile, o el carnaval o la protesta (no estamos seguros de qué término lo describe mejor). Un vendedor callejero limpia manchas de las bolas de pintura lanzadas a su póster de Trump en una alcantarilla abierta. Una escena poética a muchos niveles.
Foto del equipo durante el último día de mercado. De izq. a dcha.: Suroosh Alvi, Alex Chitty, Keegan Gibbs, Katty Arsinjani y Jake Burghart.
Este artículo se publicó originalmente en VICE EUA.