Estamos vendiendo nuestra libertad a Google a cambio de nada
Imagen vía usuario de Flickr Andresmh

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Estamos vendiendo nuestra libertad a Google a cambio de nada

Y no solo a Google, también a Facebook y a unas cuantas megacorporaciones más que se lucran del uso y disfrute de nuestros datos con los que pueden hacer lo que quieran.

Este artículo se publicó originalmente en Motherboard, nuestra plataforma dedicada a la ciencia y a la tecnología.

Robert Epstein es doctorado (@DrREpstein) e investigador en Psicología en el American Institute for Behavioral Research and Technology en Vista, California. Ha publicado quince libros sobre IA y otras materias y ha sido el editor jefe de Psychology Today.

Hace poco vi Ahora me ves 2, una película en la que Daniel Radcliffe interpreta al diabólico magnate tecnológico Walter Mabry, una especie de cruce entre Mark Zuckerberg y Lord Voldemort. Mabry y sus socios se dedicaban a "destrozarle la vida a la gente y espiar a todo el mundo… lucrándose mediante la venta de información de carácter privado". Estos villanos también utilizaban métodos muy macabros para deshacerse de quienes ya no servían a sus propósitos, y a veces soltaban una risotada malévola mientras lo hacían. ¡Ja, ja, ja!

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Una élite de ilusionistas llamados Los Cuatro Jinetes interpretados por Mark Ruffalo, Jesse Eisenberg, Woody Harrelson y Lizzy Caplan serán los encargados de utilizar sus habilidades mágicas para desenmascarar a los malos.

Quién iba a pensar que veríamos a Daniel Radcliffe en un papel de malo. Imagen: Summit Entertainment

Pese a lo absurdo de la historia, la película constituye una metáfora fantástica de lo que sucede a diario en internet. ¿Realmente existen esos tipos malos? Pues bien, exceptuando las muertes horribles y despiadadas, cada vez son más las pruebas que demuestran que sí: hay un puñado de gigantes corporativos que espían al resto del mundo con fines lucrativos, violando nuestra intimidad y, como ya he mencionado en mi reciente ensayo, "The New Censorship", a veces arruinándole la vida a la gente en el proceso.

Multitud de propietarios de pequeños comercios se han quejado frecuentemente de los constantes y misteriosos ajustes que realiza Google en su algoritmo de búsqueda, y con los que el buscador les castiga por violar alguno de sus crípticos criterios.

Incluso algunas de las mayores empresas del mundo viven constantemente atenazadas por el "miedo a Google"; dejar de aparecer de repente en los resultados de búsqueda sería desastroso para plataformas como YouTube, AdWords, Adsense o muchas otras propiedad de Alphabet.

Pero centrémonos en el aspecto de la privacidad, un problema que cada vez preocupa a más gente pero que pocos entienden por completo. Hasta hace poco, parecía que nadie tenía reparos en ceder sus datos personales a empresas como Facebook y Google, pero todo apunta a que eso está cambiando.

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Un estudio reciente realizado en EE. UU. reveló que el 91 por ciento de los adultos estadounidenses se lamentan de que han "perdido el control" sobre el uso que se da a sus datos personales, y otro estudio del que yo soy autor señala que cederíamos un 40 por ciento menos de información privada por internet si fuésemos conscientes de la forma en que esta podría llegar a utilizarse.

Y creo que esa preocupación aumentaría si la gente comprendiera lo que realmente está en juego. Cada vez que alguien cede un fragmento de su intimidad a la red, está regalando a los gigantes que la controlan más poder sobre sus vidas. Así es como funciona:

Cuando utilizamos servicios de internet "gratuitos", como Facebook, Gmail, YouTube, Instagram o el motor de búsqueda de Google, realmente estamos suscribiendo un contrato, y no lo digo en sentido figurado: literalmente, estamos firmando un contrato vinculante.

Así lo señala Google en el apartado de 2.136 palabras "Condiciones de Servicio": "El uso de nuestros Servicios implica la aceptación de estas condiciones".

Esta condición se aplica incluso cuando no eres consciente de estar usando alguno de los servicios de Google, como sucede la mayoría de las veces. Hay millones de páginas web que llevan incorporadas Google Analytics, Google AdWords y Google AdSense, por ejemplo. Cuando visitas una de esas páginas, estás usando los servicios de Google y, por tanto, quedas sujeto a sus condiciones de uso. Lo mismo ocurre con Facebook, que tiene "balizas" diseminadas por toda la red, aunque en menor medida que Google.

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Entonces, ¿qué contiene ese contrato misterioso de Google? ¿Qué condiciones hemos aceptado todos al usar los servicios de Google, conscientes o no de ello?

Por una cuestión de comodidad, he dividido el contrato con las condiciones del servicio de Google en tres partes. Si tenéis paciencia, podéis leer el original para comprobar si lo que digo aquí es cierto.

El contrato

Lo que tú consigues. Tú, el Usuario, obtienes un montón de cosas "gratis". Por ejemplo, puedes plantearle a nuestro motor de búsqueda tantas preguntas como quieras y nosotros te daremos las respuestas. También te permitimos consultar nuestros mapas cuando necesites indicaciones, así como ver vídeos y usar nuestro servicio de correo electrónico sin coste alguno. Vamos, un montón de cosas gratis.

Lo que nosotros conseguimos

A cambio de todo eso, nosotros nos reservamos el derecho de llevar un registro de todo lo que hagas las 24 horas del día: las consultas que hagas, las compras que realices, los sitios web que visites, los vídeos que reproduzcas, los sitios a los que vayas, las personas con las que te comunicas, los emails que escribes… Todo.

La letra pequeña

Nos reservamos el derecho de conservar dicha información y de usarla para darte a conocer empresas cuyos productos consideramos que podrían interesarte, por lo que es muy probable que empieces a recibir publicidad de dichas empresas.

También podríamos compartir tu información personal con, eh… los servicios de inteligencia, puesto que gracias a su colaboración podemos bombardearte con toda esta publicidad.

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Puede que no suene tan amenazador, en un primer momento. Al fin y al cabo, no es más que un intercambio de información. Google te ofrece información gratis y, a cambio, tú cedes a Google tus datos personales.

Pero piénsalo bien. Al principio puede parecer un trato justo, pero ¿qué ocurrirá a medida que pasen los meses, los años? Tú seguirás recibiendo ese goteo de información gratuita cada día, pero mientras tanto, Google habrá acumulado una gigantesca base de datos sobre ti, y esa información tiene un valor.

Actualmente, Google maneja la friolera de 80.000 millones de dólares al año vendiendo información personal de sus usuarios a empresas. Facebook, por ejemplo, facturó cerca de 18.000 millones de dólares el año pasado.

¿Ves ahora dónde reside el problema? Con el tiempo, el acuerdo te ha dejado en desventaja. Google empezó teniendo una minúscula porción de información sobre ti y al final ha acabado sabiéndolo todo. Y tú, mientras tanto, sigues con tu goteo de información. Esta nueva situación ha generado una relación de poder enormemente desequilibrada a favor del gigante tecnológico. La información es poder, y ellos tienen mucho poder sobre ti, pero tú no tienes ningún poder sobre ellos.

Si quisiera, Google podría utilizar lo que sabe sobre ti para avergonzarte, coaccionarte o arruinarte la vida. O para influenciarte. Podría darte información sesgada para obtener algún beneficio o alcanzar determinado objetivo y tú ni te enterarías. La investigación que realicé en el laboratorio y en internet demostró que, al manipular la información que te ofrece, Google puede influir sobre las decisiones que tomas respecto a las cosas más insignificantes, como adónde viajar o qué comprar, así como las más importantes, como a quién votar o en qué creer.

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Las condiciones generales garantizan a Google un control cada vez mayor sobre lo que haces, piensas y dices. Como dijo Noam Chomsky una vez respecto a las negociaciones a puerta cerrada, "La población general no sabe lo que está pasando, y ni siquiera sabe que no lo sabe".

Esto es todo lo que hemos aceptado sin saberlo: formar parte de un mundo en el que el poder está cada vez más concentrado en las manos de un puñado de ejecutivos de grandes corporaciones, y no solo Google, ya que cada vez son más las multinacionales que se sirven de los mismos métodos.

Los magos dependen del despiste para realizar sus trucos; Google también, solo que el rey de los buscadores ha ejecutado un truco tan impresionante que hace que los otros parezcan de aficionados. Nos ha hecho creer a todos que su paquete de servicios existe exclusivamente para nuestra comodidad y disfrute, desviando nuestra atención de su verdadero propósito: que acabemos por ceder hasta el último resquicio de nuestras vidas, permitiéndoles explotar esa información para poder ejercer una mayor influencia sobre nosotros y amenazando nuestra libertad como ninguna otra entidad lo ha hecho hasta ahora.

Es preciso empezar de nuevo. Tenemos que dar visibilidad absoluta al modelo de negocio de prestidigitación de Google y prohibirlo por ley. Asimismo, la misión aparente de Google la de organizar la información del mundo debe convertirse en un proyecto de carácter público, y no en un negocio en manos de una empresa con ánimo de lucro. Espero que algún día la gente recuerde con extrañeza que hubo un tiempo en que toda la información mundial estaba en manos de una corporación voraz.

Las bibliotecas públicas no tienen programas secretos; no rastrean los hábitos personales de los usuarios ni venden su información personal al mejor postor; tampoco presionan a las autoridades ni intentan influir en la opinión pública. Hace ya unos años, un artículo publicado en The Nation sugería la implantación de un motor de búsqueda público, y actualmente la organización Common Search está estudiando la forma de poner en práctica esta iniciativa. Es importante dar a estas iniciativas el valor que se merecen.

El motor de búsqueda de Google es un índice comentado de los sitios web del mundo. Esos sitios web pertenecen a todo el mundo, no a Google, por lo que también dicho índice debe ser de dominio público, así como los otros servicios "gratuitos" que nos ofrecen esta y muchas otras empresas. Pero no nos engañemos: esos servicios nunca han sido gratuitos, porque para usarlos estamos pagando con nuestra libertad.

Traducción por Mario Abad.