En las horas posteriores a la noticia de la muerte de Tim Berglinge—el DJ y productor sueco conocido ante el mundo como Avicii—quien fue encontrado muerto el viernes pasado en Muscat, Omán, he quedado fascinado leyendo los testimonios de diferentes fans en redes sociales, quienes se centran en sus experiencias personales tras escuchar “Levels” y el resto de sus sencillos, hablando siempre de la relación de cada quien con el trabajo del artista en lugar de celebrar al propio artista (en gran impenetrable como persona, según la costumbre de las estrellas pop). Esto no quiere decir que la gente lo honre de la manera equivocada, ni mucho menos. Hay una especie de belleza en dejar tu marca en el mundo como alguien que ayudó a crear recuerdos duraderos para los demás, así como una cierta ironía poética en que Bergling—alguien que trabajó en el EDM, un subgénero de la música dance obsesionado constantemente con el ahora y ajeno al futuro—haya ayudado a crear momentos para que durarán para siempre en la memoria de las personas.
Parte de lo que hizo que el éxito de Bergling como Avicii -así como por sus diversos alias- sea tan fascinante y decisivo en esta década, era que podías obtener el máximo disfrute de su música sin siquiera saber su verdadero nombre o cómo era su aspecto. Esto no quiere decir que fuera tan anónimo como Marshmello (incluso fue el rostro de una campaña de Ralph Lauren en 2013), pero sus mejores singles -el inigualable éxito del 2011 “Levels” y la colaboración country que hizo en 2013 con Aloe Blacc “Wake Me Up “-poseían un gran nivel de ubicuidad en los cuarenta principales, tanto que seguramente tus padres probablemente disfrutaron con la música de Avicii sin siquiera saber quién la hizo. El pop dominante nunca se había sentido tan consumido por el culto a la personalidad como lo fue en el 2010, pero el EDM y los artistas adyacentes al género, como Bergling, representan lo contrario de esa tendencia, e hicieron música que ha acompañado millones de experiencias personales mientras que sabiamente su personalidad permanece como una pizarra en blanco.
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Como Avicii, Bergling lanzó dos LPs, “True” de 2013, seguido por Stories en 2015, reforzado parcialmente por el ya mencionado sencillo “Wake Me Up”. Pero su apogeo musical indiscutible -así como posiblemente su canción más querida en los sets de EDC- fue “Levels” en 2011, una canción que apenas alcanzó a entrar en el Billboard Top 40 luego de su lanzamiento, pero inmediatamente logró omnipresencia en los festivales. Es la canción de Avicii, en el sentido de que cuando piensas en él, piensas en “Levels”. Esto es un cumplido; en el EDM y la música dance en general, que tengas tu canción es a menudo todo lo que se necesita, y muchos gastan mucho más tiempo que Bergling tratando en vano de lograrlo.
“Oh, sometimes, I get a good feeling”, la voz de Etta James, en un sampleo tomado de su single de 1962 “Something’s Have a Hold on Me”, pasa a través de un cavernoso espacio vacío, girando sobre una construcción constante de tronidos de dedos, pads y sintetizadores hasta que la melodía en zig-zag de la canción emerge de nuevo, más grande que nunca. El atractivo de “Levels” es inmediatamente obvio al escucharla por primera vez, el sentimiento es totalmente aplicable a cualquiera que haya arrugado la nariz en respuesta a ser llamado “millennial”. En la última década, las personas de cierta edad a menudo se han encontrado a sí mismas perdidas financieramente, políticamente, y más. En el mundo, lo que las ha llevado a buscar alguna liberación frente a su angustia existencial al vez escuchar “Levels” te hace desear pararte en el campo y gritar, tal vez te hace querer pasar un tiempo con tus amigos; tal vez te haga querer comprar y gastar. Como sea, si has escuchado “Levels” durante los últimos siete años y te hizo sentir bien, la misión de Bergling se cumplió.
Y es la naturaleza misma de esa misión la que hizo que los conflictos de salud de Bergling lo condujeran a su muerte: el hombre de 28 años sufría de pancreatitis aguda, una enfermedad a menudo causada por un consumo excesivo de alcohol, lo cual es amargamente irónico. “Hay alcohol gratis en todas partes; es extraño si no bebes”, le dijo textualmente a Jessica Pressler, colaboradora de GQ, en abril de 2013, y después de su muerte es imposible no ver la declaración como una advertencia ominosa. En el corazón del perfil de Pressler -quien relata a su modo y excelentemente el apogeo económico del EDM en la industria de la música, con desconcierto y curiosidad en sus palabras- está la lucha de Bergling contra el abuso de alcohol, capturado como consecuencia de vivir de concierto en concierto.
Una dieta líquida de Bloody Marys, champaña y vino llevó a una estadía hospitalaria de una semana más y al diagnóstico de Bergling. Según la Fundación Pancreática , los síntomas de la pancreatitis aguda incluyen dolor abdominal “severo, constante” que generalmente requiere un tratamiento hospitalario prolongado, su tasa de mortalidad ronda el diez por ciento. “Probablemente beba más ahora de lo que debería”, admitió Bergling ante Pressler, antes de sacar al periodista a vivir una noche libertina en la ciudad.
Un mes antes de que el perfil de GQ fuera publicado, los médicos de Bergling le insistieron para que su vesícula biliar fuera extirpada, pero Bergling se negó; en marzo de 2014 se sometió a una cirugía para extirparle la vesícula biliar y el apéndice después de un brote de pancreatitis, cancelando una serie de fechas de su tour y un lugar como headliner en el Ultra Music Festival de ese año. Hasta su última presentación el 28 de agosto de 2016,( que marcó su retiro oficial del touring), el calendario de giras de Bergling sufrió constantes trastornos mientras luchaba por lidiar con las complicaciones de su enfermedad.
Al momento de escribir esto, no se conoce la causa de muerte de Bergling, pero no parece inapropiado afirmar que Bergling sufrió mucho en los últimos cinco años por problemas de salud causados por el abuso del alcohol, y esto, considerando la permisividad general, tanto de la industria de la música como en la cultura general del EDM, resulta algo de lo que hay que hablar. Avicii trabajó en un subgénero de música electrónica, vagamente categorizado, que sirvió como una inyección para que la industria de la música pudiera vivir un auge financiero en la última década, y la cultura que rodea al EDM ha garantizado durante mucho tiempo un legado contaminado: en méritos musicales, el EDM es descartable fácilmente, y regularmente se le atribuye a contribuir al decline de nuestra civilización por fomentar una cultura de excesos químicos y cierto rango de misoginia.
Aunque han habido signos alentadores que apuntan en la dirección opuesta, hubo un período de tiempo (digamos desde 2012 hasta 2016) en que los informes de víctimas de festivales de EDM se convirtieron en una norma espeluznante. Desde 2011, siete personas han muerto en el Electric Daisy Carnival, con sede en Las Vegas; a partir de julio de 2017 ha habido 29 muertes relacionadas con drogas en eventos dance masivos en Los Ángeles. Sumando al hecho de que en la industria de la música, si así lo deseas, siempre tendrás una bebida y cualquier otra sustancia que quieras al alcance de tu mano, la muerte trágica y repentina de Bergling sirve como recordatorio de que esta toxicidad cultural también es capaz de matar a la gente que vemos sobre los escenarios.
“Tengo una gran oportunidad para concentrarme en mí mismo y crecer- como persona normal o no”, dijo Bergling en una declaración de 2015 tras una serie de cancelaciones de conciertos. “Mi equipo, sello y familia me han animado a hacerlo y me doy cuenta de que no muchos en mi posición tienen esa oportunidad”. Además de poseer un nivel de transparencia franca, la declaración en sí resalta el elemento más trágico del fallecimiento de Bergling: era una persona joven haciendo música para jóvenes, su oportunidad de crecer aún más fue cortada de tajo, aunque su música seguirá viva.
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Este artículo apareció originalmente en Noisey US.